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La diosa Netrebko amaña su regreso al Real
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ÓPERA EN EL TEATRO REAL

La diosa Netrebko amaña su regreso al Real

La soprano rusa nos impone a su marido en un recital populista y triunfal que no agotó las entradas. El recital en Madrid está más cerca del simulacro que de la verdad

Foto: Yusif Eyvazov (tenor), Anna Netrebko (soprano) y Orquesta Titular del Teatro Real. (Javier del Real/Teatro Real)
Yusif Eyvazov (tenor), Anna Netrebko (soprano) y Orquesta Titular del Teatro Real. (Javier del Real/Teatro Real)

No está claro que vayan a salirle las cuentas a los espectadores que apoquinaron 398 euros por escuchar a Anna Netrebko la noche del viernes en el Teatro Real. Tres arias cantó en solitario. Solo tres (132, cada una). Y las cantó de manera sublime, pero el regreso de la diva rusa a Madrid 18 años después de su primera y única actuación —era una desconocida entonces— se resintió gravemente del nepotismo y del populismo.

Nepotismo porque nos colocó a su marido como si fuera el impuesto revolucionario o la cuota conyugal. Yusif Eyvazov es un tenor correcto cuando no mediocre. Un cantante de técnica segura y de timbre ingrato. Y un requisito que Netrebko impone en todos los festivales y teatros. No como la Pantoja hacía con Paquirrín, pero lejos de la excelencia operística que ella misma representa y que la convierte en la gran diva del siglo XXI.

placeholder Anna Netrebko (soprano). (Javier del Real | Teatro Real)
Anna Netrebko (soprano). (Javier del Real | Teatro Real)

Populismo, decíamos. Es una lástima que un recital tan esperado se conciba con un repertorio tan previsible y tan demagógico. Netrebko interpretó con hondura y emoción el aria final de 'Don Carlo', pero la segunda parte fue un batiburrillo de lugares comunes y de atajos intrascendentes para alcanzar el delirio. Terminó sobreviniendo el éxtasis con una versión indecorosa de 'O sole mio'. De pie se pusieron los espectadores. Un reconocimiento plebiscitario cuya rotundidad demuestra más la generosidad acrítica de los melómanos que la implicación de los artistas.

Se despedía así del Real la extraña pareja y lo hacía el barítono británico Christopher Maltman. No aparecía su nombre en la portada del programa de mano ni figuraba como protagonista de la componenda familiar, pero terminó siendo el cantante que más cantó y más se expuso. Lo hizo con unos medios vocales imponentes. Y con una autoridad verdiana y verista que ensombrecía el voluntarismo Eyvazov en su papel de palafrenero.

El maromo de Netrebko fue aplaudido más por los tópicos del repertorio —'E lucevan le stelle'— que por sus méritos canoros. Carece de la oscuridad y del color para desafiar 'Otello', pero semejantes evidencias no le impidieron aferrarse al rebufo de la diva rusa en el dúo inaugural de la ópera de Verdi.

placeholder Christopher Maltman (barítono). (Javier del Real | Teatro Real)
Christopher Maltman (barítono). (Javier del Real | Teatro Real)

Era el compositor italiano el protagonista absoluto de la primera parte. Y el reclamo del que se valió el funcionarial maestro Denis Vlasenko para entretener al personal con las insustanciales oberturas de 'Nabucco' y de 'I vespri siciliani'. Los pasajes orquestales de relleno concedían descanso a la Netrebko y le permitían cambiarse de vestido y de joyas. Deslumbró con ellas a los espectadores del Teatro Real. Y los sedujo incluso cuando se puso a bailar maquinosamente el vals de 'La viuda alegre' en compañía de Maltman. No se termina de entender qué pintaba la música de Léhar en la segunda parte verista del concierto —Catalani, Mascagni, Giordano—, pero estaba claro que la inmensa soprano anteponía el carisma y la pirotecnia a las exigencias de una actuación responsable y comprometida.

placeholder Concierto Ana Netrebko, Yusif Eyvazov y Christopher Maltman. (Javier del Real | Teatro Real)
Concierto Ana Netrebko, Yusif Eyvazov y Christopher Maltman. (Javier del Real | Teatro Real)

Llama la atención que Netrebko no llenara el Real. Los precios eran elevados. Y el puente condicionaba la lealtad del graderío, pero es ella la primera figura del escalafón. Y la artífice de una carrera gigantesca que compagina los grandes acontecimientos operísticos con los bolos.

El recital de Madrid, muy similar al oficiado en el Liceu de Barcelona unas horas antes, pertenece a la segunda categoría. Anna Netrebko es un prodigio técnico y musical. Una artista de época, pero el recital "amañado" en Madrid está más cerca del simulacro que de la verdad.

No está claro que vayan a salirle las cuentas a los espectadores que apoquinaron 398 euros por escuchar a Anna Netrebko la noche del viernes en el Teatro Real. Tres arias cantó en solitario. Solo tres (132, cada una). Y las cantó de manera sublime, pero el regreso de la diva rusa a Madrid 18 años después de su primera y única actuación —era una desconocida entonces— se resintió gravemente del nepotismo y del populismo.

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