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Michieletto 'destroyer': la pasada de frenada del 'El elixir de amor' en el Teatro Real
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Michieletto 'destroyer': la pasada de frenada del 'El elixir de amor' en el Teatro Real

Una versión hiperrealista y excesiva de colores saturados que en el fondo pivota por una constante de la literatura romántica: morir de amor por alguien para quien no existes

Foto: 'Elixir de amor'. (Javier del Real)
'Elixir de amor'. (Javier del Real)

En marzo de 1932 Alessandro Lanari, empresario del Teatro Canobbiana de Milán, encargó a Gaetano Donizetti (1797-1848) el precipitado encargo de escribir una ópera cómica para estrenar esa misma temporada. A sus 34 años, el maestro de Bérgamo, llevaba ya 36 óperas en su maleta. Capaz de componer a un ritmo abrumador, en 15 días de trabajo Donizetti regaló al mundo una obra maestra, ‘El elixir de amor’, ópera basada en 'Le Philtre', de Eugéne Scribe cuyo libreto firmó Felice Romani, con quien Donizetti ya había trabajado en varias ocasiones.

Del 29 de octubre al 12 de noviembre, el Teatro Real recupera la versión de ‘El elixir de amor’ que estrenó Damiano Michieletto en 2013 coproducida con el Palau de les Arts de Valencia, esta vez bajo la batuta de Gianluca Capuano. Ambientada en una playa, situada en cualquier rincón del Mediterráneo, una playa delirante, kitsch, bufonesca, una playa en la que en la “no falta de nada”, una playa que alimenta la seducción, la fiesta y el vicio, ‘El elixir de amor’ narra las desventuras, los amores y desamores de Nemorino, un joven ingenuo y pusilánime que bebe los vientos por Adina, pero la chica, en este caso la dueña del chiringuito, caprichosa y muy acostumbrada a tener siempre todo lo que quiere, disfruta atormentando al zagal con su indiferencia. Por la orilla pululan todo tipo de personajes extremos, desde chulos de playa capitaneados por Belcore, hasta chicas en busca de un gran talonario, pasando por camellos, chamarileros, sacamuelas y embusteros, encarnados en la figura de Dulcamara, un charlatán que trapichea con drogas y brebajes. “En la versión original los protagonistas no tenían, como aquí, una relación laboral de jefa y empleado, extremo que aleja en parte a este ‘Elixir’ de su esencia primigenia y pone a los personajes en una relación de inferioridad objetiva, lo que crea una potente dinámica de poder. Adina no está dispuesta a que sus amigos piensen que se va a dejar seducir por el chico de las tumbonas”, desvela Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

placeholder 'El elixir de amor'. (Javier del Real)
'El elixir de amor'. (Javier del Real)

Se trata de una versión hiperrealista, excesiva y ‘destroyer’ de colores saturados que en el fondo pivota por una constante de la literatura romántica: morir de amor por alguien para quien no que existes hasta que desapareces de su vida. ¡Qué levante la mano quien no se ha sido Nemorino alguna vez en su vida! El ser humano en el fondo es muy básico, no valora lo que tiene hasta que lo pierde. Habrá quien acuse a la producción concebida por Damiano Michieletto de algo extremadamente pasado de rosca, pero no deja de ser el mismo código que Donizetti pensó para la obra.

Una trama perfecta

Aunque a priori pudiera parecerlo, ‘El elixir’ no es un ópera bufa sin más, se trata de una ópera de transición. “Romani y Donizetti se inspiran en el ejemplo canónico, con una estructura muy convencional de ópera bufa, pero sus personajes entran ya en el romanticismo”, desvela Matabosch. Así es, Donizzeti presenta una trama perfecta en la que entrelaza diferentes géneros cuyo resultado es una comedia agridulce que en el caso de la versión concebida por Michieletto arranca una sonrisa detrás de otra entre el patio de butacas. Esta producción regresa a las tablas del coliseo madrileño con sutiles modificaciones que afinan todavía más si cabe el humor y el sarcasmo ideado en su día por el director artístico. El castillo de antaño se ha convertido en una inmensa tarta nupcial y todos los personajes exageran aún más los gags y sus gestos.

La producción regresa a las tablas con sutiles modificaciones que afinan todavía más si cabe el humor y el sarcasmo

De los cuatro protagonistas, sólo Dulcamara forma parte de la esencia cómica, este charlatán, cuyo elixir de amor que no es más que un vino de calidad o una pócima envuelta con el lazo de la mentira, aunque lo parezca no es solo el paradigma de la ópera bufa. Su ridícula palabrería funciona como liberadora de pasiones, él descubre a los personajes su verdadera esencia romántica.

En el reparto de estos personajes tan singulares se alternarán Brenda Rae y Sabina Puértolas como Adina; Rame Lahaj y Juan Francisco Gatell, en la piel de Nemorino; Alessandro Luongo y Borja Quiza, interpretrarán a Belcore; por último, Erwin Schrott y Adrian Sâmpetrean encarnarán a Dulcamara. Como plato de lujo y para contrarrestar la dulce pero escasa voz de Nemorino, Javier Camarena interpretará ese rol en la función del 9 de noviembre, antes de su actuación en la Gala del 13 de noviembre y del inicio de los ensayos de ‘Il pirata’, de Vincenzo Bellini.

placeholder 'El elixir de amor'. (Javier del Real)
'El elixir de amor'. (Javier del Real)

Si hay un momento especial en el ‘El elixir de amor’ indudablemente es el instante en el que un arpa da el contracanto a Nemorino. Así arranca ‘Una furtiva lágrima’, el aria más famosa de esta ópera que fue creada para el lucimiento del tenor. Se trata del momento más intenso de la historia, cuando el protagonista toma conciencia de la madurez y verdadera la intensidad de sus sentimientos. Lo hace interpretando este tema que rezuma claroscuros desde sus primeros acordes. “No olvidemos que Donizetti utiliza, por primera vez en la historia de la ópera, la tonalidad en Si bemol menor”, matiza el maestro Capuano.

‘El elixir de amor’ es una de las producciones más queridas del público del Real desde el siglo XIX. Subió a su escenario por primera vez en 1851, un año después de la inauguración del teatro. Desde entonces se ha representado más de 80 veces, incluyendo esta coproducción del Teatro Real y del Palau de les Arts de Valencia, que ahora se repone, 6 años después de su estreno en Madrid.

En marzo de 1932 Alessandro Lanari, empresario del Teatro Canobbiana de Milán, encargó a Gaetano Donizetti (1797-1848) el precipitado encargo de escribir una ópera cómica para estrenar esa misma temporada. A sus 34 años, el maestro de Bérgamo, llevaba ya 36 óperas en su maleta. Capaz de componer a un ritmo abrumador, en 15 días de trabajo Donizetti regaló al mundo una obra maestra, ‘El elixir de amor’, ópera basada en 'Le Philtre', de Eugéne Scribe cuyo libreto firmó Felice Romani, con quien Donizetti ya había trabajado en varias ocasiones.

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