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Los cuernos rojos de España: Manolo Prieto, el comunista que diseñó el Toro de Osborne
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buscan difundir el resto de su obra

Los cuernos rojos de España: Manolo Prieto, el comunista que diseñó el Toro de Osborne

Antes de encumbrarse con una de las mejores campañas publicitarias del siglo pasado, el gaditano diseñó propaganda republicana en su juventud

Foto: Manolo Prieto, trabajando en una publicación republicana, y un boceto del Toro de Osborne. (Fundación Manolo Prieto)
Manolo Prieto, trabajando en una publicación republicana, y un boceto del Toro de Osborne. (Fundación Manolo Prieto)

Bigas Luna guardaba “los cojones de España” en la entrada de su casa. Así se refería a los testículos del Toro de Osborne castrado a puñetazos en ‘Jamón, jamón’. La silueta oscura del animal cobijó escenas de sexo y violencia en la obra más reconocida del cineasta español. Tanto le gustaba que se ofreció como comprador de 42 toros de Osborne para instalarlos en su finca de Tarragona y salvarlos del olvido. Lo hizo en 1994, cuando el Ministerio de Obras Públicas reguló la presencia de vallas publicitarias en las carreteras estatales. Entre ellas, se ordenó la retirada de los toros, que nacieron como una campaña del brandi Veterano, del Grupo Osborne.

Con Bigas Luna, otros artistas, políticos y asociaciones culturales se movilizaron para mantener las efigies taurinas en el paisaje español. Ese mismo año, el Congreso de los Diputados declaró los toros de Osborne “patrimonio artístico y cultural de los pueblos de España”. Tres años más tarde, el Tribunal Supremo dictó una sentencia a favor de su mantenimiento. Estaba claro: durante cuatro décadas decorando las carreteras españolas, el anuncio de brandi se convirtió en algo espinoso y contradictorio, compartido por unos y denostado por otros: un símbolo de identidad nacional. En una madrugada de 2002, un grupo no identificado serró el último Toro de Osborne que quedaba en Cataluña por ser “españolista” y “el símbolo estrella del anticatalanismo más rancio”. La obra trascendió a su creador, Manolo Prieto, que antes de encumbrarse como diseñador militó en el Partido Comunista y diseñó carteles para el bando republicano durante la Guerra Civil.

placeholder Manolo Prieto, trabajando en la publicación republicana 'Altavoz al Frente'. (Fundación Manolo Prieto)
Manolo Prieto, trabajando en la publicación republicana 'Altavoz al Frente'. (Fundación Manolo Prieto)

“El Toro de Osborne no nació con ninguna implicación política, se la han dado después”, cuenta Manuel Prieto, hijo del diseñador. En los años siguientes al sabotaje de la valla, el Grupo Osborne trató de reemplazar el toro en Cataluña: 2003, 2005, 2007, 2017… Uno de los sustitutos duró apenas una semana. El grupo independentista autodenominado La Bandera Negra llegó a calificar la figura de “inmundicia cornuda española” después de derribarla. “Mi padre se indignaría y entristecería muchísimo. La gente ha confundido la figura de un animal altivo y libre en el campo. No está en una plaza. Es el símbolo de la piel de toro. Efectivamente, hay gente que no tiene nombre, que malinterpreta la simbología de un anuncio que se convirtió en la de un país. Es una atrocidad tremenda. Parece la Edad Media, cuando se quemaban los libros. Es como la Inquisición. Lo peor es que se trata de una minoría que actúa de noche y a escondidas, no es que todo un pueblo se haya puesto de acuerdo para retirar la figura de allí”.

El astado de Manolo Prieto cobró vida y trascendió su firma. El hijo del diseñador cuenta que su padre tenía esa premonición: “Ya veréis cómo me terminan conociendo por el Toro de Osborne y no por todo lo demás’, decía papá”. La figura no solo atrae los derribos nocturnos. En 2017, el artista murciano Sam3 vistió la chapa metálica con el toro del ‘Gernika’: “El monstruo de la guerra fue retratado en 1937 y Guernica es solo uno de sus nombres, le gusta pastar donde hay inocentes y desarmados. Tauromaquia para cobardes”, escribió el grafitero. Años antes, el artista cacereño Javier Figueredo convirtió al toro en vaca suiza con manchas blancas y ubres de metal. “La vaca simboliza uno de los mayores problemas sociales del momento, la violencia de género, la falta de igualdad de sexos en algunos aspectos de la vida”, explicó Figueredo a ‘20 minutos’.

“Cuando mi padre veía algunas de las cosas que se pintaban encima, se indignaba muchísimo. El toro se llegó a exponer en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En Estados Unidos había algunos artistas que lo pintaban y nadie se acordaba de quién era el diseñador. Decoraban una obra que ya estaba hecha”, cuenta Manuel Prieto hijo. “El Toro de Osborne no surgió de la nada. Fue una gran campaña de publicidad, pero hubo muchísimo trabajo de mi padre antes”. Sus hijos han creado la Fundación Manolo Prieto, con la que quieren dar a conocer toda la obra que el Toro de Osborne ensombreció.

Manolo Prieto nació en Cádiz, en 1912. Pronto comenzó a dibujar y, gracias al dinero que reunió en dos de sus primeras exposiciones, se marchó a Madrid para medrar como diseñador gráfico. “También tenía un problema de asma, un médico le recomendó que se mudara a la capital por el clima. El Puerto de Santa María se le quedaba pequeño”. Sus primeros trabajos en el Madrid de los treinta fueron pequeños dibujos para una compañía de danza, hasta que acudió a una exposición de cartelería. “Mi padre nos contó que, al ver los carteles, sintió una especie de latigazo. A partir de ese momento, decidió dedicarse al arte comercial”. Algunos calificaron a Prieto como “el Toulouse-Lautrec español”.

placeholder Portada de la revista 'Arte Comercial', diseñada por Manolo Prieto. (Fundación Manolo Prieto)
Portada de la revista 'Arte Comercial', diseñada por Manolo Prieto. (Fundación Manolo Prieto)

Aquella fue la época de su implicación política. “La guerra le pilló cuando empezó a trabajar en la agencia Publicitas. Era un joven con ideales y salió a defender lo que creía justo en una época de conflicto. Supongo que por eso se afilió al Partido Comunista. En aquella época, o te posicionabas en un lado o en el otro. Pero nunca hizo hincapié en esta etapa ni nos comentó que fuera un activista o una figura importante dentro del PC”. Debido a su problema con el asma, Prieto nunca estuvo en el frente “ni pegó un tiro en su vida”. Su lucha se redujo a los colores y el papel. “Allí lo tuvieron en los trabajos de dibujante, diseñando carteles y propaganda para ‘engrandecer a las tropas republicanas’ y cosas así”.

Su hijo Manuel buscó muestras de la obra de su padre durante la Guerra Civil, pero no encontró casi nada. “Sin embargo, no hay duda de que se dedicó a la cartelería y a la propaganda del bando republicano”.

De embajada en embajada

Lo más parecido a una represalia política por su trabajo como cartelista republicano llegó después de la guerra, cuando trabajó para la embajada alemana. Según cuenta su hijo, alguien dio un chivatazo y denunció el pasado político de Prieto. “Los alemanes fueron a buscarlo a su casa y lo llevaron a un despacho. Allí le hicieron algunas preguntas y, al final de la conversación, el responsable del ejército alemán sacó un puro y le dijo: ‘Toma, fúmate esto. Tienes algún enemigo por ahí, pero estás limpio’. A mi padre esto le tranquilizó mucho. Nunca supo quién lo denunció".

“Por circunstancias de la vida, le ofrecieron un empleo en la embajada americana. Cuando se lo comunicó a los alemanes, le dijeron que se fuera, que ellos se iban a marchar. Supongo que estarían a punto de perder la guerra. A mi padre solo le interesaba el diseño gráfico y eso fue lo que le salvó de las represalias políticas en un bando o en otro. Solo luchó con el lápiz y el pincel”. Quizás a través de su trabajo en las dos embajadas, Prieto entró en contacto con las vanguardias europeas del dibujo y el diseño. En 1947, comenzó a trabajar en la Agencia Azor de publicidad. Diez años más tarde, el primer Toro de Osborne se instalaba en Cabanillas de la Sierra como campaña publicitaria para el brandi Veterano, y el diseño de Prieto comenzó a fundirse con el paisaje de carretera. “Creo que mi padre llegó a vivir los primeros líos en la época de Josep Borrell como ministro de Obras Públicas. Se empezó a hablar de retirar las vallas de Osborne por la nueva normativa publicitaria”. Se redactaron manifiestos con las firmas de Antonio Gala, Francisco Umbral o Consuelo Álvarez de Toledo para evitar la desaparición de los astados.

placeholder Trabajando en la embajada americana. (Fundación Manolo Prieto)
Trabajando en la embajada americana. (Fundación Manolo Prieto)

Hoy, los descendientes de Manolo Prieto conservan no solo los bocetos del Toro de Osborne sino toda su obra y taller. Uno de sus trabajos fue el de diseñar semanalmente las portadas de la revista ‘Novelas y Cuentos’. En ellas conjugó sus tres principios: plasticidad, armonía del color y ritmo. Su hijo Manuel recuerda a su padre atareado en la mesa, perdido en la simbología de su próximo proyecto. La mujer de Prieto, “que era una gran narradora”, leía alguno de los libros por él y se los contaba mientras él pergeñaba los bocetos. Diseñó durante 17 años las portadas de ‘Novelas y Cuentos’, que se convirtieron en su seña de identidad antes de crear la campaña publicitaria española más importante del siglo XX.

placeholder Trabajando en la Agencia Azor. (Fundación Manolo Prieto)
Trabajando en la Agencia Azor. (Fundación Manolo Prieto)

Prieto hijo observa que en la negrura del toro no existen las líneas, pero sí el volumen. La anatomía del animal y su mirada se dirigen a la carretera con altivez. El publicista Luis Bassat lo considera “la mejor valla que existe, el acierto más pleno de todos los tiempos en lo que se refiere a publicidad exterior”. ¿De dónde le vino la idea? Existe un precedente de un diseño similar al Toro de Osborne en la obra de Manolo Prieto. Hay que remontarse muchas décadas, hasta su juventud en El Puerto de Santa María: “Mi padre hizo una serie de siluetas planas sobre los animales. Leones, perros, elefantes, jirafas… Los típicos animalitos de madera que los niños usaban como juguetes en la época. Él hacía los dibujitos en plano, mi abuelo los cortaba y los vendía en la calle. Así sacaba un dinero para comer y ayudar a su familia”.

Bigas Luna guardaba “los cojones de España” en la entrada de su casa. Así se refería a los testículos del Toro de Osborne castrado a puñetazos en ‘Jamón, jamón’. La silueta oscura del animal cobijó escenas de sexo y violencia en la obra más reconocida del cineasta español. Tanto le gustaba que se ofreció como comprador de 42 toros de Osborne para instalarlos en su finca de Tarragona y salvarlos del olvido. Lo hizo en 1994, cuando el Ministerio de Obras Públicas reguló la presencia de vallas publicitarias en las carreteras estatales. Entre ellas, se ordenó la retirada de los toros, que nacieron como una campaña del brandi Veterano, del Grupo Osborne.

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