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¿Pánico en Estepona? Por qué los toboganes urbanos son una buena idea
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El gran desnivel

¿Pánico en Estepona? Por qué los toboganes urbanos son una buena idea

¿Y si más allá de chistes y diseños erráticos el tobogán andaluz fuera una solución interesante?

Foto: Un padre se tira con su hija por el tobogán de Estepona. (YouTube/Animaciones Mimosinshow)
Un padre se tira con su hija por el tobogán de Estepona. (YouTube/Animaciones Mimosinshow)

El tobogán de Estepona, la rampa urbana más grande de España (y quizá de Europa), ha cerrado tras 24 horas de arañazos y chistes. Con una pendiente de 33 grados y una longitud de 38 metros, se convirtió en carne de 'meme' en tiempo récord. España ha dictado sentencia: el tobogán debe morir. Pero… ¿y si más allá de chistes fáciles y problemas de diseño el tobogán de Estepona era una idea brillante? O cómo lo que podía haber sido un solución imaginativa a un problema urbano (el exagerado desnivel para pasar de una calle a otra) se convirtió en el clásico astracán celtibérico.

¿Qué ha fallado exactamente en Estepona? Habla el arquitecto Alberto Nanclares, de Basurama, colectivo arquitectónico especializado en intervenciones urbanas: “Si el tobogán tuviera un cambio de pendiente —como recomienda la normativa— en lugar de un cambio de curva en plano, sería muy divertido. Te dan dos posibilidades para cortar la línea recta de un tobogán: giro o cambio de pendiente, como los toboganes de los parques acuáticos, donde bajas, hay una parte plana y vuelves a bajar otra vez. Pero el de Estepona va a piñón, y por eso resulta difícil tirarse, algo raro tratándose de un tobogán. Otra solución sería hacerlo cerrado: te tiras tumbado, no te inclinas y no hay problema".

Foto: El tobogán de Estepona (YouTube)

Mario Herráiz, diseñador de parques infantiles, ve un conflicto de tamaño y desnivel: “La idea de un tobogán que una dos calles me parece estupenda y divertida. El problema del de Estepona es que se va un poco de medida. Un desnivel de 38 metros es una pasada. Hay toboganes abiertos y toboganes túneles. Los abiertos son más delicados. No es un problema de normativa (parece que el de Estepona la cumple, y además la normativa andaluza es más estricta) sino de pura física: al ser tan largo, se alcanza una buena velocidad y no hay manera de frenarse. Este tobogán no podría ser recto por normativa: tiene que haber cambios de dirección cada ciertos metros. El problema es que los cambios de dirección del tobogán de Estepona no tienen la angulación necesaria para frenar el cuerpo cuando se desliza, ejercen más de sacudida que de freno. El tobogán tiene un inclinación de 33 grados. Está dentro de la normativa: un tobogán normal tiene 36. Pero, claro, al ser tan largo, la persona va acelerando y acelerando. El que se tire de forma muy inocente se puede olvidar de frenar con los pies. El tobogán de Estepona es increíble, eh, pero igual es demasiado increíble”.

placeholder El tobogán de Estepona. (YouTube/Animaciones Mimosinshow)
El tobogán de Estepona. (YouTube/Animaciones Mimosinshow)

¿Cómo se podía haber solucionado? “Haciéndolo por tramos. No tirarte desde arriba y terminar abajo, sino tirarte un tramo, levantarte y volver a tirarte por el siguiente tobogán. Igual se tenía que haber dividido en tres toboganes”, añade Herráiz, diseñador de referencia de parques infantiles de nuevo cuño.

"Es muy raro atreverse a hacer un tobogán urbano de 38 metros. Ha sido una innovación… fallida", dice Nanclares.

El tobogán de Estepona es increíble, eh, pero igual es demasiado increíble

Innovación fallida por culpa también del proceso. O más bien de la falta de él. “Han fallado los controles. Una solución hubiera sido pensarlo de un modo más colectivo. No un: ‘Oiga, tome, tírese por aquí’, sino recurrir a un proceso creativo, lúdico y participativo. Preguntarse: '¿Esto quién lo va a usar? ¿Para qué? ¿Qué necesidades tienen los que lo van a usar?' Estamos ante buena idea mal diseñada y mal planificada. O sea, una ideaca. Tiene narices que estemos hablando de esto por estar mal diseñado: de haber funcionado, hubiera abierto un debate rico. Ahora estarán bajo sospecha todos los toboganes”, lamenta Nanclares.

La parte positiva

Todos los focos han estado puestos en los que se han hecho arañazos, pero ¿qué hay del resto? “Igual ha habido cinco personas que han salido disparadas, pero a lo mejor el resto ha tenido una experiencia buenísima. Si buscas ‘tobogán Estepona’, sale la reseña de Google, que ya pone ‘cerrado permanentemente’. Pues bien: cuando la he visto, la reseña tenía una media de cuatro estrellas de puntuación. Hay gente que se lo ha pasado muy bien tirándose por ahí”.

Es evidente que la polémica cómica del tobogán ha tenido momentos gloriosos (por graciosos). Pero lo bufo es un arma de doble filo. “El nivel de cuñadismo con este asunto ha sido increíble. ‘¡Me he raspado un poco!', denuncian. Vamos a ver: ¡si todo el mundo que se hace un rasguño por la calle sube una foto, colapsamos Twitter! ¿Cuántas espinillas rozan a diario los bolardos en Madrid? El diseño urbano solo sirve a veces para meterse con él. ¡Viva la crítica!, pero, por favor, no seamos cuñados!”, dice Nanclares.

Sería estupendo que todas las ciudades españolas con problemas de desniveles idearan soluciones así

“Este tipo de soluciones urbanas me parecen muy positivas. Lo de Estepona no era solo una cosa lúdica si no práctica: es como colocar escaleras mecánicas para salvar un desnivel. La pena es que una idea tan buena se les haya ido totalmente de las manos. Y tiene difícil solución”, razona Herráiz.

“Estamos a favor de la ciudad jugable, del situacionismo, de la subversión, y en contra del marco actual de hiperregularización y de sociedad del riesgo, por eso es triste que el experimento de Estepona haya salido mal. Han hecho un mal diseño, y es una pena, porque el tobogán podía haber sido noticia en todo el mundo... Para bien, no en modo viral de coña (‘¡mira qué chapuza han hecho en España’!), sino como pequeño ejemplo para las ciudades del futuro. Y todo porque no han dedicado suficiente tiempo a diseñar el tobogán y explicar su sentido. Es una pena que un mal diseño tire a la basura un proyecto tan chulo. Sería estupendo que todas las ciudades españolas con problemas de desniveles idearan soluciones así”, zanja Nanclares.

El tobogán de Estepona, la rampa urbana más grande de España (y quizá de Europa), ha cerrado tras 24 horas de arañazos y chistes. Con una pendiente de 33 grados y una longitud de 38 metros, se convirtió en carne de 'meme' en tiempo récord. España ha dictado sentencia: el tobogán debe morir. Pero… ¿y si más allá de chistes fáciles y problemas de diseño el tobogán de Estepona era una idea brillante? O cómo lo que podía haber sido un solución imaginativa a un problema urbano (el exagerado desnivel para pasar de una calle a otra) se convirtió en el clásico astracán celtibérico.

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