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Amor, deseo y abusos. El nuevo reto de Irene Escolar se llama 'Blackbird'
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En el pavón teatro kamikaze del 7 de abril al 7 de mayo

Amor, deseo y abusos. El nuevo reto de Irene Escolar se llama 'Blackbird'

Tras diseccionar a Lorca, la actriz encara uno de los papeles "con más empaque" de su carrera teatral en este controvertido texto de David Harrower que dirige Carlota Ferrer

Foto: Irene Escolar y José Luis Torrijo protagonizan 'Blackbird' (Vanessa Rabade)
Irene Escolar y José Luis Torrijo protagonizan 'Blackbird' (Vanessa Rabade)

'Blackbird que cantas en la muerte de la noche, toma estas alas rotas y aprende a volar. Toda tu vida has estado esperando este momento para alzar el vuelo. Blackbird que cantas en la muerte de la noche, toma estos ojos hundidos y aprende a mirar. Toda tu vida has estado esperando este momento para ser libre. Blackbird vuela hacia la luz". La negrura del dolor y el vuelo vital dominaban esta canción de los Beatles. Aunque en realidad Paul McCartney la escribió como una reacción a las tensiones raciales estadounidenses de 1968, el escritor escocés David Harrower utilizó esta metáfora para trasladar esa lucha entre la oscuridad y la luz a una de sus obras más controvertidas.

La actriz Irene Escolar se topó con 'Blackbird' hace tres años gracias a Gerardo Vera. Le "arrebató" al instante y vio en Una, su protagonista, a ese personaje necesario para seguir creciendo. Por eso no se lo pensó y compró sus derechos, pero no ha sido fácil levantar este montaje a pesar de estar considerado uno de los grandes textos del teatro contemporáneo.

Harrower la escribió en 2005 inspirado en el caso del exmarine Toby Studebaker, que fue acusado y condenado por crímenes sexuales tras fugarse con una menor de 12 años. Peter Stein la estrenó ese mismo año en el Festival de Edimburgo convirtiéndola en uno de esos caramelos de la escena actual. En España solo se había montando en catalán hace cuatro años en el Lliure de la mano de Lluìs Pasqual y aunque se ha intentado varias veces representarla en castellano, "no ha habido actores que se atrevan a meterse en el papel de Ray", como explica la directora Carlota Ferrer. Hasta ahora, que llega al Pavón Teatro Kamikaze (del 7 de abril al 7 de mayo) dentro de la programación del Festival de Otoño a Primavera.

'Blackbird' es un thriller, o más bien una tragedia contemporánea y un ajuste de cuentas entre dos heridas profundas. Está concebida como un combate verbal entre Una, una joven de 28 años, que después de 15 años se planta en el trabajo de Ray, de 55, que interpreta José Luis Torrijos, para zanjar lo que les unió cuando tenían 12 y 40. Aunque sobrevuela la naturaleza del amor, del abuso sexual a menores, la culpa, la dependencia y las secuelas psicológicas, esta obra habla en definitiva de la gestión del dolor y de la fragilidad. ¿Cómo nos enfrentamos al dolor y la pérdida? ¿Cómo nos marca profundamente? ¿Y cómo nos lo sacamos de encima?

"El texto habla de la condición humana, del deseo, la pérdida, el amor y el dolor. Cada uno hace lo que puede con su dolor y la diferencia está en cómo lo gestiona", explica Irene Escolar. La actriz reconoce que dar vida a Una es "tirarse al vacío y al abismo más absoluto", pero en realidad no es nada nuevo para ella. Escolar, la quinta generación de una estirpe que ha vivido sobre las tablas, nieta de Irene Gutiérrez Caba y sobrina de Emilio y Julia Gutiérrez Caba, elige con tino cada nuevo papel. Los disecciona y persigue para que exijan de ella cada vez más. Un nuevo reto constante desde que con nueve años debutara en 'Mariana Pineda', de Lorca.

Ponerme en la piel de Una es complejísimo. A nivel psicológico, es el papel con más empaque de mi carrera teatral

Con 17 años Àlex Rigola le dio su primer papel profesional en 'Días mejores': una ninfómana que se masturbaba en el escenario para escándalo del personal. El nuevo director de los Teatros del Canal no solo fue su padrino sino que de su mano ha conocido en la Bienal de Venecia esa escena vanguardista europea en la que se quiere mirar y afrontó uno de sus últimos y aplaudidos papeles en el teatro en 'El público', de Lorca. Andrés Lima, Gerardo Vera , Miguel del Arco y Carlota Ferrer también han ido moldeando el arriesgado trabajado de una actriz que deja claro en cada nuevo trabajo que huye de la comodidad. Y, por supuesto, Lorca desde esas tardes entre deberes y el escenario cuando tenía nueve años hasta el precioso y emocionante monólogo que le dedicó al poeta el año pasado en 'Leyendo a Lorca'. Eso sin hablar de la televisión o el cine, con papeles como el que le valió el Goya a la mejor actriz revelación el año pasado por 'Un otoño sin Berlín'.

Ahora vuelve con Ferrer con otro de esos papeles de doble salto mortal porque Una es una mujer rota, desgarrada y perdida. "Tiene una herida muy profunda. Se ha quedado parada en el tiempo, estancada, y, a su vez, ha tenido que crecer para poder vivir o intentarlo. Ponerme en la piel de Una es complejísimo. A nivel psicológico, es el papel con más empaque de mi carrera teatral", asegura la actriz. "Es una obra arrebatadora y dolorosa, que te atrapa desde que la lees. Es muy difícil encontrar este tipo de textos contemporáneos y que tengan esta complejidad en los personajes. Lo que más me llamó la atención es esa psicología tan bien estructurada y tan sumamente veraz. Son personas reales. El conflicto que plantea esta obra y cómo está planteado me parece soberbio".

En este duelo entre las heridas, el pasado y el presente de Una y Ray, Harrower no juzga sino que traslada la incomodidad y la parte moral al patio de butacas. Ellos solo intentan rehacerse y encontrar respuestas. El abuso sexual está en el seno de la obra, pero también lo está el amor imposible, las imposiciones sociales y la mirada inquisitorial de terceros. "La pregunta es ¿fue amor o fue abuso? Nosotros no usamos la palabra abuso. De hecho, yo creo que en realidad no es una obra sobre el abuso sexual sino sobre los límites del amor y de la condición humana", reflexiona Escolar con El Confidencial.

Esa es la complejidad que encontró en Una y que no quiso dejar escapar la actriz. "Quiero seguir creciendo, seguir experimentando nuevos lenguajes e ir evolucionando. Si tengo que buscar esos textos y esos montajes... mejor también. Siempre es más fácil si te llegan las cosas, pero no se puede separar la persona del artista y también personalmente me hace crecer mucho", asegura. Es el mismo desafío, que coloca por encima del vértigo, que encontró en Lorca el año pasado.

"De maneras muy diferentes y apoyada siempre en grandes textos, que es una ayuda, sí hay algo intríseco en mi de ponerme en riesgo todo el rato y de querer crecer. Tengo esa necesidad de preguntarme: ¿ahora hacia dónde vamos? ¿Qué me va a hacer evolucionar como artista y persona? He tenido la suerte de trabajar con los mejores directores de este país e ir evolucionando y tengo la sensación de no querer estancarme sino de seguir poniéndome en riesgo", afirma. A eso se suma en este caso la responsabilidad de dar vida a un personaje que ha pasado por un episodio tan duro. "Tengo una especie de deuda con las personas que hayan podido pasar por algo similar", reconoce.

El futuro para Irene Escolar pasa por el cine, donde acaba de rodar 'Bajo la piel de lobo', la opera prima de Samu Fuentes, junto a Mario Casas, por 'Blackbird' y siempre por las tablas. "No puedo pensar en el futuro porque no sabemos qué va a pasar, pero sí noto que hay algo no conformista. He tenido mucha suerte al ir a Venecia tanto años y ver las cosas que un día me gustaría llegar a hacer. Tengo el foco en eso, a pesar de que sé que va a ser complicado, pero al menos tienes esos referentes: intentar buscar esa excelencia", analiza su carrera. El reto más próximo, garantiza, es la música. Aprender a tocar algún instrumento para seguir explorando nuevos lenguajes.

"En este país es difícil sacar cosas adelante"

Mientras tanto, asegura que de su cajón sobresalen papeles a los que quiere hincar el diente. Una era uno de ellos. Tan claro lo tenía que peleó por comprar los derechos de esta obra y ha estado mucho tiempo buscando cómo producirla a pesar de su reconocimiento internacional y de que es una obra para dos personajes, algo más atractivo (y barato) para un productor en estos tiempos de crisis. "La verdad es que se me escapa por qué ha costado tanto. Supongo que porque tiene que haber alguien que te escuche y confíe en ti y porque en este país es difícil sacar cosas adelante", dice.

Lo que sí afirma es que Madrid está viviendo "un resurgir a nivel cultural" que le tiene esperanzada. Cita a Carlos Aladro, al frente del Festival de Otoño, a Rigola o al Pavón Teatro Kamikaze como ejemplos. "Creo que vamos a tener una programación estupenda acercándonos a los lenguajes contemporáneos y hay que dar oportunidad a probar que nos depara esta nueva etapa", especialmente, porque se nota "el interés por parte del público".

"Se está acercando cada vez más a descubrir esos nuevos lenguajes. Creo que a nivel teatral estamos reeducando al público. Para ello se necesita que haya un buen soporte público que traiga cosas como Castelucci, Ostemeier o todo el teatro belga y europeo para que sepamos que es lo que también se debería estar haciendo aquí, o yo creo que es nuestro referente más cercano. Creo que vamos a vivir una época teatral muy muy buena". ¿Lo necesita? "¿Madrid? Sí, y el teatro también. Tenemos que empezar a investigar nuevos lenguajes, hay que modernizarse", garantiza con el brillo en los ojos que le provoca hablar del teatro. Y zanja: "El teatro nunca morirá porque genera empatía e intimidad, que es algo que ahora mismo, en el momento que estamos viviendo, se está perdiendo".

'Blackbird que cantas en la muerte de la noche, toma estas alas rotas y aprende a volar. Toda tu vida has estado esperando este momento para alzar el vuelo. Blackbird que cantas en la muerte de la noche, toma estos ojos hundidos y aprende a mirar. Toda tu vida has estado esperando este momento para ser libre. Blackbird vuela hacia la luz". La negrura del dolor y el vuelo vital dominaban esta canción de los Beatles. Aunque en realidad Paul McCartney la escribió como una reacción a las tensiones raciales estadounidenses de 1968, el escritor escocés David Harrower utilizó esta metáfora para trasladar esa lucha entre la oscuridad y la luz a una de sus obras más controvertidas.

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