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Trapiello: "Muchos prefieren vivir en la calle de un fascista a cambiar su dirección"
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El diario de las 10.000 páginas

Trapiello: "Muchos prefieren vivir en la calle de un fascista a cambiar su dirección"

El escritor y Comisionado para la Memoria Histórica publica 'Sólo hechos', el nuevo volumen de sus diarios, uno de los proyectos literarios más adictivos y perdurables de la literatura española actual

Foto: Andrés Trapiello. Foto: Raúl Sanchidrián/EFE
Andrés Trapiello. Foto: Raúl Sanchidrián/EFE

Cervantino y sosegado, Andrés Trapiello puede que sea el escritor español que más páginas ha dado a la imprenta. Novela, poesía, ensayo y, sobre todo, un diario inabarcable conforman una obra libre de modas y convencida de su propósito: la palabra justa y la curiosidad galdosiana por las pasiones humanas.

Nos recibe en su casa de Madrid, blanca y bibliográfica; sobre la mesa, un volumen en francés de 'En busca del tiempo perdido' y, al lado, un juego de té, humeante.

Venimos a hablar de sus diarios, infatigable crónica de la España última que empezó a publicar en 1990 y que suelen contar lo ocurrido unos años atrás. El último, 'Sólo hechos' (Pre-Textos), nos lleva al año 2006.

Son ya más de 10.000 páginas las que ocupa este 'Salón de pasos perdidos', como ha llamado al conjunto de las entregas, uno de los proyectos literarios más adictivos y perdurables de la literatura española de nuestro tiempo.

PREGUNTA. ¿No te produce cierto vértigo cada entrega del diario, en el sentido de que tienes un fuerte precedente bibliográfico de gran predicamento?

RESPUESTA. Yo creo que el vértigo lo produce la propia vida, no los libros. El vértigo en mi caso lo produce tratar de estar en la vida con el mismo nivel de atención, de exigencia o de autenticidad.

P. ¿No tienes, digamos, miedo a perder el tono o, incluso, el “toque Trapiello”?

R. Yo lo que tengo que tener claro es cuál es el estatuto de esta novela, y el estatuto de esta novela es el de la verosimilitud. No que sea verdad, sino verosímil, como todas las novelas. La primera enseñanza nos la proporciona Cervantes en 'El casamiento engañoso': lo que se sabe sentir se sabe decir. Qué interés tienen estos libros, eso es lo que yo me pregunto. Me gusta cuando alguien me dice que ha estado con una persona o vivido una situación propia de mi diario. Qué quiere decir eso. Que ha visto una realidad que antes de estos libros no solía ver. Le has enseñado acaso algo que para él no era visible hasta entonces.

Me gusta cuando alguien me dice que ha vivido una situación de mi diario. Ha visto una realidad que antes de estos libros no solía ver

P. En una entrega anterior, 'Troppo vero', sí revelabas en el prólogo que varios amigos te habían dicho que dejaras el diario, que ya estaba bien.

R. Sí, mis hijos, Miriam [su mujer], algunos amigos... Me decían: “Oye, esto es demasiado largo...” Lo dijeron también Jordi Gracia o José Luis García Martín en sus reseñas. Tenían y no tenían razón.

P. ¿Qué objetaban exactamente?

R. Que a ellos les costaba más mantenerse atentos a todo el libro, si tenía ochocientas páginas. Y esto es un poco engañoso, porque las entregas del diario son en verdad unidades fractales. Si tú juntas todo el conjunto, el conjunto es un fractal que tiene 20 fractales hasta este momento, y tú lo que tienes que juzgar es la obra entera.

P. Veo a veces este diario, que ya supera las 10.000 páginas, como un libro contra el lector, un proyecto tan particular que roza el masoquismo y que aboca a su autor a una soledad absoluta: es casi imposible leerlo entero.

R. Masoquismo hay poco. Me gusta contar. Por ejemplo, ayer estuve en el Rastro y un librero de viejo me dice, mire usted, y me enseña una punta de libros de la biblioteca de Adolfo Suárez... A mí esto me parece insólito. Es decir, en España, un presidente del gobierno, tan importante, tan emblemático, sus libros están de pronto en el Rastro. Qué hacen en el Rastro. Es una gran historia.

De un presidente tan emblemático como Suárez sus libros están de pronto en el Rastro. Qué hacen en el Rastro. Es una gran historia

P. Sin duda.

R. No sufro contando las historias. Es verdad que luego, cuando me toca, digamos, reelaborar los diarios a veces termina uno harto realmente, porque es una obra de bastante esfuerzo, sobre todo al principio. Aunque es un trabajo gustoso, mucho trabajo, pero gustoso. Tiene un punto de melancólico, el proyecto entero, porque el asunto es lo que tú dices: quién va leer todo esto. Pero, al final, ¿quién lee a cualquiera? Nos reclaman cientos de autores que han escrito mucho y no sabemos muy bien lo que van a leer de nosotros. No me preocupo demasiado. Pretendo encontrar el modo de hacer que esta vida dure algo más de lo que está destinada a durar, porque normalmente casi todo tiende a olvidarse. Yo creo que son cosas singulares, son historias que merecen ser indultadas del olvido. Yo me arrogo ese trabajo y lo hago.

P. Creo que, quizá sin quererlo, participas de algunas características de la literatura postmoderna. En concreto, esa cosa tan delirante de que los lectores de tus libros puedan entrar en ellos, en el siguiente volumen. Basta con conocerte en persona, o con ponerte en un aprieto; no sé, tirarte una tarta a la cara, por ejemplo.

R. En absoluto. No todo lo que sucede en la vida tiene por qué suceder en un libro. Lo contrario sería una locura. Esos libros no son una cámara de un banco que registra todo lo que pasa por delante.

P. Pero anotas muchas veces en tus diarios este tipo de comportamientos: “esto no lo cuentes”, “¿me vas a sacar?”, etcétera.

R. Porque me parece un poco cándido. Pero hay mucha más gente que no pongo que me dice: “Te cuento esto pero no lo saques...” Si tú escribes en este diario que X es una persona inteligentísima, nadie dice nada; pero si dices que X es idiota, hay veinte que te dicen: “¿Por qué has hablado de mí en tu diario?” Es decir, te hacen vivir peligrosamente porque la gente te atribuye muchos más crímenes de los que estarías dispuesto a cometer.

La gente me atribuye muchos más crímenes en mis diarios de los que estaría dispuesto a cometer

P. ¿Cómo crees que ha afectado a tu carrera literaria llevar casi treinta años con estas pequeñas trifulcas que se generan a partir de tu diario? ¿Te ha penalizado, digamos, ser tan sincero?

R. Yo no me he sentido nunca ni siquiera indiscreto. Siempre cito una cosa de Bergamín muy divertida. Iba por el paseo de la Reforma en México con un amigo y se cruza con otro y le dice adiós, pero el otro no le saluda. Y dice a su amigo: “¿Has visto qué grosero, no me ha devuelto el saludo? Y dice el amigo: “Pero, hombre, Pepe, si es que hace una semana le has puesto verde en el periódico”. Y dice Bergamín: “Ah, sí, pero yo ya le he perdonado”.

P. ¿No crees que debido a los diarios te alejas de los grandes reconocimientos oficiales?

R. Yo creo que los problemas son importantes si te impiden desarrollar el trabajo que quieres hacer y llevar la vida que quieres, si no te lo impiden, da igual...

P.¿No aspiras al Cervantes ni al Príncipe de Asturias ni a nada...?

R. No. No aspiro a nada.

P. Si te dan el Nacional, ¿lo rechazarías?

R. Me pondrían en un compromiso, porque siempre he estado en contra de que se den estos premios. Tendría que rechazarlo, supongo. Claro que quien rechaza un premio lo acepta dos veces. No sé qué haría llegado el caso, aunque me parece que de momento no hay problema: voy bastante descaminado.

Si me dan el Cervantes tendría que rechazarlo, supongo. Claro que quien rechaza un premio lo acepta dos veces

P. Recibiste 62.747 votos como candidato al Senado por UPyD en Madrid. Ciudadanos te ha propuesto para el Comisionado de la Memoria Histórica en la capital de España. Firmas manifiestos con Arcadi Espada y Savater, en la plataforma Libres e iguales. Todo ello en alguien que empezó bastante a la izquierda...

R. Sí, en PCE (i), que era un partido marxista, estalinista, leninista y maoísta. Ese compromiso terminó muy pronto. Yo escribí hace treinta años 'El buque fantasma', una novela donde se decía una cosa que entonces era escandalosa pero hoy es evidente: y es que nosotros no estábamos por traer la democracia a España, sino para reproducir aquí los regímenes totalitarios que nos gustaban, que eran el estalinismo y los chinos.

P. En 'Sólo hechos', esta última entrega del diario, criticas bastante al PCE.

R. El PCE era lo mejor de lo peor. Incluso ahora, con todo el respeto hacia ellos, no han crecido democráticamente. El problema es que en todo proceso autoritario hay que hacer revisiones serias de tu pasado. 'Las armas y las letras' era un libro eminentemente político, hablaba de literatura, pero era sobre todo político. ¿Por qué? Porque abordaba el estado de la cuestión en la literatura, que estaba justamente dominado por las cátedras o por muchas cátedras de literatura del mundo que se habían creído la propaganda política de, básicamente, los escritores comunistas.

P. Escribes en este tomo: “Si alguien ha aspirado a la inaccesible imparcialidad en asuntos de historia literaria ha sido, modestamente, uno”. También dices, con ironía: “No hay escritorazos de derechas.”

R. Ese es el argumento de 'Las armas y las letras'. Los escritores de derechas o de centro, en España, no en Francia, por ejemplo, ganan la guerra pero pierden los manuales de literatura; a los escritores de izquierda, por el hecho de perderla, los vamos a meter prestigiosamente en los manuales de literatura. El siguiente lugar común que ha sido muy grave y que todavía funciona -básicamente en gente de izquierda bastante desavisada e inculta, he de decir- es la teoría o invención o mito según el cual los mejores escritores e intelectuales estuvieron con la República durante la guerra civil. Y eso no es así. En 'Las armas y las letras' hay una lista donde están todos, para que la gente compare y sume y, de una manera honesta, pueda decir si eso es así. Y es evidentemente falso. Esa ha sido una de las victorias de la propaganda comunista.

Existe la teoría de que los mejores escritores e intelectuales estuvieron con la República durante la guerra civil. Eso es falso

P. ¿Te consideras un escritor de derechas? ¿Dónde te sitúas políticamente?

R. Viendo a algunos que se dicen de izquierdas le entran a uno ganas de hacerse de derechas, pero al revés pasa lo mismo. Con Franco fui de extrema izquierda, y en Cuba sería cualquier cosa menos comunista. Yo no tengo ningún inconveniente en situarme políticamente. Somos gente que venimos de la izquierda, que hemos votado durante muchísimos años al PSOE y que en un momento determinado -yo soy por tanto un socialdemócrata corriente y moliente, y mi caso no es el único- consideramos que el PSOE hoy no defiende exactamente los valores por los que vale la pena luchar, que son elementales, y que son los valores de la Ilustración francesa: libertad, igualdad, fraternidad. Y punto. Que no vengan de pronto aquí unos vascos de derechas o leninistas, con apoyos socialistas, diciendo que yo soy mejor que tú, o unos catalanes también de derechas o antisistema que de pronto digan no, que yo quiero solamente Cataluña para mí, y luego voy a decir esto en contra de tus propias decisiones. Es lo que decía Savater hace poco, que se demostrará más pronto que tarde, que aquí de lo que hablamos es de una rebelión de los ricos contra los pobres. Gente que se quiere quedar el dinero de los pobres, sin más. Así que estaría bien que se empezara a definir qué es ser de izquierda o de derecha.

P. Escribes también en 'Sólo hechos' que los progres son los que no iban a las manifestaciones. ¿Tú te has sentido progre alguna vez?

R. Yo no me he sentido progre porque no me ha hecho falta. El progre era normalmente el que tenía que demostrar que había sido lo que no había sido. Yo, como desgraciadamente había militado en el PCE (i)… No me siento muy orgulloso de haber sido estalinista, de haber sido maoísta..., ni de haber, digamos, cantado las alabanzas de Fidel Castro...

P. Justamente en 'Sólo hechos', es decir, en el año 2006, decías de Castro: “Su muerte no puede estar lejos”. ¿Diez años te ha parecido lejos o cerca?

R. Ha tardado demasiado, sí. Sobre todo que se lo pregunten a los cubanos. Yo no es que deseara que se muriera, pero, en fin, podría haber hecho mucho más por los cubanos habiéndose retirado.

P. Hablemos de tu labor en el Comisionado para la Memoria Histórica, a propuesta de Ciudadanos y junto a otros seis expertos. ¿En qué consiste todo el asunto

R. Pues primero hemos tenido que dilucidar con sumo cuidado los criterios. No hemos llegado allí para dilucidar qué calles hemos de cambiar sino para aplicar una ley, el artículo 15 de la mal llamada ley de Memoria histórica. Estamos ahí para aplicar ese artículo. Es un artículo muy vago. La ley en sí a mí no me gusta cómo está redactada, aunque seguramente el espíritu de la ley esté justificado, pero se redactó mal y está llena de lagunas y a veces resulta difícil de interpretar. Estamos ahí para encontrar un criterio común para aplicar esa ley. En esa ley figura lo de cambiar los nombres de algunas calles. Esto ya había producido un escándalo, y eso que llaman alarma social, porque entre otras cosas no olvidemos que cambiarles la calle a las gentes no deja de ser hacerles la cusqui, porque hay muchas gentes que preferirían seguir viviendo en la calle de un fascista a tener que ir al banco, a tener que ir al notario... y cambiar su dirección.

Hay mucha gente que preferirían seguir viviendo en la calle de un fascista a tener que ir al notario... y cambiar su dirección

P. ¿A qué se debe la creación de esta Comisión?

R. Nos llamaron a nosotros porque existía una lista anterior, que no sé quién hizo, que era una demencia. Estaba en ella Manuel Machado, estaba Ridruejo, en fin, estaban todos los que habían tenido que ver con el franquismo, algunos de los cuales fueron franquistas y otros no. Entonces nosotros hemos dicho, vamos a ver las cosas un poco más despacio...

P. ¿Los siete? ¿Estáis de acuerdo los siete?

R. Hay un cura...

P. Más de derechas...

R. No, no; nos da lecciones de izquierdas a todos. Vamos a ver, ahí no hay problema de izquierda o derecha.

P. Pero, si estáis propuestos por los partidos políticos, será con alguna intención...

R. Es que han escogido a personas independientes, excepto -creo- Amelia Valcárcel, que es del PSOE, militante. Me parece, a lo mejor tampoco. De los demás, hay dos personas más afines del PSOE, hay una persona más afín a UpyD/Ciudadanos, que soy yo; hay un cura, hay una persona más afín al PP y otra más afín a Podemos. Lo que es extraordinario de esta comisión es que la práctica totalidad de las decisiones que hemos tomado ha sido por unanimidad.

P. ¿En qué punto del trabajo estáis?

R. Nosotros sólo aconsejamos. Vamos a terminar a principios de enero. La propuesta que haremos será del total de calles que incumplen la ley. Hay muchos nombres de gente que en efecto son de derechas pero que son irrelevantes, porque ya nadie saben quiénes fueron. Se señala a aquellos que tuvieron actuaciones poco ejemplares. Por otro lado, hemos propuesto que den calles a gente de la Institución Libre de Enseñanza, como don José Castillejo, a Mercedes Fórmica, que era una falangista, a Edgar Neville, que era de derechas, y a Chaves Nogales, que fue un hombre libre de militancias políticas.

P. ¿Vuestro trabajo será considerado conservador?

R. Ha habido ya unas primeras reacciones en la prensa, antes del verano; al saberse que la avenida de Millán Astray se iba a cambiar por la avenida de la Inteligencia, a la gente le resultó simpático. Yo creo que en general el trabajo está siendo muy bien acogido. Es verdad que de pronto los legionarios se enfadan porque se le quita la calle de su fundador, pero la Legión ya tiene su propia calle.

P. ¿Conde de Xiquena está en peligro? ¿Desde cuándo vives aquí? Dices en tu diario -2006-: “Se nos ha llenado el barrio de pijos”. Es un barrio pijo de cuidado, en efecto.

R. Treinta años. Este fue un barrio bastante tirado. Cuando nosotros vinimos, abajo se vendía la primera heroína de Madrid. En un local, en un bar, muy sórdido. Y las esquinas estaban llenas de chaperos y todas las noches había problemas... Me encantaría que tuviera el nombre que tuvo antes.

P. ¿Cuál era?

R. Calle de las Salesas. Pero le dieron el de un tipo que hoy en día es irrelevante, un conde más. ¿Y éste por qué tiene una calle?

Cervantino y sosegado, Andrés Trapiello puede que sea el escritor español que más páginas ha dado a la imprenta. Novela, poesía, ensayo y, sobre todo, un diario inabarcable conforman una obra libre de modas y convencida de su propósito: la palabra justa y la curiosidad galdosiana por las pasiones humanas.

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