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Poetas cubanos: cuando la lírica es la mayor de las revoluciones
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Poetas cubanos: cuando la lírica es la mayor de las revoluciones

Lezama Lima, Virgilio Piñera o Herberto Padilla fueron grandes escritores de una isla donde la poesía se pasea por las calles, aunque un día pretendieran callarla

Foto: El poeta y novelista Reinaldo Arenas en París, 1966. (Corbis)
El poeta y novelista Reinaldo Arenas en París, 1966. (Corbis)

“Aunque estoy a punto de renacer, no lo proclamaré a los cuatro vientos”, decía el primer verso del poema 'Isla', que escribió el cubano Virgilio Piñera. Una frase que sería profética del nuevo futuro de Cuba si no fuera porque la visita de Obama, la primera que hace un presidente norteamericano en 90 años, está rodeada de una expectación que nada tiene que ver con el discreto renacer isleño que cantaba el poeta y escritor, quien, por cierto, sufrió en su día los envites de la revolución: a partir de 1971 sus diferencias ideológicas con el castrismo y su condición de homosexual lo borraron de las instituciones culturales de la isla de la que nunca marchó.

A Reinaldo Arenas, en cambio, no le quedó otro camino que la disidencia y el exilio. Perseguido en Cuba por su condición de intelectual y homosexual, motivo este último por el que estuvo encarcelado acusado de ser un 'delincuente social', Arenas también auguró un nuevo despertar cubano; en la nota con la que se despidió del mundo antes de quitarse la vida en Nueva York, un diciembre de 1990, escribió: “Cuba será libre. Yo ya lo soy”.

Polémica y objeto de debate incluso hoy en día fue la relación del poeta y novelista José Lezama Lima con el gobierno de Castro. Si bien con el triunfo de la Revolución fue nombrado director del departamento de Literatura y Publicaciones del Instituto de Cultura y ocuparía luego otros puestos importantes, la publicación de su única y celebrada novela, 'Paraíso', que tardó en escribir 17 años, le granjeó tantos aplausos fuera de la isla como airadas críticas oficiales, que calificaban la obra de morbosa y pornográfica, especialmente sus escenas homoeróticas, y que terminaron retirando de las librerías. Lezama Lima perdió el favor de los revolucionarios al otorgar en 1968 un premio al poeta Herberto Padilla, en contra del veredicto oficial.

“Por qué me tengo que morir no en mi patria, sino en las ruinas de este país que no conozco”, Raúl Rivero

Padilla y la poetisa Belkis Cuza Malé no murieron en Cuba como Lezama y Piñero, sino en Alabama, al otro lado del charco, en Estados Unidos. El gobierno de Castro los dejó 'Fuera de Juego', como el conocido poema de Herberto Padilla –“¡Al poeta despídanlo! Ése no tiene aquí nada que hacer. No entra en el juego!”– y tras un encarcelamiento por "actividades subversivas" (es decir, recitar y criticar abiertamente al régimen), decidieron exiliarse y llevarse con ellos su poesía. El 'Caso Padilla', por cierto, se convirtió en un emblema que dividió a los poetas castristas de los disidentes.

Y los hubo también como Raúl Rivero, que además de poeta es periodista, y que cantó a la revolución y más tarde en su contra y tan fuerte que en 2003 fue condenado a 20 años de prisión por realizar actividades subversivas y reunirse con diplomáticos estadounidenses: “Por qué me tengo que morir no en mi patria, sino en las ruinas de este país que no conozco”, escribía.

Para Reinaldo Arenas las revoluciones no se hacían en las cárceles; sin embargo la poesía se engendra en cualquier sitio, incluso en ese limbo de 90 millas de mar que separaba Estados Unidos de Cuba y que hoy, después de más de 50 años de embargo, parece un simple charco de agua.

“Aunque estoy a punto de renacer, no lo proclamaré a los cuatro vientos”, decía el primer verso del poema 'Isla', que escribió el cubano Virgilio Piñera. Una frase que sería profética del nuevo futuro de Cuba si no fuera porque la visita de Obama, la primera que hace un presidente norteamericano en 90 años, está rodeada de una expectación que nada tiene que ver con el discreto renacer isleño que cantaba el poeta y escritor, quien, por cierto, sufrió en su día los envites de la revolución: a partir de 1971 sus diferencias ideológicas con el castrismo y su condición de homosexual lo borraron de las instituciones culturales de la isla de la que nunca marchó.

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