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Muchos millones, poca foto
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Mapfre inaugura una nueva sala de exposiciones

Muchos millones, poca foto

Una gran montaña de escombros de plásticos triturados, amontonados y arrugados que parecen moverse al aire

Foto: Fotografía de Vanessa Winship con la que se ha inaugurado el nuevo edificio de la Fundación Mapfre
Fotografía de Vanessa Winship con la que se ha inaugurado el nuevo edificio de la Fundación Mapfre

Una gran montaña de escombros de plásticos triturados, amontonados y arrugados que parecen moverse al aire. La foto en blanco y negro muestra los restos de un naufragio, una pila de cadáveres, incluso, un amasijo de velos de novia. Podría ser cualquier cosa, pero es la escoria del milagro español. Este cúmulo de basura son las sobras de algún invernadero almeriense de los que cubren tierra adentro la provincia, que queda abandonado por ahí, hasta que una fotógrafa descubre en la imagen una metáfora de un territorio y nos anima a ver mucho más de lo que vemos.

Durante ese milagro español, cuando la economía no era problema, sino ventaja, a la cultura no le faltaba de nada. Ni salas de exposiciones, ni música en festivales. Todo era poco antes de que los plásticos de la miseria irrumpieran en primer plano. En medio de la debacle cultural y del coma inducido por los recortes públicos, empresas privadas como Mapfre se libran de las ruinas y deciden echar el resto en “conseguir que este mundo sea más libre, más inteligente y mejor”.

Las entusiastas comillas pertenecen a Pablo Jiménez Burillo, director del área de cultura de la Fundación de la casa de seguros. La inauguración de su nuevo espacio dedicado a las exposiciones fotográficas, en el eje del Paseo del Prado, le impedía contener los adjetivos superlativos.

“Abrir una sala de exposiciones en la situación actual es una buenísima noticia para Mapfre, pero también grandísima noticia para el panorama cultural español. Madrid carecía de un espacio con programación fotográfica regular y había que devolverle a la ciudad el reencuentro con la fotografía que se había perdido”, explicaba el director, obviando que a escasos metros de la nueva localización acaban de arrancar cuatro meses de festival fotográfico, el decano PHotoEspaña, en el que Mapfre no está incluido.

Lo mejor de lo mejor

La euforia iba en aumento y Jiménez Burillo sacó pecho de su labor al frente de la institución: “Todas las exposiciones las hemos producido nosotros”, “somos una entidad de enorme prestigio de dimensiones internacionales”, “trabajamos con los mejores museos del mundo”, “prestamos obra”, “hemos comprado cerca de 1.000 fotos en estos años y de fotógrafos que no se encontraban en las colecciones españolas”, “somos algo más que un centro de exposiciones, somos un lugar importante en la fotografía en Europa”, “las exposiciones son educación no reglada y ese es nuestro papel en la sociedad”… Todo esto tiene un precio y para la actual temporada, según informa a este periódico la propia entidad, habrá alrededor de 11 millones de euros.

Curiosamente, de las 18 exposiciones de fotógrafos que Mapfre ha programado desde el año 2008, sólo una corresponde a un artista español (Anna Malagrida). “No pedimos el pasaporte”, responde Jiménez Burillo. “Queremos llegar allí a donde no se llega y ya hay otras instituciones que se dedican a recuperar a los fotógrafos españoles”, añadió, confirmando que sí se revisa el pasaporte para no hacer lo mismo que hacen otras instituciones.

“Nosotros notábamos que la gran historia de la fotografía seguía sin revisarse y ese es nuestro trabajo”, continuó, por lo que se debe entender que la fotografía española para el director de cultura de Mapfre no figura en esa “gran historia” que tiene en mente. Sí que está en esa categoría, por ejemplo, el fotógrafo surafricano Zwelwthu Mthethwa, acusado de asesinar a una prostitutay que a unos días de inaugurar la exposición decidió clausurarla “por prudencia” hasta que se celebrase el juicio.

De vuelta a los plásticos de Almería de la exposición con la que se inaugura el espacio, en la planta de arriba sucede el colapso del sueño soviético; en la parte de abajo, el final del estilo de vida norteamericano. Entre medias, una artista que prefiere no hablar y definirse con un lacónico “fotógrafa de la condición humana”. Vanessa Winship nació en Reino Unido hace 54 años, trabaja desde los noventa en zonas de conflicto en busca de la vulnerabilidad y la identidad. No es fotoperiodista, tampoco es documentalista, ni siquiera retratista. Y practica de los tres géneros a su manera, “con poesía”, explica el comisario de la muestra Carlos Martín.

Fotógrafa en construcción

Esa “poética” se debe en parte a algunos pies de foto que incluye Winship en sus fotos: “Sentada en medio de la multitud, la muchacha irradiaba la luminosidad de su juventud. Pero el peso del lugar ya había fijado su expresión”, puede leerse en una de las imágenes de la serie dedicada al Mar Negro, realizada entre 2002 y 2010. La presencia humana determina cada una de las vistas de este trabajo, al que se relaciona con Josef Koudelka.

Reniega del contexto, le interesa la atmósfera. Ha pasado por los Balcanes, Turquía, Cáucaso, EEUU y Almería para cruzar “la crónica y la ficción”, para explorar ideas sobre la “frontera, el territorio, la memoria, el deseo, la identidad y la historia”. “El tema central de su obra es la vulnerabilidad”, comenta el comisario.

Es la primera antológica que se hace de la autora, entre otras cosas, porque 14 años de trayectoria no parecen suficientes como para crear un relato tan grandioso como el que se le ha montado en estas dos espléndidas salas. Y a pesar de su reducida obra, hay una evolución interesante que tiende a extinguir la presencia de la figura humana de sus vistas, hasta dejarla en las huellas sobre el paisaje. Volvemos al túmulo de plásticos.

Pero Winship no es la referencia de la fotografía internacional que este majestuoso espacio nos induce a pensar. Quizá si forme parte de esa gran lista de la historia de la fotografía de la que habla Jiménez Burillo, pero no deja de ser una autora en construcción, con notables premios como el Descubrimientos de PHotoEspaña (vaya ironía) de hace cuatro ediciones, dos World Press Photo o el prestigioso Henri Cartier-Bresson. Inevitable compararla con otrafotógrafa de “la condición humana”,como Cristina García Rodero, y ver lo lejos que está todavía.

Una gran montaña de escombros de plásticos triturados, amontonados y arrugados que parecen moverse al aire. La foto en blanco y negro muestra los restos de un naufragio, una pila de cadáveres, incluso, un amasijo de velos de novia. Podría ser cualquier cosa, pero es la escoria del milagro español. Este cúmulo de basura son las sobras de algún invernadero almeriense de los que cubren tierra adentro la provincia, que queda abandonado por ahí, hasta que una fotógrafa descubre en la imagen una metáfora de un territorio y nos anima a ver mucho más de lo que vemos.

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