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Frida Kahlo recupera su color
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el museo de la pintora recupera y cataloga 6.500 fotos y restaura casi 400

Frida Kahlo recupera su color

Man Ray, Edward Weston, Henri Cartier-Bresson, André Bretón, Tina Modotti, Brassaï, son algunos de los autores de las imágenes recuperadas

Foto: Frida Kahlo retratada en 1946, en New York, por Nickolas Muray.
Frida Kahlo retratada en 1946, en New York, por Nickolas Muray.

El pelo cubre su boca sin dejar opción a descubrir una sonrisa o un mal gesto. Está tumbada en una aparatosa cama, similar a las que debió probar durante su recuperación del accidente y la operación de columna que se quebró en tres partes por culpa de aquel tranvía, y deja al descubierto su cintura. Si no supiésemos que el retrato se lo acaba de hacer uno de sus amantes más apasionados podríamos pensar que Frida enseña el lugar por donde le llegan todos los males. Marca el origen de su cuerpo torturado, de su soledad, el origen del dolor con el que roba las páginas de su diario hasta su muerte: “Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar”. Al fondo de la estancia, una botella que podría ser el brandy con el que trataba de ahogarlas.

Kahlo (1907-1954) está unos días en Nueva York, en 1946, donde pasará por el quirófano para que un implante, que le condenará a corsés de acero durante ocho meses y ríos de morfina. Retoza mientras una de sus relaciones más emocionantes toma una foto de ese instante pasajero. El fotógrafo neoyorquino de origen húngaro Nickolas Muray, ha parado el tiempo en blanco y negro, pero la obra de Muray marca un hito en la historia de los inicios de la fotografía en color. Algo debe a la presencia de Frida, que se presenta con trajes folclóricos, maquillada con cuidado y enredada entre sus joyas y sus peinados. De aquellas sesiones salen los iconos que hoy adoran los fieles a la vida y obra de la mejicana.

La foto se encuentra a buen recaudo donde se guardan los secretos de la artista y su intensa vida. En la Casa Azul (Museo de Frida Kahlo), un cofre que necesitaba ayuda para pulir y sacar brillo a sus tesoros de la primera mitad del siglo XX: toda la colección de efectos personales de Kahlo y Diego Rivera, las cartas, las notas, telegramas, postales, fotografías, mapas, litografías, escritos, apuntes, dibujos y recortes de periódicos, que fueron catalogados por primera vez en el año 2005.

Documentos inmortales

Cinco años más tarde, la casa museo finaliza el estudio del archivo fotográfico y su digitalización. Faltaba su restauración. Tras su catalogación descubrieron la autoría de grandes fotógrafos del siglo XX, como Man Ray, EdwardWeston, Henri Cartier-Bresson, David Alfaro Siqueiros, André Bretón, Tina Modotti, Brassaï, Sergei Eisenstein o Lola y Manuel Álvarez Bravo (entre los más de 300 autores), y lo más importante: que el 65 % de las fotos de un archivo de 6.500 imágenes fueron señaladas para restaurar. De esas, el 40 % requería una intervención inmediata. Cuando fueron localizadas las 369 fotos en peor estado de conservación pidieron ayuda al Bank Of America Merril Lynch, que patrocina esta intervención, que ha empezado hace una semana y se prolongará los próximos seis meses.

Vestidos de Kahlo, en la exposición de su casa museo. (REUTERS)Hilda Trujillo, directora del museo de Frida Kahlo, reconoce que el museo no habría podido asumir los costes de esta restauración de no haber contado con la ayuda económica del banco estadounidense. El director del programa de conservación, Allen Blevins, del banco asegura que en los últimos tres años han actuado en 25 países, con 57 planes de restauración.

“Todas estas fotos son muy importantes por la trascendencia histórica en la vida de Frida y Diego. Estos documentos permiten entender muchos aspectos de la personalidad de ella, la vida familiar, sus amigos, la visión política, social y sexual, su peculiar forma de vestir y arreglarse, su enfermedad, las cirugías de la espalda, su frustración por no poder tener un hijo, su intensa vida social y, por supuesto, su relación con Diego”, explica Trujillo, para quien cada foto es parte del gran rompecabezas de la compleja vida de Frida.

Las conclusiones serán la base de un libro y una exposición en el museo, también con la participación del Bank of America Merril Lynch, en la que se incluirán las primeras fotografías, anteriores a Kahlo, de 1880, y llegará hasta 1950, cuatro años de la muerte de la pintora. La colección incluye fotografías personales de Frida con sus amigos y con familiares de Diego, sus fiestas, lugares, eventos y objetos de su interés. “Frida y Diego se interesaron por fotografiar todo, incluyendo exposiciones, proyectos e ideas para sus obras de arte”, añade la directora. Hay siete autorretratos de Frida aunque hay más que no están firmados por ella aunque se le atribuyen.

El pelo cubre su boca sin dejar opción a descubrir una sonrisa o un mal gesto. Está tumbada en una aparatosa cama, similar a las que debió probar durante su recuperación del accidente y la operación de columna que se quebró en tres partes por culpa de aquel tranvía, y deja al descubierto su cintura. Si no supiésemos que el retrato se lo acaba de hacer uno de sus amantes más apasionados podríamos pensar que Frida enseña el lugar por donde le llegan todos los males. Marca el origen de su cuerpo torturado, de su soledad, el origen del dolor con el que roba las páginas de su diario hasta su muerte: “Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a nadar”. Al fondo de la estancia, una botella que podría ser el brandy con el que trataba de ahogarlas.

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