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Némirovsky y los pecados veniales
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Némirovsky y los pecados veniales

Una vez conocida su obra muchos desearían que apareciesen más y más manuscritos escondidos de de Irène Némirovsky, la escritora que deslumbró a todo el mundo

Una vez conocida su obra muchos desearían que apareciesen más y más manuscritos escondidos de de Irène Némirovsky, la escritora que deslumbró a todo el mundo con su Suite Francesa, una obra que sus hijas guardaron como oro en paño cuando ella fue mandada a Auschwitz, donde murió víctima del tifus. Pero tristemente no parece haber nada más que rescatar salvo esta pequeña novela que ahora se publica en español titulada El ardor de la sangre. Con ella, la autora de El baile o David Golder, tal como describe la nota de los biógrafos recogida en las páginas finales, traza una historia en la que los pecados de los padres parecen pasar a los hijos. Según sus palabras, hay una frase del profeta Ezequiel que la escritora parece tener grabada en su cabeza: "Los padres probaron la uva verde, y los hijos tienen dentera".

Así es. El ardor de la sangre habla de las historias que se repiten ante los ojos de un viejo, Silvio, cuya sangre parece haberse helado -"Ante aquella llamarada de sueños y deseos, qué viejo, qué sensato me sentía..." ( p. 48), dirá en cierto momento- pero que sabe reconocer y juzgar los signos de la juventud con grandes máximas, esas con las que, según sus biógrafos, se salpican sus novelas, y es aquí donde la novela es absolutamente jugosa. Silvio guarda debajo de su, parece que, total conformidad una vida plena, habiendo dilapidado su dinero en recorrer el mundo, y ahora observa, con conocimiento de causa pero sin desvelar sus cartas hasta el final, cómo Colette se parece a su madre, la 'prima' Hélène más de lo que se pudiese pensar.

Némirovsky reflexiona a través de este algo antipático señor con una sabiduría regocijante. Como cuando habla de los que se encuentran en la edad madura:"Han metabolizado todos los venenos (...) Están satisfechos de sí mismos. El penoso y vano trabajo con el que la juventud intenta adaptar el mundo a sus deseos ha quedado atrás. Han fracasado y ahora descansan" (p. 28); o del hombre que bebe solo: la forma en que lo hace "revela, sin que el lo sepa, el fondo mismo de su alma" (p. 71)

El ardor de la sangre es una pequeña novela muy poco ambiciosa en la que el tránsito de capítulos sabe dar ritmo y un cierto suspense entre escenas, además de una cierta cotidianeidad a lo vivido por sus personajes. Es otro gran encuentro con una autora de talento que, aunque aquí parece que se queda algo corta debido a lo mucho que se espera de ella cuando se la conoce, es capaz de crear personajes perdurables en la memoria. Y eso es un don del que pocos pueden presumir.

LO MEJOR: La parte final en la que Silvio cuenta su pasado.

LO PEOR: Hay material para una novela contundente, por lo que saben a poco sus 158 páginas.

Una vez conocida su obra muchos desearían que apareciesen más y más manuscritos escondidos de de Irène Némirovsky, la escritora que deslumbró a todo el mundo con su Suite Francesa, una obra que sus hijas guardaron como oro en paño cuando ella fue mandada a Auschwitz, donde murió víctima del tifus. Pero tristemente no parece haber nada más que rescatar salvo esta pequeña novela que ahora se publica en español titulada El ardor de la sangre. Con ella, la autora de El baile o David Golder, tal como describe la nota de los biógrafos recogida en las páginas finales, traza una historia en la que los pecados de los padres parecen pasar a los hijos. Según sus palabras, hay una frase del profeta Ezequiel que la escritora parece tener grabada en su cabeza: "Los padres probaron la uva verde, y los hijos tienen dentera".