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En busca del horizonte perdido
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En busca del horizonte perdido

La galería Rafael Pérez Hernando de Madrid acoge una exposición dedicada al último trabajo de Luis Vioque, un fotógrafo madrileño autodidacta que va camino de convertirse

Foto: En busca del horizonte perdido
En busca del horizonte perdido

La galería Rafael Pérez Hernando de Madrid acoge una exposición dedicada al último trabajo de Luis Vioque, un fotógrafo madrileño autodidacta que va camino de convertirse en uno de los mejores paisajistas de nuestro país gracias a sus instantáneas convenientemente apaisadas y en blanco y negro a la espera de que le apetezca hacer cosas en color.

De momento es esta película, sin duda, la que mejor conecta con un estilo minimalista que da protagonismo a los objetos más simples, generalmente centrados y magnificados en composiciones en las que la línea del horizonte sigue siendo su gran obsesión.

Así lo expresa el propio Vioque en una conversación con El Confidencial en la que ha puesto de manifiesto su pasión por los cielos: "Es fundamental. Casi un 50% de estas fotografías es cielo". Tal como él reconoce, sus obras son una invitación a la paz y la tranquilidad donde el fotógrafo parece susurrarnos "observa y disfruta", mientras, casi sin darnos cuenta, nos atrapa en su mundo enigmático y casi infinito como el mar que tanto le atrae y que tan protagonista ha sido de sus dos grandes trabajos. Ambos fueron agrupados agrupados en dos libros por los que ha luchado mucho -no está nada fácil dar a conocer tu obra a través de una editorial- y a cuyo empuje ayudaron premios como el Villa de Madrid. El primero, publicado en 2001, fue Viaje imaginario, una poética colección de imágenes fruto de sus viajes por toda la península y con una presencia humana que aquí se pierde. El otro, Mares de Portugal, de 2004, es también un periplo, pero por la belleza de la línea de costa lusa.

Tanto en esos trabajos como el presentado en esta pequeña exposición, la luz -"buscar el punto exacto de luz", dice- es un cincel que dota de misterio y carácter, pero además, tal como se demuestra aquí, hace que sus paisajes sean "más duros". Sucede en el caso de Fuerteventura, con ese gran esqueleto a un lado, o alguna de sus instantáneas de Cabo de Gata o de Irlanda. En las realizadas en este país es especialmente reseñable el juego de luminosidades en un entorno en el que "en diez segundos cambia el tiempo".

Hay en otras un enigma sin pistas posibles. Sucede en esa bella imagen de la silla en una playa vacía o en esa composición presidida en el centro por una gran piedra con aire crepuscular. No hay narración, solo una infinita sugerencia a perderse en lo estético de sus creaciones arrastrados por un empuje nihilista, casi zen. Y es que sus paisajes son una invitación hacia un vacío. Pero un vacío que llena.

La galería Rafael Pérez Hernando de Madrid acoge una exposición dedicada al último trabajo de Luis Vioque, un fotógrafo madrileño autodidacta que va camino de convertirse en uno de los mejores paisajistas de nuestro país gracias a sus instantáneas convenientemente apaisadas y en blanco y negro a la espera de que le apetezca hacer cosas en color.