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Los principios taoístas más útiles para aplicar a la educación de tus hijos
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Los principios taoístas más útiles para aplicar a la educación de tus hijos

Si estás hecho un mar de dudas sobre cómo orientar a tu pequeño en la vida, tal vez esta serie de doctrinas puedan esclarecerte un poco más los pasos que debes seguir

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Uno de los mayores quebraderos de cabeza para una persona es saber si la educación que está dando a sus hijos es realmente óptima o adecuada. Al final, ser padre o madre significa cargar con una gran responsabilidad sobre los hombros, ya que de nadie más depende formar en valores humanos, personalidad y carácter a una persona que todavía no sabe desenvolverse por sí misma y debe adaptarse a la realidad del mundo.

Para encontrar respuestas, lo mejor es hacerse las preguntas adecuadas. Y, en este sentido, podemos recurrir a determinadas escuelas filosóficas para intentar esclarecer algunas de esas grandes dudas universales que en muchos casos también suelen asaltar a los niños debido a su inocencia e ingenuidad. En ellas podemos encontrar algunas pautas o guías sobre los paradigmas que rigen el mundo actual y, a partir de ahí, tener más certeza sobre lo que quieres inculcar a tu hijo.

Hay que enseñarles que "una vida exitosa es aquella en la que una persona prospera, se realiza y encuentra sentido a lo que hace y a lo que es"

Una de ellas podría ser el confucianismo o el taoísmo, las cuales tradicionalmente se desarrollaron en la antigua china. Sin ánimo de adoctrinar a nadie y a sabiendas de que esta corriente filosófica contiene valores que no son del todo aptos para el presente, pues contienen elementos que pueden rezumar conductas o ideologías patriarcales y en sí son muy autoritarios, por lo que habría que cogerlos con pinzas. Sin embargo, también reúnen algunas lecciones que pueden ser útiles, accesibles y oportunas cuando alguien es padre o madre primeriza y no sabe muy bien por dónde tirar.

El éxito verdadero

Así lo cree Erin M. Cline, filósofa especializada en la crianza y en las religiones orientales, quien ha publicado un inspirado artículo en 'Aeon' en el que da fe de algunos de los aspectos más notables de estas doctrinas para aplicarlas en la educación de los hijos. Una de las primeras enseñanzas que extrae es que hay que evitar ser demasiado exigentes con el niño, ya que "muchas veces equiparamos el éxito con cierto tipo de logros académicos o con tener un buen poder adquisitivo", lo que contrasta mucho con los preceptos chinos, que no lo miden basándose en "el prestigio, la fama, el dinero o el poder".

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Por ello, habría que inculcar al pequeño que "una vida exitosa y que merece la pena ser bien vivida es aquella en la que una persona prospera, se realiza y encuentra sentido a lo que hace y a lo que es". En este sentido, "la satisfacción personal no proviene de asistir a escuelas prestigiosas o gozar de un buen poder adquisitivo", sino de "amar y ser amado por otros dentro del contexto de unas relaciones significativas y duraderas, comprendiendo que la identidad está ligada a la vida de aquellos que le precedieron, actuando con generosidad con los demás, cuidando y queriendo a la naturaleza o encontrando tu verdadera vocación, sin importar cómo de humilde sea".

Ahora bien, ¿cuáles son esas fuentes de satisfacción y felicidad que deberíamos buscar para nuestros hijos? ¿Cómo identificar la vocación del niño o aquello que le apasiona y a la vez se le da bien? Básicamente, deberíamos preguntarle por lo que quiere hacer o lo que le entusiasma, o en su defecto, ser observadores respecto a aquello que le motiva y le hace interesarse por las cosas.

"No existen soluciones mágicas, la mayoría deberá juntar distintos enfoques para encontrar algo que funcione bien en diferentes situaciones según el niño y el momento de su vida"

"En lugar de éxito, los filósofos de las antiguas tradiciones chinas como el confucianismo o el taoísmo hablan más de florecimiento, virtud, felicidad y plenitud", prosigue Cline. "Ellos entendieron el florecimiento en términos morales: aquellos que son felices, realizados y que realmente han realizado su potencial son aquellos que han cultivado virtudes más plenas como la humanidad y la compasión o que han encontrado su verdadera vocación en la vida. Cuanto más cultivemos esas virtudes, más felices y satisfechos estaremos, lo que no puede medirse en términos de poder adquisitivo, escuelas o trabajos de prestigio, sino en cómo tratamos a las personas, como uno ama y es amado por su familia y amigos, así como lo que hace para conseguir que el mundo sea un lugar más amable, humano y hermoso".

Las claves a tener en cuenta

A este respecto, los filósofos chinos postulan un aprendizaje que ponga en el centro el hecho de servir a los demás y aspirar a ser más sabios o nobles. "Aprender es un desperdicio si no reflexionas sobre el significado más amplio y la importancia de lo que aprendes", dice una máxima confuciana. "La crianza de los hijos no es nada fácil, es un proceso difícil y complicado", asevera la filósofa. "Tampoco existen soluciones mágicas que faciliten las cosas, la mayoría deberá juntar distintos enfoques para encontrar algo que funcione bien en diferentes situaciones según el niño y el momento de su vida". Y a continuación y de manera esquemática, veremos algunas de esos consejos que pueden resultar útiles para padres en apuros:

  • No privilegies la obtención de éxito y reconoce sus vocaciones. Los filósofos chinos argumentan que nuestro enfoque principal sería ayudar a nuestros hijos a convertirse en personas felices y realizadas, en vez de despuntar en aquello que se percibe como un logro en nuestra cultura y sociedad.
  • Cultiva las virtudes que le hacen prosperar. Hay que instar a priorizar valores morales como la compasión por los otros, la bondad, la generosidad, la gratitud o la resiliencia de los hijos en lugar de simplemente hacer que desarrollen un conjunto de habilidades, talentos o aptitudes particulares. Lo importante es que aprenda a mantener relaciones significativas y profundas con los demás.
  • Crea y practica rituales. Son muy importantes, por lo que debemos hacer un esfuerzo por revivirlos o recrearlos. Desde hacer que adopte un hábito de lectura antes de dormir para cultivarse mental y emocionalmente hasta comer siempre juntos para hablar abiertamente sobre lo que os preocupa o descubrir sus inquietudes.
  • Resiste a la conformidad. En ocasiones, muchos padres se congratularían pensar que quieren educar a su hijo para que sea como los demás. Al fin y al cabo, es mejor eso a que se sienta un raro o inadaptado en la sociedad. Sin embargo, hay que hacerle ver que cada persona es diferente y parecida a la vez, y que aquello que le distingue de los demás puede ser lo que le aporte la felicidad y bienestar que buscáis para él.
  • No te sacrifiques en exceso.
  • Valora la imperfección y el reto de ser padre. No hay ni padres ni madres ni hijos perfectos. Es mejor reconocer aquello bueno que tenemos y que está marcado por nuestras limitaciones y desafíos que centrarnos solo en aquello que es malo. En este sentido, estaremos enseñando al niño a lidiar con los retos que nos plantea la vida de una manera más sana que si solo buscamos que lleguen a ser perfectos y mejores que los demás.

Uno de los mayores quebraderos de cabeza para una persona es saber si la educación que está dando a sus hijos es realmente óptima o adecuada. Al final, ser padre o madre significa cargar con una gran responsabilidad sobre los hombros, ya que de nadie más depende formar en valores humanos, personalidad y carácter a una persona que todavía no sabe desenvolverse por sí misma y debe adaptarse a la realidad del mundo.

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