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Xavier Guix: "Ser muy bueno no provoca que te amen más, provoca que te utilicen"
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Entrevista

Xavier Guix: "Ser muy bueno no provoca que te amen más, provoca que te utilicen"

El psicólogo analiza en su último libro los problemas de ir por la vida con una bondad mal ejecutada. De ser un buenista también se sale

Foto: El psicólogo y escritor Xavier Guix (Foto cedida)
El psicólogo y escritor Xavier Guix (Foto cedida)

En la acera de enfrente de los tóxicos, los manipuladores, los crueles y los agresivos, se encuentra un perfil de persona que ha sido educada para hacer el bien, que nunca crea conflictos, que siempre pone buena cara y que tiene como prioridad número uno complacer y agradar a su entorno. Nadie tiene nada en contra de ellos, salvo ellos mismos. Xavier Guix (Sant Boi de Llobregat, 1960) explica en su último libro 'El problema de ser demasiado bueno' (Arpa Editores) cómo se originan este tipo de personalidades, las complicaciones psicológicas que se encuentran a lo largo de su vida, los motivos por los que deberían cambiar y los caminos para comenzar a hacerlo.

placeholder Portada del libro 'El problema de ser demasiado bueno'
Portada del libro 'El problema de ser demasiado bueno'

PREGUNTA: Con el título de su libro se va a sentir identificada mucha gente... Si alquilásemos una discoteca e hiciésemos una fiesta exclusiva para gente muy bondadosa se intentarían colar bastantes personas que aseguran serlo pero que no lo son en absoluto. ¿Cómo le decimos a los de seguridad de la puerta que distingan unos de otros?

RESPUESTA: Por una sencilla razón: el que es bondadoso de veras es el que actúa haciendo el bien, el que no tiene una bondad verdadera es el que actúa solo para quedar bien. Esa pequeña distinción es muy importante. Si estoy al lado de alguien que creo que simplemente intenta complacerme a mi o adaptarse a mi, entonces esa persona no está practicando bondad, entre otras cosas porque empieza por no hacerse bien a sí misma. Ahí está el termómetro donde podemos medir y diferenciar unos de otros.

P: Para los que no somos expertos en estos temas, ser demasiado bueno no parece 'a priori' uno de los primeros focos de problemas psicológicos a analizar. ¿Cómo se le ocurrió este libro?

R: En primer lugar porque yo he sido un niño bueno. Es un libro que me lo debía a mí mismo en tanto que darme cuenta de que el hecho de ser bueno lleva a un punto donde sufres. Como psicólogo y como persona que se dedica a intentar atajar los sufrimientos del ser humano, pues creí que había llegado el momento de ocuparme de ello. Además, en la consulta he estado durante cuatro o cinco años aproximadamente viendo este patrón de mucha gente y al observar las líneas comunes que tenían entre ellas es por lo que he podido recrear todas las condiciones o estructura psicológica del buenista. Gran parte del sufrimiento de la gente que venía a consulta tenía ciertas bases, y una de ellas era el ser demasiado bueno.

P: Dedica buena parte del libro a diseccionar lo que usted llama mala bondad, o aquellos que están intentando pasar por la vida siendo buenas personas y les está saliendo regular. ¿A qué se refiere exactamente con mala bondad? ¿Cuáles son las características básicas en las que se sustenta?

R: No es que este estemos diciendo que no hay que ser bueno. La bondad es un principio hermoso e inspirador para todo el mundo. Ahora, dicho esto, la práctica de la de la bondad a veces se convierte en una mala práctica o en una práctica perjudicial para nosotros mismos. Y podemos explicar esa mala práctica a través de cuatro grandes pilares. El primer pilar es la obediencia. Ser excesivamente obediente, sumiso y buscar siempre la complacencia de los demás. El segundo pilar es el portarse bien: una actitud esforzada, complaciente muy de quedar bien, de adaptarse al otro y de ser perfeccionista. Siempre el intento de portarse bien se convierte realmente en quedar bien. La tercera condición es la angustia por no ser suficientemente bueno: muchas personas se pasan el día evaluándose a si mismas por considerar que no lo han hecho bien, no lo han dicho bien, tenían que haber sido mejores, tenían que haberse portado mejor... Siempre se evalúan a sí mismas en negativo porque creen que no son suficientemente buenas. Y la última y cuarta condición es la ira reprimida, que significa no poder mostrar exactamente mis propias emociones, sobre todo las de enfado, porque entonces ya no sería bueno, ya que crearía una confrontación con el otro, le pondría pegas, se ponía límites, le diría que no y eso me hace sentir mal.

Foto: Jordi Nomen (Foto cedida)

P: En esta suma de influencias, de actitudes, de experiencias que conforman la persona que somos y cómo nos enfrentamos a la vida, usted reflexiona sobre cómo se entrelazan el ser y el deber.

R: Exacto. Digamos que un aprendizaje que uno hace desde pequeño es el famoso imperativo del deber, que es hacer lo que toca, hacer lo que se debe hacer. Algunas personas han crecido en ambientes donde ha habido unos padres muy autoritarios, muy rígidos, muy estrictos. La gente utiliza mucho esta palabra: "Es que mis padres eran muy estrictos". Ese '' hay que entenderlo como rígidos. Es decir, que no permitían que las cosas no fueran sino lo que debe ser. Entonces de ahí nace toda una cultura que una persona adquiere ya desde pequeña de no hacer lo que quiere, sino lo que debe. La cultura del deber, que en nuestra sociedad está muy inscrita hasta el punto que si no haces lo que debes, inmediatamente aparece el sentimiento de culpa. Por lo tanto, la manera de tenernos un poco controlados, incluso socialmente, es a través de, por un lado, decir qué es lo que tienes que hacer, y, por otro, lo mal que te sentirás, la culpa que sentirás si no lo haces. Es una mezcla explosiva: la gente hace lo que debe por temor a la culpa y al rechazo.

P: En relación a esto, en el libro habla de como, desde niños, vemos cómo en nuestros entornos se asocia la obediencia a la bondad y la desobediencia a la maldad, aquello de ser un niño bueno o un niño malo.

R: Claro. Si es un niño bueno educado siempre significa que se adapta perfectamente al molde de lo que se espera. Y ese molde lo construye tanto la familia como la sociedad. Entonces, si tú respondes a todos los cánones familiares y sociales, eres un buen niño porque estás cumpliendo con lo que se espera de ti. En cambio, si no haces lo que se espera, que son las expectativas que tienen los demás, eso significa entonces que no estás adaptado, que no eres exactamente muy bueno, que eres problemático. Con eso estamos construyendo personas que se convierten en personas obedientes o en personas rebeldes. Tenemos los dos puntos, los dos extremos, los dos polos. Y los dos polos no son buenos, porque una persona que va toda una vida de rebelde tampoco es una persona libre, tampoco es una persona buena, sino es una persona que está sufriendo precisamente porque tiene que ser rebelde siempre. Cuando vemos esas actitudes significa que la parte educativa cuando fueron pequeños no acabó de funcionar suficientemente bien. Dicho de otro modo: no fueron bien acompañados en su crecimiento porque tuvieron que encajar a la fuerza en lo que se supone que eran los cánones de la familia y de la sociedad.

placeholder Xavier Guix (Foto cedida)
Xavier Guix (Foto cedida)

P: Es inevitable educar a nuestros hijos tratando de llevarles a ciertos valores o comportamientos que creemos que son buenos que aprendan, pero usted critica que los padres consideren a sus hijos un lienzo en blanco que pintar. ¿Cómo encontramos el punto justo en la crianza?

R: Punto justo seguro que no existe, o es muy ideal. Lo que probablemente existe es un intento de partir de la base de que los padres no tienen que moldear al hijo, sino lo tienen que acompañar. Acompañarlo significa ir comprendiendo qué es lo que de forma espontánea, natural, nace del hijo. Qué inclinaciones tiene, qué gustos tiene, hacia dónde tiende y saberle poner los límites cuando esa expresión de lo que le sale puede ser dañina para ellas y para los demás. Respetando esos límites, el resto es ir acompañándoles en que vayan desarrollándose como personas, porque creemos que, efectivamente, que son un lienzo en blanco y que tenemos que irnos moldeando, cuando no es verdad, ya traen mucha información que se tiene que ir desarrollando a medida que va pasando el tiempo.

P: Pone el ejemplo en su libro de trabajadores de sectores muy exigentes como la banca que llegan a su consulta bloqueados ante la incapacidad de responder a sus compañeros tóxicos. "¿No sería mejor ayudarse los unos a los otros?", le repiten. ¿Tenemos que asumir que no podemos cambiar a gente que trata mal a otras personas? ¿Es la gente buena e inocente la que tiene que cambiar y hacerse un escudo contra ellas?

¿Sabes qué pasa? Que como yo no puedo decidir ni puedo hacer cambiar a los demás, cuando es imposible el diálogo, el acuerdo, la negociación, o que dos personas vayan a tomar conciencia a la vez de las cosas que tienen que cambiar, entonces sólo te queda un remedio: cambiar tú. ¿Por qué? Porque si estás esperando que cambie el otro, no va a ocurrir, o va a ocurrir quizás en un momento de su vida en el que quizás ya te habrá fastidiado la tuya. Lo importante es darte cuenta de que tú tienes unos límites que son la libertad del otro, que es el espacio donde el otro decide lo que quiere ser, lo que quiere vivir, etcétera, etcétera. No tengo que quererlo cambiar. Tengo que simplemente estar y convivir, pero si la convivencia se hace imposible o muy dificultosa, entonces tengo que decidir cómo quiero vivir eso que estoy viviendo, tomando mis propias decisiones ante esa toxicidad. Lo que no tiene sentido es que yo esté esperando que el tóxico sea bueno. Como yo tengo una mirada de muy bueno, creo que todo el mundo tiene que ser bueno y estoy esperando que esa persona se vuelva buena. Pero es que no sabemos si va a ocurrir. Por tanto, ante ello, lo mejor es que yo practique el arte de hacer lo que yo puedo hacer y dejar en paz lo que no puedo hacer.

"A pesar del famoso dicho de que 'hablando se entiende la gente' yo llevo muchos años defendiendo que hablando la gente no se entiende. Cada uno opina de lo suyo"

P: Ser feliz haciendo feliz a otros forma parte de la vida, es legítimo que nos ilusione que otros logren ese estado por actos que hemos provocado, pero... ¿hay algún momento en el que eso es demasiado?

R: Sí, porque cuando estamos buscando esa felicidad, nos hace infelices. Es decir, si el resultado no es lo que yo quiero, no está siendo como debería ser. Entonces tengo que plantearme qué estoy haciendo mal. Porque si yo quiero que los otros sean felices y no lo son, entonces habrá que preguntarse ¿depende de mí solo que los demás sean felices?, porque ya nos daremos cuenta pronto de que la felicidad de los demás no depende de mí. Depende de ellos. Yo lo único que puedo crear son unas buenas condiciones para que puedan ser felices. Es lo único que está en mi mano. La idea ya de querer que todo el mundo sea feliz de entrada yo ya me la cuestionaría, pero en cambio sí podemos desear que las personas puedan vivir lo bueno que ya vivimos nosotros, y en la parte que yo te puedo ayudar te ayudaré. Pero todo depende al final de cada uno.

P: ¿Qué papel juega la asertividad en en el mundo de los buenistas en apuros?

R: De entrada lo normal es que no nos entendamos. A pesar de que exista el famoso dicho de que 'hablando se entiende la gente' yo llevo muchos años defendiendo que hablando la gente no se entiende, precisamente porque cada uno opina de lo suyo y cree en la realidad del mundo tal y como lo ve. Entonces tenemos que encontrar cauces que nos sirvan para que nos encontremos. No nos vamos a encontrar en las definiciones, en las posturas, porque cada uno ve el mundo como lo ve. En cambio, seguro que tenemos intereses en común, seguro que tenemos cosas que los dos queremos, seguro que hay necesidades que podemos ayudarnos el uno al otro. Entonces utilizamos la asertividad como medio de comunicación, con el objetivo de centrar toda la atención en las necesidades o los intereses. De modo que los dos podamos atender a qué es lo que necesitamos y no tanto si estamos de acuerdo en las definiciones. Y las necesidades, cuando son comprendidas asertivamente, son más fáciles de ajustar.

Foto: Carlos González (Imagen: Fundación Caja Canarias)

P: ¿Pecan los 'buenos' de poner el problema siempre en el otro? ¿Podríamos llegar a pensar que si no existiese gente mala, aprovechada, hiriente o manipuladora, estos 'pobrecitos' serían felices para siempre? ¿Los evitadores de conflictos estarían en paz psicológicamente si se rodeasen de otros evitadores de conflictos, o los problemas terminarían saliendo por otro lado?

R: Saldrían por otro lado, seguro. Pero porque no se puede evitar el conflicto. El conflicto hay que afrontarlo. Lo que pasa es que no hay que afrontarlo desde el punto de vista de que es un conflicto, sino de una oportunidad. Es una situación que nos sirve para mejorar, que nos sirve para que afinemos mejor nuestras necesidades y nuestros intereses, pero no un conflicto como fuente de enojo, enfado, como guerra, como sentirse mal, como tratarnos mal... porque esa es la antigua concepción que tenemos del conflicto igual a pelea, y no. Conflicto es igual a oportunidad de conocernos mejor, de crecer y de atender a nuestras necesidades.

P: El texto breve que acompaña al título del libro en portada dice “el peligro de renunciar a ser uno mismo por la necesidad de encajar y portarse bien”. Cuando habla de peligro no se refiere a que le tomen por tonto simplemente, o a que le pidan más favores por no saber decir que no, se refiere a heridas psicológicas más profundas.

Todos de pequeñitos hemos vivido aquella sensación de que nos hemos portado muy bien y nos han aplaudido. Pero llega un día que, portándonos bien, no nos aplauden. Incluso nos dicen que molestamos. Y entonces se produce una herida interior en la que sientes que aquello que era la base que te sostenía en el aprecio y la estima, desaparece. Entonces uno ahí construye una herida, que puede ser una herida de sentirse rechazado, sentirse abandonado o sentirse tratado injustamente. Entonces, ¿qué ocurre? Esas heridas uno las va arrastrando a lo largo de su vida, y si no las atiende, si no se da cuenta que son una herida propia que la tiene dentro de sí, irá proyectándola fuera, irá viendo la gente que es injusta, a la gente que te reprocha, a la gente que te causa enojo, la gente que de algún modo te ofende. Esas personas que van viendo en los demás esos problemas, no se dan cuenta de que en el fondo están proyectando su propia herida. Es muy importante trabajar terapéuticamente esas condiciones que traemos desde la infancia para que de algún modo nos ayuden a que filtremos mucho mejor la información y no la confundamos con lo que no es.

"Practicar la bondad significa tener por principio hacer el bien. Y el primer bien que uno tiene que hacer es el bien hacia sí mismo"

P: Nacemos, tratamos de ser buenos, nuestro entorno nos explica que ser bueno pasa por portarse bien y molestar poco a los demás y cuando somos mayores somos nosotros los que explicamos eso mismo, porque es lo que aprendimos. ¿Qué debemos cambiar o incorporar en esa cadena infinita entre generaciones para evitar este tipo de problemas?

En lugar de poner por delante el molde, en lugar de poner por delante el modelo, hay que observar qué es lo que la persona trae de por sí. Fíjate en la palabra educación ya desde antiguo, desde Platón. Educar significa 'sacar de dentro', no es moldear desde fuera sino es sacar lo que la persona lleva dentro y que puede interpretar y ayudar a conocer la realidad. La única forma que tenemos es la de permitir que la persona se encuentre consigo misma y pueda ser ella misma. En cambio, si nos vamos falseando a través del personaje, de hacer el niño bueno, de quedar bien, si vamos escondiendo nuestros intereses, si no participamos de la construcción de la vida mostrando lo que a nosotros nos gusta, nuestro punto de vista, cómo vemos las cosas, que a lo mejor pueden diferir de lo que cree la mayoría, pero no importa, porque lo bueno es que tengamos muchos puntos de vista, que tengamos muchas concepciones sobre la realidad. No existe solo una. Por lo tanto, ahí es donde uno se valida. En cambio, si uno no se permite ser sí mismo, no nos está permitiendo no solo que lo conozcamos, sino ese punto de vista que puede tener sobre la realidad. Y eso es hermoso porque nos engrandece más a todos el punto de vista que tenemos sobre la verdad.

P: Cuando algo va mal, para modificar esa situación necesitamos siempre hacer cambios. Pero cuando lo que va mal es que estamos siendo demasiado buenos y obedientes… ¿el cambio cuál es? ¿Volvernos bordes y rebeldes? Cuenta que sus pacientes le dicen si se van a quedar así para siempre. ¿Cuál es el camino de salida?

El camino nunca es irse al otro extremo. En primer lugar, porque volverlos malos no les va a ayudar. Se van a sentir peor. La solución no es irse al otro extremo, sino la encontrarse a uno mismo. Ver que yo debo funcionar a través de mi brújula interior, que mi manera de estar en el mundo debe poder participar de su creación. Y eso significa que de algún modo no es necesario que sea ni bueno ni malo, y que si tengo que entender alguna cosa, son dos. Primera: tarde o mal se acaba aprendiendo que siendo muy bueno no hace que te amen más, sino que te utilicen. Y la segunda: que la bondad está en la acción, no en el concepto. Practicar la bondad significa tener por principio hacer el bien. Y el primer bien que uno tiene que hacer es el bien hacia sí mismo. Y si uno se hace bien a sí mismo, también quiere el bien para los demás y para el mundo. Y ahí cerramos el círculo para que veamos que la bondad es necesaria, pero el ser bueno a veces puede ser un problema.

En la acera de enfrente de los tóxicos, los manipuladores, los crueles y los agresivos, se encuentra un perfil de persona que ha sido educada para hacer el bien, que nunca crea conflictos, que siempre pone buena cara y que tiene como prioridad número uno complacer y agradar a su entorno. Nadie tiene nada en contra de ellos, salvo ellos mismos. Xavier Guix (Sant Boi de Llobregat, 1960) explica en su último libro 'El problema de ser demasiado bueno' (Arpa Editores) cómo se originan este tipo de personalidades, las complicaciones psicológicas que se encuentran a lo largo de su vida, los motivos por los que deberían cambiar y los caminos para comenzar a hacerlo.

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