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Jordi Nomen: "No puedes ser el mejor amigo de tu hijo. Esa no es tu función"
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Entrevista

Jordi Nomen: "No puedes ser el mejor amigo de tu hijo. Esa no es tu función"

El profesor de Filosofía de la escuela Sadako de Barcelona ha conversado durante miles de horas con sus alumnos adolescentes. Ahora, después de 30 años de docencia, publica un libro con su receta para dialogar con ellos de forma exitosa

Foto: Jordi Nomen (Foto cedida)
Jordi Nomen (Foto cedida)

Cuando Jordi Nomen (1965) se presenta y cuenta que su profesión es ser profesor de adolescentes, muchos adultos le dan el pésame como si de un duelo inevitable se tratara. Pasamos en poco tiempo de vivir los años más apasionantes y caóticos de nuestra vida, por la cantidad de cambios y descubrimientos que se suceden, a mofarnos de forma condescendiente de aquella época que conformó las bases, mas o menos estables, de lo que somos ahora.

El profesor de Filosofía publica 'Cómo hablar con un adolescente y que te escuche' (Arpa Editores), una guía cargada de experiencias propias y de reflexiones de sus alumnos sobre cómo abordar nuestra relación con todos esos jóvenes que caminan hacia la vida adulta cargados de pasión y de dudas. La buena noticia es que se puede lograr un canal de comunicación sano y estable con un adolescente. ¿La mala? Que nada de lo que hagamos asegurará la felicidad de tu hijo.

placeholder Portada del libro 'Cómo hablar con un adolescente y que te escuche'
Portada del libro 'Cómo hablar con un adolescente y que te escuche'

PREGUNTA: "La juventud de hoy en día ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y tiraniza a sus maestros". Esta frase, que suena a cualquier viejo cascarrabias, la dijo el mismísimo Sócrates hace 2400 años. Sócrates son palabras mayores. ¿Le vamos a quitar la razón a Sócrates? ¿Por qué se repiten estas afirmaciones durante siglos?

RESPUESTA: En general, el ser humano lleva muy mal lo que no puede controlar y en la adolescencia se producen cambios que descontrolan un poco la situación anterior. Hay que avanzar hacia la madurez. Eso significa romper con determinadas dinámicas y, por lo tanto, nos cuesta hacer ese duelo por esa infancia que ya no va a volver. Por otra parte, nos cuesta gestionar los cambios que se van dando y que son muchos en un corto espacio de tiempo. Estamos hablando de cinco años en los que se producen cambios vertiginosos, como montañas rusas. El contexto ahora es muy distinto al de Sócrates, pero toda la vida ha pasado que estos cambios nos pillan con el pie cambiado a los adultos que acompañamos a esos niños que han dejado de serlo, y que ya van camino a ser algo distinto. Como eso nos cuesta, pues entonces la culpa es de otro. Suele pasar cuando una cosa nos cuesta, no solemos hacer autocrítica, sino lanzar la culpa hacia otra dirección, que es más fácil que acometer todo lo que implica esos cambios y cómo vamos a tener que adaptarnos a ellos.

P: El libro es un constante recordatorio de todas las cosas que obviamos cuando banalizamos o ridiculizamos la adolescencia de nuestros hijos. ¿Por qué lo hacemos si todos nosotros también hemos sido adolescentes?

Ahí tenemos un poco de ceguera temporal. Yo soy profesor también de Ciencias Sociales. Cuando les explico algo de Sociales lo que suceden es que dicen "bueno, pero esto ya se veía venir, ¿no?". Ya, ya... lo vemos venir ahora, pero ellos no veían venir nada. En el futuro siempre hay niebla y no podemos ver lo que nos depara. En cambio, cuando miramos al pasado, vemos todo perfectamente despejado. Yo creo que incluso lo construimos un poco a nuestro gusto, de manera que sí, recordamos que fuimos adolescentes, pero recordamos solo lo bueno y, en cambio, habría que preguntar a nuestros padres y a nuestros abuelos sobre aquello otro que no recordamos de nuestra adolescencia. Nosotros recordamos que fue una etapa más o menos plana, que "transitamos sin ningún problema, que enseguida tuvimos claro lo que íbamos a hacer". Entonces "tú tienes que ser igual", ¿no? Pero claro, es que hemos recreado esa adolescencia, porque no fue así seguramente. Y entonces lo que no recordamos fueron esos malos momentos, esas situaciones que nos provocaban mucha angustia. Esa edad del pavo... Y yo lo que propongo en el libro es cambiar la mirada y darse cuenta de que la adolescencia es un periodo de la vida precioso, como tantos otros más, y que hay que valorarla, porque es justo cuando avanzamos hacia la autodeterminación, hacia la madurez, hacia la decisión personal, hacia la autonomía. Y esto es muy importante. Esto es lo que hace que un ser humano adulto pueda tomar decisiones en libertad, decisiones que le implicarán a nivel personal, pero también a nivel social. Porque, claro, una democracia sin ciudadanos que tomen decisiones por sí mismos es una democracia sin calidad.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.

P: ¿Qué le decimos a los padres que han pasado de tener un niño comunicativo a un adolescente que no les cuenta nada, que parece no querer la opinión de sus padres y que se encierra en su habitación durante horas?

R: Que hay que cambiar de táctica y de estrategia. Ese niño o niña, que ya no lo es, tiene unos intereses. Lo importante es interesarse por sus intereses, es decir, pedirles. "Oye, ¿qué música escuchas? Pásame un par de ellas". "¿Cuál es la serie que estás mirando?", ¿por qué la encuentras tan interesante?". A ellos les encanta hablar sobre lo que les encanta hablar, el problema es que nosotros queremos forzarles a hablar sobre lo que no es tan fácil hablar, porque hablar de porros, hablar de sexo y hablar de tantos temas que nosotros querríamos sacar porque vemos los riesgos... pues les cuesta mucho. Hay que abrir ese canal de comunicación con otras cosas y esperar por si hay algún problema. Quizás no lo quieran hablar, y esto hay que respetarlo, pero si hay algún canal de comunicación abierto es posible que hagan algún acercamiento para dialogarlo.

P: Padres y profesores son figuras muy importantes en esos años. ¿Qué ventajas tienen unos y otros a la ahora de hablar con adolescentes?

R: Los padres tienen una ventaja clarísima, que es el amor incondicional. Solo la familia presta un amor de este tipo. Y, de hecho, este amor es el que sostiene toda la base de la autoestima del adolescente. Por eso es tan importante hacerles ver que han actuado mal, pero que no son malos. Ahí hay una distinción fundamental: en un caso se habla de la actitud y en el otro de la esencia. La esencia es irresoluble, es lo que es, pero la actitud la podemos cambiar y mejorar. El profesor tiene la ventaja de que está muchísimas horas con ellos, en las que se dan muchas situaciones de convivencia que resolver de alguna manera. Si ven que realmente te preocupas por ellos, que lo que te cuentan lo escuchas con atención, eso te da la ventaja de que tienen en ti un interlocutor válido si hay algún problema.

"Les estamos explicando una historia de triunfo. Si se la creen, es una maravilla que no van a poder hacer. Si no, desconfiarán de lo que les contamos"

P: ¿Y cómo deben de actuar para darse cuenta de que hay algún problema en el que hay que intervenir?

R: Es muy necesario tener puesto el radar de los grandes cambios, el radar de la anormalidad. Que una chica no quiera comer o cenar un día no supone ningún problema, pero hay que poner el radar, porque si eso se repite cada noche y empieza a desarrollar actitudes como querer comer en su habitación, como que "por favor, me pones menos", como que "esto es supergrasiento y no me gusta nada". Si empieza a cambiar hábitos de comida y lo hace de forma firme y reiterada, ahí sí que podemos tener un problema. No es tanto poner el radar en cada cambio, porque en la adolescencia va a haber muchos y es lógico que así sea, como en la persistencia, la intensidad y la repetición de esos cambios, porque cuando se dan muy a menudo con mucha intensidad es un síntoma claro de que hay que actuar, buscar ayuda profesional o hablarlo.

P: Durante un tiempo cualquier entrevista llevaba incorporada su pregunta derivada sobre el covid-19. Han pasado cuatro años del inicio de la pandemia. A los niños que tenían entonces 10 u 11 años y que ahora llegan a tu clase en plena adolescencia, ¿les ha cambiado en algo sufrir esa vivencia a esa edad con respecto a otros alumnos pasados? ¿Les ve más maduros? ¿Más miedosos?

R: Un poco de cada. El covid-19 produjo una gran inseguridad y un abuso muy grande de pantallas, porque, lógicamente, como estaban encerrados, no podían salir y las pantallas servían para distraerse y no pensar en ello. Los adolescentes rompieron los lazos con sus iguales, porque, aunque se vieran a través de la pantalla, no es lo mismo. No poderse tocar, no poderse besar, no poder experimentar con el cuerpo del otro, que es algo que les preocupa mucho, pues claro, es un precio a pagar. También lo fue el propio hecho de no asistir a la escuela. Aunque hubiera clases virtuales, se perdió el diálogo de calidad en el aula, que es prácticamente imposible por medios digitales y que hace avanzar mucho el conocimiento. A pesar de todo eso, los seres humanos somos muy flexibles, y los adolescentes, como digo en el libro, son muy presentistas: viven en el hoy, en el ahora y en los próximos cinco minutos. Todos ellos se acuerdan ahora de que tuvieron un tiempo muy malo, que estaban encerrados, que se perdieron una serie de cosas, pero miran al futuro, a su futuro de dentro de cinco minutos.

placeholder Jordi Nomen (Foto cedida)
Jordi Nomen (Foto cedida)

P: ¿La adolescencia es el momento en el que los jóvenes le empiezan a ver las costuras al mundo de los adultos? ¿Hay una cierta decepción por cambiar un entorno de certezas por otro de incertidumbres? ¿Se sienten engañados?

R: No creo que se sientan engañados, creo que se sienten poco preparados, y ahí los adultos tenemos una cierta responsabilidad. Muchas veces les presentamos un pasado nuestro idílico, maravilloso, en que somos dioses y diosas del Olimpo que todo lo hemos hecho bien. Claro, ¿quién puede competir con eso? Nadie. Con lo cual deriva en "yo esto no lo voy a poder hacer. No tengo esta fortaleza que tú me estás señalando que tuviste y que todo te salió a pedir de boca. A mi no me va a salir". Entonces tienen mucho miedo a fracasar y mucha inseguridad también por no ser aceptados por el grupo, a no estar dentro del él, que es algo que les preocupa muchísimo. También les preocupa mucho una idea de 'normalidad' que es devastadora hoy en día. Si yo como adolescente resalto por algo, lo que sea, es igual, pues eso me preocupa muchísimo porque yo no estoy dentro de una normalidad que, evidentemente, no existe, pero que cada uno de ellos decide cómo es y si no se sienten dentro de ella sufren mucho. No es que se sientan decepcionados. Les estamos explicando una historia de triunfo que, si se la creen es una maravilla que no van a poder hacer, y si no se la creen y dicen "es que esto no puede ser" pues desconfían de lo que les estamos explicando. Los adultos tenemos que ser mucho más honestos y decir "mira, en mi vida como adolescente que fui pues hice muchas cosas bien y muchas cosas mal, como suele ocurrir cuando estamos aprendiendo", y compartir estos momentos. "Yo pensaba que esto iba a ocurrir así y fue de otro modo y esto es lo que me enseñó".

P: Afirma que los adolescentes se enamoran cuando todavía no han podido conocer el amor.

R: Todo depende de cómo definamos enamoramiento y cómo definamos amor. Si entendemos que el amor es una relación profunda en la que quieres el bienestar del otro, en la que lo que te preocupa es que el otro sea libre, pueda tomar sus propias decisiones, sea un compañero de vida... Ellos no han podido experimentar esto, no lo han podido experimentar porque no han convivido con nadie hasta este nivel. En cambio, el enamoramiento es otra cosa. El enamoramiento es una emoción brutal que les aparece en la vida, que somete todo el mundo a ese criterio de enamoramiento. Es un carrusel de de sentimientos y emociones que suben y bajan (todo está muy bien un día y muy mal al siguiente), y es un momento en el que van a definir lo que ellos y ellas entienden por amor. Si el enamoramiento lleva a justificar, por ejemplo, que me controle el móvil, pues eso va a ser un problema más tarde. Si entienden que enamorarse significa rendirse al otro, pues eso no debe ser. Hay que trabajar mucho en esos sentimientos, porque el enamoramiento es muy potente. Lo es tanto que se acaba, porque si no realmente la vida sería bastante insoportable con ese nivel de intensidad. Debe ser sustituido por un amor maduro, no un amor que te lleve a diríamos a sufrir por el otro sino a disfrutar juntos.

P: "Quien gana dos amigos en su familia pierde dos progenitores. Y amigos ya tienen muchos". ¿A qué se refiere con esto?

R: He visto a lo largo del tiempo algunos alardes por parte de de padres y madres que dicen "es que yo soy el mejor amigo de mi hijo, soy el mejor, la mejor amiga de mi hija...". No puede ser, porque tu función como padre o madre no es la amistad. Tu función es fortalecer la autoestima de tu hijo o de tu hija, es acompañarle en estos momentos, (aunque sea desde la discreción y con una cierta distancia como yo sostengo), y tu función también es aconsejar cuando se te pide consejo. No estás al mismo nivel que un amigo o una amiga, y no debes estarlo porque también debes establecer límites. Esto también es importante. Una persona que no tiene límites no tiene brújula y sin brújula nos perdemos. Y entonces, claro, si eres tan amigo, tan amigo, tan amigo que te lo cuenta todo... ¿cómo le vas a establecer un límite después? Va a ser muy difícil. O ¿cómo le puedes hablar desde ese amor más adulto, desde el que ya que has pasado esa etapa en la que está él o ella y que por lo tanto tienes una experiencia de vida que puedes compartir?. Todo eso lo va a perder porque el colega no le cuenta estas cosas.

"Hay que apuntalar emocionalmente a la víctima de acoso, porque esta añade a su problema la propia culpabilidad. ¿Qué he hecho yo para merecer esto?"

P: En su libro dedica un apartado a hablar de los riesgos que tienen los adolescentes. Uno de ellos es el acoso. Comenta que hacer de mediador entre acosador y acosado no es lo más efectivo. ¿Cómo debe actuar el tutor de la clase de esos alumnos y el instituto ante casos así?

R: Mediar cuando una de las personas no desea mediar... la experiencia me dice que eso es fracasar. Pensemos que una persona que se convierte en acosadora tiene el poder en sus manos. Es una cuestión de poder, y el poder es adictivo y las adicciones van a más. Necesitas aplicar cada vez más poder para seguir sintiéndote poderoso. Por lo tanto, el maltrato cada vez va a ir a más. Evidentemente lo primero para poder actuar ante un maltrato en la escuela es verlo. Ahí tenemos una primera dificultad. El maltratador suele ser un perfil de persona muy manipuladora y procura no ser evidente. El maltrato ocurre en otros espacios que no es son clase el patio, que no son muy evidentes. Suceden en espacios y en tiempos muertos en los que no hay ningún adulto por ahí. Lo segundo que hay que hacer es apuntalar emocionalmente mucho la víctima, porque la víctima añade a su problema la culpabilidad. "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" Y hay que trabajar también con el acosador. Porque si no aprende la crueldad. Y si se aprende a ser cruel, esa crueldad puede predominar a lo largo de la vida. Y hay que trabajar con todo el conjunto de indiferentes o de cómplices, todo el resto del grupo, porque están ahí viendo lo ocurrido. Además, evidentemente, la escuela debe tener un protocolo en función de la gravedad del caso. Si el caso es leve la cultura puede ser más restaurativa, y si el caso es grave actuar, siendo partícipe de ello las familias de todos ellos para que comprendan la situación y remen en la misma dirección.

P: Habla también de la importancia de generar actividades con y para ellos, tanto en el entorno familiar como en el instituto. ¿Por qué son tan importantes esas experiencias que se salen de la rutina?

R: Porque lo que producen es sensación de poder, pero del bueno. En el momento en que les dejamos tomar decisiones, en el que les pedimos que den alguna iniciativa, en el que consensuamos con ellos y con ellas alguna cosa, eso los empodera. Es un chute de autoestima tremendo. En la escuela lo que hacemos por ejemplo es decirle a los alumnos de 3º de ESO que le van a organizar el carnaval a los más pequeños, y eso les da una potencia personal y de grupo que les va muy bien, Porque claro, esto tiene que ser un empeño de grupo. Y en el ámbito de la familia lo mismo: Si les damos unos márgenes (unos márgenes que deben estar muy claros. Lo que no puede ser es que nuestra vida gire en torno a lo que el adolescente manda y ordena, porque entonces eso es el síndrome del emperador), con cosas por ejemplo como "esta tarde eliges tú la película que vamos a ver toda la familia", pues es una forma de empoderarles, pero hay que saber hacerlo bien, con flexibilidad y con tino. No se puede delegar en ellos que decidan a que hora van a llegar a dormir a casa...

Foto: Karl Popper. (Wikipedia)

P: La respuesta al título del libro no se resuelve en una frase, hay muchos factores en el diálogo con un adolescente: no ser paternalista, no sobreproteger, nuestra paciencia, sus vivencias, la educación previa para que logren un espíritu crítico. ¿Destacaría una por encima de las demás? ¿Cuál es el elemento principal para dialogar con ellos? ¿La empatía?

R: El elemento principal para dialogar con ellos es el amor. Quererles es muy importante porque quererles y preocuparse por ellos y ellas es algo que captan a la primera, y supone un canal y un vínculo abierto brutal, que incluye la empatía, por supuesto, porque cuando tu quieres alguien, como hemos dicho sobre el amor maduro, lo que hacemos es comprender a la otra persona. No cambiarlo, sino comprenderlo. Y por otro lado, dedicarles un tiempo de calidad. Pienso que esto también es interesante. No querer ir deprisa con un adolescente, porque parece que lo entiende todo mucho más fácil que un niño o una niña, pero necesita su tiempo de calidad con una escucha activa que, de alguna manera, dé paso a que pueda explicarnos lo que es importante para ellos y ellas, que probablemente no será lo que es importante para nosotros. Hablemos de música, hablemos de series, hablemos de deporte, hablemos de los cotilleos de la clase...

P: Sócrates, Platón, Aristóteles, Diógenes, Zenon de Citio... todos vivieron bastantes años, más si pensamos en la época. Les dio tiempo a madurar sus vivencias. ¿Cómo se imagina la adolescencia en aquella época? ¿Qué cosas cree que se han mantenido inalterables a esas edades entre ellos y nosotros?

R: Es difícil contestar a esa pregunta. Etimológicamente 'adolescencia' viene del verbo latino 'olere', que significa crecer, y que junto al prefijo 'ad' significaría algo así como 'el que está en proceso de crecer'. De entrada esta mirada ya me ya me parece muy positiva. Además, en la antigua Roma, a los adolescentes les daban una función: cuando veneraban a los dioses se les permitía que llevaran los óleos sagrados, por lo que le estaban dando el mensaje de que "ahora si formas parte de lo cívico, de la ciudadanía y te vamos a dar una función fundamental". La mirada que tenían en esos aspectos, de pensar que eran personas en crecimiento y que había que consolidar ese crecimiendo dándoles responsabilidad, valorando esos pequeños pasos, es muy positiva. Luego, por otro lado, había otras negativas. Como que aprendieran a luchar, a ir a la guerra, o a separarles de su familia y de sus madres para que no fueran débiles como hacían en Esparta. Eso ya no nos compensaría tanto, pero la primera si que valdría la pena rescatarla y tenerla presente.

Cuando Jordi Nomen (1965) se presenta y cuenta que su profesión es ser profesor de adolescentes, muchos adultos le dan el pésame como si de un duelo inevitable se tratara. Pasamos en poco tiempo de vivir los años más apasionantes y caóticos de nuestra vida, por la cantidad de cambios y descubrimientos que se suceden, a mofarnos de forma condescendiente de aquella época que conformó las bases, mas o menos estables, de lo que somos ahora.

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