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Viaje con Chihiro y Carl Jung a la arquitectura de nuestros sueños: ¿reflejan los edificios nuestro inconsciente?
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Viaje con Chihiro y Carl Jung a la arquitectura de nuestros sueños: ¿reflejan los edificios nuestro inconsciente?

El psicoanalista intuyó que había un "inconsciente colectivo" gracias a un sueño. Años después, un ilustrador diseñó una casa de baños para alegorizar lo que hemos perdido y conservado desde tiempos inmemoriales

Foto: Fotograma de 'El viaje de Chihiro'. (Hiyao Miyazaki, 2001)
Fotograma de 'El viaje de Chihiro'. (Hiyao Miyazaki, 2001)

El gran Tom Waits decía que todos somos inocentes cuando soñamos. Sin quererlo, somos rehenes de nuestros sueños, que casi siempre toman un edificio o construcción como escenario. La forma en la que se presenta la arquitectura en nuestras creaciones oníricas guarda siempre un halo mágico. A veces, las estancias en las que nos encontramos son conocidas. En ocasiones, esa sensación de familiaridad es solo una fantasía: podemos soñar con un apartamento en el que nunca hemos vivido, pero transferir en él sin querer los sentimientos nostálgicos que nos retrotraen a un lugar de nuestro pasado. Y, del mismo modo, podemos alucinar con hipotéticas visiones de nuestro futuro: una estancia horadada en una cueva de alguna montaña perdida, una casa de campo de varios pisos alojada en algún paraíso natural o un largo corredor que nos lleva hacia una escena a la que tememos más que a nada en el mundo, acabando en la más pura pesadilla.

Algo tan abstracto como el inconsciente, el magma del que emergen los sueños, contrasta con algo tan tangible y funcional como los edificios. Sin embargo, ambas disciplinas tienen varias cosas en común, como veremos en el siguiente artículo. Si esa parte de nuestra mente que ocupa tanto acaba proyectando nuestros peores miedos y a la par nuestros mayores anhelos, el hormigón, las vigas y demás materiales de construcción, así como las mismas ideas que vienen plasmadas en los planos para organizar las estancias de un hogar, es el material con el que los arquitectos buscan definir el espacio, no solo para hacerlo funcional y habitable, sino para trazar las distintas relaciones de las personas que lo habitan, como soñaba Constant. Y, volviendo a Waits, pocos pueden decidir qué soñar (excepto los soñadores lúcidos), mientras que la arquitectura es una disciplina racional, calculada y milimetrada por una mente consciente.

Pero, si hacemos el proceso inverso, es decir, observamos edificios ya construidos desde cierta distancia, tal vez podamos encontrar ciertos rasgos de ese flujo inconsciente tan difícil de definir. Se trata, en todo caso, de una tarea puramente especulativa; algo tienen que significar esas filas de columnas rodeando un edificio como el Partenón, dedicado a honrar a los dioses antiguos. O esa pretensión de querer alcanzar los cielos tan pretérita (desde la Torre de Babel hasta el Empire State), cuya forma a su vez puede recordar la imagen de un falo como sombra alargada de esa cultura patriarcal que lleva imperando en la humanidad desde hace muchos siglos. Definitivamente, la forma de los edificios y la distribución de sus estancias interiores dicen mucho más de nosotros mismos y nuestro mundo onírico de lo que pensamos. Y para intentar explorar esta relación, nadie mejor que el psicoanalista Carl Jung y sus "arquetipos", los cuales supuestamente conforman nuestra identidad basada en las sombras de un pasado muy remoto.

Foto: Constant en su taller, en julio de 1966. (Wikipedia / Fotopersbureau De Boer)

Este ensayista suizo se inspiró muchísimo en los edificios que marcaron su vida (y sus sueños) para dar a luz su pensamiento, siempre poco ortodoxo para la psicología más rigurosa y científica de nuestros días. Cuentan que su teoría del inconsciente colectivo (precisamente el conjunto de arquetipos que unen a personas de distintas etnias y culturas) emergió cuando soñó con una casa de varios pisos. "Para Jung, el inconsciente solo podía entenderse parcialmente a partir de palabras, sentimientos, sueños o teorías, pero también requería una presencia en el espacio físico, una estructura que dividiera la inmensidad del mundo exterior" del privado, y por ello, par él "nuestros mundos interiores son impensables sin la arquitectura". Quien habla es David Borkenhagen, profesor de psicología de la Universidad de Calgary en Canadá, quien ha explorado la conexión que existe entre los edificios que nos rodean y los sueños a partir de esa obsesión que Carl Jung mantenía con la arquitectura. En un artículo publicado en la revista Aeon, disecciona las construcciones que inspiraron a Jung, en particular una que apareció en sus sueños mientras visitaba Estados Unidos.

El sueño de Jung

En 1909, durante una gira de conferencias con su colega Sigmund Freud, Jung soñó que estaba en el salón de una casa de dos pisos. "La habitación estaba llena de muebles antiguos y cuadros colgados en las paredes", relata Borkenhagen. "Al explorar el salón, descubrió unas escaleras que conducían a un sótano. Todo parecía más antiguo en este nivel inferior, con un ladrillo rojo del medievo. Por fin llegó a una puerta pesada que conducía a una escalera de piedra para entrar en una habitación abovedada. Las paredes y el suelo estaban hechos de un ladrillo que databan de la época romana. Adherido a estas losas del suelo encontró un anillo metálico que, al tirar de él hacia arriba, daba paso a otra escalera que llevaba a un piso inferior más. Jung llegó hasta una cueva excavada sobre un suelo de roca. Un espeso polvo cubría el suelo sobre el que estaban esparcidos varios huesos y cerámica rota, como si fueran vestigios de una época prehistórica. En el polvo, Jung halló dos cráneos en proceso de desintegración. Entonces, se despertó".

"La arquitectura de esa casa con la que soñó le sugirió que hay un conjunto compartido de creencias prehistóricas inconscientes"

Este sueño fue una representación alegórica de la teoría del inconsciente colectivo que desarrolló después. "El salón representaba la conciencia del ego, el espacio que habitamos con mayor frecuencia y que poblamos con nuestros mejores objetos: las cosas que queremos que los demás vean", sostiene Borkenhagen. "Pero este piso está construido sobre capas más antiguas, cada una de las cuales representa épocas de la historia intelectual: medieval, romana y griega, hasta la prehistórica. Jung interpretó que el nivel más bajo de la casa significaba que todo conocimiento histórico se basaba en nuestras raíces primarias. En otras palabras, la arquitectura de esa casa con la que soñó le sugirió que, independientemente de todo lo que creamos de manera consciente, hay un conjunto compartido de creencias prehistóricas inconscientes".

Chihiro, Yubaba y la casa de baños

Haciendo un salto en la explicación de este concepto tan importante en la teoría de Jung, merece la pena rescatar la película de El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki, la cual no sabemos si conscientemente asimila y representa estas teorías del psicoanalista suizo, ya que en caso negativo resultaría ser una maravillosa coincidencia. Al margen de lo onírica que se muestra la película a lo largo de todo el film, la descripción del salón en el sueño de Jung es muy similar a las dependencias de Yubaba, la anciana que dirige la casa de baños en la que entra a trabajar Chihiro, y que según las interpretaciones que se han hecho de la película, representa al ego o la conciencia. El salón en el que vive es muy diferente al resto de la casa que regenta, asimilando el estilo occidental en contraste con el resto de la casa, que es de estética japonesa, lo que podría funcionar como una critica a la población nipona, tan influida por lo extranjero como para haberse olvidado de sus propias costumbres.

placeholder Yubaba en su salón,  de aspecto occidental. (Fotograma de 'El viaje de Chihiro')
Yubaba en su salón, de aspecto occidental. (Fotograma de 'El viaje de Chihiro')

Los fans de la película teorizan con que la casa de baños a la que va a parar Chihiro en su conjunto representa de alguna forma al cuerpo humano. Yubaba, que sería la mente consciente, cuida celosamente de un bebé gigante que no para de llorar y exigir cosas, lo que podría ser una alegoría del lado más impulsivo e instintivo del ser humano; incluso, se podría trazar un puente con las teorías psicoanalíticas de Freud u otros psiquiatras como Jacques Lacan, quienes consideran que las experiencias de los primeros años de vida de un individuo acaban siendo determinantes para la forja de su identidad o personalidad.

"Según Jung, las partes de nosotros mismos de las que somos conscientes están influidas por mitos e imágenes preexistentes"

Curiosamente, Yubaba abandona el pueblo en cuanto se hace de día y todos los seres que están a su servicio aprovechan para descansar. ¿Qué mejor metáfora para representar el sueño, el momento del día en el que el yo consciente abandona el cuerpo? Otro de los personajes alegóricos que sirven de apoyo a esta teoría es Kamaji, el anciano que trabaja en las calderas sin descanso. Este podría representar los movimientos involuntarios que el organismo efectúa para mantenernos con vida. Además, el anciano está alojado en las calderas, una estancia localizada en los cimientos del edificio, lo que nos demuestra que su función es imprescindible al tratarse de una casa de baños. Para ser más precisos, Kamaji podría representar el metabolismo humano, la función del cuerpo encargada de realizar los procesos físicos y químicos que son la base de la vida, todo ello a escala ínfima y molecular (no en vano sus fieles compañeros de trajín son unos seres negros de lo más diminutos que al principio parecen motas de polvo).

Un arquetipo para representarnos a todos

La arquitectura para Miyazaki, el director de la película, es un elemento esencial dentro de la narración. Además, esta se presenta bajo fórmulas fantásticas u oníricas, lo que la liga directamente con el mundo de los sueños. En otra de sus películas más exitosas, el propio espacio arquitectónico lleva todo el peso de la narración, como es El Castillo Ambulante (2004). Sea como sea, el cineasta parece estar muy ligado a las teorías de Jung, que en el caso de El viaje de Chihiro aparecen a su vez relacionadas con el mundo espiritual o de los dioses. Los personajes que aparecen también son muy arquetípicos (la mujer anciana, el trabajador con sus compañeros recubiertos de hollín, el hermoso dragón en el que se convierte Haku, otro de los personajes principales de la historia que diversas fuentes creen que alegoriza a la fuerza de voluntad...).

Foto: Los acumuladores de orgón que inventó para extraer las energías negativas. (FDA)

"El inconsciente colectivo, inspirado en un sueño arquitectónico, resultó ser uno de los conceptos más influyentes de Jung", señala Borkenhagen. "Según él, las partes de nosotros mismos de las que somos conscientes y que conforman nuestra conciencia del yo, están influidas por mitos e imágenes preexistentes, que Jung llamó 'arquetipos', los cuales pueden ser un anciano sabio, la gran madre, el árbol de la vida... Jung creía que estos fundamentos del pensamiento preexistentes eran lo suficientemente poderosos como para redigiri y afectar a nuestros procesos conscientes incluso hoy en día. Proporcionan un nivel inferior universal a través del cual los humanos comprenden el mundo que les rodea".

placeholder Edificios antiguos de Hong Ya Dong en Chongqing, China, los cuales parecen haber salido de la película de Miyazaki. (iStock)
Edificios antiguos de Hong Ya Dong en Chongqing, China, los cuales parecen haber salido de la película de Miyazaki. (iStock)

Por tanto, esta puede que sea también una de las causas por las que películas como El viaje de Chihiro nos resultan tan maravillosas, a la par que intrigantes y poderosamente familiares. Es fácil ver elementos de la cultura tradicional japonesa en la nuestra debido, sobre todo, a esos personajes arquetípicos, aunque el país oriental haya tenido una historia muy diferente y sus habitantes tengan otros valores éticos o morales traducidos en una serie de costumbres que no sean para nada como las nuestras. Y, por ello, sive de argumento de peso para comprender la vigencia de ese inconsciente colectivo junguiano que, a pesar de no haber sido refrendado por la ciencia ortodoxa y empírica, pues es metódicamente imposible de demostrar que exista o nos influya, inspira a día de hoy muchas sesiones de psicoterapia en el mundo.

Lo más curioso es que la primera intuición que tuvo el psicoanalista de la existencia de ese inconsciente colectivo fue a través de los sueños y bajo la representación de una casa antigua y abandonada. Al igual que Mayazaki a la hora de criticar esa pérdida de valores profundamente arraigados, que sin embargo sobreviven al paso de los siglos y seremos incapaces de abandonar.

El gran Tom Waits decía que todos somos inocentes cuando soñamos. Sin quererlo, somos rehenes de nuestros sueños, que casi siempre toman un edificio o construcción como escenario. La forma en la que se presenta la arquitectura en nuestras creaciones oníricas guarda siempre un halo mágico. A veces, las estancias en las que nos encontramos son conocidas. En ocasiones, esa sensación de familiaridad es solo una fantasía: podemos soñar con un apartamento en el que nunca hemos vivido, pero transferir en él sin querer los sentimientos nostálgicos que nos retrotraen a un lugar de nuestro pasado. Y, del mismo modo, podemos alucinar con hipotéticas visiones de nuestro futuro: una estancia horadada en una cueva de alguna montaña perdida, una casa de campo de varios pisos alojada en algún paraíso natural o un largo corredor que nos lleva hacia una escena a la que tememos más que a nada en el mundo, acabando en la más pura pesadilla.

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