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La ciencia ya sabe qué ocurre en nuestro cerebro cuando tenemos miedo a las alturas
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Lo deciden las neuronas

La ciencia ya sabe qué ocurre en nuestro cerebro cuando tenemos miedo a las alturas

El miedo a las alturas puede resultarnos de lo más racional, pero su forma más intenta (la acrofobia) es definida por los profesionales como un temor "irracional"... Así se desencadena

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Nos referimos a él en singular, pero el miedo es tan plural como personas hay en el mundo. Existen tantos o más formas con la que nuestro cuerpo expresa que comienza a sentirse amenazado. Algunos son tan habituales que su motivo se ha estandarizado, otros tienen que ver con situaciones tan improbables que ni siquiera reparamos en ellos (hasta que la situación improbable sucede), pero hay muchos que parecen no tener explicación, es decir, miedos que no provocan un consenso sobre ellos, sobre cómo evitarlos o afrontarlos. Es así como se habla constantemente de miedos irracionales.

El miedo a las alturas puede resultarnos de lo más racional: no es extraño sentirse amenazados si nuestros pies no se apoyan sobre un suelo (o incluso si ese suelo existe, pero está situado a cientos de metros bajo el suelo de base). Sin embargo, la acrofobia, como se conoce a este miedo en sus expresiones más intensas, es definida por los profesionales como un temor "irracional". Con todo ello, es uno de los miedos más habituales (lo padece, al menos, entre el 5% y 10% de la población mundial).

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Sus síntomas son muy variados, entre los que destacan la ansiedad y los mareos e incluso náuseas. A fin de cuentas, es una respuesta fisiológica incorporada en nuestro sistema nervioso, y este recorre todo nuestro cuerpo, todo nuestro organismo. Si algo le afecta, alterará cualquier rincón que se le antoje para avisarnos. ¿Pero cómo sucede exactamente este proceso en quienes sufren acrofobia?

Desconectando unas células

En otras palabras, el miedo es una forma de aviso que evolucionó con nuestra especie para ayudar a prevenir lesiones por caídas. Y eso es lo que procesa el cerebro a través de las alturas: una posible caída. Para comprender mejor por qué ocurre esto, Wei Shang, de la Universidad Normal de China Oriental en Shanghái, ha dirigido una investigación con resultados que desconocíamos hasta ahora.

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Para ello, Shang y sus compañeros colocaron ratones en una plataforma alta y abierta. Observaron que los animales se acercaban al borde con cautela antes de retroceder o alejarse, un comportamiento similar al de las personas con acrofobia. Al mismo tiempo, midieron su actividad cerebral y fue esto lo que corroboró las hipótesis que a la vista se plantearon.

Los datos de esa actividad revelaron posteriormente que la exposición a las alturas había activado en aquellos ratones las neuronas situadas en un área de su cerebro llamada gris periacueductal. El siguiente paso fue desactivarles estas células. Sin ellas al acecho, los animales empezaron a explorar sin miedo el borde de la plataforma, incluso colgándose de ella y, en algunos casos, hasta cayéndose.

Los objetivos de este hallazgo

Más tarde, Shang y sus colegas encontraron mediante otras series de pruebas que había más activaciones cerebrales: las neuronas situadas en otra estructura del mesencéfalo, el colículo superior, se activaron después de colocar a los ratones en la plataforma alta. Eso les ayudaba a suprimir su miedo a las alturas. Silenciar estas neuronas en otro grupo de ratones, en cambio, aumentó el miedo.

Ahora sabemos que el miedo a las alturas se genera mediante el procesamiento de información sobre esa altura, pero también que se puede inhibir y cómo lograrlo

Resulta que, sobre todo las neuronas del gris periacueductal, reciben directamente información de las neuronas que están el núcleo geniculado lateral, un componente del sistema visual. Silenciarlas cortaba el flujo de esa información (da igual lo que veas, lo que importa es lo que el cerebro procese que ves).

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En conjunto, estos resultados muestran por primera vez cómo se genera el miedo a las alturas: mediante el procesamiento de información sobre la altura. Pero no solo eso, sino que ahora también sabemos que se puede inhibir esta respuesta de miedo, y cómo hacerlo.

"Nuestro objetivo a largo plazo es revelar cómo el miedo fisiológico a las alturas se convierte en acrofobia y desarrollar tratamientos para esta afección", dice el autor principal. Para ello, planean colaborar con psicólogos "para investigar si estos mecanismos también se aplican a los humanos y aclarar la señal visual específica que desencadena el miedo a las alturas y qué circuitos cerebrales detectan la información de altura para iniciar la respuesta conductual".

Nos referimos a él en singular, pero el miedo es tan plural como personas hay en el mundo. Existen tantos o más formas con la que nuestro cuerpo expresa que comienza a sentirse amenazado. Algunos son tan habituales que su motivo se ha estandarizado, otros tienen que ver con situaciones tan improbables que ni siquiera reparamos en ellos (hasta que la situación improbable sucede), pero hay muchos que parecen no tener explicación, es decir, miedos que no provocan un consenso sobre ellos, sobre cómo evitarlos o afrontarlos. Es así como se habla constantemente de miedos irracionales.

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