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La historia subversiva del 'mullet': el peinado de moda que ya se usaba en la Antigua Grecia
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La historia subversiva del 'mullet': el peinado de moda que ya se usaba en la Antigua Grecia

Este estilo ha recorrido la historia social más reciente, pero resulta que lo viene haciendo desde mucho antes como un asunto político

Foto: Bowie durante un concierto en 1973. (Getty/Express/Steve Wood)
Bowie durante un concierto en 1973. (Getty/Express/Steve Wood)

Ya lo dijo la escritora, profesora, artista y activista feminista estadounidense Kate Millett: Lo personal es político. ¿Y qué hay más personal que nuestra propia apariencia? El cuerpo, lo que proyectamos con él, siempre fue una herramienta. La frase que Millet popularizó en los setenta con su libro Política de lo sexual pertenece a aquel contexto, cuando los movimientos estudiantiles y juveniles y el feminismo aunaron fuerzas en las calles, en los espacios públicos, para alcanzar el ámbito privado desde el que muchas personas tomaron conciencia de que las cosas tenían que cambiar. Pero también pertenece a nuestro contexto, en el camino hacia medio siglo después, porque la tarea continua. Desde entonces y hasta ahora, la apariencia ha mutado decenas, quizás cientos, de veces: lo hace a través de eso que llamamos moda. Por eso la moda, como lo personal, también es política. Un corte de pelo no ha dejado de recordárnoslo, aparentemente. Hablamos del mullet.

Todos conocemos a alguien "mulletizado" en 2023, pero si la edad te lo permite, es posible que también recuerdes, en 2023, a otro alguien "mulletizado" hace dos, tres, cuatro décadas. Este estilo ha recorrido la historia social más reciente, la tímidamente pasada, y resulta que lo viene haciendo desde mucho antes. En cualquier caso, lo cierto es que no siempre lo ha hecho en la misma forma. Conocer a alguien (ser ese alguien) "mulletizado" en los setenta era singular. Hacerlo en los ochenta, mucho más simple. En los noventa, la ilusión que te castigaba a la etiqueta de "quinqui". Durante todos aquellos años, cortarse el pelo así significó múltiples posibilidades, a veces opuestas y degradadas (nunca mejor dicho) entre sí.

Foto: Fotograma de Veronica Lake en la película 'This Gun for Hire' estrenada en 1942.

¿Pero cómo es "así"? Lo podemos ver hoy. De Zendaya a Paul Mescal, dos de los actores más relevantes en la actualidad, el mullet consiste fundamentalmente en llevar la parte de delante de tu cabello muy recortada (flequillo y laterales) y la parte de atrás más larga y frondosa. A partir de ahí, las derivaciones pueden incluir un sutil rapadito a los lados o mechones bien largos cayendo por la nuca. En inglés, un mullet es también un salmonete. No sabemos muy bien en qué estarían pensando los Beastie Boys, una banda estadounidense de hiphop fundada en 1981 en Brooklyn, cuando lo apodaron con su álbum Mullethead de 1994. En ese momento, el mullet ya era todo y nada al mismo tiempo.

De fines utilitarios a la retórica racista

Su origen, en realidad, parece remontarse miles de años, hasta las antiguas civilizaciones de Egipto y Grecia. Los primeros ejemplos del salmonete (vale, del mullet) aparecen entre guerreros. De hecho, el propio Homero escribió sobre hombres que llevaban "los mechones cortados y el pelo largo en la nuca" en La Ilíada. Si lo piensas, el resultado recuerda en cierto modo a un casco.

Como explica Kurt Suchman en Xtra, "en sus primeras etapas, se entendió con fines utilitarios: para mantener el cuello protegido del frío y el sol sin obstruir la vista. Como resultado, el estilo se reservó para los hombres de clase trabajadora que realizaban trabajos físicos y a los soldados". La utilidad como motivo también es a menudo política.

placeholder Hombre con mullet. (EFE)
Hombre con mullet. (EFE)

Stefan Hans, profesor titular de Historia Moderna Temprana en la Universidad de Manchester, lo descifra en The Conversation siguiendo la estela histórica. Hans se sitúa en el siglo XVII y muestra cómo para entonces este corte de pelo ya se había convertido en Europa en "una retórica utilizada para legitimar el uso posterior de la violencia contra los nativos americanos".

"Lo otro, lo lejano, lo inaudito"

En 1622, señala este historiador, un tal Edward Winslow, describió que el líder nativo americano Abenaki llamado Samoset tenía: "el pelo de la cabeza negro, largo atrás, uno corto delante, ninguno en la cara". Continuó asegurando al respecto que "los salvajes" eran "de tez como nuestros gitanos ingleses, con el pelo de la cabeza largo hasta los hombros y un solo corte por arriba". Winslow era, por supuesto, un colono.

placeholder  Jane Fonda fotografiada en 1969 .(Getty/Express/Norman Potter)
Jane Fonda fotografiada en 1969 .(Getty/Express/Norman Potter)

Winslow coincidió en el tiempo con el artista renacentista Albrecht Dürer, para el que la combinación de cabello corto y largo era "un espectáculo exótico bastante desconcertante". En 1521 dibujó a unos soldados y campesinos irlandeses, entre los que algunos parecen mostrar algo parecido al mullet. De una referencia a "lo otro, lo lejano, lo inaudito" y por ende que "requiere" de invasión, sometimiento y civilización, se había tornado parte de las propias esferas que componían la sociedad invasora cuando apareció en la mismísima nobleza inglesa. "Al igual que los cambios en la ropa, la popularidad extranjera de los peinados estilo mullet relató un mundo de nuevas conexiones globales", en palabras de Hans.

Según apunta el profesor, monarcas como Felipe IV en España incluso prohibieron a los hombres usar "suntuosos flecos y mechones" en 1639. De esta forma, el peinado se fue asociando al castigo y la humillación. Más tarde, las autoridades alemanas, por ejemplo, condenarían a los rebeldes a afeitarse parcialmente, como cortarse la mitad de la barba cada 14 días y dejar crecer la otra mitad. Paralelamente, se iba haciendo clave como una forma de defensa de los pueblos que desde Europa pretendían eliminar. Una reivindicación.

Jugar con la identidad

De ella nos olvidamos hoy cuando pensamos en el mullet como otra reivindicación, la que llegó con su resurgimiento en la segunda mitad del siglo XX. Fue David Bowie quien lo recuperaría a comienzos de los años 70, cuando apareció con él como parte de su look para presentar al personaje de Ziggy Stardust al que interpretó durante el año que duró la gira de su álbum conceptual The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars.

Con él, Bowie quiso subvertir las normas históricas establecidas para cada género. Es el culmen de su universo artístico como proclama: jugar con la identidad. Para ello, entendió que el peinado era otro elemento indispensable de la apariencia para alcanzar una forma de ser, y ninguno representaba esa androginia mejor que el mullet. Pero largo y también corto, la fusión de los peinados típicamente masculinos y femeninos. El público le empezó a llamar "el dandy diva".

Fue esa capacidad de subversión la que llevó a muchas feministas de la segunda ola a incorporarlo. Con ello, además, el mullet volvía al escenario real de las personas oprimidas, aunque desde el éxito con Bowie, el de la ficción (la imaginación) o lo que gira en torno a ella seguiría siendo un trampolín para conseguirlo: Jane Fonda en su papel estelar como prostituta convertida en detective Bree Daniels en la película Klute de 1971, la cantante de I Am Woman Helen Reddy, o Florence Henderson como Carol Brady en The Brady contribuyeron al cambio, y todas las que las siguieron: "Desde la banda de hard rock New York Dolls hasta pioneras estrellas de rock femeninas como Joan Jett y Cherie Curie de Runaways o Suzi Quatro, el mullet fue una tarjeta de presentación para aquellos que buscaban rechazar los estándares de belleza convencionales", dice Suchman.

¿Un símbolo de masculinidad?

En la década de los ochenta también lo mostraron Cher, Patti Smith o Joan de The Runaways. Sin embargo, las mujeres que verdaderamente lo hicieron suyo fueron las lesbianas, recuerda Suchman. Sin embargo, paralelamente, el sistema mediático de lo cultural que no dejaba de ganar fuerza y poder de persuasión, intentó darle la vuelta porque su popularidad estaba resultando peligrosa para un sistema afianzado en el binarismo (de clase, de raza, de orientación sexual, de género...): se buscó convertir el mullet en un símbolo de masculinidad.

placeholder Escena de la película Dirty Dancing.
Escena de la película Dirty Dancing.

Bruce Willis, Mel Gibson, Jean Claude Van Damm o Chuck Norris Patrick Swayze o George Clooney a través del cine y Mick Jagger, Rod Stewart o Paul McCartney en los escenarios dibujaron a aquel intento de "hombre ideal", colonizando otras opciones, otros prototipos e incluso otras realidades. Pero el mullet siempre estuvo lejos de las normas y de su capital. Quizás por eso mismo, cuando además la "gente corriente" empezó a peinarse como las personas a las que admiraban, lo mainstream volvió a rechazarlo rápidamente.

Si llevabas un mullet a finales de los ochenta en Estados Unidos te llamaban red neck. En España, te decían quinqui o cani. Eran adjetivos impuestos a la gente que quedaba "fuera", de la misma forma que siglos atrás harían los blancos con los hombres indígenas, salvando las distancias. A muchos, por supuesto, ya no le importaba porque en eso consiste la reivindicación. Las periferias, los pueblos y los barrios se llenaron de mullets, y los flamencos más jóvenes lo adoptaron en honor a Camarón. En los últimos años, la gente ha vuelto a él. Ahora, su lección simbólica llega a las revistas de moda de todo el mundo. "Business in the front, party in the back" (negocios por delante, fiesta por detrás) habían dicho de este corte alguna vez.

Ya lo dijo la escritora, profesora, artista y activista feminista estadounidense Kate Millett: Lo personal es político. ¿Y qué hay más personal que nuestra propia apariencia? El cuerpo, lo que proyectamos con él, siempre fue una herramienta. La frase que Millet popularizó en los setenta con su libro Política de lo sexual pertenece a aquel contexto, cuando los movimientos estudiantiles y juveniles y el feminismo aunaron fuerzas en las calles, en los espacios públicos, para alcanzar el ámbito privado desde el que muchas personas tomaron conciencia de que las cosas tenían que cambiar. Pero también pertenece a nuestro contexto, en el camino hacia medio siglo después, porque la tarea continua. Desde entonces y hasta ahora, la apariencia ha mutado decenas, quizás cientos, de veces: lo hace a través de eso que llamamos moda. Por eso la moda, como lo personal, también es política. Un corte de pelo no ha dejado de recordárnoslo, aparentemente. Hablamos del mullet.

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