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La historia olvidada de las Chicas del radio: muertes por intoxicación y una lucha sin precedentes
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La historia olvidada de las Chicas del radio: muertes por intoxicación y una lucha sin precedentes

Para iluminar el tiempo en un mundo cada vez más acelerado, durante la segunda y la tercera década del siglo XX, las fábricas emplearon a decenas de mujeres que debían pintar relojes con radio

Foto: Una trabajadora pinta un reloj con radio. (Wikimedia)
Una trabajadora pinta un reloj con radio. (Wikimedia)

El tiempo parecía algo mágico a comienzos del siglo XX. No es que entonces fuera distinto a cualquier otro tiempo, pero brillaba como nunca antes. En aquel momento en que la producción en masa se desplegaba como determinante social, las fábricas se llenaron de trabajadores y trabajadoras para crearlo: hacer relojes ya no era una tarea artesana y esporádica, quien no tuviera un reloj empezaba a estar perdido en un mundo que se planteaba cada vez más ligero. Llevar encima un reloj era absurdo cuando llegaba la noche, había que buscar la forma de que no hubiera excusas para llegar tarde. Qué coincidencia que Marie Curie acababa de descubrir el radio en 1898. Qué coincidencia que aquel elemento químico se iluminara en la oscuridad. ¿Qué hay más inmediato que la luz? Qué coincidencia que, a diferencia de los laboratorios, en tantas fábricas ya trabajaran mujeres…

Cuando la propia Marie Curie murió en 1934, las autoridades francesas pensaban que su cuerpo era tan radiactivo que tuvo que ser enterrada en un ataúd revestido de plomo. Para llegar a descubrir la radiactividad, la científica estuvo expuesta durante décadas a ella. Descubrió un potencial infinito, tanto que dio forma al futuro; pero luego, claro, también se descubrió su peligro. Para eso, fueron necesarios los cuerpos y las vidas de otras muchas mujeres.

Foto: Fotografía de una chica enferma de tuberculosis, por Henry Peach Robinson. (Wikimedia)

Las llamaron las 'radium girls', o las chicas del radio. En realidad, mujeres jóvenes para las que el sistema masculino las situó en los puestos del "trabajo minucioso", véase tintar con este elemento las agujas y los números de un reloj, de uno tras otro. Esta es una historia de explotación laboral, de sollozos y heridas abiertas, de fraudes y de una victoria colectiva que aún hoy sigue sin reconocimiento.

La potencia del radio

Lo primero que hay que saber para adentrarnos en ella es que el único isótopo estable del radio es el radio-226, que tiene una vida media de 1.600 años. Mientras dure, cualquier muestra del mismo emitirá partículas alfa en todas las direcciones. Si bien es cierto que es inofensiva en pequeñas dosis, si el radio está presente constantemente cerca de nosotros, puede atravesar células humanas o acomodarse en el torrente sanguíneo o una membrana mucosa como las encías. Si eso ocurre, se convierte en una ametralladora microscópica para los tejidos del cuerpo: el radio dispara partícula tras partícula a muy corta distancia, mutando y matando las células a su alrededor. La luz no es más que una muestra de su potencia.

placeholder Laboratorio de cristalización de radio en Orange, Nueva Jersey. (Wikimedia)
Laboratorio de cristalización de radio en Orange, Nueva Jersey. (Wikimedia)

Pues bien, estamos a mediados de la segunda década del siglo XX, en Estados Unidos. Chicas adolescentes acaban de acceder a su primer trabajo, otras algo mayores creen haber encontrado un puesto con mejores condiciones que otros por los que han pasado como mano de obra barata. Todas entras en una fábrica, se acomodan en sus asientos por hileras. Cogen un pincel minúsculo, cogen un reloj, acercan sus ojos, observan detenidamente que el radio no se escurra. Solo tienen que pintar así los números del reloj, y sus agujas. Pasan horas y horas y horas con esta tarea. Cuantos más relojes marquen con el radio, mejor… Creían.

La historia de los productos radiactivos que conquistaron el mercado durante la década de 1920 puede parecer hoy tan solo una anécdota curiosa y absurda, pero queda mucho de nuestro presente en las consecuencias que estos tuvieron.

Un peligro expuesto

Aunque Marie y Pierre Curie habían identificado el elemento por primera vez en 1898, no fue hasta 1910 que Marie consiguió aislar con éxito una muestra para trabajar con ella. La pareja no tardó en darse cuenta de que su descubrimiento era peligroso, de hecho, Marie se provocó varias quemaduras intentando manipularlo. Pese a ello, la comunidad científica del momento consideró que un poco del material podía llegar a ser, incluso, bueno para la salud humana.

placeholder Anuncio de productos cosméticos con radio. (Wikimedia)
Anuncio de productos cosméticos con radio. (Wikimedia)

A principios del siglo XX, cientos de miles de personas bebieron agua tónica con infusión de radio, por ejemplo, o se cepillaron los dientes con pasta dental con radio y algunas mujeres hasta usaron cosméticos con radio que prometían una piel brillante. Desde luego, lo cumplía, pero la idea era de todo menos brillante. Mezclado con la pintura, el radio resulta que seguía brillando incluso tras la exposición a la luz: ¡Éxito!

Inmediatamente, en el país norteamericano se crea la United States Radium Company que, con sede Orange, Nueva Jersey, pondría a sus trabajadoras a pintar las esferas de los que pasaron a denominar "relojes luminosos", el último artilugio "avanzado" del ejército estadounidense. Mientras los hombres eran llamados a filas, las mujeres acudían en fila a trabajar en la industria: "Con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial el 6 de abril de 1917, algunos vieron su trabajo como una contribución patriótica al esfuerzo bélico", explica Arlene Balkansky en un artículo para la Biblioteca del Congreso.

Sin protección

Del plano bélico pasó a un plano de lo cotidiano… Todo el mundo quería un reloj, encendido, todo el mundo quería ser una luciérnaga. El mercado se expandió con una nueva compañía, Radium Dial, que abrió en Ottawa, Illinois, a finales de 1922. Para entonces, aún se apostaba más por los beneficios que por los inconvenientes del elemento estrella. Sin embargo, algo empezó a cambiar: La alta dirección de USRC, escriben Lee D'Amato en The Archive, era muy consciente de "los peligros inherentes a la manipulación de materiales radiactivos", y hacía todo lo posible por evitar tocarlos ellos mismos.

A las trabajadoras, sin ningún tipo de protección, "se les hacía lamer sus pinceles para hacer la punta más fina y garantizar el trazo en cada detalle"

En ese sentido, los hombres que trabajaban para la empresa, como explica Richard Stockton en All that interesting, se colocaron delantales de plomo para protegerse. A las dependientas, mientras tanto, no se les dio protección de ningún tipo. Las pintoras de esferas tenían que mezclar la pintura ellas mismas y luego aplicarla a las minúsculas esferas de los relojes con pinceles de pelo de camello de punta fina. Aquellos pelos se separaban, se iban cayendo, se secaban... Y entonces, "se les hizo lamer los pinceles" para que no ocurriera.

placeholder Trabajadoras de radio. (Wikimedia)
Trabajadoras de radio. (Wikimedia)

"La razón que dio la compañía para esta diferencia fue que los ingenieros masculinos manejaban grandes paquetes de materia prima, mientras que las chicas nunca estaban expuestas a más de una pequeña cantidad a la vez. Día tras día, durante la guerra, y durante muchos años después, las chicas del radio pintaron esferas y relojes militares y civiles, lamiendo sus pinceles y manipulando frascos de tintura de radio con el mismo descuido con el que manipularían cualquier otro tipo de pintura", apunta Stockton.

Cuando las trabajadoras se revelaron

Poco a poco, empezaron a aparecer los primeros síntomas de aquel modo de trabajo. Primero, algo de anemia, sensación de cansancio que no disminuía; más tarde, mandíbula radial (deterioro de los huesos de la mandíbula), heridas abiertas que parecían no cicatrizar nunca, y… al final, tumores cancerígenos mortales. Lo que en un principio hasta era motivo de risas, llegar a casa "iluminadas", acabó en un acto conjunto sin precedentes. Todas estaban enfermando, viendo a sus compañeras morir lentamente, así que cinco de ellas demandaron en 1927 a la US Radium Corporation.

Por supuesto, nunca parecían suficientes pruebas cuando se trataba de unas cuentas mujeres acudiendo a los juzgados. Su caso, recuerda Balkansky, se vio obstaculizado por un estatuto de limitaciones de dos años. "Después de que las mujeres testificaran entre enero y abril de 1928, a la US Radium Corporation se le concedió un aplazamiento hasta septiembre. El retraso provocó una reacción violenta de las críticas de los periódicos".

Toda una década duró aquella lucha contra un sistema de poder dominado por hombres. Mientras, más y más mujeres de otras sedes y fábricas se unieron a la causa. Al tiempo que se unían, otras morían a causa de la radiactividad que todas llevaban latente en sus cuerpos.

Gracias a la demanda de aquellas mujeres, y la publicidad de primera plana que generó, no solo se dignificaron las vidas de las que habían sido asesinadas por un sistema laboral que no las protegía, también se consiguieron avances futuros

Uno de los casos más impactantes fue el de Catherine Wolfe Donohue. En 1938, después de otros testimonios ante la Comisión Industrial de Illinois, Donohue también testificó, pero lo hizo postrada en la cama. Las portadas de los principales periódicos del país llevaron su imagen, y las pintoras de diales de Ottawa ganaron el caso. Donohue murió el 27 de julio de 1938. El 23 de octubre de 1939, la Corte Suprema de los Estados Unidos se negó a escuchar la apelación final de la empresa y se confirmó el fallo del tribunal inferior: las trabajadoras merecían derechos laborales, dignidad, seguridad.

Gracias a la demanda de las 'Radium Girls' y la publicidad de primera plana que generó, no solo se dignificaron las vidas de las trabajadoras que habían sido asesinadas por un sistema laboral que no las protegía, ni solo transformaron las vidas de las trabajadoras que sobrevivieron. También permitieron grandes avances para las vidas de todas las trabajadoras y trabajadores hasta hoy.

En 1949, el Congreso estadounidense aprobó un proyecto de ley que garantizaba la compensación por enfermedades profesionales y amplía el estatuto de limitaciones. Además, se realizaron otros cambios clave en las leyes laborales existentes en la época, teniendo en cuenta "enfermedades ocupacionales" e incluyendo normas de seguridad. Fuera de la industria, el caso de las obreras del radio llevó a la comunidad científica a investigar más a fondo los efectos de este elemento. En un giro triste pero esperanzador, todas ellas se hicieron "más fuertes que los huesos que se rompieron dentro de sus cuerpos; más poderosas que el radio que las mató o las empresas que mintieron descaradamente entre dientes", como señala Kate Moore en su libro The Radium Girls.

El tiempo parecía algo mágico a comienzos del siglo XX. No es que entonces fuera distinto a cualquier otro tiempo, pero brillaba como nunca antes. En aquel momento en que la producción en masa se desplegaba como determinante social, las fábricas se llenaron de trabajadores y trabajadoras para crearlo: hacer relojes ya no era una tarea artesana y esporádica, quien no tuviera un reloj empezaba a estar perdido en un mundo que se planteaba cada vez más ligero. Llevar encima un reloj era absurdo cuando llegaba la noche, había que buscar la forma de que no hubiera excusas para llegar tarde. Qué coincidencia que Marie Curie acababa de descubrir el radio en 1898. Qué coincidencia que aquel elemento químico se iluminara en la oscuridad. ¿Qué hay más inmediato que la luz? Qué coincidencia que, a diferencia de los laboratorios, en tantas fábricas ya trabajaran mujeres…

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