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¿Forzar la sonrisa puede ayudarnos a ser más felices? La ciencia responde
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¿Forzar la sonrisa puede ayudarnos a ser más felices? La ciencia responde

"Dientes, dientes, que es lo que les jode", dijo una vez Isabel Pantoja y, desde entonces, hecho y dicho, la frase se fue directa a nuestro imaginario colectivo. ¿Tiene algo de cierta?

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"Dientes, dientes, que es lo que les jode", dijo una vez Isabel Pantoja y, desde entonces, hecho y dicho al canto para el imaginario colectivo y más allá. No es que la famosa cantante inventara esa idea de que la sonrisa es un arma, en este caso, contra la envidia, pero dio con las palabras exactas para convertirla en estandarte.

Antes de aquel comentario suyo, y después de que este rebotara en boca de toda la sociedad española, otro famoso (aunque en este caso no humano, sino la caricatura más básica de cualquier humano) simboliza el poder de la sonrisa: Smiley fue diseñado por Harvey Ball en apenas 10 minutos, aseguraba siempre el propio autor, pero parece haber quedado para siempre. ¿Es esto mismo lo que sucede cuando se trata de un gesto cotidiano? Como cualquier gesto, el cuerpo puede llevarlo a cabo de manera mecánica. Venga, sonriamos, pero y ahora qué.

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Podemos sonreír, simplemente, motivados por la misma idea que la Pantoja, pero en ese caso, tendríamos que plantearnos qué es exactamente una sonrisa; si tanto se la asocia con la felicidad que puede ser envidia para otros, porque muchas veces no se es feliz cuando sonreímos. ¿Es acaso una mentira? ¿De verdad el acto de sonreír puede engañarnos, como parecen recordarnos la cantante y Smiley, para que nos sintamos felices? Sonriamos, vamos a ver.

Un estudio como modelo

En 1988, un estudio citado con frecuencia hasta la actualidad indicó que, de hecho, es posible sentirse más feliz simplemente curvando los labios en una sonrisa. Los autores del mismo habían notado previamente que cuando se les pedía a los participantes de su experimento que sostuvieran un bolígrafo entre los dientes de manera que el objeto les forzara una sonrisa en sus rostros, encontraban más divertidos los cómics de The Far Side de Gary Larson, en comparación con cuando se les pedía que sostuvieran un bolígrafo entre los labios para hacer una cara de puchero. ¿No era asombroso? La psicología también parecía poder moldearse, automatizarse, en la carrera por el futuro.

placeholder Ball (sentado) en una firma de productos con su logotipo de Smiley en 1998. (Wikimedia)
Ball (sentado) en una firma de productos con su logotipo de Smiley en 1998. (Wikimedia)

Por entonces, lo que se creyó es que un bolígrafo podía activar los músculos en torno a tu boca o, lo que es lo mismo, los músculos de la sonrisa, engañando así al cerebro. Lo denominaron "hipótesis de retroalimentación facial". Al explicar el fenómeno, Murray Grossan, otorrinolaringólogo de Los Ángeles, aseguraba a NBC News: "Cuando sonríes, el cerebro ve la (actividad) del músculo y asume que está sucediendo el humor".

Ahora, publicado en Nature Human Behavior, un nuevo estudio al respecto, sugiere que podría haber algo de certeza en eso de "fingir el humor" o, quizás, la felicidad hasta que se haga cierta. Vamos, como eso de que si nos creemos nuestra propia mentira podemos convertirla en verdad.

Influyendo en las emociones

Para empezar a comprender esta curiosa tendencia, cabe señalar que los participantes en el experimento de 1988 no fueron conscientes del objetivo del mismo. De hecho, los investigadores les mintieron, diciéndoles que el objetivo era idear métodos que permitieran a las personas discapacitadas escribir. "Sonreír podría influir en las emociones, incluso si los participantes no sabían que en realidad estaban sonriendo", explicaba en ese sentido Nicholas Coles, científico investigador de la Universidad de Stanford y autor del estudio más reciente, en una entrevista para NPR en 2019.

Investigaciones paralelas apuntan que las personas que trabajan de cara al público y que, por ello, se ven obligadas a dibujar una sonrisa en sus rostros tan pronto como están trabajando, se sienten más agotadas y deprimidas

Tres años antes, en 2016, más de 15 laboratorios se esforzaron por replicar los resultados del estudio de 1988. Todos fracasaron. ¿Fingir la felicidad era de verdad tan fácil? ¿Servía de verdad para algo? ¿Llevaba de verdad a la felicidad misma? Había más dudas que defensas sobre la conclusión del estudio anterior.

A ello se unía otro contrapunto: otras investigaciones paralelas apuntaban que las personas que trabajan de cara al público (dependientes de tiendas, camareros, trabajadoras y trabajadores de la limpieza y similares) y, por ello, que se ven obligadas a dibujar una sonrisa en sus rostros tan pronto como están trabajando, se sienten más agotadas y deprimidas. Como un estudio publicado en 2019 en Journal of Occupational Health Psychology que afirma que esta sonrisa impuesta les podría pasar factura, concretamente en forma de un exceso en el consumo de alcohol tras la jornada laboral.

La hipótesis de la retroalimentación facial

En otro intento de salir de dudas, un estudio en 2018 había añadido al arco de redención de la hipótesis de la retroalimentación facial cuando, ahora sí, reprodujo los resultados del estudio de 1988; pero los resultados esta vez venían con advertencia: los participantes se pusieron felices como consecuencia de sonreír solo cuando no estaban siendo observados. Poco después, en 2019, un metanálisis de 138 estudios también logró, hasta cierto punto, redimir el estudio de 1988, pero no era un punto final para el debate.

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(iStock)

Los investigadores del presente estudio volvieron a intentarlo una vez más: replicar el modus operandi de aquella especie de modelo que luego pareció no serlo tanto y de nuevo sí. Así, dividieron a sus participantes en tres grupos: a uno se le pidió que replicara el método de la pluma en la boca del estudio de 1988; al segundo se le dijo que imitara expresiones de los actores sonrientes; el tercer grupo fue dirigido a usar sus músculos faciales para levantar sus mejillas mientras curvaban las comisuras de sus labios en dirección a sus orejas.

Los resultados sacaban a relucir nuevas premisas: el primer grupo no quedó muy convencido en términos de engañar a sus cerebros para que sintieran alegría. Los otros grupos, sin embargo, parecían haber terminado algo más felices. La hipótesis de la retroalimentación facial cobraba fuerza.

Sobre la depresión sonriente

"Algunas personas creen que la experiencia emocional es muy cognitiva, que está impulsada únicamente por nuestras evaluaciones de lo que sucede en el mundo. Sin embargo, este trabajo sugiere que también es fisiológico", señala ahora Coles, quien es el autor principal del presente estudio. "La experiencia emocional parece estar construida, en parte, a partir de la retroalimentación o sensaciones del sistema nervioso periférico. El corazón acelerado puede hacer que las personas se sientan ansiosas, el ceño fruncido puede hacer que se sientan enojados y el estiramiento de una sonrisa puede hacer que se sientan felices".

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Con esta cuestión de fondo, lo cierto es que en los últimos años cada vez destaca más el concepto de depresión sonriente. Si bien no es un diagnóstico clínico, toma valor en el marco del reconocimiento de la salud mental más reciente. Para ser exactos, la profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Vanessa Rodríguez Pousada sostiene en un artículo que el término depresión sonriente "hace referencia a los cuadros depresivos que cursan con la sintomatología típica asociada a dichos trastornos, pero en los cuales el sujeto diagnosticado muestra un afán de ocultamiento".

No es raro, apuntan desde Very Well Mind, que las sonrisas escondan situaciones personales complejas: las personas tienden a mantener su depresión en privado, por querer proteger su privacidad o, incluso, por temer el juicio de los demás. "Existen muchas razones personales y profesionales por las que las personas ocultan sus síntomas de depresión y pueden enmascararlos con una sonrisa". Tal vez tu sonrisa está "jodiendo" a los demás, tal vez también te está "jodiendo" a ti.

"Dientes, dientes, que es lo que les jode", dijo una vez Isabel Pantoja y, desde entonces, hecho y dicho al canto para el imaginario colectivo y más allá. No es que la famosa cantante inventara esa idea de que la sonrisa es un arma, en este caso, contra la envidia, pero dio con las palabras exactas para convertirla en estandarte.

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