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Tener un "mejor amigo" no es algo natural: la historia de una construcción social reciente
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Tener un "mejor amigo" no es algo natural: la historia de una construcción social reciente

Aunque desde el principio de los tiempos ha habido lazos de amistad entre seres humanos, no se comenzó a hablar de una sola persona favorita hasta hace menos de un siglo

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Si tienes un mejor amigo o amiga, es posible que defiendas a ultranza la naturaleza de vuestro vínculo. ¿Solo uno? Sucede que aquellas cosas que más definen nuestra personalidad tienden a ser "las mejores" para nosotros: una canción, una persona o una película. Pero, en realidad, si de verdad te gusta el cine, la música o las relaciones humanas, te costará bastante decantarte por una sola de ellas. Se trata de una bella contradicción. Cuanto más valoramos algo concreto, más tendemos hacia lo absoluto. En caso de saber a ciencia cierta y sin pensar mucho quién es tu mejor amigo, te gustará reflexionar sobre la naturaleza de vuestro lazo, ya que como sucede con tantas otras nociones de nuestro mundo afectivo, parte de una construcción social bastante consolidada.

De media, todos tenemos 7 mejores amigos. Así lo cifra un estudio de 2019 realizado por Snapchat que entrevistó a 10.000 personas de entre 13 y 75 años de varios países localizados en distintos continentes. A simple vista, estos parecen más que suficientes, incluso demasiados. Claro que, el significado de la palabra "amistad" varía entre diferentes culturas. Podría resumirse, en su forma más pura e intensa, como una especie de amor fraternal por alguien que no es de nuestra familia; de manera más informal, un amigo es aquel que conocemos desde hace años, en quien confiamos y con quien nos gusta pasar momentos divertidos o bonitos. Pero no nos engañemos: un amigo es, en el fondo, una construcción social que hemos reproducido a partir de lo que nos han enseñado o hemos visto a nuestro alrededor. Es decir, no existe un "mejor amigo o amiga" en esencia, sino que somos nosotros los que ponemos esta categoría para priorizar a cierta persona en nuestra lista de contactos sociales.

"La amistad se consideraba un fenómeno mayoritariamente masculino"

En pleno siglo XXI, hay diversos productos culturales de masas que nos han inculcado el valor de tener un "mejor amigo". Aquellos que crecieron en los 2000, es decir, los últimos millennials y los primeros centennials, fueron instruidos en el valor de una amistad única y verdadera con películas como El Señor de los Anillos o Harry Potter. Es frecuente que, en estas narraciones fantásticas, los grandes conflictos se resuelvan y los malos malignos sean derrotados justo cuando los amigos realizan una demostración de su amistad genuina, luchan juntos o dan la vida los unos por los otros. Este "uno para todos y todos para uno" ya lo inventó Alejandro Dumas en el XIX, y aunque en su grupito eran cuatro con D'Artagnan, seguramente cada uno de esos mosqueteros se referían a cada uno de ellos como "mi mejor amigo".

Una convicción vale por una amistad

En cualquier caso, a los mosqueteros les unía una convicción más fuerte que su amistad. En el mundo cotidiano del siglo XXI estos valores quedan difuminados en las cualidades personales positivas en las que cada uno decidimos perseverar y que hacen que florezca esa amistad. No tenemos amigos per se, sino que nuestra amistad viene vinculada a lo que creemos y a partir de ahí encontramos a personas en el camino que comparten esos mismos valores: un hobby, una ideología, una misma sensibilidad estética o una aspiración vital compartida. En cualquier caso, merece la pena hacer un repaso por la historia para comprender que ese "mejor amigo" no es uno, sino muchos, y que realmente es una categoría afectiva relativamente nueva. Antes no se llamaba así a ese Sam Gamyi o Ron Weasley personal que tenemos todos.

"A medida que los círculos sociales grandes se volvieron más comunes, las personas comenzaron a elevar en importancia una 'mejor' conexión"

Barbara Caine, historiadora de la Universidad de Sydney y autora de Friendship: A History apunta que, antes de mediados del siglo XX, se solía usar el término "amigos queridos" o "amigos sentimentales". Nunca "mejores amigos". Así lo sostiene en un reciente artículo de Jaya Saxena en The Atlantic que explora esta genealogía de la amistad, la cual viene muy marcada por la adquisición de derechos de la mujer en la vida social. "La amistad se consideraba un fenómeno mayoritariamente masculino", observa. "Pero después de la Revolución Industrial, la urbanización hizo que más hombres y mujeres comenzaran a ir a la universidad, a trabajar en nuevas industrias, acudir a clubes sociales y a vivir fuera del hogar familiar. El círculo social de la persona pronto se expandió".

Foto: Foto: Reuters/Jon Nazca.
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Si nacías hombre y formabas parte de esa gran mayoría poblacional que vivía en la pobreza, tus destinos vitales apuntaban a tres sentidos: la fábrica, la iglesia o el ejército. Y estos lugares eran poco propicios para la amistad; sí para el compañerismo, pero no para desarrollar y afianzar un lazo fuerte con una sola persona a la que llamar "mejor amigo". Aun así, subrepticiamente, es lógico que salieran vínculos muy parecidos a lo que hoy denominamos como "mejor amigo", pero no estaban tan instaurados socialmente como ahora, ya que hemos vivido un proceso cultural surgido en la segunda mitad del siglo XX en el que desde la publicidad hasta el cine han metido en nuestra cabeza la idea de esta categoría afectiva.

¿Pareja, mejor amigo o amigo sin más?

"A medida que los círculos sociales grandes se volvieron más comunes, las personas comenzaron a elevar en importancia una 'mejor' conexión", apunta Saxena. "A mediados y finales del siglo XX, los movimientos feministas defendieron la amistad femenina, lo que llevó a que muchas mujeres la asignaran una importancia particular. El término 'mejor amigo' se hizo popular en la psicología infantil, la ficción, la publicidad y la música comercial". Evidentemente, dentro del marco de una cultura heteronormativa, la categoría adquiere un cariz muy interesante: un mejor amigo o amiga en el pasado, dependiendo de cuál sea tu sexo biológico, puede ser el pretexto para evitar el yugo de los prejuicios homófobos o de una vida dedicada al matrimonio.

"Buscar a un solo mejor amigo puede ser doloroso, ya que deberíamos priorizar a uno sobre otros o no tiene por qué ser un sentimiento recíproco"

Aquellos primeros mejores amigos debieron entender su vínculo como algo mucho más subversivo para el sistema que les tocó vivir, ya que su lazo permitía que fueran libres cada uno por su cuenta sin plegarse al matrimonio monógamo (en caso de no compartir un mismo sexo biológico) o que les persiguieran (en caso de ser de sexos distintos). Algo así sucedió con la filósofa Simone de Beauvoir y Elizabeth Lacoin, más conocida como Zaza, quienes compartieron una fructífera amistad en la que cada una hacía su vida sin entrar demasiado en la de la otra.

Foto: Simone de Beauvoir en 1955.

Ahora bien, ¿por qué tener un solo mejor amigo no es natural, ni antes ni ahora? ¿Por qué siempre nos referimos a varias personas como "mejores amigas" cuando el término ya delimita el lazo a dos individuos? Precisamente porque no tendemos a formar lo que podríamos llamar como "parejas de amigos", aunque a un nivel informal estas pueden ser frecuentes, pero muy raras debido a la amplia sociedad de la que formamos parte y que nos empuja a tender alianzas con gente diversa. Parece que la monogamia solo está reservada para las parejas románticas, de ahí que tengamos que conformarnos con un término contradictorio como "mejor amigo" para suplir esta ausencia de significado. No hay "monogamia amistosa".

"Buscar a un solo mejor amigo puede ser doloroso, ya que deberíamos priorizar a uno sobre otros, no tiene por qué ser un sentimiento recíproco o directamente no tenemos a nadie tan cercano a nosotros, pero sentimos que deberíamos", admite Saxena. "Para aquellos que tienen un mejor amigo, priorizar esa relación podría implicar alejarse de otras amistades potencialmente fructíferas. Y depender de una sola persona para todas sus necesidades emocionales genera mucha presión: nadie está disponible para ser un gran amigo de alguien el cien por cien de su tiempo".

Foto: Foto: iStock.

Tal vez esta sea la razón por la que tantos buenos amigos dan el paso que parece que el destino les ha reservado y se decantan por la formación de parejas románticas. No por una cuestión de comodidad o por una tensión sexual irresuelta, sino por una decisión razonada de certificar que ahí van a estar cuando los demás se vayan. Que su lazo es único respecto al resto y quieren de verdad profundizar en él. También se puede dar el proceso inverso, que es precisamente el de la anulación de la monogamia. Es decir, rechazar el ideal de una sola pareja romántica para entregarse a profundizar de maneras diferentes en otros lazos sólidos. O, en este sentido, aceptar que no hay un "mejor amigo" sino muchos y, por tanto, desplegar tu energía, tu tiempo y tu cuidado en una serie de personas escogidas sin renunciar a ellas en pos de una familia nuclear. Fórmulas afectivas hay muchas y habría que huir definitivamente de las etiquetas, ya que también puedes entregarte a una pareja y con ella cultivar una red sólida y nutrida de amigos. Sea lo que sea, la vida sin amigos, como decían en una película, no tendría sentido.

Si tienes un mejor amigo o amiga, es posible que defiendas a ultranza la naturaleza de vuestro vínculo. ¿Solo uno? Sucede que aquellas cosas que más definen nuestra personalidad tienden a ser "las mejores" para nosotros: una canción, una persona o una película. Pero, en realidad, si de verdad te gusta el cine, la música o las relaciones humanas, te costará bastante decantarte por una sola de ellas. Se trata de una bella contradicción. Cuanto más valoramos algo concreto, más tendemos hacia lo absoluto. En caso de saber a ciencia cierta y sin pensar mucho quién es tu mejor amigo, te gustará reflexionar sobre la naturaleza de vuestro lazo, ya que como sucede con tantas otras nociones de nuestro mundo afectivo, parte de una construcción social bastante consolidada.

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