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Los tres rasgos que distinguen a los amigos de verdad, según Simone de Beauvoir
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AMISTADES 'AUTÉNTICAS'

Los tres rasgos que distinguen a los amigos de verdad, según Simone de Beauvoir

En su novela 'Las inseparables', la filósofa narra en clave de ficción su vida al lado de Elizabeth 'Zaza' Lacoin, su mejor amiga, desarrollando algunas de las claves de su particular y aguda teoría de los vínculos humanos

Foto: Simone de Beauvoir en 1955.
Simone de Beauvoir en 1955.

25 de noviembre de 1929. Una joven muchacha de tan solo 22 años muere entre grandes fiebres y delirios en un hospital de París. Su nombre es Elizabeth Lacoin, aunque tuvo y tendrá posteriormente por lo menos otros dos: Zaza, Andrée. A pesar de que solo tenemos un nombre, debemos parte de nuestra personalidad y manera de ser a los otros, que nos interpelan con nombres diferentes. Esta es una de las claves de la confianza entre amigos. Se habla mucho de las amistades para siempre, verdaderas, auténticas. A lo largo de nuestra vida, las relaciones humanas marcan nuestro devenir, estableciendo distintos puntos de fuga que nos llevan a futuros inesperados, tal vez a historias de amor fraguadas a fuego lento o a separaciones irreversibles por caprichos del destino. Un amigo siempre es una ventana a la posibilidad, a partes de nosotros que todavía no conocemos.

Y, para Simone de Beauvoir, la histórica filósofa que desterró predicados sexistas con su obra 'El segundo sexo', aquella mujer llamada Zaza fue una de las mayores impulsoras de su pensamiento posterior, pues aunque fuera la encefalitis vírica la causa física de su muerte, su amiga creyó que lo que se la llevó por delante era un mal de una naturaleza muy distinta. Un "crimen espiritualista", como se especula que pensó el día de su fallecimiento. Aquella razón no era más que el hecho de ser mujer a comienzos del siglo XX y tener que someterse a la voluntad de encontrar marido, cuidar de los hijos y nunca pensar en una vida independiente y autónoma, como de algún modo Beauvoir sí que tuvo la oportunidad debido a sus raíces más humildes, a sus pretensiones intelectuales y a su coraje vital.

"Era una relación asimétrica. Aunque Zaza la consideraba una amiga, estaba demasiado ocupada con su vida fuera de la escuela"

"Mi violín, Marleau-Ponty, Simone, champán". Estas fueron, supuestamente, la cuatro últimas palabras de Zaza, su testamento emocional de todo lo que había amado en su vida. Entre ellas se destacan dos personas, el también filósofo francés Maurice Marleu-Ponty, uno de los introductores del concepto tan influyente de fenomenología, y a la que ya nos hemos referido, Simone de Beauvoir. A decir verdad, Zaza fue la protagonista principal de una de sus primeras novelas, a camino entre la ficción y la autobiografía, cuyo título ya expresa todo lo que significaba para ella: 'Las inseparables', escrita en 1954 pero sacada a la luz por primera vez en 2020. A pesar de ser una obra menor dentro de la bibliografía de la autora, en ella se establecen una serie de principios que resultaron claves en su pensamiento posterior y que dan una importancia sin igual a la amistad como forma de aspirar al conocimiento.

Dos vidas opuestas

Cuando Zaza y Simone se conocieron, tan solo tenían nueve años. Los suficientes como para ser amigas inseparables el resto de su vida. Sus diferencias en cuanto a clase social no fueron óbice para que surgiera entre ellas una conexión muy rápida, la más importante de sus vidas hasta ese punto. Zaza venía de una familia adinerada mientras que Beauvoir tenía un origen mucho más humilde. Las dos, sin embargo, tenían en común una cosa: una gran religiosidad y fe en el Dios cristiano, como explican desde el blog 'Libros y Literatura'. Asimismo, las diferencias entre ambas en cuanto a educación eran notables.

"Cuando comprendemos que cada uno de nosotros somos sujetos para nosotros mismos y objetos para los demás, la amistad auténtica puede florecer"

La familia de Zaza esperaba muchas cosas de su hija, pero todas ellas reducidas a los imperativos femeninos de la época: encontrar un buen marido cuanto antes, mantener el status social y engendrar descendencia. En cambio, la de Simone era bastante más conflictiva, ya que al ser una familia adinerada venida a menos, el miedo a la bancarrota asomaba cada poco, condenando las inquietudes de la joven filósofa. Precisamente, estas diferencias entre ellas fueron claves para desarrollar su incipiente amistad. Una relación asimétrica entre ambas, como explica Skye C. Cleary, experta en la vida y el pensamiento de la filósofa francesa, en un artículo publicado en 'Aeon' en el que da cuenta de esta visión de la amistad verdadera que fue tan crucial a nivel personal e intelectual para Beauvoir.

"Aunque Zaza la consideraba una amiga, estaba demasiado ocupada con su vida fuera de la escuela (obligaciones familiares, novios o sus lecciones de música) como para destinar mucho tiempo a Beauvoir", sostiene. "Luego, admitiría su sorpresa ante lo mucho que significaba para ella. Beauvoir tenía muchas diferencias con ella, pero el contraste entre sus sentimientos reales y lo que ella percibía no fue un factor decisivo en su relación". Es decir, en ningún momento se exigieron una lealtad férrea o buscaban una atención constante y recíproca. Cada una tenía su vida y eran muy diferentes y no por ello no llegarían a forjar un lazo de amistad muy fuerte entre ellas.

placeholder Portada de 'Las inseparables', de Simone de Beauvoir. (Lumen, 2020)
Portada de 'Las inseparables', de Simone de Beauvoir. (Lumen, 2020)

Podríamos decir que les valía con su presencia de tanto en cuando, sin exigencias mutuas. Y aquí aparece uno de los términos más recurrentes de Beauvoir a la hora de hablar de la amistad: la intersubjetividad. Esta expresa la idea de que para que exista una amistad buena y verdadera, ambas personas deben de reconocer la posibilidad de que un día se separen debido a un antagonismo natural o a diferencias personales. "La intersubjetividad nos emplaza a estar siempre atentos a los caminos que canalicen la enemistad en afinidad", comenta Cleary. "Cuando comprendemos que cada uno de nosotros somos sujetos para nosotros mismos y objetos para los demás, es decir, cuando reconocemos libre y recíprocamente que la vida de los demás es tan real y vital como la nuestra, entonces puede aflorar la amistad auténtica".

El segundo ingrediente esencial para toda amistad auténtica, según Beauvoir, sería el de ponerla al mismo nivel de importancia que la de una relación amorosa. La filósofa diferencia entre el "deseo espiritual" y el "deseo carnal"; el primero se referiría a la amistad, basado en una especie de "éxtasis intelectual" asegura Cleary, mientras que el otro entraba más en el terreno de la sexualidad y la intimidad. A pesar de ser diferentes, eso no quiere decir que no sean compatibles ambos deseos. En ocasiones, la amistad auténtica supera esta disyuntiva, haciendo que los límites entre el amor y la amistad se desdibujen.

"La vida tiene valor siempre que se valore la vida de los otros, a través del amor, la amistad, la indignación y la compasión"

"¿Dónde acaba la amistad y empieza lo sensual?", se pregunta la experta en Beauvoir. "¿Puedes admirar mucho a alguien, incluso de manera apasionada, y no querer tener sexo con él? Aunque nuestros sentimientos se puedan confundir, la respuesta debería ser sí: puedes amar a alguien sin que se reduzca al deseo sexual". La filósofa abogaba por una amistad sin reglas que la atrofiaran. "Mientras que el deseo carnal nos arraiga a la inmanencia, a nuestra naturaleza animal, el deseo espiritual puede trascender tales hechos de nuestros cuerpos". En su caso personal, ninguna de las dos intentó tener algo más con la otra en ningún momento, aunque eso no quiere decir que no se amaran con una intensidad muy parecida a la que podrían haber amado a sus respectivas parejas. Como entre ellas no hubo ese acercamiento sexual, "crearon un espacio donde podía florecer la intersubjetividad, alimentada por una pasión intelectual".

La dimensión ética de la amistad

Llegados a este punto, cabe reparar en la postura de quien fue una de las personas más importantes en la vida de Beauvoir, junto con Zaza. Su pareja, Jean-Paul Sartre, a quien se le atribuye la famosa frase de que "el infierno son los otros". Este poseía una visión muy pesimista de las relaciones humanas que sin duda contrasta con la de su pareja. ¿A qué se debía esta diferencia entre ambos pareceres sobre la amistad? "Beauvoir creía que la amistad es la clave para afirmar nuestras libertades de manera concreta y crear conexiones éticas con los demás", remarca Cleary. Esta surge cuando "dejamos de tratar de dominar a los demás y renunciamos a nuestra propia importancia personal", lo que llamaba una "actitud auténticamente moral", es decir, pura ética.

Foto: Fuente: iStock

Según la experta, Beauvoir intentó convencer a Sartre del valor de una amistad genuina y desinteresada como la que sintió por Zaza. Pero tal vez los dos compartían la misma visión de este tipo de relaciones. Aunque el infierno fueran los otros, es decir, el resto de personas que no son el "yo", esta regla también es un pretexto para estrechar alianzas de afinidades y libertades mutuas, recíprocas, que precisamente atacasen la noción de "otro" como algo externo a nosotros o que actúa fuera del "yo". Puede que ambos filósofos no compartieran la misma visión de la amistad, pero lo que podemos deducir es que los dos aspiraban a crear una serie de vínculos que iban más allá de la monogamia o de un mero colegueo convencional. De ahí que con el paso del tiempo la unión de Sartre y Beauvoir haya adquirido relevancia en los debates sobre el poliamor o las relaciones abiertas.

"La vida tiene valor siempre que se valore la vida de los otros, a través del amor, la amistad, la indignación y la compasión", sentencia Beauvoir en uno de los pasajes del libro dedicado a Zaza y, en general, a toda esa clase de uniones que reformulan el concepto de amistad, desdibujando sus límites. Y como auguraba en esta novela que le dedicó, cuando falleció sintió una tristeza tan profunda que nunca, por mucho que pasaran los años, dejaría de sentir tras su desaparición. "Comprendo de pronto, con estupor y alegría, que el vacío de mi corazón, que el sabor triste de mis días solo tenían una causa: la ausencia de Andrée", agregó, usando el seudónimo escogido para referirse a ella. "Vivir sin ella no era vivir".

Foto: Los dos "amores necesarios" en 1945. (Cordon Press)

'Las inseparables' no solo es un libro que habla de la amistad y cómo esta categoría puede desdibujar sus fronteras con el amor, sino de cómo somos quienes somos a partir de las personas a las que queremos; no de una manera posesiva, pues se admite esa diferencia entre los sujetos y ese antagonismo al que, sin ir más lejos, daba mucha más importancia Sartre. Lo que Beauvoir quería transmitir era el poder de transfiguración de la amistad, el hecho de que ciertas personas que se hacen un hueco en nuestra vida sin previo aviso y casi por azar, acaben trastocándola tanto hasta el punto de no ser ya los mismos tras su partida.

25 de noviembre de 1929. Una joven muchacha de tan solo 22 años muere entre grandes fiebres y delirios en un hospital de París. Su nombre es Elizabeth Lacoin, aunque tuvo y tendrá posteriormente por lo menos otros dos: Zaza, Andrée. A pesar de que solo tenemos un nombre, debemos parte de nuestra personalidad y manera de ser a los otros, que nos interpelan con nombres diferentes. Esta es una de las claves de la confianza entre amigos. Se habla mucho de las amistades para siempre, verdaderas, auténticas. A lo largo de nuestra vida, las relaciones humanas marcan nuestro devenir, estableciendo distintos puntos de fuga que nos llevan a futuros inesperados, tal vez a historias de amor fraguadas a fuego lento o a separaciones irreversibles por caprichos del destino. Un amigo siempre es una ventana a la posibilidad, a partes de nosotros que todavía no conocemos.

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