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Por qué la indecisión es síntoma de personas inteligentes (y no tanto de inseguras)
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PSICOLOGÍA SOCIAL

Por qué la indecisión es síntoma de personas inteligentes (y no tanto de inseguras)

Si te cuesta tanto decantarte por una opción entre varias posibles, tal vez eso no se deba a que no tienes confianza en ti mismo, sino que sabes analizar y resolver mejor los problemas

Foto: Foto: iStock.
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Nuestra vida está plagada de indecisiones. Desde las más triviales como qué comer en las próximas horas, hasta las más existenciales sobre qué carrera profesional escoger o si de verdad el trabajo en el que estamos merece la pena y nos hace medianamente felices. Nuestro presente más inmediato viene determinado por las opciones por las que nos decantamos a cada instante. La vida se construye a partir de pequeñas decisiones que, al sumarlas, nos llevan a destinos previsibles o fortuitos. Y lo más importante: todas ellas determinan en gran medida la persona que somos, pues el pensamiento no es nada sin la acción.

Cuando nos atraviesa la indecisión sentimos estrés en mayor o menor medida, según lo decisiva que sea para nuestro futuro cercano o lejano. Esto, evidentemente, pasará factura a nuestra paz mental si son muchos los momentos en que nos vemos entre la espada y la pared. ¿Puede la indecisión ser crónica y caracterizar de algún modo nuestra personalidad? Lo cierto es que hay personas más indecisas que otras, o que por los menos sienten rechazo a tener que elegir.

Los indecisos eran más capaces de verle todas las aristas y puntas a un problema que los que tomaban decisiones más rápido y confiados

En psicología, a este rasgo de la personalidad se le conoce como síndrome de Hamlet, debido a la famosa obra de teatro del dramaturgo inglés, resumida en su clásico lied argumental: "Ser o no ser". El personaje de Shakespeare se debate entre hacer algo y nada, entre lo que es bueno y es malo, entre lo que mejor le vendría para su vida y lo que nunca sería capaz de hacer. Si la indecisión tiene una semilla, esa es la duda constante, la cual nos puede llevar a postergar el momento de tomar partido, sucumbiendo a la inacción.

Rasgos de una persona indecisa

Reflexionar demasiado no es bueno. No solo genera más estrés, sino que muchas veces la solución que buscamos a un problema es mucho más sencilla de lo que pensamos en un inicio, lo que pasa es que no estamos muy seguros de cómo proceder una vez habiéndola tomado. Las personas que tienen este síndrome de Hamlet pecan a veces de ser muy influenciables, ya que al no poder tomar decisiones, relegan las suyas a las de los demás. Asimismo, cumplen otros rasgos como ser pésimos líderes (el que siempre toma decisiones por los demás), no ser del todo responsables con lo que deciden (debido a que no estaban muy seguros) o tener siempre que tener alguien que les apoye o les ayude a afrontar su disyuntiva.

"El sesgo de confirmación es uno de los errores cognitivos más comunes, lo que nos impide analizar evidencias racionales"

Todo esto implica que la indecisión sea un atributo negativo. Sin embargo, recientes investigaciones refutan que tiene un lado positivo: al parecer, nos protege de caer en el sesgo de confirmación constante, es decir, que a la hora de tomar decisiones solo nos guiemos por aquellas que coinciden con nuestras propias ideas o creencias, descartando enseguida las opciones que mejor nos vienen porque no coinciden con nuestros planteamientos iniciales. En vez de pensarlo dos veces, nos decantamos por aquello que mejor nos viene a simple vista independientemente de las consecuencias que nos pueda acarrear.

¿Cómo se mide la indecisión de una persona? Al ser algo tan abstracto, los psicólogos usan un cuestionario cuantitativo para ponderar cómo de indeciso es un individuo, la llamada escala de indecisión de Frost. Así, hay cuatro afirmaciones que piden a sus pacientes que valoren con una puntuación del 1 (totalmente en desacuerdo) al 5 (totalmente de acuerdo): "intento aplazar la hora de tomar la decisión lo máximo posible", "me cuesta planificar mi tiempo libre", "a menudo me preocupa tomar la decisión equivocada" y "siempre me cuesta decidirme por asuntos triviales".

"La cualidad ambivalente nos previene de este tipo de pensamiento simplista y también puede ayudarnos en otras áreas de nuestra vida"

A partir de las respuestas, los psicólogos suelen asociar esta incapacidad de decisión con una tendencia al perfeccionismo en la personalidad del paciente basada en un temor por decantarse por la peor opción y equivocarse. Como sucede con otros fenómenos psicológicos, esta indecisión puede acumularse, generando más ansiedad a la persona hasta el punto de sentirse frustrada por no poder tener la confianza ni la seguridad suficiente como para afrontar su responsabilidad en las acciones.

Un nuevo estudio publicado en la revista Personality and Individual Differences llevado a cabo por la Universidad Técnica de Dresden, Alemania, ha apostado por reformular la metodología de la escala de indecisión de Frost para analizar la indecisión desde otro prisma más positivo. En lugar de valorar cuánto cuesta decantarse por algo en una escala numérica, les preguntaron a los sujetos por los pensamientos y sentimientos que tenían antes de enfrentarse a un juicio más o menos difícil. Estas eran si consideraban que sus pensamientos a veces eran contradictorios, si se sentían muy divididos entre las diversas posiciones para enfrentarse a un problema o si había una parte de ellos que al tomar la decisión automáticamente se arrepentía.

La gran cualidad del indeciso

En vez de escala de indecisión, lo llamaron análisis de una "cualidad del indeciso", lo que quiere decir que aquellas personas que obtenían la más alta puntuación no se mostraban indecisas, sino que simplemente usaban mejor el juicio para llegar a una conclusión. En otras palabras, eran más capaces de verle todas las aristas y puntas a un problema que debían resolver.

Foto: Elegir el nombre de un bebé es una decisión trascendental. (Foto: iStock)

"El sesgo de confirmación es uno de los errores cognitivos más comunes, lo que nos impide analizar evidencias racionales en nuestras relaciones personales hasta en nuestras opiniones políticas", asegura Jana-Maria Hohnsbehn, profesora de psicología social y autora principal del estudio, en un artículo de la BBC que se hace eco del estudio.

"La cualidad del indeciso nos previene de este tipo de pensamiento simplista y también puede ayudarnos en otras áreas de nuestra vida". Lo que han descubierto, al parecer, es bastante fácil de entender: vale más la pena ir a contracorriente, no solo de los demás, sino de tus propias ideas, más que tomar una decisión sin reparar demasiado en los detalles. Siempre va a haber argumentos a favor y en contra, y lo mismo sucede cuando tenemos que tomar una decisión. La clave no está en la determinación, sino en saber sacar el mayor número de argumentos posible y, a partir de ahí, decantarse por una opción.

Nuestra vida está plagada de indecisiones. Desde las más triviales como qué comer en las próximas horas, hasta las más existenciales sobre qué carrera profesional escoger o si de verdad el trabajo en el que estamos merece la pena y nos hace medianamente felices. Nuestro presente más inmediato viene determinado por las opciones por las que nos decantamos a cada instante. La vida se construye a partir de pequeñas decisiones que, al sumarlas, nos llevan a destinos previsibles o fortuitos. Y lo más importante: todas ellas determinan en gran medida la persona que somos, pues el pensamiento no es nada sin la acción.

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