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¿Por qué duele tanto que muera alguien a quien admirabas pero no conocías?
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PSICOLOGÍA DE LA PÉRDIDA

¿Por qué duele tanto que muera alguien a quien admirabas pero no conocías?

Hacemos un repaso por el sentimiento de duelo que se genera por un ídolo y cómo afrontarlo de la mejor manera posible

Foto: Quizás la pérdida de un ídolo más sonada del tiempo reciente. (iStock)
Quizás la pérdida de un ídolo más sonada del tiempo reciente. (iStock)

En varias ocasiones a lo largo de nuestra vida, nos tenemos que enfrentar al duelo de perder a alguien a quien no conocimos, pero que teníamos cerca desde el punto de vista emocional al ser un referente para nosotros. Lógicamente, ni se parece al dolor que podemos sentir ante la pérdida de un ser muy querido para nosotros. Sin embargo, tendemos a idealizar esas personalidades que tanto nos influyeron en su día, aunque fuera con canciones, maneras de ser (o de parecer, dado lo irreal que es el mundo de las imágenes), obras de arte o puro espectáculo.

Su figura ejercía tanto poder para nosotros que en algún momento les pudimos ver como inmortales. Pero si hay algo seguro y amargo en este mundo es que todos tarde o temprano desapareceremos de él, seamos ricos, pobres, personas de éxito, listos o tontos, malvados o bondadosos. Aquí vendrían muy bien unos buenos versos de Jorge Manrique junto a otras tantas obviedades cliché que pueden resumirse en la frase tan pesimista de que "desde el momento en el que naces ya estás camino de la muerte". O como decía un poema del gran Luis Eduardo Aute, parafraseando a Machado: "El andar no hace camino; cava la fosa".

Más allá de admiración que podamos sentir, se produce un fenómeno de identificación con nuestras propias tragedias personales

Antes de enfangarnos en comentarios crepusculares, cabría reparar en todos esos ídolos espirituales que tuvimos en nuestra vida sin ni siquiera haberles conocido como para que al menos nos dieran algún consejo útil. Todos tenemos alguno. Al vivir una época en la que nuestra vida individual se interconecta de algún modo con la de desconocidos gracias a las redes sociales, es mucho más fácil que sintamos esta fascinación por gente de la que solo conocemos su rostro, su voz o su imagen. Y que, cuando desaparecen de pronto de la faz de la tierra (cuanto más tarde, mejor), nos sintamos un poco más solos en el mundo.

Identificación y neuronas espejo

Un reciente artículo publicado en 'Psychology Today' de Nuala Walsh, científica del comportamiento, examinaba esta sensación amarga que aparece cuando fallece alguien ajeno a nuestra familia, ejemplarizado con la reciente muerte de la Reina Isabel II de Inglaterra. Según ella, más allá de admiración que podamos sentir, se produce un fenómeno de identificación con nuestras propias tragedias personales. Muchos se habrán sorprendido en algún funeral al que se asiste por compromiso y en el que, sin apenas conocer al fallecido, sientes un sentimiento de pérdida insondable. Al final, estos ritos de despedida nos remiten a otros momentos de nuestra vida en los que lloramos amargamente por alguien muy querido.

Hay que aceptar su partida como algo inevitable y, a su vez, quedarnos con todo lo bueno que nos transmitieron

Otra respuesta mucho más poética es que, cuando muere alguien a quien admiramos mucho, también muere una parte de nosotros mismos con él. Tal vez por esa sensación de hermanamiento con su historia, su discurso, sus ideas o su propia figura física representada a través de las imágenes. ¿Quién sabe? Lo cierto es que este sentimiento se puede llegar a exacerbar tanto que el individuo toma decisiones extremas. Muchos recordarán las noticias que informaban sobre el suicidio de fans por la muerte de la estrella del pop Michael Jackson.

Todo ello se enmarca en una sola palabra: fanatismo. Y, en el caso de los fans de Jackson, fanatismo extremo. Este no es más que un proceso psicológico por el que las neuronas espejo de nuestro cerebro (las responsables de que sintamos empatía por los demás) nos muestran una serie de cualidades o virtudes que tienen otros y que deseamos para nosotros. El fanatismo extremo aparece cuando este fenómeno de identificación es tan acusado que la persona puede llegar a experimentar como propio todo lo que le ocurre a su ídolo. "Hacen posible, desde el punto de vista neurológico, la identificación, la imitación y la empatía", explica la psicóloga Gema Sánchez en 'La Mente es Maravillosa'.

Foto: Michael Jackson, en una imagen de archivo. (Getty/Kevork Djansezian)

Sea como sea, ningún dolor por una pérdida de alguien a quien admiramos será equivalente al que sentimos cuando desaparece una persona muy querida para nosotros. Ante todo hay que tener en cuenta a Manrique y sus versos. Por muy poderosos, geniales o ideales que sean para nosotros, son tan mortales como cualquier criatura que hay en este planeta. Y, en este sentido, hay que aceptar su partida como algo inevitable y, a su vez, quedarnos con todo lo bueno que nos transmitieron, con aquello que dio forma a nuestra personalidad o a nuestra manera de ser y que pervivirá por lo menos hasta que nosotros vivamos.

En varias ocasiones a lo largo de nuestra vida, nos tenemos que enfrentar al duelo de perder a alguien a quien no conocimos, pero que teníamos cerca desde el punto de vista emocional al ser un referente para nosotros. Lógicamente, ni se parece al dolor que podemos sentir ante la pérdida de un ser muy querido para nosotros. Sin embargo, tendemos a idealizar esas personalidades que tanto nos influyeron en su día, aunque fuera con canciones, maneras de ser (o de parecer, dado lo irreal que es el mundo de las imágenes), obras de arte o puro espectáculo.

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