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La falda trabada: cuando la prenda de ropa de moda ponía en peligro tu integridad física
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La falda trabada: cuando la prenda de ropa de moda ponía en peligro tu integridad física

En los albores del siglo XX se puso de moda una curiosa vestimenta que limitaba mucho los movimientos y provocaba algunos accidentes. Pero tenía sentido en su contexto histórico

Foto: Carrera de faldas trabadas en 1912. (Alamy/The Picture Art Collection)
Carrera de faldas trabadas en 1912. (Alamy/The Picture Art Collection)

Son muchos los ejemplos de modas absurdas que han recorrido la prolífica historia del ser humano. Algunas de ellas son hasta sonrojantes, por el peligro que entrañaban. Pero ya sabemos que para presumir hay que sufrir, y siempre es divertido oír hablar de cómo los japoneses teñían sus dientes de negro (ohaguro), las chinas vendaban sus pies para prevenir su crecimiento o las occidentales en el siglo XIX dilataban sus pupilas con belladona, pese a ser extremadamente tóxica. Porque guste o no, estas aberraciones suelen haber formado parte más de la vida diaria de ellas que de ellos.

Y son las mujeres de nuevo las protagonistas, en este caso por una moda que triunfó en Occidente, pero que tuvo una vida bastante efímera (de 1908 a 1914 aproximadamente), aunque estamos extremadamente familiarizados con ella porque se ha representado hasta la saciedad en muchas películas centradas en dicha época: la falta trabada.

Se supone que una mujer iba a dar un paseo en avión y que Wilbur Wright ató una cuerda alrededor de su falda, en los tobillos

Es curiosa, la historia de la falda trabada. En primer lugar, porque sus orígenes ya son un poco legendarios: se supone que Edith Ogilby Berg, una dama afortunada, iba a dar un paseo en avión, y que Wilbur Wright (de los hermanos Wright) ató una cuerda alrededor de su falda, en los tobillos, para sujetarla y evitar que se levantara durante el trayecto. Según parece, un diseñador de moda francés observó la forma de la falda de la mujer en cuestión cuando bajó del vuelo, pensó que se veía genial, y decidió inspirarse en ella, (se supone que fue Paul Poiret, pero no hay un verdadero consenso al respecto).

Aunque es una historia sin duda interesante, lo cierto es que el comienzo del siglo XX estaba siendo muy prometedor y emocionante para la moda. Antes, no había pasado mucho. En el siglo XVIII los vestidos eran muy elaborados, con adornos de encaje, enaguas con pedrería y brocados, además de las pelucas y los sombreros. Solo después de la Revolución Francesa y sus principios democráticos, la ropa comenzó a ser más sencilla: muselina, mangas que dejaban los brazos al descubierto y cinturas altas. Surgió la llamada moda de Regencia, basada en la ligereza e inspirada en los gustos neoclásicos.

Subir a un tranvía era extremadamente complicado con esta falda

Pero más allá de eso, no hay mucho que decir en cuanto a experimentación. Lo que está claro es que el cambio de tiempos y los avances están muy relacionados con la ropa. El comienzo del siglo XX dio lugar a la experimentación, combinada con una disposición repentina de las mujeres a romper las reglas (que se volvería más marcada con el paso de los años, hasta llegar a la 'flapper') dio lugar a estilos tan interesantes como este.

¿El problema? Aunque se volvió muy popular, no era muy útil para llevar una vida medianamente normal. Subir a un tranvía era extremadamente complicado con esta falda, y de hecho en 1912 el tranvía de Nueva York tuvieron que incluir un escalón adicional en algunos de los vagones, y Los Ángeles imitó la medida al año siguiente. Y de hecho, algunas mujeres habían muerto ya debido a la moda: en 1910, una dama vestida con una falda así falleció en una pista de carreras hípicas en París, cuando se desbocó un caballo. Un año más tarde, una chica de 18 años tropezó en un puente del canal de Erie, cayó por encima de la barandilla y se ahogó.

Solo las mujeres que vivían una vida de lujo y comodidad podían permitirse tan poca capacidad de movimiento

Como no podía ser de otra manera, pronto comenzaron las bromas. No estaban exentas de maldad, y tenían mucho que ver con esa supuesta libertad que las mujeres querían adquirir. Surgieron muchas postales humorísticas que nos han quedado para el recuerdo. "La falda trabada, ¿qué es eso? ¡Una falda con límite de velocidad!", alega una de 1911, aludiendo a que la prenda restringía el paso de las que las usaban. La mayoría de ellas representaban a mujeres cayéndose de manera cómica o intentando subir escaleras con dificultad, de manera un poco humillante.

placeholder Publicación de principios de siglo XX. (Cedida)
Publicación de principios de siglo XX. (Cedida)

Porque estaba claro que la falda dificultaba el paso, y de hecho para impedir rasgar las faldas con una zancada demasiado grande, algunas mujeres llegaron a atarse con cintas o ligas las piernas a la altura de la rodilla. Su naturaleza de por sí era un poco limitante, y solo las mujeres que vivían una vida de lujo y comodidad podían permitirse tan poca capacidad de movimiento. Sin embargo, la falda trabada triunfó, y muchos diseñadores tuvieron que hacerle alteraciones para permitir mayor movimiento, como pliegues o aberturas. De alguna manera, se liberaba el busto, pero a cambio se encadenaban las piernas.

La moda triunfó de nuevo sobre la funcionalidad, pero al contrario que en otras épocas, como sucedía con los pies de loto chinos, no hay que ver esto como un símbolo de opresión, sino justamente como un cambio de los tiempos en que las mujeres estaban bien informadas sobre las nuevas tendencias y se acercaban los primeros movimientos emancipadores.

De cualquier manera, la tendencia empezó a perder popularidad cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, pues en tiempos así se necesitaba mayor comodidad (igual que sucedió con el sombrero, que fue desapareciendo progresivamente hasta quedar como un elemento prácticamente marginal). Una demostración más de que cada moda es hija de su tiempo, por muy ridículas o curiosas que nos puedan parecer ahora algunas de ellas, observándolas con la perspectiva del tiempo.​

Son muchos los ejemplos de modas absurdas que han recorrido la prolífica historia del ser humano. Algunas de ellas son hasta sonrojantes, por el peligro que entrañaban. Pero ya sabemos que para presumir hay que sufrir, y siempre es divertido oír hablar de cómo los japoneses teñían sus dientes de negro (ohaguro), las chinas vendaban sus pies para prevenir su crecimiento o las occidentales en el siglo XIX dilataban sus pupilas con belladona, pese a ser extremadamente tóxica. Porque guste o no, estas aberraciones suelen haber formado parte más de la vida diaria de ellas que de ellos.

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