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El absurdo plan de un arquitecto alemán para secar el Mediterráneo
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El absurdo plan de un arquitecto alemán para secar el Mediterráneo

Durante los años 20, con el objetivo de evitarle a Europa la crisis social, económica y energética que se avecinaba, Herman Sörgel propuso llevar el colonialismo al siguiente nivel

Foto: Plano de Atlantropa. (Deutsche Museum Munich)
Plano de Atlantropa. (Deutsche Museum Munich)

Aunque cuál fue el primer coche propiamente dicho (motor que usa como combustible para su motor de combustión interna derivado del petróleo) sigue debatiéndose, la versión oficial es que el primero de verdad fue el Benz Patent-Motorwagen, creado por Karl Friedrich Benz en 1886. Tan solo diecisiete años después de que este 'coche' (más bien un triciclo) recorriera sus primeros metros, dos hermanos de Carolina del Norte en Estados Unidos, los hermanos Wright, consiguieron llevar a cabo el primer vuelo propulsado de la historia. Dieciséis años después, tuvieron lugar los primeros vuelos transatlánticos de la historia. Estos tres pequeños pasos son un testimonio de lo que tecnológicamente supuso el inicio del siglo XX para la humanidad (bueno, para occidente): éramos capaces de absolutamente todo y no había empresa imposible siempre y cuando nos comprometiésemos lo suficiente.

En esta era en la que los sueños no eran nunca demasiado grandes, un arquitecto alemán, Herman Sörgel, tuvo una idea que, a sus ojos (y también a los de sus compatriotas y países vecinos) podía revolucionar Europa (y el mundo) tal y como la conocíamos. ¿El nombre de este megalomaníaco proyecto? Atlantropa. La idea era que, tras la Primera Guerra Mundial, con los países del eje (bueno, Alemania) sumida en una crisis tanto política como económica cada vez mayor, y con el resto de Europa, recuperándose todavía de los sacrificios, tanto económicos como sociales y humanos, de la Gran Guerra, hacía falta algo muy grande para revertir la situación y, nada mejor según Sörgel, que secar el mar Mediterráneo.

¿Qué pasaría con los habitantes del corazón de África? Para Sörgel, esa pregunta era irrelevante

La idea del arquitecto era crear una serie de presas (en el estrecho de Gibraltar, entre Sicilia, Túnez e Italia y en Estambul) que aislaran el Mediterráneo y este, por acción del sol, empezara a secarse. La idea es que, en efecto, nuestro mar 'recibe' más agua de la que aporta, principalmente al océano Atlántico (aunque las vías fluviales como el Nilo no son nada desdeñables). En efecto, sobre el papel, la idea parecía viable, aunque faraónica. El objetivo era 'ganarle espacio' al mar, reduciendo su nivel entre 100 y 200 metros en el Mediterráneo occidental (de Gibraltar a Sicilia) y entre 200 y 300 en el oriental (de Sicilia hasta Estambul y el Canal de Suez). El objetivo era ganar un territorio con una extensión mayor que la de Francia para dedicar esas tierras a la agricultura.

Además, la presa que separaría el Atlántico del 'Nuevo Mediterráneo' sería tan grande que, incluso en esos tiempos, habría sido capaz de generar 50.000 megavatios de electricidad, solucionando la crisis energética que se cernía sobre Europa en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial.

La fase 2

Pero los objetivos de Sörgel no se acababan con proporcionar a Europa con toda la comida, empleos y energía que pudiera necesitar, sino que sus planes iban mucho más allá y, vistos hoy en día, podría considerársele uno de los más malvados europeos colonialistas de la historia. En la segunda parte de su proyecto, después de construir en las presas gigantescas autopistas y vías ferroviarias desde África a Berlín (claro), se construiría otra enorme presa en el río Congo que generaría una enorme lago en esos "bosques improductivos", como el propio arquitecto los denominaba.

Una vez el lago fuera lo suficientemente grande, se uniría al lago Chad, creando un nuevo río a través de Níger, Libia, Argelia y Túnez que desembocara en el nuevo Mediterráneo y que permitiera 'revitalizar' el Sáhara para convertirlo también en terrenos de cultivo. ¿Qué pasaría exactamente con los habitantes de estos cientos de miles de kilómetros cuadrados inundados en pleno corazón de África? Para Sörgel, esa pregunta era irrelevante.

placeholder Recreación artística de Atlantropa. (Wikipedia)
Recreación artística de Atlantropa. (Wikipedia)

El arquitecto, durante la década de los años 20, consiguió que algunos ingenieros y políticos de la época, principalmente alemanes, vieran con buenos ojos el proyecto y decidieran respaldarlo. Ante las posibles dudas sobre qué impactos medioambientales podría tener una empresa de este tipo, Sörgel afirmaba que, en realidad, no era robarle terreno al Mediterráneo, sino recuperarlo como estaba hace millones de años, dado que así lo creía él. Además, afirmaba que el Mediterráneo no tiene ningún impacto relevante en el clima europeo (no mencionaba el africano, pero claro está que este le importaba más bien poco).

Hoy en día, somos conscientes de la auténtica bestialidad de este disparate de pregunta. Diversos estudios climatológicos se han llevado a cabo sobre cómo afectaría la desaparición del Mediterráneo al clima, determinando que es una parte esencial para la corriente en chorro del Atlántico norte y para el norte de Europa. Según muestran estos modelos climáticos, las temperaturas en el norte de Europa se habrían reducido sustancialmente, provocando una pérdida de terrenos de cultivo mayores de las que se habrían ganado.

placeholder Herman Sörgel elaborando una de sus maquetas. (Cedido)
Herman Sörgel elaborando una de sus maquetas. (Cedido)

Del mismo modo, Sörgel ignoraba (o decidió ignorar) el hecho de que el Mediterráneo contiene sal (tal vez nunca se bañó en una playa de Mallorca como sus compatriotas actuales). Todo el terreno ganado al mar se habría convertido en una laguna salada, en la que absolutamente nada podría haber crecido. Del mismo modo, la salinidad del agua restante se habría multiplicado, convirtiendo el Mediterráneo en un mar muerto.

La idea de Sörgel, como está claro, nunca llegó a buen puerto. Para empezar, habría requerido la colaboración de todos los países europeos. Mientras que en Alemania la propuesta gozaba de cierto apoyo, en países como Italia o España se le hacía ascos a la simple idea de que ciudades como Venecia, Génova, Mesina, Nápoles, Valencia, Barcelona... dejasen de ser costeras. El impacto económico habría sido completamente desorbitado.

Foto: Fuente: iStock

Por último, llegaron las elecciones alemanas de 1933 en las que Adolf Hitler se convirtió en la cabeza de Alemania. El partido Nazi no estaba por la labor de prestar la menor atención a Sörgel, principalmente porque su proyecto requería la colaboración de todos los países europeos a los que Hitler culpaba de la situación alemana, y también porque algunos de los que más apoyaban el proyecto de Atlantropa (como Erich Mendelsohn) eran importantes judíos.

Nunca más volvió a ser Atlantropa considerada, sobre todo tras la muerte de Sörgel en la Navidad de 1952. Con él murió el proyecto que nunca debió ser y que, gracias a dios, jamás fue.

Aunque cuál fue el primer coche propiamente dicho (motor que usa como combustible para su motor de combustión interna derivado del petróleo) sigue debatiéndose, la versión oficial es que el primero de verdad fue el Benz Patent-Motorwagen, creado por Karl Friedrich Benz en 1886. Tan solo diecisiete años después de que este 'coche' (más bien un triciclo) recorriera sus primeros metros, dos hermanos de Carolina del Norte en Estados Unidos, los hermanos Wright, consiguieron llevar a cabo el primer vuelo propulsado de la historia. Dieciséis años después, tuvieron lugar los primeros vuelos transatlánticos de la historia. Estos tres pequeños pasos son un testimonio de lo que tecnológicamente supuso el inicio del siglo XX para la humanidad (bueno, para occidente): éramos capaces de absolutamente todo y no había empresa imposible siempre y cuando nos comprometiésemos lo suficiente.

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