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Los proyectos más locos y monstruosamente grandes que (¿algún día?) podremos construir
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Los proyectos más locos y monstruosamente grandes que (¿algún día?) podremos construir

Desde comienzos del siglo XX, el auge de las técnicas ingenieras y arquitectónicas supuso que pudiéramos soñar con construcciones imposibles. ¿Qué queda de todas ellas hoy en día?

Foto: Imagen del Plan Voisin de Le Corbusier, una idea para la ciudad de París de comienzos del siglo XX. (SiefkinDR / Wikimedia Commons)
Imagen del Plan Voisin de Le Corbusier, una idea para la ciudad de París de comienzos del siglo XX. (SiefkinDR / Wikimedia Commons)

En 1968, la vallisoletana Helena Bianco se preguntaba qué es lo que debería hacer para cruzar 'el charco' que va desde Valencia hasta Mallorca. En esta histórica canción de Los Mismos a la que le ponía voz, proponía construir un puente desde el levante español a las Islas Baleares, básicamente porque le daba miedo ir en avión o en barco, prefiriendo, en una suerte de idealismo de tinte surrealista, ir en bicicleta o en autostop. Ya ha pasado más de medio siglo y todavía no hay un puente o pedazo de tierra que conecte estos dos puntos de la geografía española. Pero a juzgar por los avances en ingeniería, ¿quién sabe? Podría ser perfectamente posible.

Desde que en la Grecia antigua el ingeniero y astrónomo Arquímedes formulara la consabida frase de "Dadme una palanca y moveré el mundo", el ser humano ha soñado con máquinas para levantar el mundo, transformar la propia superficie de la Tierra y, sobre todo, conquistar nuevos planetas o diseñar formas de desplazarse rápidamente por el Sistema Solar. A camino entre los relatos de ciencia ficción y los proyectos arquitectónicos reales, la "ingeniería a megaescala" o "macroingeniería" sigue en el centro de las especulaciones sobre cómo podría ser el mundo si contásemos con los medios necesarios o, en su defecto, muchas palancas.

"Este tipo de proyectos solo están desarrollados a nivel teórico. Si se pusieran en práctica, los avances que se irían implementando les volverían obsoletos"

Uno de los herederos de las ideas de Arquímedes fue el inventor y alquimista inglés Isaac Newton. En su obra, 'El sistema del mundo', publicado póstumamente en 1728, exponía los conceptos clave de la teoría de la gravedad a partir de la concepción del universo de Copérnico y Kepler, que en aquel entonces eran absolutamente revolucionarias. Pero también detallaba un experimento muy curioso que le hubiera encantado realizar en vida. El físico proponía construir un cañón sobre una montaña muy alta que disparase una bala. En caso de que no hubiera fuerzas gravitacionales o resistencia al aire, la bala debería seguir una línea recta muy lejos de la Tierra, adentrándose en el espacio. En cambio, como él proponía, si la fuerza de gravedad actuara, seguiría un camino muy diferente.

Foto: Los Banana Flats de Leith, en Edimburgo. Y una imagen de la película Trainspotting.

En caso de que la velocidad de la bala fuera baja, la bala volvería a caer en la Tierra. Pero si fuera más alta que la velocidad orbital pero no los suficiente como para salir de la atmósfera terrestre, la bala debería girar alrededor de la Tierra como si fuera un satélite, en una órbita elíptica. Más adelante en el tiempo, ya entrado el siglo XX, varios científicos se tomaron muy en serio la propuesta de Newton, soñando con crear el primer cohete a propulsión de la atmósfera terrestre, el cual nos haría viajar más rápido que en un avión de un punto a otro de la Tierra. Lógicamente, esta idea era demasiado fantasiosa como para tomársela en serio.

Pero al igual que alguien un día soñó con viajar a la Luna, las ideas descabelladas de almas soñadoras nunca caen en saco roto por muy locas que puedan parecer, por lo que tal vez algún día una de tantas ellas, como la de Newton y su cohete atmosférico, puedan llegar a cumplirse. Por ello, hoy vamos a repasar algunas de las ideas de macroingeniería y arquitectura más locas, y también salvajemente grandes, producidas por la imaginación (al iguel que la intención) del ser humano.

Bienvenidos a Atlantropa

¿Alguna vez te has preguntado cómo sería el mundo si se uniera el estrecho de Gibraltar que separa España de Marruecos? ¿Y si se pudiera ir desde Berlín hasta Túnez? También se lo debió de cuestionar en 1928 el arquitecto alemán Herman Sörgel, quien diseñó un proyecto encaminado a edificar una gran presa que separaría el Mar Mediterráneo del Océano Atlántico, y que a su vez reduciría su nivel entre 100 y 200 metros, abriendo nuevas tierras para el asentamiento. Esta idea no solo facilitaría mucho las comunicaciones entre los dos continentes, sino que también pasaría a servir como una gran fuente de extracción de energía renovable. Y sí, también uniría la costa levantina con las Islas Baleares, por lo que Helena Bianco por fin podría ir en bicicleta o en autoestop hasta Mallorca.

placeholder Recreación artística de Atlantropa. (Wikipedia)
Recreación artística de Atlantropa. (Wikipedia)

"En su momento, debió ser un proyecto hiperambicioso e innovador", reconoce Miguel Muñoz Ayllón, arquitecto, a El Confidencial. "Crearía miles y miles de puestos de trabajo en un sector tan importante como son las energías renovables. La parte negativa es que hacerlo implicaría un descomunal coste medioambiental, pues habría que secar una gran parte del Mar Mediterráneo". Además, tal y como reconoce Muñoz, le resultaría paradójico que en un mundo alternativo pudiera salir adelante el proyecto, pues al fin y al cabo "a la energía maremotriz en el sur de España se le saca muy poco provecho, por lo que antes de construir presas enormes habría que pensar en potenciar más la extracción de energía de la fuerza del mar".

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid...

Muñoz rememora proyectos de ingeniería hidráulica reales similares a propósito de Atlantropa que resultaron ser muy ambiciosos para su época, como por ejemplo el Canal de Castilla, construido entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX, el cual tenía la intención de servir de vía de transporte que solucionase el problema del aislamiento de la meseta castellana. Y, sobre todo, tener una salida directa al Mar Cantábrico por vía fluvial desde el interior de la Península. La idea surgió del político ilustrado Marqués de la Ensenada y fue puesta en marcha por el rey Fernando VI. Sin embargo, no llegó a buen puerto (nunca mejor dicho), ya que la invención del ferrocarril echó por tierra la utilidad real de dicho proyecto.

"El mayor valor de la arquitectura es que tenga identidad, que un edificio represente aquello que alberga en su interior"

"Lo mismo ocurriría con obras utópicas como Atlantropa", reconoce el arquitecto. "Sí, claro que podrían llegar a edificarse, lo que pasa es que a medio camino surgirían nuevas invenciones o alternativas mucho más eficientes, como le pasó al Canal de Castilla con el ferrocarril. Este tipo de proyectos de macroingeniería solo están desarrollados desde el punto de vista teórico. Ahora mismo, tras varios siglos desde que se construyera, el Canal de Castilla está prácticamente abandonado a su suerte".

El Gran Museo Egipcio

Toda esta serie de proyectos de ingeniería a gran escala son muy llamativos pero, ¿qué ocurre con las utopías urbanísticas y arquitectónicas? Una de ellas es el Gran Museo Egipcio, el cual debe ser uno de los edificios más extensos que hay ahora mismo sobre la Tierra, llegando a albergar 50 hectáreas. Aunque todavía no ha sido inaugurado, esta mole arquitectónica está destinada a guardar y exponer todas las colecciones del Antiguo Egipto.

"La arquitectura requiere de muchísimo tiempo. Y todo avanza tan rápido que al empezar un proyecto corres el riesgo de que se quede obsoleto"

"Es casi como un trocito de ciudad", admite Iván Samaniego, del estudio de arquitectura Intenso, a este diario. "Es la prueba manifiesta de que no edificas un museo para simplemente albergar ciertas obras de arte, sino que su arquitectura también sirve para dar sentido a aquello que estas exponiendo. Ese es el mayor valor de la arquitectura, tener un carácter propio, que el edificio ya hable sobre lo que alberga. Que lo que vemos en su fachada nos dé la llave o nos ayude a entender qué hay en su interior".

El Plan Voisin de Le Corbusier

Otro de los ejemplos de moles arquitectónicas que pone Samaniego es el Plan Voisin, diseñado por Le Corbusier para la ciudad de París en 1925. "Pretendía tomar 50 hectáreas de ciudad, demoler todos los edificios antiguos y poner un manto verde en el que se levantarían enormes bloques de masa de hormigón, ni siquiera armado", explica el arquitecto. "Está muy relacionado con el brutalismo arquitectónico. Los edificios estarían divididos en torno a sectores, cada uno de los cuales sería independiente del otro, con su propia zona residencial e infraestructuras para prestar servicios urbanos. En aquella época, las ciudades europeas todavía tenían un marcado carácter medieval e ideas como la de Le Corbusier fomentan que se construyan los primeros ensanches, como el de Barcelona sin ir más lejos".

Demasiado ambiciosas

¿Por qué toda esta serie de proyectos tan grandes no llegaron a desarrollarse? Una de las razones puede ser el hecho de que al ser obras a nivel tan macro, el proceso de construcción se puede demorar muchísimo en el tiempo, de ahí que tomar la decisión de embarcarse en semejantes proyectos tenga que estar muy bien meditada y planeada a juzgar por el coste económico y la duración de su edificación. Al fin y al cabo, son ideas que, de llevarse a cabo, supondrían notables cambios en la reorganización y remodelación urbana.

Foto: Vista panorámica de Sao Paulo, una ciudad en 'horizontal'. (EFE)

En segundo lugar, como sucedió con el Canal de Castilla, "porque todo avanza tan rápido que si empiezas a hacer una cosa y de pronto hay una manera más eficiente de hacerla, todo se va al traste", reconoce Samaniego. "La arquitectura requiere muchísimo tiempo. Desde que tienes la primera reunión con el cliente hasta que acabas el proyecto pueden pasar muchos años. Da mucha angustia, porque sabes que lo que tú diseñas en apenas unos meses no va quedar realizado hasta muchísimo tiempo después".

Por ello, los proyectos arquitectónicos han ido evolucionando hasta el punto de que se puedan realizar ajustes a medida que se van desarrollando. "Por ejemplo, el Ensanche de Barcelona, que al estar pensado para ser diseñado en medio siglo no se colmató de forma inmediata, sino que sus infraestructuras se fueron adaptando poco a poco a los tiempos", concluye el arquitecto. "Ahora, puedes pasear por él y ver tipos de edificiaciones propias del siglo XX con otras mucho más modernas y actuales".

En 1968, la vallisoletana Helena Bianco se preguntaba qué es lo que debería hacer para cruzar 'el charco' que va desde Valencia hasta Mallorca. En esta histórica canción de Los Mismos a la que le ponía voz, proponía construir un puente desde el levante español a las Islas Baleares, básicamente porque le daba miedo ir en avión o en barco, prefiriendo, en una suerte de idealismo de tinte surrealista, ir en bicicleta o en autostop. Ya ha pasado más de medio siglo y todavía no hay un puente o pedazo de tierra que conecte estos dos puntos de la geografía española. Pero a juzgar por los avances en ingeniería, ¿quién sabe? Podría ser perfectamente posible.

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