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"Aquí hay dragones" y otras leyendas que aparecieron en los mapas medievales
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"Aquí hay dragones" y otras leyendas que aparecieron en los mapas medievales

Aunque hoy son una cuestión puramente estética, estas criaturas mitológicas sirvieron en otro tiempo para delimitar las zonas extrañas aún por conocer

Foto:  'Carta Marina' de Olaus Magnus, que tardó 12 años en completarse. (Wikimedia commons)
'Carta Marina' de Olaus Magnus, que tardó 12 años en completarse. (Wikimedia commons)

Cuando las primeras civilizaciones que habitaron el mundo tuvieron conciencia de que había limitaciones en el mundo en el que vivían, y que se repetían determinados patrones (como las estaciones o las formas del paisaje), empezaron a realizar bocetos en las cuevas que bien podrían ser los primeros esbozos de los mapas. En la ciudad de Çatalhöyük en Anatolia se descubrió un mural que data del VII milenio a.C, en escritura cuneiforme, que esquematiza la descripción de siete islas míticas en medio del océano (conectando tierra y cielo).

Así pues, el inicio de la cartografía es prácticamente tan antiguo como el ser humano, por la necesidad de diseñar el espacio y conocer lo que había cerca. Los antiguos egipcios lo necesitaban para saber las crecidas del Nilo, y los griegos llegaron a componer mapas tan famosos como el de Anaximandro. En esos primeros mapas la Tierra era un continente rodeado de agua que después iría evolucionando con algunas propuestas, como la de Hiparco de los paralelos o la de Ptolomeo del sistema geocéntrico. Se sabe que los chinos también contaban con mapas como las proyecciones de la carta astronómica (muy similar a la proyección Mercator, aunque anterior probablemente) y que los indios incluían en sus primeras muestras de cartografía la estrella polar y otras constelaciones, quizá con propósitos de navegación.

placeholder La Carta Marina de Olaus Magnus.
La Carta Marina de Olaus Magnus.

En la Edad Media, la concepción de mapa se vio afectada por la Biblia, aunque la cultura árabe recuperó la imagen de la Tierra y de los cálculos astronómicos griegos. Es aquí cuando comienzan a surgir frases relacionadas con esos territorios inexplorados o peligrosos que delimitaban lo desconocido. Por ejemplo, el Globo de Hunt-Lenox (tercer globo terráqueo más antiguo que se conoce) representa toda clase de monstruos marinos terroríficos, y es el primero en el que aparece la frase que nos atañe: HC SVNT DRACONES. En latín: 'hic sunt dracones', o, lo que es lo mismo, aquí hay dragones.

Hic sunt dracones

De acuerdo a esa práctica medieval de poner serpientes marinas y otras criaturas mitológicas, los dragones servían para cartografiar o bien zonas desconocidas o para dar señales sobre la peligrosidad de los mares. Así era, por lo menos, al principio, pues con el paso del tiempo pasó a ser una cuestión puramente estética, hasta el punto de que hoy en día algunos todavía los mantienen.

placeholder  Los monstruos de los bestiarios dejaban un poco que desear. (Wikimedia commons)
Los monstruos de los bestiarios dejaban un poco que desear. (Wikimedia commons)

Pero no solo podían verse serpientes, dragones o ballenas, sino que también servía la locución latina 'hic sunt leones' para delimitar las zonas sin explorar en África. En el caso de los dragones, solían representarse en la costa oriental de Asia y podían estar relacionados con los dragones de Komodo que habitan en algunas islas de Indonesia y tienen una apariencia similar al animal legendario.

El Globo de Hunt-Lenox (tercer globo terráqueo más antiguo que se conoce) es el primero en el que aparece la frase 'hic sunt dracones'

Las llamativas ilustraciones que decoraban estos mapas no eran muy fieles. Como sucedía con los bestiarios (que eran una guía para que el viajero pudiera conocer los peligros a los que debía enfrentarse. Algo así como un manual de supervivencia), muchos de estos artistas no habían visto jamás a algunos de estos animales (a los dragones era complicado verlos) por lo que tenían que fiarse de segundas opiniones y, generalmente, los copiaban de mapas anteriores.

Otros mapas se diseñaban como obras históricas para su uso en escuelas, por lo que debían ser precisos. Es el ejemplo del Mapa de Borgia (principios del siglo XV), en el que se cuentan singularidades de la idiosincrasia de cada pueblo, con representaciones fieles como la que vemos debajo, de nuestra propia tierra. O subjetivas y blasfemas, como cuando menciona de Ebinichibel, descrito como "el rey etíope sarraceno con su pueblo con cabeza de perro". Y es que no solo aparecían dragones o sirenas, también se representaba a determinados pueblos como monstruos que todavía no habían sido cristianizados.

placeholder  La península ibérica, al revés, con un Quijote incluido. (Wikimedia commons)
La península ibérica, al revés, con un Quijote incluido. (Wikimedia commons)

Fra Mauro (algo así como el Google Maps del siglo XV) al que el rey Alfonso de Portugal encargó hacer un mapamundi debido a sus habilidades cartográficas, se tomó muy en serio su trabajo y cotejó historias, 'entrevistó' a viajeros y compuso toda clase de anotaciones en su mapa, donde representó muchos animales exóticos (advirtiendo también, en una esquina, que dudaba un poco de la existencia de algunas de estas criaturas): serpientes de siete cabezas, trogloditas salvajes que corrían por África, peces que perforaban con sus púas los barcos en Noruega y hasta una isla de dragones. Con todo, pese a los errores, es un mapa increíblemente preciso y el primero en mostrar Japón como isla.

El mapa de Fra Mauro tiene de todo: serpientes de siete cabezas, trogloditas salvajes que corren por África, peces que perforan con sus púas los barcos en Noruega y hasta una isla de dragones

Otros mapas que han llegado a nuestros días tienen la misma originalidad. La Carta Marina del sueco Olaus Magnus, por ejemplo, es un mapa de Escandinavia que asegura representar las tierras nórdicas y sus maravillas (plagadas de monstruos). Dedicó hasta 12 años en terminar el trabajo, que fue arduo, y las primeras copias se imprimieron en 1539 en Venecia.

Para nosotros, ha quedado como un elemento curioso y puramente estético de los mapas, pero hubo un tiempo en que el miedo y la emoción por lo desconocido hacían creer a los hombres toda clase de historias maravillosas y fantásticas.

Los dragones servían para cartografiar o bien zonas desconocidas o para dar señales sobre la peligrosidad de los mares

Seres de otro mundo, joyas inauditas, razas monstruosas e islas maravillosas, todo aquello se hallaba en las inmediaciones de un mundo todavía desconocido.

placeholder Un monstruo marino en un mapa de 1621. (Wikimedia commons)
Un monstruo marino en un mapa de 1621. (Wikimedia commons)

En el caso de los dragones, que se han repetido a lo largo de distintas culturas de la historia, hay varias teorías para explicar la fascinación por un animal que nunca existió: desde que tienen un origen común, a que sus representaciones no son las mismas dependiendo de cada civilización, o que incluso podrían haber sido huesos de dinosaurio mal interpretados. Sea como fuere, las leyendas latinas en los mapas nos han quedado como muestra de una época en la que todavía estaba todo por descubrir y, por tanto, se mantenía la esperanza en los tiempos venideros.

Foto: Dragón chino. (iStock)

Cuando las primeras civilizaciones que habitaron el mundo tuvieron conciencia de que había limitaciones en el mundo en el que vivían, y que se repetían determinados patrones (como las estaciones o las formas del paisaje), empezaron a realizar bocetos en las cuevas que bien podrían ser los primeros esbozos de los mapas. En la ciudad de Çatalhöyük en Anatolia se descubrió un mural que data del VII milenio a.C, en escritura cuneiforme, que esquematiza la descripción de siete islas míticas en medio del océano (conectando tierra y cielo).

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