Por qué los egipcios se pintaban de perfil: "Sabían dibujar de frente y eligieron no hacerlo"
Todas las representaciones son iguales: el torso mira de frente, pero la cara se encuentra de perfil, dando importancia a la nariz y al ojo. ¿A qué se debe esta perspectiva tan peculiar?
Todavía a día de hoy, cuando una familia visita un museo de historia o arqueología, lo primero que suelen preguntar los niños es aquello de dónde están las momias. La civilización que vivió durante tantos años junto al Nilo, y que colapsó con la muerte de una faraona y la picadura de un áspid (o al menos eso dice la leyenda) fascina por su exotismo y todo en su complejidad histórica llama la atención: sus enterramientos, sus dioses, sus faraones.
En la idiosincrasia del Antiguo Egipto está sin duda la manera en que representaban, no solo a deidades y reyes, sino al pueblo llano viviendo su cotidianidad. Como la representación artística es una de las herramientas que nos separa del resto de animales de la Tierra, dotándonos de trascendencia y espiritualidad, suele llamar nuestra atención a la hora de conocer diferentes pueblos. Egipto no solamente nos ha dejado increíbles monumentos como las pirámides o Abu Simbel, sino también pequeñas representaciones marcadas para siempre en paredes o tumbas.
Así, por ejemplo, nos sorprende que los egipcios utilizaran el azul en una época en la que otros pueblos aún no conocían la mezcla. De igual manera, muchas representaciones de sus dioses han llegado hasta nuestros días, y las figuras de Isis con su hijo Horus son tan increíblemente parecidas a las de la Virgen y Jesucristo que no pueden ser mera casualidad. Pero, probablemente, lo que más llame la atención es esa extraña costumbre o manía de pintarse de perfil.
Aunque el rostro esté de perfil, el cuerpo, al contener los órganos vitales, debía estar de frente para que aparecieran todos y así a poder caminar con seguridad al Más Allá
Simbolizaban la vida. En muchas ocasiones, esa vida que se había dejado atrás para marcharse al Más Allá, pues decoraban sepulcros y templos. Lo conoces de sobra: el torso colocado de frente y la cabeza y las caderas, sin embargo, de perfil, en una postura imposible. Los ojos parecen observar al espectador de frente, y, sin embargo, también se muestra la nariz de perfil.
"No daban puntada sin hilo", apunta Rosa Pujol, presidenta de la Asociación Española de Egiptología. "Sabían pintar y sabían esculpir, y por supuesto sabían pintar de frente, sin embargo, elegían no hacerlo".
¿Por qué?
La teoría de que no sabían usar las sombras: descartada
En un principio, algunos expertos apuntaban que esa era la forma de pintar los cuerpos porque los egipcios desconocían el uso de las sombras. Sin embargo, al observar cómo maquillaban a las esfinges y perfilaban las narices o los ojos, la teoría se desvaneció: sabían perfectamente utilizar las sombras y la luz, solo que decidían no plasmarlas en sus pinturas.
¿Una cuestión de eternidad?
Algunos expertos apuntan que, de perfil, se marcan mejor algunos rasgos. Esto no es algo meramente superficial o estético, sino que (apuntan) tenía que ver con la propia eternidad. ¿La nariz de perfil? Era necesaria, porque así se mostraba mejor y representaba la respiración. ¿El cuerpo de frente? Contiene los órganos vitales, por lo que debían dibujarse así para mostrarlos todos. Era fundamental para que, de esta manera, pudieran caminar con seguridad hacia el Más Allá.
Rosa, sin embargo, no está de acuerdo del todo con esta teoría. "Realmente ya preservaban todos sus órganos cuando se momificaban, por lo que a la hora de representarlos pictóricamente no era verdaderamente necesario. Se trata más bien de una cuestión de perspectiva".
Carecían de perspectiva
El ojo no engaña. Desde el Renacimiento usamos el punto de fuga, lo que significa que si hay que colocar dos objetos (uno más cerca y delante de otro), al segundo lo colocaremos detrás. Esta manera de representación no la tenían los egipcios: "Imaginemos la representación de un cofre que tiene dentro vestidos", cuenta Rosa. "Como dicho cofre no es transparente, los egipcios pintarían todos los objetos que hay dentro arriba del cuadro". Al carecer de perspectiva, el tamaño de las cosas o las figuras no tenía que ver con su cercanía sino con su importancia.
De esta manera, la persona se dibuja por separado dentro de un todo y dándole determinada importancia a cada parte. "El pecho se muestra de perfil porque así se sabe si el representado es un hombre o una mujer", cuenta Rosa. "La cara, aunque se muestre de perfil, presenta al ojo de frente porque es lo que más define a una cara: un ojo visto en perspectiva no queda muy claro. Pasaba algo parecido con las manos, lo primero que pintaban era el pulgar porque es lo que da la idea de la mano. Así pues, aunque las posturas resultaran imposibles, se veían claras todas las características de la figura".
Al carecer de una perspectiva real, la persona se dibuja por separado dentro de un todo y dándole determinada importancia a cada parte
Así, el torso está de frente porque el corazón tiene vital importancia, pero también son fundamentales los ojos y la nariz, y por ello la representación aunque carece de profundidad, inmortaliza de manera un poco homogénea ese mundo del que formaban parte.
Sí, también hay dibujos pornográficos
Algún egipcio tuvo que haber al que no le gustaba ser gobernado por una mujer. Por lo menos, eso es lo que nos ha quedado para la posteridad. También de perfil, como no podía ser de otra manera, pero en una postura muy particular, se descubrió en el pasado un 'retrato' de la bella Hatshepshut y el que fue su hombre de confianza y al que dejó la educación de su hija: el misterioso Senenmut, arquitecto real. Algún grafitero de la época no estaba especialmente feliz con la unión y quería burlarse de la reina, así que ni corto ni perezoso los dibujó en una imagen que no deja lugar a la imaginación y que ha llegado hasta nuestros días.
La diferencia marcada por Akenatón
Además de pintarse siempre de perfil y realizando actividades cotidianas que pueden ir desde recoger trigo (el pueblo llano) a guerreando (los faraones), la representación egipcia como decíamos es bastante homogénea y todas las pinturas son bellas y jóvenes. No solo por una cuestión estética, sino también vital: pocas personas llegaban a una edad muy avanzada.
Sin embargo, el faraón hereje marcó un punto de inflexión no solo con su vida (es, al fin y al cabo, el primer y único faraón monoteísta) sino también con las representaciones que existen sobre él. El faraón no se contentó solo con abandonar Tebas como capital o dirigir un culto exclusivo a Atón, también revolucionó la pintura que, hasta entonces, había sido bastante normativa.
El faraón también revolucionó la pintura que, hasta entonces, había sido bastante normativa. Desaparece la idealización y sale bastante desproporcionado
Akenatón no se hacía representar bello, sino con barriga y un rostro extraño y afeminado, y alejándose de los convencionalismos iconográficos es el primer faraón en representar escenas familiares. Desaparece la idealización. "Rompió con todo, y también cambió el arte", apunta Rosa. "Se seguía pintando de perfil pero con posturas mucho menos rígidas. Por ejemplo, se le representa comiendo, algo antes impensable. Es un arte muchísimo más cercano", también se le puede ver acompañado de su mujer, Nefertiti, y cogiendo a sus hijas en brazos, las cuales se muestran completamente desproporcionadas (hasta el punto de que parecen sufrir algún tipo de malformación).
"También el respaldo del sillón que se encontró en la tumba de Tutankamón es diferente. Los pies están bien representados en lugar de pintarse empezando por el pulgar, y parece haber mayor perspectiva. Por supuesto, cuando terminó su reinado se retrocedió de nuevo y se volvió al clasicismo, las figuras volvieron a ser bellas y homogéneas, quizá incluso más elegantes", señala la egiptóloga. Ese punto de inflexión es la demostración de que, en una civilización que vivió durante 3.000 años, hubo lugar para muchos estilos artísticos en los que se buscaba lo mismo que se busca ahora: no ser olvidado.
Todavía a día de hoy, cuando una familia visita un museo de historia o arqueología, lo primero que suelen preguntar los niños es aquello de dónde están las momias. La civilización que vivió durante tantos años junto al Nilo, y que colapsó con la muerte de una faraona y la picadura de un áspid (o al menos eso dice la leyenda) fascina por su exotismo y todo en su complejidad histórica llama la atención: sus enterramientos, sus dioses, sus faraones.