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Así es como nuestro cerebro se recupera de las malas experiencias mientras dormimos
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Descanso reparador

Así es como nuestro cerebro se recupera de las malas experiencias mientras dormimos

Un nuevo estudio analiza las funciones de las neuronas durante la fase REM del sueño para conocer de cerca el mecanismo de bloqueo de las emociones y pensamientos negativos

Foto: Foto: iStock.
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Expresiones con connotaciones negativas como "dormir la mona" existen por algo, no son nada fortuitas. Ahora bien, ¿qué culpa tendrán los simios de que en un sentido figurado les usemos para referirnos a una mala noche por culpa del alcohol? Según los autores David Sánchez y Héloïse Guerrier, quienes publicaron 'Con dos huevos. Glosario ilustrado de las expresiones más castizas del castellano y sus orígenes', todo se debe a que en el siglo XVI se empezó a asociar la palabra "mona" con borrachera, de tal modo que a aquel estado ebrio negativo o melancólico se le denominaba "mona triste" y al borracho alegre como "mona alegre". El origen estaba en que durante las fiestas se ofrecía vino a los monos para observar su comportamiento y los efectos del alcohol en su cuerpo.

No es que haya una "mona alegre" y una "mona triste"; si has bebido, por mínimo que sea, ten por garantizado que pasarás una noche mala o al día siguiente te despertarás habiendo descansado peor. No hemos venido a hablar de los efectos nocivos para el sueño de las bebidas espirituosas, sino sobre cómo el acto de dormir ayuda a reparar de alguna manera aquellas heridas que el día nos ha dejado, tanto físicas como psicológicas o mentales. Otra expresión como "consultarlo con la almohada" remite a un momento decisivo en el que tenemos que tomar una decisión importante. Sea como sea, si has de llevar a cabo un cambio o quieres enmendar algo malo que te ha ocurrido, lo mejor será reclinar la cabeza y entrar en los dominios de Morfeo. "Mañana será otro día" es el tercer ejemplo de cómo pase lo que pase, si consigues conciliar el sueño y llegar al día siguiente, ya tienes la mitad del problema resuelto.

"El cerebro discrimina las sensaciones de peligro frente a las de seguridad gracias a las dendritas"

"Si el río suena es que agua lleva" y no es por soltar más refranes, pero lo cierto es que nuestro cerebro posee un mecanismo por el cual todas las malas experiencias o sensaciones acumuladas durante el día se reciclan, dando más prioridad a las buenas. Así lo corrobora un nuevo estudio publicado en la revista 'Science' que aborda la manera en la que procesamos y gestionamos las emociones, el cual descubrió una evidencia más de cómo nuestra mente, cuando se encuentra en fase REM, establece una diferencia entre los pensamientos y sentimientos positivos y negativos, atesorando más los buenos y desechando los malos.

Los axones y dendritas

Para comprender más de cerca estos mecanismos que se dan durante la fase REM, un grupo de científicos del área de Neurología de la Universidad de Berna, en Suecia, probaron con ratones. En primer lugar, les condicionaron con sonidos que les asustaban o les daban tranquilidad y seguridad con el objetivo de simular lo que más o menos una persona siente al irse a dormir, tanto si está nerviosa como si está relajada. Obviamente, no es lo mismo ratones que humanos, pero a partir de ese experimento los científicos obtuvieron una muestra de su actividad cerebral para trazar un mapa de las distintas partes de una célula neuronal y así determinar lo que ocurre cuando dormimos en la fase REM.

"Si esta discriminación fallara, se generaría una reacción de miedo excesiva, dando lugar a trastornos de ansiedad continuos"

De esta forma, llegaron a la conclusión de que las neuronas de los ratones estaban formadas por un cuerpo celular llamado soma, el cual integra toda la información procedente de las entradas (dendritas) que envían señales a otras neuronas por las salidas (axones). Los resultados mostraron que las somas de las células a veces se mantienen en silencio mientras sus dendritas se activan.

"Esto implica un desacoplamiento de los dos compartimentos celulares, es decir, un soma dormido y unas dendritas bien despiertas", explica Antoine Adamantidis, uno de los autores del estudio, en una nota de prensa. "Este desacoplamiento es muy importante porque la fuerte actividad de las dendritas permite codificar tanto las emociones de peligro como de seguridad, mientras que cuando se inhibe el soma hay un bloqueo en el circuito durante la fase REM. En otras palabras, el cerebro discrimina las sensaciones de peligro frente a las de seguridad con las dendritas, y a su vez bloquea la sobrerreacción a las emociones negativas, en especial las de peligro".

placeholder Vista microscópica de una neurona con sus axones y dendritas. (iStock)
Vista microscópica de una neurona con sus axones y dendritas. (iStock)

Según los expertos, esto responde a un mero mecanismo de supervivencia, en este caso mental pero también evolutiva. "Esta herramienta de dos direcciones es esencial para optimizar la discriminación entre señales peligrosas y de seguridad", recalca por su parte Mattia Aime, del departamento de investigación biomédico que se ha encargado del estudio en la citada universidad sueca. "Si esta discriminación fallara en seres humanos, se generaría una reacción de miedo excesiva, dando lugar a trastornos de ansiedad continuos". De ahí que estos hallazgos sean especialmente relevantes para perfeccionar tratamientos que tengan que ver con el trastorno de estrés postraumático, en los que el trauma crece en exceso en el córtex prefrontal día tras día, durante el sueño.

De ahí que, si no estuviéramos provistos de esta herramienta mental, muy posiblemente nos sentiríamos más vulnerables frente a los agentes del entorno, ya que una simple experiencia negativa sobre cualquier cosa acabaría produciéndonos una parálisis que nos impediría superar las dificultades cotidianas. Por ello, los científicos también están aplicando los resultados a problemas de salud mental agudos o crónicos que pueden surgir a raíz de este "desacoplamiento somatodendrítico" producido mientras dormimos, como los cuadros graves de ansiedad, depresión, pánico o incluso de la anhedonia, definida como la incapacidad para sentir placer. "Esperamos que nuestros hallazgos no solo sean de interés para los pacientes de estas enfermedades, sino también para el público en general", sopesó Adamantidis.

Expresiones con connotaciones negativas como "dormir la mona" existen por algo, no son nada fortuitas. Ahora bien, ¿qué culpa tendrán los simios de que en un sentido figurado les usemos para referirnos a una mala noche por culpa del alcohol? Según los autores David Sánchez y Héloïse Guerrier, quienes publicaron 'Con dos huevos. Glosario ilustrado de las expresiones más castizas del castellano y sus orígenes', todo se debe a que en el siglo XVI se empezó a asociar la palabra "mona" con borrachera, de tal modo que a aquel estado ebrio negativo o melancólico se le denominaba "mona triste" y al borracho alegre como "mona alegre". El origen estaba en que durante las fiestas se ofrecía vino a los monos para observar su comportamiento y los efectos del alcohol en su cuerpo.

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