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"Un filósofo del 400 a.C y un niño español en 2022 comparten una democracia imperfecta"
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Entrevista

"Un filósofo del 400 a.C y un niño español en 2022 comparten una democracia imperfecta"

Hablamos con Jordi Nomen, profesor de la escuela Sadako de Barcelona y referente en el campo de la filosofía para niños

Foto: Jodi Nomen (Cedida)
Jodi Nomen (Cedida)

Para muchos jóvenes la Filosofía es un concepto bastante abstracto al que solo prestan atención cuando les toca memorizar los autores que entran en el examen de selectividad. Y no es su culpa.

Afirma Jordi Nomen que "educar es, por encima de cualquier otra consideración, amar. Y amar es, en definitiva, poner lo mejor que uno es al servicio del crecimiento de los otros". Los padres quieren lo mejor para sus hijos: que sean inteligentes, reflexivos y que tengan las mejores herramientas posibles para que se vayan enfrentando al mundo, pero no ponen al servicio de su crecimiento el conjunto de saberes que orientan el conocimiento de la realidad: la Filosofía. Y quizás... tampoco es su culpa.

En su libro 'El Niño Filósofo' (y en sus continuaciones sobre Ética y Arte que completan la trilogía), Nomen propone una serie de herramientas prácticas para que las familias y los educadores desarrollen la inteligencia filosófica de los más pequeños. Una ventana creativa con pautas de juego y diálogo a través de preguntas de grandes pensadores que busca desterrar para siempre esa respuesta típica de los adultos de "ya lo entenderás más tarde".

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Imagen cedida del primer libro de la trilogía 'El niño filósofo' de Jordi Nomen

PREGUNTA: ¿Por qué es interesante plantear preguntas a los niños para las que los adultos no tenemos respuestas?

RESPUESTA: Yo creo que la el papel de la Filosofía en la vida de los niños, que es en el fondo lo que estás preguntando, tiene tres vertientes diferentes. Por un lado, la de la construcción del carácter: dudar de aquello que se nos presenta como verdad es un ejercicio saludable, y es bueno hacerse preguntas para las que no tenemos respuesta porque eso genera pensamiento crítico. En segundo lugar, la de poder responder a retos de ciudadanía, de convivencia y de resolución de conflictos: las preguntas que la sociedad nos va lanzando van a ser cada vez más complejas, por ejemplo, ¿podremos elegir el sexo de nuestros hijos o hijas? Es posible que la ciencia lo permita, pero son preguntas que nos tenemos que hacer desde el punto de vista ético. Y en tercer lugar es importante porque ayuda a afrontar la mortalidad con lucidez (y con la libertad que nos da esa lucidez) en un camino diferente al de la religión o al de la ciencia.

P: ¿Qué cosas unen a un filósofo ateniense de 65 años en el 400 a.C con un niño de 8 años vallisoletano en 2022?

R: Buena pregunta. Yo creo en primer lugar que comparten la tradición cultural, que está bien tenerla presente. Nosotros tenemos un pasado como sociedad, y ese pasado es eminentemente grecorromano. También comparten un sistema político muy imperfecto en los dos casos. En el suyo lo era mucho, porque los esclavos no estaban dentro de este sistema político y las mujeres tampoco, y en nuestro caso porque sigue habiendo discriminación, quizás no de esclavos afortunadamente, pero sí de otros colectivos que son marginados sistemáticamente. Por lo tanto, compartimos esta democracia, que es el mejor sistema político y el que hay que perfeccionar siempre, porque nunca nos podemos conformar con el nivel de democracia que tenemos. Y además comparten la niñez. Los niños de ese 400 a.C en el fondo tenían mucho que ver con este niño de Valladolid, viviendo ambos una etapa de la vida pasajera que tiene sus peculiaridades y que, con alguna diferencia, era igual allí que aquí.

P: Un niño que va desarrollando un mayor espíritu crítico, una mayor capacidad analítica, que va ganando en madurez... ¿es un niño que está dejando antes de ser un niño?

R: Es erróneo atribuirle a un niño las características del adulto. Los niños siempre son niños, y cuando aprenden a pensar mejor por sí mismos siguen siendo niños. La sinceridad de un niño no se pierde. Uno con 8 o 9 años puede preguntarte "¿por qué corres si te vas a morir igual?". Esta pregunta que un adulto no la haría por conveniencia o por convención, un niño es bien capaz de plantearla y en el fondo está pensando por sí mismo porque ha observado esa aceleración que llevamos los adultos y se ha planteado "oye si la muerte existe para todos, ¿por qué hay que correr tanto? ¿No podemos ir más despacio y lo resolveremos mejor?". Y siguen jugando, y siguen teniendo conflictos de niños y niñas, el desarrollo de su pensamiento no los convierte en algo distinto, ni en un escuadrón de élite, o en un superhombre o en una supermujer al estilo de Nietzsche. Además, el pensamiento en niños y en adultos es siempre imperfecto. Cometemos errores en nuestras acciones, somos falibles y somos frágiles. Sí que pienso que les ayuda a resolver situaciones cotidianas, a entender más lo que les rodea, y a convivir con los demás, y todo eso sí que es interesante.

P: En tu primer libro dedicas un capítulo a Matthew Lipman, ¿quién era y por qué es importante en esta relación entre la filosofía y niñez?

R: Fue un filósofo norteamericano, ya fallecido, que a finales de los años 60 y principios de los 70 daba clases de Filosofía y de Lógica en la universidad. Se fue dando cuenta de que sus alumnos se sabían de memoria la vida de los filósofos más insignes, pero no sabían discutir sobre sus ideas ni dialogar en torno a ellas. Eso le llevó a pensar que la filosofía debía tener otra función, la de contribuir a pensar mejor (pensar críticamente, pensar creativamente, y pensar éticamente), y ese 'pensar mejor' le llevó a crear todo un curriculum desde los 6 hasta los 18 años, con novelas filosóficas y libros para los maestros, para que ellos pudieran primero aprender a dialogar filosóficamente y después ayudar a los jóvenes a que aprendieran a pensar por sí mismos de forma democrática. A eso dedicó buena parte de su vida. Él y Margaret Sharp, que es la mujer que le ayudó con todo aquello, son el padre y la madre de la filosofía para niños.

placeholder Jordi Nomen (Imagen cedida)
Jordi Nomen (Imagen cedida)

P: ¿Hay algún gran filósofo que pensó específicamente en los niños cuando desarrollaba sus ideas?

R: Quizás en niños y niñas muy pequeños, no, pero hay muchas obras filosóficas que fueron escritas justamente para aconsejar a jóvenes sobre cuál debería ser su papel en la vida, haciendo los autores de mentores de los lectores. Rousseau cuando escribió 'Emilio' estaba pensando en un joven, con ese buen salvaje que él reivindica y esa sociedad que lo estropea. Es un ejemplo, pero se podrían nombrar muchísimos más. La novedad está en hacer una novela filosófica para niños, en su lenguaje para que lo puedan entender, y que les sirva como desencadenante para empezar a gestionar el diálogo filosófico, y eso es lo que hace Lipman básicamente.

P: Podemos entender la importancia de que los niños desarrollen un pensamiento crítico, o un pensamiento creativo, pero tú defiendes también la importancia del pensamiento cuidadoso. ¿Qué es exactamente?

R: El pensamiento cuidadoso lo es en dos sentidos. Cuidadoso en el sentido del propio pensamiento, porque es un pensamiento que intenta darse cuenta de los prejuicios, de las falacias, de los sesgos cognitivos y de los errores de razonamiento, pero, más importante todavía, es cuidadoso con las demás personas: se rige por valores, incluye emociones, es empático porque intenta entender al otro, intenta buscar pautas de convivencia e intenta conservar aquello que aprecia, por lo que es también activo. En una forma de pensar, en suma, que intenta tener en cuenta a los demás en todas nuestras ecuaciones, cuando hablamos, cuando sentimos y cuando actuamos. Vendría a ser algo así como la Ética, pero Lipman lo llamó pensamiento cuidadoso porque le ve esa doble dimensión de cuidado del pensamiento para que nos vayamos hacia el prejuicio y del cuidado de las personas, del resto de seres vivos y del planeta.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.

P: ¿Existe alguna cuestión filosófica que no le harías a un niño porque es pronto para su edad?

Sí, claro. En primer lugar los conceptos de muchísima abstracción, que no tengan ninguna traducción en su vida cotidiana. Lo que planteo en los libros, como dice Eduardo Infante, es que hay que acercar la Filosofía a la calle, por lo que no se me ocurriría decirles a los niños "vamos a hablar sobre qué es la metacognición", sería de una abstracción enorme y no se encuentra vinculado a su vida corriente, a su vida común, a la vida de la calle. Tampoco hablaría de determinados temas para los que el desarrollo madurativo del niño o niña o del grupo no está preparado, pero en cualquier caso el proyecto de Filosofía para niños parte de la premisa contraria, ya no es el docente el que habla de lo que interesa, sino que son los niños o los jóvenes los que plantean lo que les interesa, y cuando lo hacen es porque están preparados o preparadas para hablar de ello.

R: En relación a esto, un niño con más contexto sobre su entorno es también alguien más vulnerable a la realidad del mundo, dentro de tu visión filosófica rechazas lo que llamas la "trampa de la felicidad". ¿A qué te refieres con ello?

La sociedad nos hace determinadas promesas que luego resultan no ser así, y con un poco de lucidez se desarman rápidamente. Por ejemplo nos dicen que todos somos iguales y luego vemos que hay situaciones que no demuestran esa afirmación, o nos dicen que el estado del bienestar va a cuidar de cada uno de sus ciudadanos y eso en ocasiones no se da así. En la felicidad pasa un poco lo mismo, el sistema nos promete una felicidad plena, fecunda, total, que se basa en el consumo y en la compra de bienes. La trampa para mi está en que la compra de bienes no produce una felicidad no provoca una felicidad de ese tipo, duradera, y esto lo vemos en aquel niño que ha recibido su bicicleta nueva y unas semanas después ya no le provoca esa misma sensación porque está integrado como propio. Y luego hay otra trampa mucho más grave, que es que nos venden una idea de felicidad como plenitud permanente y total, y eso no es humano. El ser humano no puede sentir esa felicidad permanente y total. Nosotros no funcionamos así. Entonces si confiamos en que ser feliz significa serlo en todo momento pues está claro lo que viene después, que es el fracaso de eso porque no es posible. La felicidad es una plenitud que viene y se va como los ríos que desaparecen bajo las montañas y luego vuelven a resurgir. Es mucho más lúcido pensar que hay momento de plenitud y momentos de tristeza, momentos de fortaleza y momentos de fragilidad, y estos últimos enseñan y por lo tanto hay que valorarlos.

"Las normas son imprescindibles para la convivencia. Sin ellas se produce el caos, y en el caos no hay crecimiento posible"

P: Por un lado, los padres van dando a sus hijos una serie de valores que creen que son importantes para ellos (pero que pueden ser erróneos) y además son los responsables de poner una serie de límites claros en su día a día, pero por otro también deseamos que nuestros hijos tengan un pensamiento crítico, una opinión propia y que cuestionen su entorno. ¿Nos puede ayudar la filosofía a gestionar la mezcla de ambas vertientes?

R: Yo creo que sí. Las normas son imprescindibles para la convivencia. Si no hay normativa se produce el caos, y en el caos no hay crecimiento posible. Pero por otro lado también es cierto que esas normas de conviviencia básica de las que debemos dotarnos hay veces que la propia realidad o la tranformación social las cuestiona, y hay que poder cuestionarlas y revisarlas. Por eso nosotros en el programa de Filosofía para Niños le damos mucha importancia por ejemplo a las normas del diálogo, y hacemos unas normas para poder dialogar juntos y las revisamos periódicamente.

P: Filosofar con un niño no es tener una conversación al uso, puede darse repentinamente por una de sus inquietudes o puede venir de un planteamiento del adulto en algún momento ¿existen algunas pautas para lograr que esa charla sea fructífera para ellos?

R: Lo primero para filosofar con niños y niñas es escucharles más. Si vamos a darles una lección ya no estamos haciendo este planteamiento filosófico. Lo primero es escuchar para saber qué es lo que les inquieta, los que les preocupa, lo que les atrae. Cuáles son los elementos de la realidad que no saben gestionar y quieren conocer cómo hacerlo. Una escucha de calidad, dedicándoles tiempo y sin estar con el móvil en la mano. Y, a partir de ahí, más que saber responder es saber preguntar. Hacer preguntas: "¿Por qué te inquieta esto?" Y dar testimonios, patrones y ejemplos de ese pensamiento crítico y dubitativo: "vale, ¿y qué crees que se puede hacer? ¿qué alternativas tenemos? ¿cuál te parece que será mejor?".

Es importante dialogar mucho más con ellos, y hacerlo en ese sentido filosófico que, por ejemplo, problematiza las palabras, que es algo que hacemos muy poco los adultos. Un niño nos puede decir "es que un amigo me ha pegado", bueno, pues vamos a ver: "¿qué es para ti un amigo?" vamos a definir qué es la amistad, porque me estás diciendo una frase con algo que te preocupa que es algo contradictoria. "¿Qué circustancias había?" Porque lo mismo tu has considerado que te ha pegado, pero te ha empujado para salvarte de un patinete a toda velocidad que iba hacia ti y te habría arrollado. "¿Qué te ha dicho este amigo?" "¿Cómo se tenía que haber comportado un amigo?" Y según las respuestas que se vayan dando vamos estableciendo una conversación filosófica, que parte de la inquietud de esa primera frase de "es que un amigo me ha empujado", llena de escucha atenta, de diálogo, de preguntas, de problematización de conceptos, y de llegar a intentar entender cómo debemos actuar, porque la Filosofía no es solo pensamiento, es también acción. Quizás de esa conversación entre adulto y niño derive en deducir que ha sido un empujón gratuito y con el ánimo de hacer daño, y entonces "oye, a lo mejor deberías tener una charla con tu amigo sobre lo que significa ser amigos, o a lo mejor deberías cortar la relación con ese amigo, ¿a ti que te parece la mejor opción? ¿cómo podemos actuar sabiendo lo que ha sucedido?".

Foto: Fuente: iStock

P: Y a los adultos, ¿en qué nos puede ayudar como padres el hecho de tener un mayor conocimiento filosófico?

Para los adultos también veo muchas bondades. Yo es que haría Filosofía de los 0 a los 99 años. En primer lugar nos puede ayudar con la prisa de la que hablábamos antes, con plantearnos el mal uso de hacemos de las nuevas tecnologías, o con la mercantilización que hacemos del ser humano. Evidentemente influye en la participación política, que dejamos en manos de los políticos cuando los ciudadanos deberían tener una importante participación en ella. También nos puede ayudar a romper con la tiranía de la tendencia y el hecho de que todos queramos estar a la moda. La gente quiere estar en la cima de todo y eso genera mucho estrés por el estatus que la filosofía te puede ayudar a atemperar. La obligación y la trampa de la felicidad de la que hablábamos antes, y en la que también caemos los adultos. Y por último para gestionar la sociedad de la información en la que vivimos y poder distinguir lo que es verdad y lo que es un bulo, además del individualismo que padecemos, que no tiene en cuenta el bien común ni el interés general. Y todos estos elementos que hemos enumerado se terminan trasladando luego a nuestro hijo o en nuestra hija, porque ellos reciben en primer lugar es lo que siembran los padres.

P: Por último: si una niña de 7 años y un chico de 13 vinieran a ti diciendo que les interesa la Filosofía y que quieren saber más, ¿qué libro les recomendarías leer a cada uno?

Habría muchísimos. A ella le recomendaría 'El Pequeño Príncipe' de Saint-Exupéry, que me parece un libro muy interesante para entrar en el mundo de la Filosofía. Para él, que es un poco más mayor, quizás me atrevería con Hermann Hesse y 'Siddhartha'. Puede ser un libro un poco difícil para los 13 años pero yo lo leí a esa edad y la verdad es que puede dar mucho de sí para la reflexión. 'Invisible', de Eloy Moreno, que es una novela que habla sobre el maltrato, también podría ser una buena opción para esa edad. En cualquier caso, lo más importante, a parte del propio libro y lo que se dice en él, es el acompañamiento que hay, si podemos dialogar sobre eso que leemos. Cualquier cuento o novela puede llegar a tener muchísima potencialidad. Leer ensancha el interior de uno mismo y del mundo que le rodea.

Para muchos jóvenes la Filosofía es un concepto bastante abstracto al que solo prestan atención cuando les toca memorizar los autores que entran en el examen de selectividad. Y no es su culpa.

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