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¿Por qué hacemos trampas? La explicación detrás de este fenómeno social
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Una manía, una inercia...

¿Por qué hacemos trampas? La explicación detrás de este fenómeno social

El escenario de las trampas no es solo el académico, seguro que también sabes de lo que hablamos si decimos "robar dinero de la banca del Monopoly como quien no quiere la cosa"

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Ya lo sabemos, no te gustan las trampas. A nadie le gustan las trampas. Sin embargo, no podemos dejar de hacerlas. Como una manía, inercia, como un recurso… Las probabilidades de que alguna vez hayas hecho una chuleta para un examen, hayas mirado de reojo el examen de al lado o hayas entregado un trabajo de clase que en realidad no hiciste tú sino tu madre o tu padre son muy altas, reconócelo. De hecho, el escenario de las trampas no es solo el académico, seguro que también sabes de lo que hablamos si decimos "robar dinero de la banca del Monopoly como quien no quiere la cosa" o "echarle un ojo a las respuestas a una pregunta del Trivial". Lo has hecho, y lo sabes.

Desde asuntos triviales de la niñez hasta otros no tantos de adultos, la línea entre escaquearse y hacer trampas a veces y poco a poco se afina más y más. Será que todo es práctica. Pero, ¿cuál es el motivo de este gesto? ¿Por qué nos atrae tanto?

Foto: Engañar es más sencillo cuando tienes recursos. (iStock)

El miedo a perder algo parece ser una de las claves. ¿Perder el qué? Cualquier cosa, lo que sea, aunque especialmente perder nuestra reputación. De hecho, según explica William Park en un artículo para la BBC, ese miedo resulta un mayor motivador para hacer trampa que lo atractivo que pueda parecer la idea de ganancia.

Los tramposos tienen mejores notas

Esto explica, como ha demostrado el investigador de la Universidad de Ghelp en Ontario, Kerry Ritchie, en un estudio acerca de la enseñanza, por qué al contrario de lo que podamos pensar, las personas que hacen trampas no son aquellas que suelen perder, sino las que casi siempre ganan. "La mayoría de las trampas académicas las realizan estudiantes de alto rendimiento", encontró Ritchie en su investigación en adolescentes en un contexto académico. En concreto, un 60% de los tramposos suelen obtener calificaciones del 8 para arriba.

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El fenómeno resulta innegable, aunque explicarlo no esté tan claro como que todos hemos probado suerte alguna vez. Según un estudio publicado por la 'American Academy of Pediatrics' en 2004, hacer trampa es el resultado de un modelo de vida basado en la competencia. "En nuestra cultura, con pocas excepciones, la competitividad es habitual y, de hecho, es recompensada. Los niños aprenden que perder es malo y, especialmente en los primeros años de la escuela, su deseo de hacer bien las cosas es muy fuerte".

Además, según dicho estudio, hacer trampa también podría ser un síntoma de un problema emocional interno o problemas con compañeros que deberían abordarse. En su estudio, Ritchie apunta que cuantos más amigos que hacen trampas tenga una persona, por ejemplo, es más probable que él mismo las haga en el futuro.

El problema de la influencia social

Esto podría deberse a dos motivos: Uno, a la influencia social, o cuando las decisiones de nuestros amigos hacen que alteremos nuestro comportamiento. O dos, al resultado de la "homofilia", es decir, cuando buscamos amigos que sean como nosotros.

Sin embargo, hacer trampas no está reñido con que la actividad, sea cual sea, tenga un carácter compartido, ya que también hacemos trampa solos, cuando nuestra decisión no está directamente condicionada por la mirada ajena en ese momento.

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En este sentido, hacer trampas se define como una forma de reparar bajos estados de ánimo, aliviar el estrés y satisfacer necesidades psicológicas. Vamos, que no deja de tener que ver con la cultura de la competitividad en la que se enmarca la sociedad reciente.

Un mundo que busca la perfección

En el caso de los juegos, en primer lugar, a veces estos no son perfectos, de esa perfección que buscamos en ellos cuando tratamos de evadirnos de la realidad. La ficción complaciente.

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A veces, un pequeño fallo o descuido puede significar que un jugador se quede atascado, retroceda, pierda, y eso no es divertido para nadie. "Existe una especie de conocimiento que se obtiene al jugar en profundidad a un juego en particular... y eso es algo que se puede compartir con otras personas, que se puede presumir de ello. La idea detrás de no querer perder que nos lleva a hacer trampa tiene que ver con ese capital cultural", sostiene Mia Consalvo, autora del libro "Haciendo trampas: cómo obtener ventajas en los videojuegos", y profesora de estudios y diseño de juegos, y estudios de comunicación en la Universidad de Concordia, en Montreal, Canadá.

Asimismo, los psicólogos están convencidos de que hacer trampa produce una sensación de euforia descontrolada: nos hace liberar tanta adrenalina como los deportes de riesgo o cualquier otra actividad que pueda ser potencialmente adictiva. Y tú, ¿cuándo fue la última vez que hiciste trampa? ¿Te has preguntado por qué lo hiciste?

Ya lo sabemos, no te gustan las trampas. A nadie le gustan las trampas. Sin embargo, no podemos dejar de hacerlas. Como una manía, inercia, como un recurso… Las probabilidades de que alguna vez hayas hecho una chuleta para un examen, hayas mirado de reojo el examen de al lado o hayas entregado un trabajo de clase que en realidad no hiciste tú sino tu madre o tu padre son muy altas, reconócelo. De hecho, el escenario de las trampas no es solo el académico, seguro que también sabes de lo que hablamos si decimos "robar dinero de la banca del Monopoly como quien no quiere la cosa" o "echarle un ojo a las respuestas a una pregunta del Trivial". Lo has hecho, y lo sabes.

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