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Cosas que en el siglo XIX pensaban que existirían en 2021 (y sí, se equivocaron)
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Cosas que en el siglo XIX pensaban que existirían en 2021 (y sí, se equivocaron)

En 1900, un grupo de ilustradores franceses fantasearon con cómo sería la época actual, y sus predicciones erraron un poco

Foto:  El cartero según el francés Jean-Marc Coté. (Wikimedia commons)
El cartero según el francés Jean-Marc Coté. (Wikimedia commons)

El pasado siempre ha sido para el ser humano la constatación de la seguridad, la lamentación porque hubo un tiempo que fue mejor, la necesidad de seguir avanzando con la cabeza vuelta hacia atrás. El futuro, sin embargo, es la aventura, eso que no conocemos y que por tanto nos permite soñar en que todo será diferente, quizá más peligroso o más bello, pero definitivamente distinto. Y podemos decir oficialmente que ya vivimos en él, teniendo en cuenta que 'Regreso al futuro' sucede en 2015 y 'Blade Runner' en 2019, por poner dos ejemplos mundialmente famosos: hemos superado ya algunos de los futuros más distópicos de la historia.

No solo con esas películas. Desde siempre, el ser humano ha tratado de averiguar cómo sería el futuro, con mayor o menor acierto. Algunos visionarios como Julio Verne o Dean R. Koontz (que en los 80 'predijo' de alguna manera el actual coronavirus) parecían tener la llave maestra a ese futuro inexpugnable. Otros, sin embargo, imaginaban sociedades futurísticas que, desgraciadamente, no han podido ver la luz todavía. Por suerte aún queda el mañana. ¿Cómo imaginaban en el pasado que sería este nuevo siglo?

Podemos decir oficialmente que vivimos en el futuro, teniendo en cuenta que 'Regreso al futuro' sucede en 2015 y 'Blade Runner', en 2019

Transporte aéreo

El deseo del ser humano de poder volar y surcar los cielos le ha acompañado desde que Ícaro y Dédalo fabricaron unas alas para poder dirigirse hacia el sol. Quizá por ello a comienzos del siglo XX se pensaba que en el futuro todo el mundo se atascaría en las autopistas… pero volando. Y no precisamente en coches voladores, tan usados en ciencia ficción.

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A finales del siglo XIX el francés Jean-Marc Coté, junto a otros artistas, realizó una serie de ilustraciones en postales acerca de cómo sería el futuro (como curiosidad, el único juego de tarjetas conocido lo adquirió Isaac Asimov), y al parecer pensaba que todo el mundo podría surcar los cielos montado en unas especies de estructuras que nos pueden recordar a los drones. Desde los bomberos apagando fuegos a la policía, pasando por el cartero que te envía un paquete de Amazon, sería interesante vivir en un mundo plagado de ángeles mecánicos.

Robots, robots y más robots

Las leyes de la robótica de Isaac Asimov son claras: un robot no puede dañar a un humano, debe cumplir sus órdenes (a no ser que entren en conflicto con aquello de dañarlo) y debe proteger su propia existencia. Como aquello de volar, la posibilidad de tener algo así como esclavos diseñados por nosotros mismos que pudieran cumplir todas nuestras órdenes ha sido una fantasía frecuente. A día de hoy, más allá de Alexa y Cortana, todavía no contamos con robots superinteligentes en casa que nos hagan de mayordomos, pero nuestros antepasados no podían saberlo.

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Quizá por ello, muchas imágenes y artículos de principios del siglo pasado aseguraban que el futuro sería prorobots. Tanto, que nos quitarían los trabajos (una realidad que aún tememos). Coté imaginó que, en lugar de músicos, la ópera la tocarían robots en una orquesta y que en las barberías también habría ayudantes mecánicos dispuestos a limpiar, cortar el pelo y otros menesteres. No suena mal, la verdad.

A finales del siglo XIX el francés Jean-Marc Coté, junto a otros artistas, realizó una serie de ilustraciones acerca de cómo sería el futuro

Nada mejor que una casa con ruedas

Lo raro es que todavía no se haya patentado una casa con la que poder viajar a cualquier parte del mundo. Lo más parecido que tenemos son las caravanas, pero la del dibujo parece muchísimo más cómoda, dónde va a parar. Viene incluso con terraza y cafetería incorporadas, ideal para irte de viaje con los vecinos.

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El colegio del futuro

Muchos jóvenes pagarían porque la información de los libros de texto se 'incrustase', directamente, en sus cerebros, sin mucho esfuerzo. Coté debía pensar así, por lo menos, pues en su particular visión del futuro creía que los niños acudirían a la escuela y aprenderían la lección mediante unos cascos por los que directamente les llegaría el conocimiento. Algo parecido a un 'podcast', podemos suponer.

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Conquistar los mares

Aquí a Jean Marc se le fue un poco la pinza. Entendemos que el ser humano no solo ha pretendido conquistar los cielos desde que llegó a este planeta sino también descubrir los secretos y tesoros de los recónditos océanos, y en el año 2000 parece que por fin lo habríamos conseguido.

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Lo que no parece muy probable es que pudiéramos conquistar los mares domesticando a calamares y caballitos de mar gigantes para poder hacer regatas marítimas o viajar en autobuses tirados por ballenas. Las criaturas del mar, definitivamente, estarían a nuestra disposición. Soñar es gratis.

El fonógrafo, como Zoom

En 1900 no podían imaginar la de reuniones que tendríamos en 2020 vía telemática, ni tampoco que el WhatsApp daría un carpetazo a las llamadas teléfonicas porque muchos prefieren mandar un mensaje antes que llamar. Aun así, no iban mal encaminados cuando pensaron en las comunicaciones telefónicas.

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El fonógrafo, desgraciadamente, pasó a mejor vida. Inventado por Thomas Edison, fue el primer dispositivo más común para grabar y reproducir sonidos desde la década de 1870 hasta la década de 1880.

Coches de guerra

La guerra de por sí siempre es bastante surrealista, y en 1900 no imaginaban que el siglo viviría dos absolutamente terribles. Nada de trincheras o campos de concentración y exterminio, los franceses imaginaron por aquel entonces coches de guerra desde los que disparar al enemigo.

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Patinetes eléctricos... o algo así

Hoy en día, los más valientes recorren las ciudades en patinete eléctrico o bicicleta para llegar rápido al trabajo y sin contaminar demasiado. En el siglo XIX no estaban muy al tanto de los problemas medioambientales, pero ya se les habían ocurrido una suerte de patines con los que recorrer las calles (y caerse en el proceso).

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A veces se acierta y todo

Pero no todo son predicciones locas o absurdas. Habría que esperar un poco; pero más tarde, en 1947, una película francesa dio en el clavo con la adicción a las pantallas móviles que tendríamos a día de hoy. Se llamaba 'La Télévision, œil de demain' ('La televisión, el ojo del mañana'); y, como observará, no solo parece predecir dispositivos de mano como 'smartphones' o 'tablets', también el comportamiento que viene con ellos. Este cortometraje se parece más al futuro que conocemos, desgraciadamente.

El pasado siempre ha sido para el ser humano la constatación de la seguridad, la lamentación porque hubo un tiempo que fue mejor, la necesidad de seguir avanzando con la cabeza vuelta hacia atrás. El futuro, sin embargo, es la aventura, eso que no conocemos y que por tanto nos permite soñar en que todo será diferente, quizá más peligroso o más bello, pero definitivamente distinto. Y podemos decir oficialmente que ya vivimos en él, teniendo en cuenta que 'Regreso al futuro' sucede en 2015 y 'Blade Runner' en 2019, por poner dos ejemplos mundialmente famosos: hemos superado ya algunos de los futuros más distópicos de la historia.

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