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El día que el ejército de Hernán Cortés acabo con la vida de miles de indígenas
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La Matanza de Cholula

El día que el ejército de Hernán Cortés acabo con la vida de miles de indígenas

De acuerdo con los cronistas se trató de una acción preventiva y en represalia a la sospecha de una emboscada dentro de la ciudad de Cholula donde habían sido recibidos.

Foto: Foto: iStock
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La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano.

Nietzsche.

La clave de los éxitos de Hernán Cortés probablemente no resida solo en su agudeza de consumado estratega y de una tropa en comunión con su líder, también, hay una mujer clave que le orientó como una brújula en los momentos más críticos de la aventura iniciada en su momento hacia el oeste por Colón.

La Malinche, era una mujer, o tal vez una fantasía demasiado poderosa como para oponerse a su embrujo. Dos ojos que parecían dos ventanas al mar, unos pechos sublevados contra la gravedad, un porte impactante, verdad irrefutable que convertía ipso facto a los ateos en creyentes; ella, era un sorprendente arsenal con excelentes recursos. Aquel ser ¿o quizás era una Diosa? frenaba en seco hasta el andar más pausado e incluso podría convertir en estatuas de sal a los que se le dirigían de forma soez, tal era su poder…Princesa e hija de un jefe indígena aliado de Cortés, había sido ofrecida en matrimonio para hacer perdurable una alianza entre los fieles Tlascaltecas y los españoles para así dar mejor respuesta a los brutales mexicas.

Así como los cuatro evangelistas inventaron o rescataron a Jesucristo del anonimato, Dios creó a la mujer para dar sentido a esta locura o, cabe la posibilidad también, para volvernos locos de remate.

A Cortés le había tocado la lotería con La Malinche (también llamada Doña Marina). Como todos sabemos hoy por las Crónicas de Relación al emperador Carlos V, varios exploradores y la propia Malinche le habían advertido de que en Cholula les iban a tender una trampa con idea de exterminar el contingente español.

Foto: Carlos V vs. Francisco I. Érase una vez un hombre sin honor

Los españoles, muy probablemente alrededor de 700 entre arcabuceros, jinetes, ballesteros y las terribles duplas de mastines y sus amos, configuraban una fuerza temible, y más si cabe, con la ayuda del imponente ejército de indígenas amigos que quizás ascendieran a más de 6.000 siempre siguiendo las Crónicas de Relación. Cabe la posibilidad de que las cifras estuvieran manipuladas en base a lo que relatamos a continuación, pues lo ocurrido el triste día de la matanza más recordada por la muy manipulada Leyenda Negra (Santos Julia, Paul Preston, Henry Kamen, Juan Eslava Galán, lavan con Ariel y Perlan este punto), exagere algunos aspectos para limar lo acontecido; pero el conjunto de los hechos se ajusta con gran veracidad a lo que aquel día para olvidar ocurrió, y donde la guerra muestra sus fauces sin ningún pudor. Es necesario recordar que los indígenas no eran precisamente unos angelitos – hablamos de los mexicas-, razón por la cual Hernán Cortés pudo crear una amplia coalición y entrar en una guerra civil en toda regla con el apoyo de las fuerzas auxiliares Tlascaltecas, Totonacas y Txitximecas.

placeholder Episodios de la Conquista: La matanza de Cholula (óleo sobre tela)
Episodios de la Conquista: La matanza de Cholula (óleo sobre tela)

Alentados por Moctezuma a pernoctar en Cholula de camino a Technotitlan, los españoles fueron invitados a entrar en el interior de la enorme ciudad de urbanismo horizontal, siendo alojados en un palacio de incontestable arquitectura. Las autoridades locales habían decidido que los Tlascaltecas, unos cinco mil en ese momento, se quedarán en el extramuros por precaución ante la apabullante cifra de guerreros que se habían desplazado hasta la ciudad.

Moctezuma solo quería ganar tiempo para preparar una respuesta adecuada con su colosal ejército, pero eran tantos los indicios de traición, que saltaban a la vista. Por ejemplo, los porteadores de mercancías eran demasiado musculosos cuando lo normal era que fueran sencillamente de contextura fibrosa y delgada. Cuando se les revisaron sus pertenencias resultó que se encontraron que una gran mayoría de ellos llevaban mazas de combate y arcos, carcaj y flechas como para poner un puesto. Por otro lado, observaron que en las terrazas de las casas había amontonadas cantidades industriales de piedras de buen tamaño dispuestas para ser usadas en una emboscada a las tropas de Cortés. Y no solo eso, había una falta de presencia femenina e infantil inusual, pues al parecer los habían evacuado extramuros de la ciudad en previsión del enfrentamiento por venir.

Foto: Todavía no sabían lo que les esperaba... (Wikimedia Commons)

Con todos estos elementos indiciarios y el deterioro de la hospitalidad, pues se les había ido reduciendo el vital suministro de agua y viandas; lo que se cernía era bastante obvio. Hernán Cortes era además de un estratega de envergadura un soldado de fino olfato y todo aquello le comenzó a oler a chamusquina.

Por las mismas, convocó a los más altos dignatarios de la ciudad, los encerró en una habitación, les hizo unos arreglos para los que no había costura ni cirugía alguna, y les separó la cabeza del soporte motriz. Sin dudarlo un momento envió un potente destacamento de caballería para forzar la puerta principal de la ciudad y sus fieles aliados tlascaltecas entraron en tromba.

La presunta matanza no es imputable a la frialdad y premeditación que se esgrime por algunos vehementes historiadores indigenistas

La presunta matanza de miles de indígenas un 18 de octubre de 1519 a manos de los hombres de Hernán Cortés, asumiendo que fue una terrible tragedia, no es imputable a la frialdad y premeditación que se esgrime por algunos vehementes historiadores indigenistas y más recientemente por el ilustre escritor ya fallecido, Eduardo Galeano, que con toda su indiscutible grandeza literaria de pensador avanzado y sin pelos en la lengua (Las venas abiertas de América latina), no deja de fallar a la autocrítica más elemental. De idéntica manera, el actual presidente de Méjico, el señor López Obrador, desborda su vehemencia antiespañola con cierto tufillo anacrónico y populista lleno de estereotipos, cuando precisamente ha sido su país tras la independencia de España el que mejores relaciones ha tenido con nosotros de entre toda Iberoamérica y Sudamérica. Sin ir más lejos, la hospitalidad ofrecida a los vencidos (caso de los niños de Morelia, los miles de intelectuales y maestros y otros colectivos de artistas) en la trágica guerra civil española, fue mitigada por el formidable tratamiento que dispensó el presidente Lázaro Cárdenas a los exiliados. Méjico es el primer receptor de inversiones españolas en Latinoamérica (datos ICEX) y los sectores de oportunidad en este país hermano se amplían año tras año con espectaculares crecimientos.

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Reproducción de 1773 del original de 1581 del Lienzo de Tlaxcala

Por lo tanto, sugerimos respetuosamente al señor López Obrador que reconsidere su discurso hacia nuestro país, pues ganarse la simpatía de sus electores a costa de señalar con el dedo otras latitudes para desviar al respetable de problemas más profundos, no es una técnica muy correcta pues suele tener efecto boomerang.

Volviendo al tema de la tragedia de Cholula (también inserta en el discurso de Obrador contra España al recibir la banda presidencial tras ser electo), debemos de mencionar los datos de aquel fatídico momento y que desglosa el cronista López de Gomara en su relato de la batalla, poniendo el acento en la masacre sí, pero también en las órdenes estrictas dadas por Cortés para evitar muertes innecesarias entre las mujeres y niños que no habían sido evacuados. Con todo y con esto, se cree que la carnicería se llevó por delante entre cuatro y seis mil guerreros adversarios por una cifra ridícula de los propios. Este diferencial entre las cifras de fallecidos hay que imputarlo a la excelente preparación de los peninsulares con tres líneas de arcabuceros de frente que se solapaban entre si mientras los compañeros cebaban sus armas, al armamento puntero que usaban (ballestas, arcabuces, falconetes con metralla elemental, etc.) a la caballería y sus tácticas frontales o envolventes, y también por qué no, al uso indiscriminado de perros de combate que causaban estragos en las filas enemigas.

¿Cómo podríamos calificar correctamente esta tragedia? ¿Matanza o defensa propia? A toro pasado es muy fácil sacar la calculadora con su fría contabilidad y realzar o maquillar las cifras de muertos. La realidad es que al parecer de muchos estudiosos de la historia militar, se intentó crear a priori una buena sintonía entre las partes, pero el desenlace fue el que fue; viudas, huérfanos, dolor, odio, etc. La guerra en su peor versión.

La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano.

Cristóbal Colón Hernán Cortés Moreno
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