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Cuando España confinó a miles de franceses en la isla de La Cabrera
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Tras la Guerra de la Independencia Española

Cuando España confinó a miles de franceses en la isla de La Cabrera

Alrededor de 18.000 prisioneros de la batalla de Bailén (en 1808) fueron enviados a esta pequeña isla balear, de lo que se dice que solo sobrevivieron entre 3.000 y 4.000

Foto: Portada del libro sobre los prisioneros de la isla 'Cuando el padre nos olvida'
Portada del libro sobre los prisioneros de la isla 'Cuando el padre nos olvida'

¿Para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?

Stefan Zweig

Según Platón, obedecer es bueno cuando las órdenes vienen de forma natural desde arriba, ello, supondría la inutilidad de los dioses con lo cual se destruye todo un panteón de referencias morales y éticas –la mayoría insertas en la mitología– para el humano consumidor de estos artilugios religiosos.

placeholder Napoleón Bonaparte en un cuadro de Jacques-Louis David.
Napoleón Bonaparte en un cuadro de Jacques-Louis David.

Napoleón, el hombre de la mano en el píloro, fue un hijo de la Ilustración francesa, movimiento cultural nacido en la Francia de mediados del siglo XVIII, impregnado por la preocupación sobre aspectos sociales y políticos (Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Diderot, etc.), primero locales y luego de proyección universal con las conquistas del corso. De alguna forma es el caldo de la Revolución de 1789. Es sabido que la exportación de sus principios presididos por su espíritu crítico y escéptico eran muy saludables pero otra cosa bien distinta fue como se aplicaron. Hasta ahí todo bien.

En aquel tiempo, al pequeño Bonaparte le dio por repartir cera y revitalizar de paso ‘La Grandeur’, algo deteriorada por el furor destructivo de la horda agraviada y descontrolada parida por la Revolución Francesa en 1789. Por las mismas, entre otros objetivos, se fijó en España, país a la sazón muy debilitado. De todos es sabido que tras secuestrar y retener a los reyes del momento (Carlos IV ‘el Cazador’ –no de elefantes–, hijo de uno de los más grandes reyes de España (Carlos III) y padre del engendro e impresentable Fernando VII, detentor de varios motes muy merecidos, todos ellos con mucha carga de desprecio, descargó su ira sobre nuestra decadente nación, nación que sangraba por los cuatro costados, sobre todo, con los alzamientos y emancipaciones de las colonias.

En este orden de cosas, la nación, muy habituada a meterse el dedo en el ojo (no ha cambiado mucho desde entonces), se levantó en armas contra el invasor en un todos a una ejemplar.

Foto: El Mariscal Soult, retratado por Louis Henri de Rudder.

Como es sabido, las tropas napoleónicas lo pasaron bastante mal a manos de la guerrilla española ya que la logística de aquel poderoso ejército era constantemente saboteada y el Beaujolais, los vinos de Burdeos y los famoso quesos de nuestros vecinos, así como la munición, armas, caballerías, etc. se volatilizaban de “aquella manera”.

A todo quisqui le llega su San Fermín

En Bailén, hacia 1808, en la famosa batalla que el General Castaños dio al norte de la provincia de Jaén, cerca de 18.000 franceses se rindieron tras claudicar el estirado Dupont, ojito derecho del corso. Tras su captura, fueron enviados a Cádiz con la promesa de devolución a su patria, pero la guerra se tornó más cruel si cabe y se decidió finalmente confinar a aquella desgraciada muchachada en la isla mallorquina de La Cabrera.

La Cabrera fue el primer campo de concentración reconocido como tal en la historia de España. Una vez encerrados en aquella aislada trampa insular, el hambre apareció con todo su rigor y la única carne que había, era la humana sumada a la de cuatro despistadas cabras que se pasaban todo el día a la carrera para que no les echaran el guante. Al principio, cuando algún camarada moría, era devorado inmediatamente en precipitadas barbacoas de fortuna que eran un reflejo de lo que puede ocurrir cuando la locura humana despierta en su más macabra dimensión. Luego comenzaron a caer los más viejos y cuando estos ya habían desaparecido como resultado de su manifiesta debilidad ante el inclemente encierro (se dormía al raso y sin protección alguna), les llegó el turno a los más jóvenes y barbilampiños. Ni el ilustre Dante habría sido capaz de verbalizar o escribir los innumerables actos de horror acaecidos en aquel espacio hoy deshabitado de algo más de 15 kilómetros cuadrados y actualmente convertido en Parque Nacional.

La Cabrera fue el primer campo de concentración reconocido como tal en la historia de España

A pesar de que los oficiales galos intentaron por todos los medios organizar aquel caos y establecer cierto grado de disciplina en aras de la supervivencia el Apocalipsis galopaba a pasos agigantados. Dos honestos capitanes de un regimiento de los famosos Dragones, fueron devorados sin más contemplaciones.

Los suicidios e intentos de fuga alcanzaron cotas inverosímiles y cifras inaceptables. Al final de la guerra, solo quedarían cerca de 3.000 supervivientes que escaparon al horror tras un planteamiento estrictamente Darwinista en condiciones infrahumanas donde el único manantial que había en la isla fue la tumba de miles de galos en la disputa por su control.

placeholder 'La balsa de La Medusa' de Théodore Géricault
'La balsa de La Medusa' de Théodore Géricault

Las memorias de alguno de los supervivientes son escalofriantes y recuerdan al famoso pasaje de 'La balsa de la Medusa' naufragada en las costas de Mauritania, en las que el detallista pintor de las emociones –y de la locura–, Théodore Géricault, muerto prematuramente a la edad de 33 años, describe uno de los episodios de canibalismo más impactante y brutal de la historia reciente dándole a la pintura romántica un sesgo de altura y calidad incuestionable en la que el drama que en ella se expresa le confiere un realismo atroz.

Los suicidios e intentos de fuga alcanzaron cotas inverosímiles y cifras inaceptables

La honorable conducta de los pescadores mallorquines que pululaban por los bancos de pesca de la zona enaltecieron la negligencia y omisión de socorro debida que asolaba a aquellos condenados. Si bien es cierto que la Hacienda pública estaba en quiebra técnica por razones obvias, algo más se podía haber hecho por aquellos desgraciados cautivos.

Un diario de Palma propuso que fueran utilizados como mano de obra en el agro a cambio de darles algo de dignidad, condumio y un techo. Más la falta de voluntad política y de recursos económicos dieron al traste con aquellos actos aislados de buena voluntad.

Libertad de los supervivientes tras la guerra

En abril del año 1814 finalizaba la Guerra de Independencia española dejando al país exhausto. Un mes después, aquellos cadáveres ambulantes serían liberados de la boca del infierno. Escuálidos y la gran mayoría locos, los ¿afortunados? supervivientes serían embarcados hacia Marsella donde les esperaba un esperanzador paraíso que se convertiría en un desprecio e indiferencia flagrante. La victoria tiene muchos padres, la derrota ninguno.

Foto: Foto: Reuters.

En este punto, se hace necesario recordar el rencor más que justificado del pueblo español ante la barbarie de un emperador con delirios de grandeza que sacrifico la palabra dada y arremetió contra un pueblo débil y castigado por el constante esfuerzo de guerra contra los ingleses en todas las latitudes. La traición de Napoleón, quedará registrada como uno de los actos de vesania más antológicos de la historia. Prometió atravesar pacíficamente España para posteriormente invadir Portugal, aliada tradicional de Inglaterra, pero aquel villano tan subido en sus alzas que arrasó un país tocado de muerte, era un ilustrado bajo cuyo ropaje de uniformado habitaba un felón.

Las tropelías cometidas durante la invasión darían para confeccionar un catálogo de horrores en los que el drama causado, no ya a los uniformados locales y a la resistencia improvisada de los civiles a través de la eficaz guerrilla, sino a la población civil, fue indescriptible. Hacer aquí mención de la brutalidad de aquellos hechos no tiene hoy sentido ya que supondría interferir con el buen funcionamiento actual de las relaciones con nuestros vecinos.

In memoriam.

¿Para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?

Napoleón
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