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¿En qué momento se partió España en dos? La guerra que lo cambió todo
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HACE MÁS DE 200 AÑOS

¿En qué momento se partió España en dos? La guerra que lo cambió todo

La invasión francesa marca el inicio de una trágica división: la liberal, de pensamiento revolucionario, y la de la España tradicional, defensora del Antiguo Régimen

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Era el momento más cercano al alba. El silencio era absoluto, y un temprano rocío del primer septiembre comenzaba a alojarse imperceptiblemente en el bajomonte entre los helechos y hayas, entre la hierba aledaña a los robles, y entre aquellos extraños matorrales que se movían de una manera un tanto caprichosa, como si tuvieran vida propia.

Un destacamento francés compuesto por unos doscientos hombres, procedente del ejército de invasión napoleónico, dormitaba en la pedanía de Río Seco sin mayores precauciones que las de un reducido retén de centinelas, a su vez, plácidamente recostados sobre sus fusiles. Las gallinas de un granja cercana saludaban el día emergente con su habitual desparpajo y las cosas discurrían con tranquilidad en aquel lugar de la España olvidada por la guerra y apartada de todos los frentes; mas no era una guerra convencional…

Pero súbitamente, en este apartado lugar del cosmos, de nuevo, una vez más, se abrirían diligentes y crueles, sin compasión, las fauces del horror.

Napoleón había demostrado audacia y manejo hábil en situaciones de inferioridad, pero también enormes patinazos en su intento de tener el poder

Aquellos hijos de Francia habían invadido un país más con el pretexto de llevar los principios de la revolución más alto y más lejos. Su líder, un carismático general de pequeña estatura con extraños accesos febriles y una úlcera impertinente, los había sacado de los campos y ciudades a la conquista del mundo. El problema era que había abierto un frente inadecuado contra un adversario infravalorado y tenaz, que con los resultados de la historia a la vista, iba a ser uno de los peores errores estratégicos jamás tomados.

Napoleón había demostrado en su breve carrera militar, audacia y el manejo hábil en situaciones de inferioridad, pero también enormes patinazos en su ambicioso intento de conseguir el poder. Desplazar un ejército entero a Egipto fue un mal cálculo y lo pagó caro en Abukir. Nelson se lo recordaría siempre. Las largas líneas de abastecimiento durante la invasión a la siempre poderosa Rusia le pasarían conveniente factura. Pero lo de España era una guerra contra un enemigo invisible; para esto, no estaba preparado el Gran Líder.

Eran aproximadamente las seis de la mañana cuando toda la fuerza oculta en la sombra se abalanzó sobre aquellos adormilados soldados sin que se pudieran haber percatado lo más mínimo.

El ataque a los franceses

Aquellos hombres de Francia, invencibles en campo abierto, estaban muriendo prácticamente sin enterarse, sin posibilidades de defenderse ante un adversario elusivo y confundido miméticamente con la tierra. Un ubicuo adversario que un día se camuflaba entre matorrales durmientes, otro, en sacos de arpillera embarrados. Un día eran discretas ranas ocultas entre reclamos respirando a la orilla de un rio, otro, pieles de toro adaptadas.

placeholder Napoleón. (CC)
Napoleón. (CC)

En cuestión de media hora (lo que duro la carnicería), tres cuartas partes del malhadado destacamento francés, pasaría a mejor vida. Algunos prisioneros pedirían clemencia; unos tendrían fortuna, otros no. Era una guerra sin cuartel y la matanza crecía conforme avanzaba la contienda. Aquel día de septiembre, sería un día fatídico para Francia, obligando a su colosal ejercito a cambiar radicalmente sus tácticas de combate en un país cuya orografía era una trampa mortal. Napoleón lo sabía y se había dado cuenta del error de cálculo, pero era tarde para rectificar y la retirada no estaba en su agenda. La sangrienta Guerra de Independencia española sería la tumba de la "Grandeur" y un mal sueño desquiciado.

Tras el golpe de mano, los asaltantes se retirarían a la misma velocidad con que habían atacado a sus víctimas. Una docena de soldados franceses desprovistos de sus caballerías y armamento reglamentario quedaron para dar tierra al más del centenar de finados en aquella acción. La pequeña pedanía quedaría marcada para los restos en los anales de Francia como una enseñanza a recordar.

La Guerra de la Independencia (1808 – 1814) puso en evidencia las lacerantes carencias del ejército español de aquel momento en lo tocante a armamento y preparación. Independientemente de que el planteamiento inicial de Bonaparte fuera artero y de poco estilo, el mensaje de la ilustración era interesante y podría haber cambiado – de haber triunfado-, el escenario de futuro de aquella nuestra vieja nación sin ventilación.

Dos reyes atrapados entre los geométricamente podados laberintos de un château de la Gascuña francesa, padre e hijo, Carlos IV y Fernando VII, daban una penosa impresión sobre nuestra degradada y cutre realeza . Es más, por muy mal que la historiografía española haya tratado al rey felón -lo que sustancia al detalle su incapacidad-, es que en medio de aquel barullo de Bayona, solicitara en carta sellada y lacrada, ser adoptado como hijo predilecto por el corso. Con la que estaba cayendo. Rien va plus.

La Guerra de la Independencia puso en evidencia las carencias del ejército español de aquel momento en lo tocante a armamento y preparación

Pero en el interior del país, pequeñas y grandes partidas de alzados en armas suplían con ingenio y ardor guerrero, el fracaso del ejército regular.

La forma de combatir mediante las guerrillas se ha dado a través de la historia en múltiples ocasiones y nadie puede arrogarse su invento pues no deja de ser una reacción natural ante una desproporción manifiesta. Pero donde alcanza la categoría de arte con mayúsculas es en la Guerra de la Independencia española. Nunca antes, se había usado esa táctica en territorios tan vastos y con una concurrencia tan nutrida. Todos querían darle al francés su merecido.

La guerrilla además de responder a la invasión de las tropas napoleónicas, actuaba como un contrapoder a un ejército comandado por aristócratas. De manera general, actuaban como grupos de alta movilidad, erosionando psicológicamente al adversario con técnicas asimétricas.

placeholder 'Defensa del Parque de Artilleria de Monteleón' de Joaquín Sorolla (1884).
'Defensa del Parque de Artilleria de Monteleón' de Joaquín Sorolla (1884).

Una resistencia tenaz, y en menor medida el interesado apoyo de Inglaterra, darían el finiquito a una Francia crecida y en su apogeo. La guerrilla supondría una revolución de los desheredados al margen del ejército regular con sus convenciones de mando y su respeto a la jerarquía.

Al margen de la voluntad común de expulsar a las tropas francesas, la guerrilla cristalizó la lucha popular en defensa de la Corona, pero con una radical oxigenación.

Las malas elecciones de Napoleón

Tal vez, el principal error de Napoleón fue el no tener en cuenta la identidad colectiva de los españoles y por ello, se encontró en un callejón sin salida al entender que si abandonaba el país su aura de poder se vendría abajo como un castillo de naipes alimentando sublevaciones en otras partes del imperio y dando al traste con el mito de su invencibilidad.

La guerrilla unió a los españoles como nunca, pero al acabar la Guerra de la Independencia nos sumió en el caos típico de las dos Españas. Es paradójico que España se agrupe solo cuando tiene un enemigo común y en los entreactos se dedique a trifulcas domesticas. Qué país.

Septiembre fue fatídico para Francia, pues obligó a su ejercito a cambiar sus tácticas de combate en un país cuya orografía era una trampa mortal

La guerra de la Independencia marca el inicio de esa trágica división la liberal por un lado, de pensamiento revolucionario y la España tradicional, defensora del Antiguo Régimen. En la tramoya de aquella debacle, en un país exhausto y sin recursos por la prolongada acción de la guerra, quedarían secuelas terribles, como aquella de los cien gobiernos que se darían desde 1820 hasta 1874. Como todos sabemos la tragedia no acabaría ahí y la falta de autocrítica nos llevaría a dar más bandazos en los años y siglos siguientes.

España, una paradoja permanente. Una gran potencia que podría ser, pero que como en la metáfora de Sísifo, siempre está bregando con la misma piedra.

Era el momento más cercano al alba. El silencio era absoluto, y un temprano rocío del primer septiembre comenzaba a alojarse imperceptiblemente en el bajomonte entre los helechos y hayas, entre la hierba aledaña a los robles, y entre aquellos extraños matorrales que se movían de una manera un tanto caprichosa, como si tuvieran vida propia.

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