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"Me gusta el sexo y el dinero": qué quieren las trabajadoras sexuales
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¿HACIA LA LEGALIZACIÓN?

"Me gusta el sexo y el dinero": qué quieren las trabajadoras sexuales

¿Cómo es el día a día de una prostituta en el Barrio Rojo? ¿Avanzamos hacia un mundo en el que el oficio se regule y se legalice?

Foto: Prostitutas en los escaparates del Barrio Rojo de Ámsterdam. (Corbis)
Prostitutas en los escaparates del Barrio Rojo de Ámsterdam. (Corbis)

"Me gusta el sexo. Y también el dinero. He tenido muchos trabajos diferentes antes, pero este es el único que realmente me gusta". Son las palabras de 'Foxxy Angel', una trabajadora sexual de 37 años, quien reside en el centro del Barrio Rojo de Ámsterdam y ejerce la prostitución. Con tan solo arrastrar la cortina que hay sobre el cristal de la puerta que separa su habitación de la calle, comienzan a entrar clientes, deseosos de pasar un rato con ella en la cama.

Su renta es de 80 euros al día, y generalmente recibe a unos cinco o seis clientes diarios, según cuenta ella misma a la 'CNN'. Pasar unos minutos con ella les cuesta unos 50 euros de media a cada uno, por lo que evidentemente, sale ganando. Pero en lugar de conformarse con estos pingües beneficios, al terminar su turno acude a citas privadas con clientes en bares y cafeterías, además de frecuentar clubes en los que se decanta por orgías de cinco o seis personas.

Hay lugares en los que es más peligroso ejercer. Confiamos en la policía y su protección, pero siempre hay riesgos

"Después de 15 años en esto, aún me gusta y lo disfruto", asegura. En sus ratos libres aprovecha para descansar y para reunirse con sus compañeras, ya que pertenece a la Unión Holandesa de Trabajadoras Sexuales, más conocida por las siglas 'PROUD' ("Orgullo", en inglés). Actualmente se encuentran luchando por sus derechos ya que, según reconoce, "Ámsterdam no es tan liberal como todo el mundo cree".

Hacia la legalización

El oficio más antiguo del mundo está reconocido como profesión legal desde 1988, aunque comenzó a popularizarse y abrirse al marco legal en 1830. En el año 2000 se aprobó una ley por la que el trabajo quedaba sujeto a las regulaciones municipales, requiriendo licencias para operar y siguiendo ciertas normas establecidas por los consistorios. "Tenemos que seguir todas estas reglas, ya que garantizan nuestra seguridad", informa Angel. Luego de que se establecieran más controles legales, se puede ver a más policía en los prostíbulos, lo que hace que la afluencia de clientes disminuya.

No serviría de nada intentar reducir el número de personas que se decantan por este oficio. Hay que regularlo

Una de sus demandas es poder trabajar desde casa. "Otros empresarios pueden hacerlo, pero nosotras no, ya que nuestra actividad está limitada a un local", explica. "Pero pagamos los mismos impuestos que ellos, por eso necesitamos gozar de los mismos derechos". Otro de sus problemas, según añadió otra chica que responde al seudónimo de "Velvet December", es que la seguridad difiere depende del sitio en el que ejerzas. "Hay lugares en los que es mucho más peligroso realizar el servicio. Podemos confiar en la policía y su protección, pero siempre hay peligros".

Amnistía Internacional es una organización que lleva luchando por la regularización de la prostitución, ya que evita que sus trabajadoras permanezcan en la clandestinidad o sean extorsionadas por mafias y asociaciones ilegales. Tanto Velvet December como Angel apuestan por la despenalización total para así ver la prostitución como cualquier otro trabajo y regular las leyes laborales pertinentes. Los únicos lugares en los que se ha despenalizado son, de momento, Nueva Zelanda y Nueva Gales del Sur, en Australia. "Allí el trabajo sexual es visto como lo que es: trabajo", agrega Velvet.

Foto: Foto: iStock.

Desde que el país australiano regularizase el oficio, los niveles de violencia contra las prostitutas han descendido, ya que cuentan con la ventaja de poder denunciar a la policía en caso de abuso sexual. Una investigación descubrió que este tipo de legislación permite que hasta las trabajadoras puedan rechazar a clientes en el caso de no querer ponerse el preservativo. Otro estudio, publicado en la revista 'Social Science & Medicine', señala que la despenalización tiene potencial para reducir la discriminación, asó como las denegaciones de acoso por parte de la justicia, denigración y abuso verbal.

Un problema moral

En todo caso, una de las grandes prioridades para trabajadoras, activistas y sindicatos es permitir que la seguridad de la profesión no quede en entredicho. "Las prostitutas están en la primera línea de violencia", comenta Sally Shackleton, representante de la Alianza Internacional contra el VIH. "Además, tienen hasta 14 veces más de probabilidad de padecer el SIDA, sufrir crímenes o delitos que no se pueden denunciar y estar sujetas a la explotación por parte de las autoridades policiales", agregó.

En este sentido, Shackleton recalcó que es necesario otorgar de un enfoque laboral a la profesión para garantizar sus derechos y luchar contra la explotación. "No existe una ley única para cada legislación", precisó. "Cada país debe personalizar las suyas en base a su contexto, a no ser que se marque como objetivo reducir el número de personas que se decantan por este oficio, algo que no serviría de nada. El trabajo sexual ha pasado a ser un problema moral en el que hay que asegurar que las mujeres se comporten de la forma esperada. Este es el mayor problema", insiste y concluye el representante.

"Me gusta el sexo. Y también el dinero. He tenido muchos trabajos diferentes antes, pero este es el único que realmente me gusta". Son las palabras de 'Foxxy Angel', una trabajadora sexual de 37 años, quien reside en el centro del Barrio Rojo de Ámsterdam y ejerce la prostitución. Con tan solo arrastrar la cortina que hay sobre el cristal de la puerta que separa su habitación de la calle, comienzan a entrar clientes, deseosos de pasar un rato con ella en la cama.

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