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Más cancelaciones y retrasos: el calor va a cambiar la forma en que viajamos en avión
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EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Más cancelaciones y retrasos: el calor va a cambiar la forma en que viajamos en avión

Una nueva investigación revela que las aeronaves actuales no están preparadas para despegar con las temperaturas extremas que nos esperan

Foto: Se están quedando obsoletos. (iStock)
Se están quedando obsoletos. (iStock)

A finales de junio de este año alrededor de 50 vuelos fueron cancelados en la capital de Arizona, Phoenix. A cientos de pasajeros que se quedaron en la estacada se les aconsejó que contactasen con sus aerolíneas para cambiar las reservas o solicitar un reembolso, porque de ahí no iba a despegar ni aterrizar nada. Sin embargo, todo parecía estar en orden en el aeropuerto de Sky Harbor: los aviones se encontraban en perfecto estado, no se había decretado ninguna huelga y los controladores no estaban más atareados que de costumbre. Entonces, ¿qué causó semejante revuelo?

Todo parece indicar que el único responsable de aquel incordio supino fue el calor o, como aludían los medios locales, las “temperaturas infernales” que padecía el suroeste de Estados Unidos. Cuando se rozan los 50 grados, las aeronaves más pequeñas no pueden ni despegar. Cuanto más caliente es el aire, más difícil es (a veces, como este caso, imposible) para este tipo de aviones tomar vuelo. Al respecto, los investigadores Ethan Coffel y Radley Horton, ambos de la Universidad de Columbia, explican en 'The Conversation' que esta “epidemia de cancelaciones” hay que interpretarla como una señal de advertencia de lo que está por venir.

La Organización Meteorológica Mundial estima que el clima veraniego de la capital será similar al de Córdoba o Las Vegas dentro de 100 años

Si bien el grueso de las investigaciones científicas se centran en cómo la aviación afecta al calentamiento global, el interés de Coffel y Horton se ha focalizado en justamente lo contrario: cómo el aumento de las temperaturas influye y transforma el ajetreo diario de vuelos. La conclusión de su estudio, publicado en 'Climatic Change', no agradará a nadie: más cancelaciones y retrasos. Y no solo en Phoenix, sino que afectará a los principales aeropuertos del mundo, desde Nueva York a Dubai, pasando, cómo no, por Madrid-Barajas.

Una ola de calor constante

Se trata, pues, de un contratiempo más cercano (en espacio y tiempo) de lo que podríamos pensar. Este año se ha registrado la temperatura más alta de la historia de España, unos 47,3ºC en Montoro (Córdoba) y no es de extrañar que en algún momento ciudades como Madrid puedan verse afectadas por cancelaciones como las de Phoenix. Sin ir más lejos, este año la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha estimado que dentro de cien años el clima veraniego de la capital será similar al de Córdoba o Las Vegas: unos 38ºC de media. Por su parte, Barcelona tendrá temperaturas propias de Alicante o Alejandría.

Con el termómetro rozando los 50 en Arizona, los responsables de las aeronaves acudieron a los manuales. Al ver que no especificaban qué hacer, decidieron cancelar los vuelos. Sabían que los aviones están diseñados para operar en rangos de temperaturas habituales y que ese calor extremo no iba a casar bien con los aparatos. De esta forma, optaron por la opción más prudente y, como veremos, la más acertada. Esta falta de información pone de manifiesto la necesidad para que los sistemas de transporte se adapten al calentamiento climático.

placeholder Con lo molestos que son los retrasos... (iStock)
Con lo molestos que son los retrasos... (iStock)

Para entender por qué los aviones de Phoenix no despegaron, hay que tener en cuenta lo que se conoce como sustentación, la fuerza que se ejerce sobre un cuerpo que se desplaza a través de un fluido (en este caso, el aire), de dirección perpendicular a la velocidad de la corriente incidente. A grandes rasgos, al ser mayor que el peso total de la aeronave, le permite despegar y mantenerse en vuelo.

El número de días en los que se requiera restringir el número de pasajeros o el peso del equipaje podría duplicarse o triplicarse

Sin embargo, conforme aumenta la temperatura, las moléculas del aire se van separando cada vez más, lo que provoca que la sustentación disminuya. Cuando esta situación se produce, los aviones más pequeños necesitan más potencia y pistas mucho más largas para despegar. Los de más envergadura, los Boeing y Airbus, pueden tomar vuelo con hasta 53 grados, pues la potencia de sus motores es mayor.

Más molestias para el viajero

Una forma de solucionar el problema que habitualmente se utiliza en países como Emiratos Árabes es que la mayoría de los vuelos aterricen y despeguen al amanecer o a última hora de la tarde. También sirve reducir la carga y el número de pasajeros de las aeronaves para hacerlas más ligeras. Este tipo de restricciones ya se llevan a cabo en verano en lugares muy calurosos como Dubai o Phoenix o en aeropuertos con pistas cortas como el de Washington o La Guardia en Nueva York .

Muchos sectores de la economía todavía han de considerar los efectos del cambio climático. Cuanto antes, mejor

Precisamente, Coffel y Horton prevén en su estudio que la frecuencia y la magnitud de estas restricciones aumenten. En concreto, el número de día en los que se requiere alguna medida de este tipo podría duplicarse o triplicarse, llagando incluso a abarcar hasta 50 días al año. ¿Qué significa esto? Para empezar, un mayor coste para las aerolíneas que en estos tiempos de precios cambiantes y vuelos low-cost, quizá supongan un aumento de las tarifas. En definitiva, más molestias para el consumidor.

placeholder Las cancelaciones serán más comunes. (iStock)
Las cancelaciones serán más comunes. (iStock)

Además, no solo se espera que los aviones y los manuales tengan que rediseñarse. Los investigadores de Columbia advierten sobre dos riesgos añadidos. Por un lado, el aumento del nivel del mar puede afectar considerablemente a los aeropuertos más cercanos a la costa. Por otro, el aumento de la frecuencia y la intensidad del viento obligaría a modificar la longitud y las rutas de vuelos, lo que supondría un incremento del consumo de combustible.

El estudio pone el dedo en una llaga que muchas empresas prefieren ignorar: “Muchos sectores de la economía, incluida la aviación, todavía han de considerar seriamente los efectos del cambio climático. Cuanto antes, mejor”. Los aviones que se construyan hoy pueden estar operando en 40 o 50 años y sus reemplazos estarán siendo diseñados ahora. Esta inversión no solo ahorrará en el largo plazo millones, sino que, de paso, nos librará a nosotros del mal trago de los retrasos y cancelaciones.

A finales de junio de este año alrededor de 50 vuelos fueron cancelados en la capital de Arizona, Phoenix. A cientos de pasajeros que se quedaron en la estacada se les aconsejó que contactasen con sus aerolíneas para cambiar las reservas o solicitar un reembolso, porque de ahí no iba a despegar ni aterrizar nada. Sin embargo, todo parecía estar en orden en el aeropuerto de Sky Harbor: los aviones se encontraban en perfecto estado, no se había decretado ninguna huelga y los controladores no estaban más atareados que de costumbre. Entonces, ¿qué causó semejante revuelo?

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