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Por qué es mejor que viajemos en tren en lugar de en avión
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Por qué es mejor que viajemos en tren en lugar de en avión

La profesora Kimberly A. Nicholas tiene claro que si queremos empezar a hacer algo contra el calentamiento global, debemos replantearnos nuestras vidas. Y esto tiene otras ventajas

Foto: Un pequeño trayecto para el tren, un gran paso para la humanidad. (iStock)
Un pequeño trayecto para el tren, un gran paso para la humanidad. (iStock)

La propia Kimberly A. Nicholas lo ha contado en primera persona en las páginas de 'Scientific American'. Se encontraba en Viena, donde iba a impartir una conferencia, cuando se topó con su amigo Charlie. Decidieron tomar una cerveza y entre pintas, la conversación terminó derivando en un clásico: cuánto habían tardado en llegar a la capital austriaca. A simple vista, la investigadora danesa salía ganando. En apenas dos horas se había plantado en la ciudad desde Copenhague. Por el contrario, su colega tardó hasta 15, toda una jornada, en atravesar el Canal de la Mancha en tren desde su casa de Londres.

Nicholas se sintió interesada por su decisión, así que le preguntó por qué. Charles le respondió que había decidido dejar de volar entre países de Europa, y le confirmó que, aunque menos cómodo, era posible. ¿La razón? Aquí es donde viene el giro: se trata de una medida que tiene como objetivo reducir la cantidad de dióxido de carbono emitida al medio ambiente. En apariencia inapreciable, pero que a la larga, sostiene, puede marcar la diferencia. A la investigadora de la Universidad de Lund, que durante un mes fue vegana –ahora come queso y huevos, pero no carne– y vendió sus dos coches para combatir el cambio climático, le llamó la atención.

Centrarme en la calidad en lugar de la cantidad me ha hecho reconsiderar el valor de mi tiempo

Dicho y hecho. La profesora se aplicó el cuento y decidió recortar el número de vuelos en un 80%. “Ahora realizo la mayor parte de mis desplazamientos en tren”, explica. “Reducir el número de mis vuelos y centrarme en la calidad en lugar de la cantidad me ha hecho reconsiderar el valor de mi tiempo y me ha proporcionado un mayor equilibro entre el trabajo y mi vida”. Ahora tan solo vuela para visitar a su familia, que vive en EEUU, e incluso en esos casos intenta utilizar el tren, “añadiendo un bello viaje por tren por la Norteamérica nevada a la visita navideña al hogar”.

Foto: Según Paul Williams, los vueltos pasan alrededor de un 1% del tiempo sufriendo turbulencias moderadas. (iStock)

Como ocurre con otras decisiones tomadas por Nicholas, se pueden plantear ciertas reservas. Si no tiene problema en tardar siete veces más en llegar a su destino es, ante todo, porque puede permitírselo, ya que en la mayor parte de casos el viajero, trabajador o turista, no puede destinar una jornada entera a desplazarse. Algo semejante ocurre con su decisión de vender ambos coches, mudarse al centro e ir al trabajo en bicicleta, lo que le permite comer en casa. No siempre es posible cambiar dichos hábitos. Sea como sea, la investigadora acaba de publicar en 'Environmental Research Letters' una revisión de 39 estudios previos que le dan la razón.

Tú también puedes… ¿si quieres?

El estudio, llamado 'The Climate Mitigation Gap: Education and Government Recommendations Miss the Most Effective Invididual Actions', se centra ante todo en los cambios en estilos de vida que, aunque individuales, pueden influir significativamente en el clima. Al fin y al cabo, como señala la introducción, este es el resultado de “la suma de miles de millones de decisiones individuales”. La moraleja es clara. Si queremos detener o ralentizar nuestro impacto en la atmósfera, debemos renunciar a ciertas comodidades. Entre ellas, el transporte.

Los autores hacen especial hincapié en el limitado impacto que tiene el reciclaje en comparación con adoptar una dieta sin carne o deshacerse del coche

Según los cálculos presentados en la investigación, no utilizar el automóvil permite ahorrar unas 2,34 toneladas de dióxido de carbono al año, y no viajar en avión, unas 1,6 toneladas por cada vuelo transatlántico o incluso más, si es largo (como ocurre en el trayecto entre Londres y Tokio). La climatóloga lo tiene claro: si estás concienciado en el medio ambiente, debes reducir tus vuelos al mínimo. Como recuerda Nicholas en su carta abierta, los coches eléctricos no son la solución, ya que emiten la mitad de contaminación que un coche de gasolina, y tienen asociados otros problemas asociados, como el establecimiento y mantenimiento de infraestructuras.

Con el objetivo de hacer entender al lector el alcance de sus decisiones, el estudio presenta un gráfico con el impacto que cada una de sus decisiones podría tener en el calentamiento global. El punto de referencia se encuentra en las 17,6 toneladas métricas, la media de consumo entre el 10% de los mayores contaminantes globales. Los autores hacen especial hincapié en el limitado impacto que tiene el reciclaje, o utilizar bombillas de bajo consumo, muy inferior en comparación con adoptar una dieta sin carne o deshacerse del coche.

placeholder (Environmental Research Letters)
(Environmental Research Letters)

Entre todas las propuestas destaca una particularmente polémica: tener un hijo menos, que obtiene la mayor puntuación entre todas. En concreto, el estudio asegura que el impacto que tiene en la emisión de dióxido de carbono es de 58,6 toneladas adicionales. Para ello se basan en una investigación publicada en 2009 en 'Global Environmental Change'. Tiene, no obstante, un poco de trampa, ya que en aquellos cálculos se sumaban no solo la cantidad de emisiones que produciría cada uno de los descendientes, sino también sus propios descendientes a lo largo de cientos de años, si bien el porcentaje se iba reduciendo en cada generación. De ahí que el total de este concepto llegue a 58,6, muy superior al 7,1 del resto combinadas.

¿Quién tiene la culpa?

La investigación plantea, más allá de los datos, una pregunta: ¿quién tiene en su mano la lucha contra el cambio climático? ¿Las instituciones, los poderes públicos o los individuos? Mientras que la mayoría de decisiones públicas se encaminan a promover medidas de bajo impacto –como el reciclaje– puesto que tienen menos posibilidades de ser recibidas negativamente por la población, los autores abogan por promocionar aquellas que tienen mayor influencia. “Un cambio serio en el comportamiento es posible”, señala el estudio. “Hay evidencias de que los jóvenes desean apartarse de los estilos de vida actuales de forma medioambientalmente relevante”.

La profesora se está planteando tener hijos, y para ello va a tener en cuenta el impacto que puede tener en el clima global

En muchos casos, estos cambios en los hábitos de vida son detenidos por “las normas culturales o las barreras estructurales”, como ocurre con el consumo de carne, relacionado con la salud y el estatus, como recuerdan los autores. La mayor parte de estas recomendaciones, añaden, tienen otras consecuencias positivas respecto a otros problemas globales, como ocurre con el veganismo o la utilización de la bicicleta para acudir al trabajo en el caso de la obesidad. Respecto a tener menos hijos, Nicholas recuerda que “reconocer que el tamaño de la familia afecta al clima puede ser un factor importante a la hora de tomar una decisión compleja y altamente personal”. Ella misma recuerda que tener un hijo, como ella se está planteando, tiene otras implicaciones.

El 11 de diciembre de 1997 se firmó el conocido como Protocolo de Kioto, un acuerdo internacional que tiene como objetivo reducir las emisiones de CO2, gas metano, óxido nitroso, hidrofluorocarbonos, perfluocarbonos y hexafluoruro de azufre en un 5%. La última cumbre del clima, la COP22 celebrada el pasado año en Marrakech con la participación de doscientos países, concluyó con la aprobación de un documento que sentaba las bases para redactar un conjunto de reglas que regirán el Acuerdo de París que será concluido en 2018. Además, dará continuidad al Fondo de Adapatación del Protocolo de Kioto. Se trata de la mayor iniciativa a nivel institucional para combatir el cambio climático.

placeholder Varios coches circulando por la M-40 a la altura de Móstoles. (Efe/Juan Carlos Hidalgo)
Varios coches circulando por la M-40 a la altura de Móstoles. (Efe/Juan Carlos Hidalgo)

Mientras tanto, científicos del clima inciden en que los cambios en nuestro estilo de vida pueden influir enormemente a nivel global. Según el trabajo de Nicholas, los cuatro pilares fundamentales tienen que ver con la alimentación vegetariana, dejar el coche y el avión de lado y pensárnoslo dos veces antes de tener un hijo. “Para mí, convertir mis conocimientos científicos en acción ha sido como enamorarme”, reconoce. “Como un interruptor que se encendió, y todo lo que ha ocurrido después ha sido como piezas de un puzzle encontrando su sitio”.

La propia Kimberly A. Nicholas lo ha contado en primera persona en las páginas de 'Scientific American'. Se encontraba en Viena, donde iba a impartir una conferencia, cuando se topó con su amigo Charlie. Decidieron tomar una cerveza y entre pintas, la conversación terminó derivando en un clásico: cuánto habían tardado en llegar a la capital austriaca. A simple vista, la investigadora danesa salía ganando. En apenas dos horas se había plantado en la ciudad desde Copenhague. Por el contrario, su colega tardó hasta 15, toda una jornada, en atravesar el Canal de la Mancha en tren desde su casa de Londres.

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