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El mercado laboral se parte: empresarios explican por qué todos lo pasaremos mal
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El mercado laboral se parte: empresarios explican por qué todos lo pasaremos mal

Un informe elaborado por el 'think tank' Pew Research Centre pone de manifiesto el malestar de los empresarios hacia la formación de los trabajadores: ya no les sirven

Foto: De aquí a 10 años, el mercado dejará atrás a aquellos que no quieran o no puedan adaptarse continuamente. (iStock)
De aquí a 10 años, el mercado dejará atrás a aquellos que no quieran o no puedan adaptarse continuamente. (iStock)

La mayor parte de discursos sobre el futuro inminente del mercado laboral pasan por señalar los riesgos de la automatización implantada por las empresas para abaratar costes, que amenazada no solo a trabajos fácilmente mecanizables sino también a empleos de cuello blanco. De lo que no se habla tanto es del otro lado del espectro, el del empresario: y este no solo considera que puede ahorrarse mucho dinero sustituyendo trabajadores por máquinas, sino que además sospecha que los humanos son inútiles.

Una ventana para otear esta perspectiva es un nuevo informe del 'think tank' Pew Research Center, sobre el futuro de los trabajos y la formación con la mirada puesta en 2026. Este muestra que, aunque un amplio porcentaje de los 1.408 consultados –desde emprendedores hasta académicos pasando por gestores de recursos humanos– considera que el mundo de la educación se adaptará al laboral, hasta un 30% respondió “no” cuando le preguntaron si estos cambios serán suficientes para proporcionar a los trabajadores las habilidades necesarias para poder competir en el nuevo mercado.

Las personas cualificadas están probablemente más cerca de lo que piensan de seguir el mismo camino que los demás

“¿De verdad me estás preguntando por el futuro del mercado de trabajo?” respondía el editor de una revista científica que prefería que su nombre permaneciese en el anonimato. “Las empresas o bien montan 'sweatshops' fuera o contratan a gente en el 'primer mundo' para que desempeñen trabajos que odian, mientras cada vez más personas con o sin habilidades terminarán viviendo permanentemente o de las ayudas del Estado o en contratos de cero horas”. No solo ellos: “Las personas cualificadas que trabajan en 'profesiones' están probablemente más cerca de lo que piensan de seguir el mismo camino”.

Esta situación se deriva, en parte, de la ya mentada automatización. Pero paralela a ella es patente una insatisfacción entre muchos de los empresarios hacia las formas en las que los trabajadores son formados. Las universidades en particular y la formación reglada tal como la conocemos en general ya no satisfacen las necesidades de las empresas, y los nuevos métodos 'online' no podrán ocupar su lugar. De ahí que un 30% de los encuestados considere que ni la educación obligatoria ni la superior “serán capaces de realizar ajustes durante la próxima década para servir a las necesidades del mercado laboral”.

Así deberías educarte… según tu jefe

¿Cuáles son, por lo tanto, las necesidades que estos empresarios no ven cubiertas? Ante todo, adaptación a una realidad cambiante. Recientemente explicábamos como el mercado se desplazaba hacia los microtrabajos en los que la carrera profesional era sustituida por una larga concatenación de proyectos que requerirían conocimientos y competencias completamente difeerentes. La vinculación con una única empresa desaparecía, así como la continuidad entre un trabajo y otro. Como explica el profesor del Instituto de Tecnología de Georgia Calton Pu, “la habilidad más importante es una metahabilidad, la capacidad de adaptarse al cambio”. ¿Su veredicto? “El que se adapte mejor (y más rápido) ganará”.

Si quieren conservar uno de los escasos trabajos bien pagados que queden, deberán seguir educándose el resto de sus vidas

Estamos condenados, por lo tanto, a formarnos continuamente; el castigo es la “obsolescencia” y la salida irremediable del mercado laboral. “La naturaleza del trabajo hoy en día, y en el futuro, es tal que si la gente quiere seguir teniendo uno de los escasos trabajos bien pagados, tendrán que seguir educándose durante el resto de sus vidas”, explica Cory Salveson, de RSM US. Los trabajadores menos formados y con “menos habilidades” son los más vulnerables en esta situación... y la capacidad de adaptación no es una mera cuestión de deseo, sino también, una habilidad.

De ahí que el investigador David Bernstein plantee la siguiente reserva: “Mi gran preocupación con al aprendizaje dirigido por uno mismo es que requiere una gran motivación interna”, explica. “Y no estoy muy seguro de que los individuos sean capaces de encontrar su camino, de igual manera que aquellos que entran en la universidad hoy no saben qué quieren ser de verdad hasta que se gradúan”. La exigencia de perpetuo reciclaje dejará a muchos detrás. No solo a aquellos con niveles más bajos de formación, sino también a los que no sepan, quieran o puedan vivir en un continuo proceso de reeducación y aprendizaje.

La iniciativa, por lo tanto, ha pasado desde el trabajador hasta la empresa. Ya no importa lo que el primero sepa hacer (o haya hecho), sino lo que la segunda necesite; las quejas de los consultados sugieren que la adaptación de los primeros no es, todavía, lo suficientemente alta. Las palabras de Pamela Rutledge, directora del Media Psychology Research Center, lo confirman: “Los modelos tradicionales enseñan a la gente a identificar qué hacen con quién son, en lugar de adquirir pensamiento crítico, habilidades flexibles y actitudes que encajen con un mundo rápidamente cambiante”. Mantenerse fiel a la propia identidad laboral será un escollo.

Adiós a la universidad

Esto tendrá consecuencias inmediatas en la manera en que estudiamos. Optimistas o pesimistas, la mayoría de expertos coinciden en que la única salida posible para reentrenar a las grandes masas de población que corren el riesgo de perder su trabajo se encuentra en fórmulas como los MOOC, los cursos 'online' masivos… Que son, al mismo tiempo, aquellos que no pueden formar habilidades blandas como el liderazgo, la resolución de conflictos o la capacidad de motivar. Pronto serán las empresas las que formen a los trabajadores para el puesto específico que necesitan ocupar.

No hay ninguna plataforma hoy en día que pueda formar con éxito a grandes grupos de personas

Tampoco ayuda lo que la mayor parte de consultados lamenten un desinterés masivo por parte de los Estados para acelerar estos cambios. “Incluso asumiendo que el deseo político (y los presupuestos) existiesen, no hay ninguna plataforma hoy en día que pueda formar con éxito a grandes grupos de personas”, lamenta el profesor asociado de la Universidad de Carnegie Mellon Jason Hong. “Los MOOC tienen altos niveles de abandono y plantean grandes preguntas sobre la calidad de la instrucción”. Tan solo unos pocos individuos (decenas de miles) pueden formarse correctamente, pero no más. Coincide John Bell, profesor del Darmouth College, que señala que la experiencia educativa a gran escala no es capaz de sustituir a la presencial.

A pesar de ello, cada vez es más habitual que los responsables de recursos humanos se decanten por aquellos candidatos que se han formado de manera independiente a través de cursos 'online', ya que ello demuestra otra clase de virtudes: “Nos encontramos en un momento de transición en el que las empresas han reducido sus prejuicios a la hora de contratar a gente que estudió a distancia, y se decantan por los 'graduados' que muestran una mayor proactividad, iniciativa, disciplina, colaboración... porque han estudiado 'online'”, explica el profesor emérito de la Universidad de Sao Paulo Fredric Litto.

“A menos que aparezca un avance neurocientífico que nos permita introducir el conocimiento y las habilidades directamente en el tejido cerebral y la formación de músculos, no habrá un salto cualitativo en nuestra capacidad de mejorar la formación de la gente”, lamenta el vicepresidente de la consultora Gartner Andrew Walls. “Aprender requiere tiempo y práctica, lo que significa que se necesita dinero, mucho dinero, para cambiar el conjunto de habilidades de toda una generación”.

A la vuelta de la esquina se encuentra el crecimiento del sector servicios en los países occidentales, como vaticina el profesor de sociología de la Universidad de Webster B. Remy Cross, a medida que las manufacturas y otros empleos terminan de ser desplazados al extranjero o siendo automatizados. ¿La última frontera de este proceso? Una vez más, cómo redistribuir la riqueza en un panorama social en el que “la mayor parte de la fuerza de trabajo será simplemente irrelevante”, como explica la emprendedora Jennifer Zickerman. “La cuestión no es cómo formar a la gente para trabajos que no existen, sino cómo distribuir la riqueza en un mundo en el que no necesitamos que la gente trabaje”, se pregunta el científico jefe de Mimecast Nathaniel Borenstein.

La mayor parte de discursos sobre el futuro inminente del mercado laboral pasan por señalar los riesgos de la automatización implantada por las empresas para abaratar costes, que amenazada no solo a trabajos fácilmente mecanizables sino también a empleos de cuello blanco. De lo que no se habla tanto es del otro lado del espectro, el del empresario: y este no solo considera que puede ahorrarse mucho dinero sustituyendo trabajadores por máquinas, sino que además sospecha que los humanos son inútiles.

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