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La historia del peor jefe del mundo revela qué inquieta a tus superiores
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La historia del peor jefe del mundo revela qué inquieta a tus superiores

No solo los empleados se devanan los sesos cavilando qué piensan realmente sus superiores de ellos; también los jefes pasan alguna que otra noche en vela

Foto: ¿Sueñan los jefes con empleados mecánicos? (iStock)
¿Sueñan los jefes con empleados mecánicos? (iStock)

Imagínate que eres jefe de un departamento de atención al cliente, y de repente, tu empleada preferida te pide un favor. Desea entrar un par de horas más tarde porque finalmente ha conseguido graduarse en la universidad, después de pasar años estudiando en el turno de noche, y quiere acudir a la ceremonia. Decides que no es posible, puesto que la compañía está lanzando un nuevo producto, y necesitas a todo el mundo en sus puestos. Ni siquiera el hecho de que ninguno de sus compañeros decida cambiarle el turno te ablanda. Es tu mejor trabajadora, así que la necesitas.

Entonces, algo completamente inesperado ocurre. Una hora después de decirle que va a tener que saltarse la ceremonia (porque ya has dejado a otro compañero ir a un concierto por la noche; al fin y al cabo, él ha pagado, que es lo que importa), se presenta delante de ti y muestra una relación de todas las veces que ha entrado antes de tiempo o ha salido tarde. Y se marcha: es la primera vez en los seis años que lo hace, ya que nunca antes ha faltado un día al trabajo, y de hecho se ha comido muchos fines de semana y vacaciones por sus compañeros.

Dimitió después de que no la dejase ir a su graduación. Quiero localizarla para que sepa que eso no es profesional

¿Qué harías entonces? Quizá escribir algo semejante: “Aunque ya no trabaje aquí, quiero localizarla y decirle que abandonar sin notificarlo antes no es nada profesional. Solo quiero hacerlo porque por lo demás era una gran empleada, y no quiero que eche a perder su carrera haciendo esto otra vez y pensando que está bien”. Es lo que ha ocurrido con una pregunta de 'Ask a Manager' –una página en la que la experta Alison Green da consejos laborales a jefes y empleados– que se ha viralizado rápidamente debido a la insensibilidad de la jefa, que no solo no muestra ninguna empatía por su empleada, sino que además decide hacerle un favor… echándole la culpa. Por si fuera poco, la jefa recuerda que su empleada es huérfana, que fue acogida en docenas de hogares de adopción, que llegó a vivir en a calle y que no tiene a nadie en la vida. La pregunta puede encontrare en medios como 'Alternet' o 'Raw story'.

La respuesta de la experta en empleo es fantástica, ya que pone las cosas en su sitio: “¡¿Qué?! Bajo ninguna circunstancia deberías hacer algo así. En todo caso, deberías buscarla, pedirle disculpas y volver a ofrecerle el trabajo”, responde. “Por lo general no apoyo a la gente que dimite de golpe, pero en este caso, la aplaudo. Fue criada en docenas de hogares de acogida, fue una sintecho, no tiene familia, y parece ser que consiguió graduarse en la universidad por sus propios medios. Es maravilloso. Y aunque pienso que las ceremonias de graduación son una tontería, me cuesta imaginar a alguien que se merezca más asistir a la suya que esta mujer. Deberías haber removido cielo y tierra para conseguir que pudiese ir”. No hay más preguntas, señoría.

Esta es tan solo una pregunta más de todas las que aparecen en la página, pero una que desvela lo que pasa cuando lo único importante para ti como jefe es que las reglas se cumplan o, más bien, la distancia que hay entre la realidad del trabajador y las supuestas prioridades de los jefes. Pero basta con sumergirse un poco más en 'Ask a manager' para entender qué es lo que inquieta de verdad a los superiores de sus empleados.

¿Hasta cuándo trabajan para mí?

Pregunta. Muy sencilla. ¿Hay un horario límite al que pueda llamar a mi empleado a casa o al móvil?

Respuesta. Green responde que, por si ella fuera (y por nosotros también), tendría mucho cuidado en “llamar a la gente fuera de las horas de trabajo”. Aunque concede que hay algunos empleos en los que es necesario, incluso en esos casos debería ser algo excepcional. Así que, queridos jefes, en palabras de la propia experta, “la gente tiende a respetar y apreciar a los superiores que hacen un esfuerzo por evitar que el trabajo se entrometa en sus horas libres”.

El jefe ignorado

Pregunta. Pocas cosas hay más enervantes que te puenteen para recurrir directamente a tu superior. Es lo que le pasa a un cargo intermedio que está harto de que sus empleados le ignoren y le cuenten todo a su superior que, a continuación, le repite todo a él. Al fin y al cabo, está perdiendo toda su autoridad, sintiéndose como una triste loncha de jamón york en el sándwich profesional más difícil de tragar.

Respuesta. Es comprensible, señala Green, que los jefes de escalones superiores quieran comunicarse con los empleados, aunque haya cargos intermadios. Así que, si te han pillado en medio, ¿qué tal una frase en plan “creo que es importante que la gente pueda hablar contigo si creen que yo soy incapaz y si es lo suficientemente importante, pero me gustaría que hablasen en primer lugar conmigo”? Cuidado: es posible que pronto leamos en 'Ask a manager' a un jefe quejándose de que su subordinado inmediato le ha pedido que no se entrometa en sus asuntos.

Mary, de 20 años, se pone a llorar cuando recibe una crítica negativa, pero lo hace con una gran profesionalidad

El empleado sensible

Pregunta. Un jefe explica lo que le pasa a Mary, una trabajadora veinteañera que cada vez que recibe una crítica negativa (aunque sea bienintencionada) se pone a llorar “mucho”, aunque explica que lo hace “con una gran madurez y profesionalidad” y que se trata simplemente de una respuesta al estrés que está intentando solucionar acudiendo a terapia. El problema es que otros compañeros se quejan por el revuelo que se monta cada vez que ocurre.

Respuesta. Situación delicada, sugiere Green. Quizá valdría con decirle a los compañeros algo así como “sé que llorar no es lo ideal, pero es una empleada excelente, y siempre ha querido escuchar con cuidado a las propuestas para incorporarlas a su trabajo, más que el resto”. Y sí, el resto eres tú, quejica.

¡Lee los malditos correos!

Pregunta. Esta nos suena, porque todos tenemos un compañero (o dos, o tres, o…) al que le pasa. Un jefe se queja de que su subordinado no revisa sus correos electrónicos, lo que ha derivado en problemas para la empresa como retrasos en los pagos.

Respuesta. Green, que es el epítome de la paciencia (y la maestra de las frases suaves pero sutiles), sugiere decirle algo así en primer lugar: “Ha pasado varias veces, y nos está causando problemas como X o Y. ¿Qué puedes hacer para asegurarte de que no vuelve a pasar?” Y si no es así, conviene ponerse un poco más bordes: “Hemos hablado en el pasado de lo importante que es gestionar tu correo para que no te olvides de ningún mensaje, pero aún te pasa y nos está causando problemas de verdad. Me preocupa que sea lo que sea que haces, no funciona, y necesitamos que lo haga”. Un poquito de pasivo-agresividad nunca viene mal.

No puedo despedir al becario

Pregunta. ¿Recuerdan aquella frase de Woody Allen que decía algo así como “qué mala está la comida, y además, qué pequeñas son las raciones? O, en este caso, “qué malos salen los becarios y, además, qué baratos son”. Más allá de la broma, una jefa se queja de uno de sus becarios por una amplia gama de razones, desde su olor corporal hasta su manía de interrumpir constantemente a sus compañeros. “El Becario Malo apesta. Es amigo de la familia de uno de los directores de la empresa, y esa es la única razón por la que está aquí”.

Respuesta. Aunque en teoría el jefe debe ayudar al becario a desarrollarse profesionalmente y a aprender el oficio, por una vez, Green concede que por mucho que esté en prácticas, si perjudica al equipo, debe poder deshacerse de él. El consejo que proporciona es “disfruta siendo un gran jefe que llama la atención sobre este comportamiento cuando ocurre, sabiendo que haciéndolo estás siendo un modelo para otros becarios”.

El empleado de las vacaciones permanentes

Pregunta. Ah, las vacaciones, ese peliaguado tema. Parece ser que uno de los jefes de la página tiene un empleado que se coge un día libre cada semana para, básicamente, tener una jornada laboral de cuatro días. Buena idea, ¿no? El problema es que, señala el superior que pregunta, parece ser que no hay nada que puedan hacer.

Respuesta. Green anima a que algún responsable de recursos humanos le recuerde algo así: “Tu trabajo se supone que tiene una jornada laboral de cinco días la mayor parte del tiempo. Que trabajes regularmente en jornadas cortas influye negativamente en X o Y, así que necesito que utilices tus días libres de otra manera, de forma que podamos contar contigo toda la semana”.

Telefonear al médico de un empleado para discutir su condición médica sin su permiso, no es ilegal pero sí una violación de su privacidad

¿Y si no tiene cáncer?

Pregunta. Un usuario de la página se encuentra en una situación peculiar. Uno de sus trabajadores le explica que ha ido al médico y que este le ha diagnosticado cáncer de estómago, por lo que necesita empezar un tratamiento de quimioterapia y radiación. Debido a las peculiaridades de dicho empleo (no especifica cuáles), decide llamar al médico para conocer las restricciones laborales debidas al tratamiento. Allí le dicen que no hay ninguna y que, además, no tienen constancia de que ese trabajador necesite quimio.

Respuesta. La buena de Alison Green, que parece una persona sensata, le recuerda que debería haber hablado antes con la trabajadora, en lugar de haber llamado a su médico. Entre otras cosas, porque “telefonear al médico de un empleado para discutir su condición, especialmente sin su permiso, no es ilegal pero sí una violación de su privacidad”. Además, el facultativo tampoco puede discutir el estado de sus pacientes con el jefe, así que en resumen, es preferible hablar con el trabajador primero. Eso sí, la nota termina con una actualización posterior que añade que, efectivamente, parece ser que el trabajador se había inventado lo de su enfermedad.

Imagínate que eres jefe de un departamento de atención al cliente, y de repente, tu empleada preferida te pide un favor. Desea entrar un par de horas más tarde porque finalmente ha conseguido graduarse en la universidad, después de pasar años estudiando en el turno de noche, y quiere acudir a la ceremonia. Decides que no es posible, puesto que la compañía está lanzando un nuevo producto, y necesitas a todo el mundo en sus puestos. Ni siquiera el hecho de que ninguno de sus compañeros decida cambiarle el turno te ablanda. Es tu mejor trabajadora, así que la necesitas.

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