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Dentro de la mente del hombre: "Todas quieren acostarse conmigo"
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DISTORSIONES GRAVITACIONALES DE LA REALIDAD

Dentro de la mente del hombre: "Todas quieren acostarse conmigo"

Los hombres que tienen más probabilidades de malinterpretar los signos de las mujeres son, según la investigación, los ansiosos. Es decir, aquellos que buscan continuamente respuestas emocionales

Foto: No es que sea un hombre con suerte, es que es ansioso en sus relaciones. (iStock)
No es que sea un hombre con suerte, es que es ansioso en sus relaciones. (iStock)

Hay un célebre dicho que dice que “el hombre es como el parchís, que se come una y cuenta veinte”. Vaya, que se siente impelido a maximizar sus conquistas amorosas, en parte para quedar bien delante del grupo de amigotes (“jo, jo, ¡crack!”), en parte como carta de presentación (“¿sabes con cuántas he estado yo, nena?”), aunque más probablemente, por una mera cuestión de afirmación ante su propia falta de autoestima. Y es habitual que en esa cuenta se encuentren todas aquellas mujeres que pasaron de mirarle de reojo sin más a convertirse en una conquista (en la mente del ligón, claro está).

La triste realidad es esa: muchos hombres piensan que las mujeres ligan con ellos (cuando no es así) y otros tantos consideran que son merecedores de la atención de ninguna (cuando precisamente, y como explicamos en un pasado artículo, sí lo hacen). Una reciente investigación publicada en 'Personality and Individual Differences' profundiza en las razones por las que “los hombres heterosexuales continuamente sobreestiman el interés sexual de las mujeres”. Y la respuesta hay que encontrarla en la vieja teoría del apego.

Sumario

Aunque en el pasado otras investigaciones habían apuntado a factores externos para explicar esta distorsión entre lo que uno percibe y lo que las mujeres desean (¿adivinan? Sí, el alcohol tiene la culpa), en este caso son las tendencias psicológicas del varón las que condicionan su mirada. Concretamente, su estilo de apego, según la teoría diseñada por el psicoanalista John Bowlby entre los años sesenta y los ochenta, y que señalaba que existen cinco tipo de modelos internos de apego en el individuo (primero bebés, más tarde, adultos): el seguro, el ansioso, el ambivalente/resistente, el esquivo y el desorganizado.

Los hombres que tienen más probabilidades de malinterpretar los signos de las mujeres son, según la investigación, los ansiosos. Es decir, aquellos que buscan continuamente respuestas emocionales por parte de los padres (en particular) y del resto de personas (en general) y que son incapaces de hacer frente a la ausencia del cuidador, que por lo general es excesivamente protector, por lo que dificulta su independencia. Aunque puede parecer paradójico –¿no son los que sienten un mayor miedo al abandono los que deberían pensar que nadie les quiere?–, el estudio dirigido por el profesor asociado de psicología de la Universidad de California Joshua Hart asegura que “se debe a sesgos cognitivos y a la percepción social motivada”.

La ansiedad que sienten estos hombres “predice un deseo mayor por la intimidad, lo que a su vez predice su esperanza de que una mujer se interese en ellos”, se puede leer en el resumen de la investigación. En otras palabras, se produce una proyección de los propios deseos en la otra persona. “Los hombres se imaginan a sí mismos como más 'ligones' en ese escenario, lo que les conduce a imaginar a las mujeres como más 'ligonas'”. Por eso, los hombres que participaron en el estudio de Hart que encajaban en el perfil de los ansiosos solían pensar que las mujeres que los sonreían al entrar a un bar estaban “extremadamente interesadas” en ellos, lo que les ayudaba a reafirmarse y despejar sus temores.

“Nadie me quiere”

Toda cara tiene su cruz, algo que también ocurre en esta investigación. Si hay varones que sobrevaloran sus posibilidades, es porque hay otros que las infravaloran. ¿Quiénes son? Aquellos cuya tendencia de apego es la esquiva, es decir, los que muestran muy poco intercambio afectivo porque sienten que no hay apego en sus relaciones y que, por lo general, tienen una baja autoestima. En su caso, incluso si la mujer se siente genuinamente atraída, ellos no lo perciben. “Su menor interés por la intimidad los conduce a estar menos interesados por esa mujer ficticia, y por lo tanto, a verse como menos 'ligones', y por extensión, a imaginar que la mujer está sexualmente menos interesada en ellos”, explica Hart.

Si crees que alguien no está interesado en ti, probablemente estés en lo cierto

Como señalaba otro estudio publicado en la revista 'Communication Research', “no sabemos ligar”: es decir, nos cuesta muchísimo descifrar los signos que las personas que nos rodean envían para señalar que están interesadas (o no) en nosotros. “Si crees que alguien no está interesado en ti, probablemente estés en lo cierto”, señalaba Jeffrey Hall, profesor de estudios de comunicación de la Universidad de Kansas. En ese caso, más personas (un 80%) se percataron de que no estaban ligando con ellos de los que acertaron cuando sí lo estaban haciendo (un 36%).

El problema es que “la gente no va a ligar de forma obvia porque no quieren ser avergonzados”, por lo que las señales son más sutiles… y, en muchos casos, llevan a confusión. Como apuntaba el psicólogo Mons Bendixex de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología en un estudio publicado en 'Evolutionary Psychology', hay otras dos razones que explican el egocentrismo de algunos hombres: la teoría evolucionista de la gestión de errores, que sugiere que los hombres sobreestiman el interés femenino por su inclinación a reproducirse cuantas más veces, mejor; y la teoría de los roles sociales, que señala que las mujeres suelen ser más precavidas, pues conocen el peligro de acabar en la cama con alguien indeseable.

Hay un célebre dicho que dice que “el hombre es como el parchís, que se come una y cuenta veinte”. Vaya, que se siente impelido a maximizar sus conquistas amorosas, en parte para quedar bien delante del grupo de amigotes (“jo, jo, ¡crack!”), en parte como carta de presentación (“¿sabes con cuántas he estado yo, nena?”), aunque más probablemente, por una mera cuestión de afirmación ante su propia falta de autoestima. Y es habitual que en esa cuenta se encuentren todas aquellas mujeres que pasaron de mirarle de reojo sin más a convertirse en una conquista (en la mente del ligón, claro está).

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