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“La comida que comemos es buena; la mala es la ecológica, que es cara y menos segura”
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J.M. MULET Y EL 'TIMO' DE LOS ALIMENTOS NATURALES

“La comida que comemos es buena; la mala es la ecológica, que es cara y menos segura”

Para J. M. Mulet, profesor de biotecnología de la UNAV, los alimentos ecológicos son una opción menos saludable de lo que comúnmente se piensa

Foto: J. M. Milet, profesor de biotecnología y autor de 'Comer sin miedo'. (Jacob Villavicencio)
J. M. Milet, profesor de biotecnología y autor de 'Comer sin miedo'. (Jacob Villavicencio)

La proliferación de los alimentos ecológicos y los nuevos hábitos de consumo, en los que priman los ciclos cortos mediante una relación directa con el productor, son para J. M. Mulet, profesor de biotecnología de la UNAV, una opción menos saludable de lo que comúnmente se piensa. Su férrea defensa de los alimentos procesados o transgénicos nunca ha pasado desapercibida, pero su último libro, Comer sin miedo (Destino), promete abrir el debate sobre las ventajas o desventajas de la comida ecológica, que considera más bien “un mito informativo” o una “moda” aún minoritaria.

“La seguridad alimentaria en este tipo de productos no es la más deseable”, asegura a El Confidencial el doctor en bioquímica y biología molecular. Para Mulet, la cadena alimenticia nunca ha contado con unos estándares de seguridad tan elevados como los actuales, pero matiza que en el caso de la comida ecológica ha habido “una mayor proporción de alertas y víctimas”. Sin ir más lejos, cita que la famosa crisis del pepino se pudo haber causado por un fenogreco ecológico importado de Egipto. “Cuando se habla de este tipo de productos se piensa que son los más sanos, pero con datos en la mano es la que más problemas presenta”, afirma.

Mulet se apoya en otra serie de alertas en EEUU (frutos del bosque), Alemania (huevos) o galletas (en varios países de Europa) para aseverar que “hay un constante goteo de alarmas alimenticias derivadas de productos etiquetados como ecológicos”. En cambio, defiende que otras crisis rápidamente detectadas, como la originada por la presencia de carne de caballo en hamburguesas, “demuestra que contamos con controles muy eficientes y muy buenos”. Además, entiende que se trató más bien “de una epidemia informativa que de una crisis real. La mejor prueba es que las alertas alimentarias son sólo excepciones”.

"Asustar es fácil, pero sin rigor científico"

Para el autor de Comer sin miedo, los métodos de producción ecológica son menos seguros porque “favorecen los ciclos cortos (de compra-venta), lo que dificulta la presencia de inspectores”. Por otra parte, apunta que el estiércol de origen animal que se utiliza en este tipo de industria “ofrece menos seguridad microbiológica”. En este sentido, el profesor de biotecnología subraya que “si se origina una alerta en una pequeña producción ecológica nadie se entera, pero si esto mismo ocurre con una marca generalista el golpe sería letal. No se lo pueden permitir, por lo que son las primeras interesadas en autorregularse para salvar su imagen”.

Sería imposible vivir sin transgénicos porque suponen una mejora respecto a los alimentos que teníamos antes

La polémica en torno a los transgénicos es otro “mito” para Mulet, como así lo avalan, añade, los datos científicos. “Además del miedo y la suspicacia que despiertan principalmente en Europa, sería imposible vivir sin ellos porque suponen una mejora respecto a lo que teníamos antes”, aclara.

Las críticas hacia los denominados Organismos Genéticamente Modificados (OGM) están revestidas también de una cierta hipocresía, según el autor. Esto es porque “en Europa sólo se pueden plantar tres tipos de variedades transgénicas, pero sí se pueden importar muchas otras de EEUU o Brasil. Como resultado, restamos competitividad a nuestros agricultores sin motivos científicos, sino políticos”.

“Menos seguros, más caros y sin ventajas nutricionales”

De las pruebas científicas realizadas a los OGM se ha determinado que son “totalmente seguros, más que cualquier otro alimento”. Sin embargo, cree que la proliferación de tesis como las de Marie-Monique Robin, quien ha vendido miles de libros críticos contra la agroindustria defendiendo que "el cáncer, la infertilidad y la diabetes son por la comida", han generado un miedo infundado entre la población.

Los motivos para prohibir los transgénicos no son científicos, sino políticos

En el caso del profesor, sus teorías se refutan en sus hábitos de consumo. De este modo, asegura que no come productos ecológicos, “tanto porque no tienen ninguna ventaja nutricional o sobre el medio ambiente, como porque son más caros”.

Su recomendación a los consumidores, en un momento en el que “no hay famoso o aspirante que no se atreva a dar consejos sobre alimentación”, es seguir una dieta variada y no abusar de las grasas o los azúcares. Por lo demás, anima a “no asustarnos por los transgénicos, los restos de pesticidas o los interruptores endocrinos, que nos han permitido disfrutar de la comida a un precio más asequible”.

La comida del futuro

Como epílogo, Mulet asegura que, analizando la evolución tecnológica y su implantación en la industria alimentaria, se puede extraer una idea bastante aproximada de cuál será el futuro de la comida. Además de los transgénicos, que ya son una realidad en los estantes de los supermercados, el profesor apunta esta otra serie de tendencias que aquí reproducimos:

-Alimentos funcionales: aquel que además de su valor nutricional, contiene alguna molécula que aporta alguna ventaja concreta para la salud. Hoy en día existen pero es difícil separar el grano de la paja gracias a una legislación con muchas grietas por las que se cuelan las empresas. Conviene ser muy crítico ante la publicidad. ¿Ensaladas en bolsa antiaging?

-Alimentos nutracéuticos: vendrían a ser como los funcionales, con la diferencia de que la molécula beneficiosa se añade de forma artificial. Como los alimentos enriquecidos con bífidus.

-Alimentos enriquecidos o reforzados: A diferencia de los nutracéuticos, la molécula que añadimos es un nutriente, por ejemplo, ácidos grasos.

-Probióticos: estos alimentos están ganando cada vez más espacio, son aquellos que incluyen microorganismos vivos destinados a repoblar o mejorar los microorganismos que viven en nuestro cuerpo, la mayoría de ellos formando parte de la flora intestinal.

-Prebióticos: alimentos que contienen algún producto que no es digerible, pero que estimula el crecimiento o actividad de algunas bacterias de nuestra flora intestinal y por eso mejora nuestra salud.

-Carne sintética: elaborada a partir de cultivos de células de animales, como la hamburguesa sintética del profesor Mark Post. Parece una aberración pero puede ser una forma de contentar a los animalistas, controlar el impacto ambiental, optimizar la energía…

-Nutrigenómica y dietas personalizadas: la secuenciación del ADN es uno de los temas en los que la tecnología está avanzando de forma más rápida. Con el genoma secuenciado te puedes decir qué alimentos metabolizaremos mejor o peor y afinar con una dieta en función de tu perfil genético. Hay que insistir en que esta tecnología todavía no está suficientemente desarrollada. Una dieta personalizada basada en tu genoma hoy por hoy viene a ser como hacerse la carta astral: te cobran un pastón por decirte lo que le dicen a todo el mundo.

Hay un constante goteo de alarmas alimenticias derivadas de productos etiquetados como ecológicos

La proliferación de los alimentos ecológicos y los nuevos hábitos de consumo, en los que priman los ciclos cortos mediante una relación directa con el productor, son para J. M. Mulet, profesor de biotecnología de la UNAV, una opción menos saludable de lo que comúnmente se piensa. Su férrea defensa de los alimentos procesados o transgénicos nunca ha pasado desapercibida, pero su último libro, Comer sin miedo (Destino), promete abrir el debate sobre las ventajas o desventajas de la comida ecológica, que considera más bien “un mito informativo” o una “moda” aún minoritaria.

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