La batalla de los probióticos
Según un informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),
Según un informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los probióticos son “microorganismos vivos que, cuando son suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo huésped”. Aparentemente la afirmación no deja lugar a dudas y parece comúnmente aceptado que estos microorganismos, que constituyen el reclamo de numerosos productos lácteos –el Actimel es el más popular–, son beneficiosos para la salud. Pero lo cierto es que la comunidad científica no ha llegado a un consenso sobre el tema, y hay numerosas voces críticas con sus supuestos beneficios.
En 2009 el conocido biólogo Didier Raoult –el investigador francés con más publicaciones de la actualidad– publicó un polémico artículo editorial en la revista Nature titulado Probiotics and obesity: a link?, en el que aseguraba que los yogures y otras bebidas lácteas repletas de probióticos tendrían una gran parte de responsabilidad en la epidemia de obesidad que afecta principalemente a los niños. “Desde mi punto de vista existe un riesgo, que puede estar causando un problema de salud real en humanos, al promover el consumo de productos que contienen bacterias que se han asociado con la ganancia de peso en la industria ganadera”, afirma con rotundidad. Por ello el doctor propone que “antes de que los probióticos y prebióticos puedan ser considerados como seguros, es imperativo que sean testados en modelos experimentales para evaluar la propensión de dichos productos a causar obesidad en humanos”.
El mes pasado la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió un dictamen que obligaba a cambiar la promoción de los productos probióticosEl artículo tuvo gran repercusión en la comunidad científica, empeñada mientras tanto en demostrar los efectos beneficiosos de los probióticos y, aunque han pasado tres años, nuevos acontecimientos lo han puesto de actualidad. El mes pasado la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió un dictamen que obligaba a cambiar la promoción de los productos probióticos. Preparados lácteos como el famoso Actimel ya no se podrán vender usando como reclamo sus supuestos beneficios para la salud ya que, según la agencia, no existen las suficientes evidencias científicas para asegurar tal cosa.
Una batalla encarnizada
Tras el anuncio de la EFSA muchos blogs han recuperado el artículo de Raoult creando un cóctel explosivo que ha levantado ampollas entre la industria alimentaria, a la que se acusa de haber forzado los supuestos beneficios de los probióticos sufragando investigaciones al respecto para hacer dinero con sus productos.
La Asocación Española de Dietistas-Nutricionistas (AEDN) ha emitido un comunicado en el que asegura que las afirmaciones que asocian probióticos y obesidad son “un bulo difamatorio sin base científica y que puede generar una alarma desmedida e innecesaria en la población”. Según la AEDN, Raoult no ha analizado correctamente la evidencia científica y, además, no se ha interpretado correctamente su artículo que –como afirman acertadamente– no es un estudio sino un texto de opinión en el que el doctor francés deja claro que “se necesitan más y mejores estudios que ofrezcan luz sobre estos aspectos”.
Según varias publicaciones, las evidencias científicas demuestran una relación entre la composición de la microbiota intestinal y la obesidadPero, ¿qué hay de cierto en las afirmaciones de Raoult? Lo único seguro es que hay estudios para todos los gustos. El doctor francés no es el único que ha estudiado la posible vinculación entre probióticos y obesidad. Un grupo de investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA), dependiente del CSIC, publicó, también en 2009, un artículo en la revista ACTA Pedriática, en el que afirmaban que las evidencias científicas “demuestran una relación entre la composición de la microbiota intestinal y la obesidad”, pero al igual que Raoult, advertían de la necesidad de nuevas investigaciones.
Al margen de esta línea de investigación, hay también numerosas publicaciones científicas que aseguran que los probióticos son beneficiosos para la salud. En nuestro país existen numerosas investigaciones al respecto e, incluso, una agrupación de científicos, la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos (SEPyP), que ha elaborado un documento de consenso al respecto firmado por más de cincuenta investigadores. Según esta Sociedad existen cepas probióticas con eficacia demostrada para indicaciones concretas sobre el sistema inumne que ayudan, por ejemplo, a prevenir infecciones, y otras con eficacia para indicaciones concretas de salud gastroinstentinal.
Según un estudio los alimentos probióticos no son perjudiciales pero tampoco tienen beneficios para la saludTodas las afirmaciones de la SEPyP están respaldadas por risgurosos artículos científicos. El problema es que también hay numerosos estudios, igual de válidos, que afirman lo contrario. Un artículo de la Universidad de Ontario del Oeste de Canada, publicado el pasado octubre en la revista Science, mostraba los resultados de unas pruebas realizadas con niños gemelos y ratones que, tras estar un mes tomando yogures con probióticos, no mostraron ningún tipo de cambio en las colonias bacterianas. Según este estudio los alimentos probióticos no son perjudiciales pero, al contrario de lo que afirman muchos dietistas y científicos, no tienen ningún beneficio para la salud, algo que cuadra con las conclusiones a las que llegó la autoridad alimenticia europea.
¿En qué quedamos?
El L. Casei tiene algunos beneficios, pero no hay suficientes estudios que los respaldenMoises Laparra, investigador del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA), donde se ha investigado en profundidad el tema asegura que “hay que tomar una posición cauta” respecto a los probióticos, ya que es un tema que se sigue discutiendo. En su opinión, hay que dejar claro que “son productos con funcionalidad biológica que no son medicamentos, pero se parecen más a éstos en cuanto al uso al que se les está orientando, que a un alimento convencional ”. “Las bacterias”, explica, “pueden ser beneficiosas para un efecto, pero en otras condiciones pueden no serlo”. Los posibles beneficios cambian no sólo según la especie sino, tal como explica el investigador, según la cepa: “Una marca de alimentación puede coger un L.Casei [el célebre probiótico de los Actimel] de una cepa distinta a la que se le atribuyen beneficios y comerciarlo como si los tuviera”.
Este tipo de tretas son las que, según Laparra, trata de evitar la nueva regulación europea: “No se trata de prohibir. Lo que exige la regulación es que se anuncien sólo los beneficios sanitarios de los alimentos que cuenten con los suficientes avales científicos. El L. Casei tiene algunos beneficios, pero no hay suficientes estudios detrás que los respalden. Si no se regula esto se incrementa el precio a los alimentos promocionando unos efectos que en realidad no tienen". Algo que, según el doctor, es evidente en Estados Unidos, donde la legislación es mucho más laxa a este respecto.
Según Laparra, tampoco existen las suficientes evidencias para afirmar con rotundidad que los probióticos puedan favorecer la obesidad: “Hay estudios que constatan que los microbióticos ayudan a extraer energía de la dieta, lo que puede dar lugar a una ganancia de peso. Pero esto sólo se ha probado en animales de laboratorio y depende de cada microbiótico en concreto”. Según el investigador, está claro que hay un vínculo entre la composición de la microbiota intestinal y la obesidad, “pero basta comprobar si es causa o consecuencia”. Por ello las afirmaciones de Raoult le resultan un tanto exageradas, pese a que tengan parte de razón: “Yo no negaría ni afirmaría tajantemente nada”.
Según un informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los probióticos son “microorganismos vivos que, cuando son suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo huésped”. Aparentemente la afirmación no deja lugar a dudas y parece comúnmente aceptado que estos microorganismos, que constituyen el reclamo de numerosos productos lácteos –el Actimel es el más popular–, son beneficiosos para la salud. Pero lo cierto es que la comunidad científica no ha llegado a un consenso sobre el tema, y hay numerosas voces críticas con sus supuestos beneficios.