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Educación en color
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Educación en color

Cuando yo era niño la vida era en blanco y negro. No es que no fuéramos felices, lo éramos, como cualquier niño de ahora y de

Cuando yo era niño la vida era en blanco y negro. No es que no fuéramos felices, lo éramos, como cualquier niño de ahora y de siempre. Pero no había color a nuestro alrededor. Recuerdo que me gustaba ir al cine para ver el NO-DO porque ponían en color los resúmenes de los partidos entre el Atlético y el Madrid. Cuando el 16 de julio de 1969 Neil Armstrong, como integrante de la misión del Apolo XI, puso el pie en la luna y se convirtió en el primer hombre en hacerlo, yo estaba delante del televisor. Mi padre me dejó quedarme, a pesar de ser una hora muy tarde para un niño. El acontecimiento era, claro está, en blanco y negro.

Hace unos días, la Universidad Europea ha nombrado Doctor Honoris Causa a Pedro Duque, el primer español que subió al espacio. Muchos de nosotros lo hicimos con él. Y fue en color. Lo curioso es que Pedro es el resultado del sistema educativo español y de su propio talento. Todos sus estudios los cursó en España, incluida su carrera universitaria. Aprendía inglés, nos confesó, escuchando música en radio Torrejón, cuando allí se ubicaba una base de uso conjunto hispano-estadounidense. Todo de lo más normal.

A finales del año pasado, Pedro Duque afirmaba en un artículo que la educación y la promoción de la ciencia y la tecnología son inversiones, porque de ellas se pueden esperar razonablemente rendimientos futuros. Creo que somos muchos los que estamos de acuerdo con él. El problema al que nos enfrentamos en los tiempos que corren es saber quién va a financiar tamaña y gigantesca inversión.

En Europa, en general, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, y en España, en particular, a partir del llamado Desarrollismo de los años sesenta del siglo pasado, se ha construido el llamado Estado del Bienestar. Esto ha permitido alcanzar niveles de igualdad, justicia, democracia y bienestar raramente conocidos anteriormente. También la aparición de una clase media, auténtico motor de esta forma de sociedad. El problema es que ahora no podemos pagarlo. Los pilares sobre los que se construyó, crecimiento demográfico, abundancia de jóvenes que se incorporaban al mercado laboral y acceso al consumo masivo de millones de nuevos compradores, están en crisis. España, por ejemplo, pierde población y además ésta envejece de manera acelerada.

Una educación al alcance de todos

Grandes logros como el acceso universal y gratuito a la sanidad y la educación se antojan actualmente fuera de nuestro alcance. El relativo derroche y la ineficiencia que acompañaban al gasto social de hace unos años parecen ahora fuera de lugar. Pero… ¡Qué difícil nos resulta renunciar a esto a todos aquellos que disfrutamos de sus beneficios!Una gestión más profesional de los recursos disponibles en la prestación de los servicios básicos, debería sustituir al uso político de los mismos

Parece obvio que este Estado del Bienestar debería ser sustituido por una Sociedad del Bienestar. Que salvaguardara lo mejor de lo logrado pero que diera más protagonismo a la sociedad civil y responsabilizara en mayor grado a los ciudadanos, de manera individual, sobre su compromiso con esta nueva manera de entender el progreso. Una gestión más profesional de los recursos disponibles en la prestación de los servicios básicos, debería sustituir al uso político de los mismos realizado en el pasado.

La educación, por sus características, debería ejercer como líder en encontrar soluciones a este dilema. No sólo tendríamos que mantener una educación al alcance de todos, y que nadie, como Pedro Duque, deje de alcanzar su máximo talento por falta de recursos, sino que deberíamos ser capaces de mejorar nuestro sistema educativo entre todos.

La eficacia en la consecución de los objetivos que se propongan, la eficiencia en el uso de los recursos (siempre escasos) y una formación acorde con el siglo que nos ha tocado vivir, deberían ser posibles si cada uno asume su parte de responsabilidad; si ponemos al estudiante en el centro del sistema, si aceptamos que también la educación puede ser global y si preparamos al alumno para una vida profesional satisfactoria. Una educación con los colores de nuestros días.

Cuando yo era niño la vida era en blanco y negro. No es que no fuéramos felices, lo éramos, como cualquier niño de ahora y de siempre. Pero no había color a nuestro alrededor. Recuerdo que me gustaba ir al cine para ver el NO-DO porque ponían en color los resúmenes de los partidos entre el Atlético y el Madrid. Cuando el 16 de julio de 1969 Neil Armstrong, como integrante de la misión del Apolo XI, puso el pie en la luna y se convirtió en el primer hombre en hacerlo, yo estaba delante del televisor. Mi padre me dejó quedarme, a pesar de ser una hora muy tarde para un niño. El acontecimiento era, claro está, en blanco y negro.

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