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El síndrome del Madrid Arena sentencia las macrofiestas
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VILAGARCÍA CANCELA UNA CON 1.000 ENTRADAS PARA UN AFORO DE 150 PERSONAS

El síndrome del Madrid Arena sentencia las macrofiestas

“En cualquier tipo de fiesta, lo lógico es que los organizadores lo pongan en conocimiento de la administración competente”. Lo dice Tomás Fole, alcalde popular de

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El síndrome del Madrid Arena sentencia las macrofiestas

“En cualquier tipo de fiesta, lo lógico es que los organizadores lo pongan en conocimiento de la administración competente”. Lo dice Tomás Fole, alcalde popular de Vilagarcía de Arousa. La sexta ciudad de Galicia (37.000 habitantes). Allí, un grupo de jóvenes decidieron montar su propia fiesta de arranque del año. Se pusieron en contacto con el titular de la concesión de la Tasca de la Marina, un restaurante flotante que orilla la ría de Arousa dependiente de la autoridad portuaria. Los organizadores imprimieron un millar de entradas para la denominada Port Party. Mil entradas para un local con aforo de 150 personas que, además, se puede hundir. No pidieron permiso alguno.

“Yo me enteré por los padres”, señala el alcalde. “Me paraban por la calle y me trasmitían su preocupación por lo que se estaba preparando allí. Todos estamos muy sensibilizados por lo que ocurrió en Halloween en el Madrid Arena”.

El síndrome Madrid Arena ha borrado de un plumazo las macrofiestas organizadas en espacios de titularidad pública. La kermés del Port Party de Vilagarcía, por ejemplo, finalmente no se celebrará. Ni Barcelona ni Madrid ni Sevilla repetirán la oferta del año pasado. La decena de fiestas que celebró el año pasado la capital catalana se han quedado en dos. Y los aforos de las supervivientes se han reducido a un máximo de 2.000 personas cuando hasta hace doce meses congregaban a 10.000. Ana Botella, alcaldesa de Madrid, no ha autorizado ni una sola fiesta este año en espacios públicos tras la tragedia de Halloween. La macrofiesta de la Feria de Valencia fue, directamente, prohibida.

“En fechas como estas los padres, los vecinos, los jóvenes e incluso nosotros, las autoridades, estamos más relajados. Todos queremos que la gente se divierta. La tragedia del Madrid Arena nos ha enseñado que no debemos nunca levantar la alarma. No nos podemos descuidar. A la gente le toca divertirse, nosotros tenemos que velar por la seguridad. Hemos aprendido que tenemos que ser más exigentes que nunca”, explica el alcalde de Vilagarcía.

Porque no se era demasiado exigente, como demuestran los hechos. La Cubierta de Leganés, por ejemplo, uno de los locales aledaños a Madrid que más eventos de este tipo organizaba, fue cerrada tras los sucesos del Madrid Arena. Un revisión reciente detectó más de setenta incumplimientos técnicos en el local. Setenta. Que no habían sido detectados antes. Y ahora la empresa concesionaria podría ser castigada con una multa que puede alcanzar los tres millones de euros.

En el caso de Vilagarcía, por ejemplo, la fiesta podría haberse celebrado sin que el alcalde, la policía o los servicios sanitarios tuvieran conocimiento previo. Fue la presión social la que alertó de que se estaban vendiendo entradas sin control alguno. La empresa titular de la flotante Tasca de la Marina reconocía este viernes que renunciaba a la celebración de la Port Party porque no podía garantizar la seguridad. Después de haber vendido, según estimaciones, unas 800 entradas. Unas horas antes de la cancelación de la fiesta, salía de la cárcel Miguel Angel Flores. Tras pagar una fianza de 200.000 euros por sus posibles responsabilidades en las cinco muertes del Madrid Arena. Era el Día de los Inocentes.

“En cualquier tipo de fiesta, lo lógico es que los organizadores lo pongan en conocimiento de la administración competente”. Lo dice Tomás Fole, alcalde popular de Vilagarcía de Arousa. La sexta ciudad de Galicia (37.000 habitantes). Allí, un grupo de jóvenes decidieron montar su propia fiesta de arranque del año. Se pusieron en contacto con el titular de la concesión de la Tasca de la Marina, un restaurante flotante que orilla la ría de Arousa dependiente de la autoridad portuaria. Los organizadores imprimieron un millar de entradas para la denominada Port Party. Mil entradas para un local con aforo de 150 personas que, además, se puede hundir. No pidieron permiso alguno.