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Mi vida como un Ni-Ni
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24 HORAS CON JESÚS, UN MADRILEÑO DE 28 AÑOS QUE NO ENCUENTRA TRABAJO NI ESTUDIA

Mi vida como un Ni-Ni

En la habitación de Jesús no suena el despertador. El madrugón para ir a estudiar o trabajar es algo que pertenece al pasado de este joven

Foto: Mi vida como un Ni-Ni
Mi vida como un Ni-Ni

En la habitación de Jesús no suena el despertador. El madrugón para ir a estudiar o trabajar es algo que pertenece al pasado de este joven de 28 años, parado y con un futuro incierto. Vive con sus padres y hermanos menores -de 17 y 22 años- en una modesta vivienda del barrio de Arganzuela, donde cada día transcurre igual que el anterior.

Lo primero que Jesús ve al despertar es una hilera de sol reflejándose en las sábanas. Mira el reloj: las 12:15. “Joder”. Veinte minutos más acostado para despejar el cerebro. Se levanta y va a la cocina. Zumo de piña, galletas y Camel para el desayuno. Diez minutos después ya está en el ordenador. Mick Jagger en un amarillento póster le mira desde la pared. Una medalla cuelga de la foto de su primera comunión, y en las estanterías se suceden discos de Nirvana, Sabina y Deep Purple.

Entre esas cuatro paredes hubo días de rutina, de estudio. Hoy queda la incertidumbre. El vacío. Las horas muertas. Jesús forma parte del 23,7% de los jóvenes de entre 15 y 29 años que no estudian ni encuentran trabajo en España, el porcentaje más alto de Europa. El dato asusta si se compara con 2006, cuando rozaba la media global de la OCDE, con un 16%. Además si atendemos solo a la franja de 25 a 29 años, el desastre afecta al 29%. 

Llaman al telefonillo y aunque Jesús está solo en casa, no lo coge. "Será algún cartero...". Varias novelas, viejos manuales y libros de texto rellenan un armario. La cama está sin hacer. Algunos cajones guardan mecheros rotos, una pila de cartas de antiguos ligues, videojuegos pasados de moda, púas de guitarra... pero también compases, escuadras y varios bocetos. A Jesús siempre se le dio bien dibujar. Cursó el bachillerato técnico y se matriculó dos veces en un módulo superior de Planificación de obras, que nunca terminó. El dinero rápido que lograba como relaciones públicas en varias discotecas le hizo distraerse de los estudios superiores, y ahora querría aspirar a más. “Me gustaría estudiar Bellas Artes pero, entre la edad que tengo, los requisitos que piden para entrar y el pastón de la matrícula, no es algo fácil".

La corta mañana se ha esfumado. Sabe que son las dos de la tarde porque oye la sintonía de Los Simpson que su hermano pone al volver del instituto. Se ajusta unos vaqueros raídos y una camiseta de Pull & Bear. "Bajo a por el pan", le dice. El adolescente ni le mira, su atención pertenece a la tele. Jesús aprovecha el corto paseo a la panadería de al lado para cargar contra un apelativo que le molesta. “Un Ni-Ni es el que no intenta hacer nada para valerse por sí mismo", considera. "Yo al menos me muevo y llamo a todas las puertas".

"Lo de siempre", le dice al panadero, que le entrega tres barras. Nada más llegar a casa, devora el almuerzo. Suele comer rápido porque “no aguanta el Telecinco” que ven sus padres. "¿Te han llamado de eso?", le dice la madre. "No", responde indiferente. El padre sube el volumen de la tele. Asqueado, termina la merluza, lleva el plato a la cocina y vuelve a su guarida, donde comienza a divagar. Chatea, edita con el Photoshop, abre el Marca... Los titulares de prensa dejaron de interesarle hace tiempo. “No me importa en absoluto lo que digan o hagan Rajoy y la Merkel, solo sé que nos están puteando y cada vez es peor".

“No quiero seguir aquí”

Suena Blue in Green, de Miles Davis, y se enciende otro Camel. Jesús fuma una cajetilla diaria, casi el doble de lo que consumía cuando trabajaba. “Menos mal que ellos fuman”, bromea, mientras devuelve el paquete al bolso de la madre. Pasan ya de las ocho y en la habitación no para de sonar el Spotify. Son canciones mezcladas con publicidad porque no puede pagarse una suscripción de cinco euros

Abre una Mahou y habla de su amigo Yoni, que se ganaba el sueldo como reformista “cuando el boom de la construcción”, hasta que en 2006 se fue al paro. “Hacía de todo y cobraba bastante dinero. Ahora como mucho le sale arreglar el enchufe de alguna abuela o pintar una pared”. La crisis del ladrillo también afectó a otro de sus mejores amigos, Nano, que dejó de vender pisos en Tecnocasa en 2007. Ahora ellos, que no pasaron de los estudios básicos, malviven junto a otros jóvenes ocupando casas y alimentándose de la comida que tiran los supermercados, cuando no hay más remedio.

Aunque Jesús vive con sus padres, está muy ligado a sus colegas de siempre y procura visitarles con regularidad. “Le han echado un par -dice- y prefieren malvivir como okupas a seguir con sus familias. Yo no tengo duda de que en cuanto salga algo estable me iré de casa a tirar como sea. No quiero seguir aquí".

Currículum

Un reloj del Atleti marca las nueve y cuarto. Se oyen unos rasguños en la puerta y Jesús se levanta a ver qué sucede. Es Yoshi, el pequeño yorkshire familiar que ha venido a reclamar su salida vespertina. “Venga, a estirar las patas”, le dice al perro.

Mientras pasea calle abajo comienza a relatar su experiencia laboral a trompicones. Su trabajo más estable empezó en 2003, como dependiente de ropa de hombre en El Corte Inglés, donde pasó tres años y medio. “Todavía no me lo explico, pero después de dos años empezaron a hacerme mobbing constantemente para que me fuese, me cambiaban a otros departamentos para vender menos, me reducían el sueldo y a pesar de que vendía mucho nunca quisieron promocionarme, hasta que decidí dejarlo", explica. "Era otro tiempo, el trabajo abundaba y pensé que rápido encontraría algo mejor. Nada más lejos.". Era verano de 2006. La misma época en que a sus amigos se les torcieron las cosas.

Desde entonces, una larga lista de empleos temporales trazan su currículum: limpieza, técnico de pladur-tras un curso de seis meses-, vigilante de piscina... Pero se acabaron y en un suspiro, para enero de 2010, se le agotó el año que le correspondía de prestación por desempleo.  Pocos meses después  perdió los 420€ de ayuda del Plan Prodi -antecesor del Plan Prepara- por un trabajo de un solo día como azafato en el Bernabéu. El último empleo que tuvo fue como teleoperador a principios de 2011, pero duró solo dos meses. Todos estos trabajos distaban de su interés por el diseño, hasta que ese año comenzaron a llegarle cartas del Inem y empezó la racha de cursos.

“En todas las academias te prometen el oro y el moro con una bolsa de trabajo, diciéndote que te van a dar empleo, pero luego ni prácticas ni leches. Todavía estoy esperando el certificado del último curso”, explica enfadado. “No te dan ningún tipo de solución cuando terminas”. Desde que acabó las clases a finales de 2011, Jesús dedica varios días de la semana a presentarse en pequeños negocios donde ofrece sus conocimientos de diseño gráfico y web. Pero hasta el momento no ha tenido suerte. “Llega un punto en que te cansas. Ya no sabes a qué empresa llamar ni dónde presentar un currículum".

Yoshi corre por el parque mientras Jesús le vigila desde un banco. “¿Linkedin? Hace meses que dejé de buscar trabajo en Internet. Prefiero hablar con la gente y ser comercial de mí mismo”. Las pocas ofertas que circulan en portales de empleo como Infojobs piden muchos requisitos que imposibilitan iniciarse a un aspirante como él. “Hoy en día te exigen idiomas hasta para fregar, cuando el que está en la Moncloa no sabe ni dar la hora en inglés. Solo pido una oportunidad en alguna empresa para demostrar que valgo, como tantos otros, pero la precariedad y los contratos basura hacen que prácticamente nos tengamos que arrodillar".

A pesar de su marcada indignación, Jesús reconoce que no suele acudir a manifestaciones o actos de protesta. "Me parece bien que lo hagan, pero no van a conseguir nada así. Ir a pegar cuatro voces no soluciona nada y menos para pedir trabajo", comenta, de vuelta al refugio.

Una oportunidad

Entre el aburrimiento y la indignación asoma la desgana. “A veces me entra algún bajón pensando en cómo salir del paso, aunque ahora con lo del diseño voy viendo algo de luz, intentando atar clientes”, explica. “Eso sí. He hecho trabajos en los que no he visto un duro. Te ponen la excusa de que es útil para tu currículum, pero así al final creas la imagen de que trabajas gratis. Y eso no puede ser”. Cita por ejemplo una web y la portada de un disco que hizo para una cantante, de la que no vio ni un céntimo. Ahora edita una página web para un pequeño comercio de estética en Vallecas.

Unas cervezas en casa de un amigo, un póquer esporádico o “algún gariteo” son gotas de ocio que aligeran la rutina del ordenador. Pero es jueves por la noche "y no hay planes". “Todos hemos pegado un bajón tremendo en unos años”, afirma Jesús, refiriéndose también a su grupo de colegas. "Salíamos más de fiesta, y además ya hace un tiempo que paso de novias".

El futuro, ni se lo imagina. “Yo lo que quiero es que hoy o mañana me salgan trabajos. No puedo pensar en qué estaré haciendo dentro de cinco años si ahora no tengo donde caerme muerto", espeta. "Vivir el día a día, y lo que tenga que venir vendrá".

Kurt Cobain entona Smells Like Teen Spirit, la guitarra de Santana ablanda la estancia. Ya es madrugada y en casa solo queda el ruido de su teclado. Un sándwich le amortigua el estómago mientras sus amigos van deshabitando la red social, hasta que decide acostarse. No sabe a qué hora se despertará. No le importa.

En la habitación de Jesús no suena el despertador. El madrugón para ir a estudiar o trabajar es algo que pertenece al pasado de este joven de 28 años, parado y con un futuro incierto. Vive con sus padres y hermanos menores -de 17 y 22 años- en una modesta vivienda del barrio de Arganzuela, donde cada día transcurre igual que el anterior.