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Una supermillonaria contra el mundo
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LA MUJER MÁS RICA DEL MUNDO DESATA LA POLÉMICA CON SUS "SOLUCIONES" A LA CRISIS

Una supermillonaria contra el mundo

"Si tienen envidia de aquellos que tienen más dinero, no se sienten a quejarse, hagan algo para ganar más. Pasen menos tiempo bebiendo, fumando y pasándolo

Foto: Una supermillonaria contra el mundo
Una supermillonaria contra el mundo

"Si tienen envidia de aquellos que tienen más dinero, no se sienten a quejarse, hagan algo para ganar más. Pasen menos tiempo bebiendo, fumando y pasándolo bien y más trabajando duro".

El discurso que la mujer más rica del mundo, Gina Rinehartha dirigido a los ciudadanos de Australia y a los pobres del mundo en general empezaba con el amable título Volvamos a nuestras raíces, pero tanto ha querido remontarse a ellas que sus palabras han sonado más propias del siglo XIX, cuando su familia hizo buena parte de la fortuna que ella ha heredado.

Rinehart, de 54 años, se encaraba así esta semana contra el mundo desde su columna en la revista Australian Resources and Investments, en la que aconsejaba, entre otras "soluciones" a la recesión, adoptar medidas como la disminución del salario mínimo

La mujer más adinerada del planeta según Business Review Weekly también asegura que su autoridad sobre la materia emana de su condición de ejemplo social, ya que su empresa "crea empleo y oportunidades para los demás". Un hecho que, tratándose de sí misma, Rinehart eleva a la categoría de heroicidad, ya que se siente víctima de una conjura confabulada para tumbar las propuestas políticas que defiende desde hace años. Entre otras, la creación de espacios jurídicos y fiscales singulares en los lugares donde opera su compañía o la desregulación del acceso al trabajo de la mano de obra extranjera.

A diferencia de sus pensamientos, que comparte despreocupadamente con el mundo siempre que tiene ocasión, las cuentas de esta empresaria tan lenguaraz han sido siempre relativamente opacas. Aun así, su fortuna personal se estima en más de 24.000 millones de euros.

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Las palabras de Rinehart han levantado una tormenta de críticas en su país, donde el propio ministro del Tesoro ha dicho que su discurso "es un insulto a los millones de trabajadores australianos" y la ministra de Sanidad, que Rinehart debería probar a cobrar el sueldo mínimo a costa de trabajar igual de duro que los demás para probar si después de la experiencia se siente inclinada a reafirmarse en sus teorías. 

De padre 'tycoon', hija magnate

Georgina Hope Rinehart es la hija única de Lang Hancock, uno de los más acaudalados potentados de la industria minera australiana, heredero a su vez de la dinastía Hancock, una larga familia terrateniente que se remonta a los tiempos de la colonia.

A mediados de la década de los treinta Lang Hancock consiguió la explotación de una gran mina de absteto en Wittenoom Gorge, al oeste del país. La tesis jurídica con la que argumentó su derecho al mineral, muy cuestionada históricamente, fue que él mismo había descubierto la veta durante su infancia.

Más tarde, en 1952, Hancock descubrió –de nuevo personalmenteel depósito de mineral de hierro más grande del mundo, en una aventura rocambolesca que incluyó, en sus propias palabras, un temerario vuelo pilotando su propio avión a través de una gran tormenta y el aterrizaje de emergencia en los desolados parajes Pilbara, al suroeste de Australia. Más tarde se supo que en esa región no cayó ni una sola gota de agua en todo 1952, pero para entonces Hancock ya era dueño de una de las fortunas más grandes del país. De hecho, el más beligerante de sus biógrafos, Neill Phillipson, atribuye a Hancock la responsabilidad de la mayor parte de las leyes australianas y de la Commonwealth que desde los años sesenta restringen en su país la concesión de la explotación de vetas de hierro y otros minerales.

Tras la muerte de su padre en 1992, su única hija Gina se convirtió en la heredera universal de su fortuna y en presidenta ejecutiva de Hancock Prospecting, la explotadora al 50% –y junto a Rio Tinto– de la fructífera mina Hope Downs, que no en vano lleva el nombre de su madre. Los beneficios de la compañía se estimaban en 2011 en más de 700 millones de euros anuales.

Un culebrón de billones de dólares

La leyenda atribuye a Gina un carácter duro, errático y ambicioso, y sus intervenciones en prensa no contribuyen a desmentirlo.

Gina acusó a la segunda mujer de su padre –Rose Porteous, una filipina mucho más joven que él– nada menos que de su asesinato, aunque la justicia acabó dictando en 2003 que el viejo Hancock había muerto por causas naturales. La injuriada esposa, a su vez descendiente de una prominente familia de políticos y militares filipinos venida a menos, llegó a Australia como inmigrante ilegal y conoció al patriarca trabajando en la limpieza de su casa. Tras la muerte del anciano conservó la suntuosa mansión que éste consagró a su amor –reveladoramente bautizada como Prix d'Amour– y la demolió en 2006 para trasladarse a una nueva ubicación desconocida, después de recibir amenazas que ella –y buena parte de la opinión pública australiana– atribuye a su hijastra. Según los rumores, hoy Porteous supervisa la creación de un musical sobre su vida con ella como heroína y Gina Rinehart, lógicamente, en el papel de supervillana.

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Las otras grandes batallas legales de Gina quedan todas en familia. Una es contra sus propios hijos, Hope, John y Bianca, a quienes su abuelo nombró beneficiarios en régimen fiduciario de su inmensa fortuna y a quienes su madre, la infatigable Gina, niega el dinero. La otra es contra quienes podrían ser, a falta de las preceptivas pruebas de ADN, sus hermanastros. Hasta  seis personas esparcidas por el oeste australiano –llegaron a ser ocho, pero dos han muerto ya– aseguran ser hijos ilegítimos de Lang Hancock y reclaman, por lo tanto, una parte de los 75 millones de dólares netos que el patriarca dejó en herencia al morir.  

La capitalista poeta

El de esta semana no es el primer roce que Gina mantiene con el resto de la humanidad. A principios de este año, Rinehart firmó lo que muchos medios del ámbito anglosajón bautizaron como "el peor poema del mundo".

La obra se titula Nuestro futuro y consiste en un compilado en verso de sus ideas políticas. Entre otros trucos retóricos, Rinehart rima "rampant tax" con "political hack" –una especie de correlación poética entre la cultura del fraude fiscal y los políticos laboristas del Gobierno, aquí denominados "politicuchos"– y asegura que mientras "billones [de personas] desean disfrutar de una vida mejor / su esperanza yace en los recursos enterrados en el suelo profundo / y en el capital y la iniciativa que hacen de ello un proyecto rentable".

El poema acaba diciendo que "Los pobres del mundo necesitan nuestros recursos: no les abandonemos a su suerte / Nuestra nación necesita zonas económicas especiales y un Gobierno más sabio, antes de que sea demasiado tarde".

A diferencia de al resto del mundo, a Rinehart le gustó su poema. Tanto que no sólo lo dio a conocer, sino que encargó su grabado en un monolito de hierro de treinta toneladas que hoy figura, dicen, en el jardín de su casa. 

"Si tienen envidia de aquellos que tienen más dinero, no se sienten a quejarse, hagan algo para ganar más. Pasen menos tiempo bebiendo, fumando y pasándolo bien y más trabajando duro".