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¿Por qué se perdona todo a los muertos?
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LA BAJA CALIDAD DE NUESTROS MODELOS

¿Por qué se perdona todo a los muertos?

El funeral de Michael Jackson fue, sin duda, un espectáculo magnificado por los medios, que reflejaron hasta la saciedad el fervor de los fans de Jackson

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¿Por qué se perdona todo a los muertos?

El funeral de Michael Jackson fue, sin duda, un espectáculo magnificado por los medios, que reflejaron hasta la saciedad el fervor de los fans de Jackson para con su ídolo. Quienes allí se congregaron dieron el último adiós a una figura que fue importante para varias generaciones, que representó el sonido de una época y que puso banda sonora  a la vida de millones de personas. Pero también despidieron a alguien sobre quien recayeron acusaciones de pederastia, que se operó mil veces para cambiar su piel y que se había convertido en el personaje friqui por excelencia. O, al menos, esa fue la imagen que tuvimos de Jackson desde finales de los 90 hasta el momento de su muerte, instante en que recuperó el estatus de gran estrella, de luminaria del pop, de artista de genio.

 

Y es que, en buena medida, parece que la llegada de la muerte lo borra todo. O como dice Javier Urra, psicólogo forense y ex Defensor del menor, “hace que todo se perdone. Esta clase de fallecimientos traumáticos, como ocurrió con Lady Di, tiende a crear mitos. La figura del Che Guevara no tendría la misma fuerza simbólica si hubiera muerto en la cama a los 90 años. Además, es muy propio del ser humano hablar mal del que vive y mitificar a los muertos”.

En segundo lugar, que el fallecimiento tenga aspectos oscuros (ahora se habla de homicidio) también ayuda a que los medios continúen tratando el asunto durante mucho tiempo y que, con ello, hagan el mito más grande. “No es lo mismo (para los medios) la muerte de John Lennon, a quien le dispara inexplicablemente un fan, que la de Vicente Ferrer, que era alguien admirado y aplaudido, pero en el fondo anónimo”.  

Se trata de una tendencia que, según Urra, está dentro de la absoluta normalidad de una sociedad “a la que atrae mucho la sombra de los desconocido. Ahora se hará mucha autopsia psicológica de Michael Jackson, se examinará su personalidad de mil formas, se revisarán sus letras, etc. En definitiva, todo muy voyerista. Y es que a nuestra sociedad le gusta mirar por el ojo de la cerradura”.

Pero lo que hace más importante el asunto es que no estamos ante un simple acto de mitificación. Porque lo que llama la atención de nuestro tiempo son las personalidades con las que escoge identificarse. Sin duda, la obra de Michael Jackson tuvo notable repercusión en la música pop, pero lo cierto es que, en los últimos tiempos, las sombras de su vida personal tuvieron mucho más peso que la originalidad de su trabajo.

No estamos, pues, ante el simple caso de un genio con una personalidad complicada, sino ante alguien cuyas complejidades mentales fueron aprovechadas para mantenerle mediáticamente activo cuando su creatividad se estaba apagando. En buena medida, y al contrario de la fórmula habitual, sus publicistas y los directivos de su discográfica  afirmaban que había que hacer que se hablase de él, “aunque fuera bien”.

Y es que, como asegura Julio César Pérez Herrero, profesor de Teoría de la información de la Universidad CEU- San Pablo, “la trayectoria de Jackson, absolutamente mediática, ha sido el resultado de una estrategia de marketing llevada a cabo desde que era niño. Sin que eso desmerezca lo innovadores que fueron su puesta en escena, sus videoclips y su música, hablamos de un personaje que ha sido siempre muy explotado publicitariamente”.

Aclara Pérez Herrero que no estamos hablando de una de esas celebrities fabricadas para los medios y que son simple humo, sino que se trata de un producto bien creado y con consistencia, al que la atención que su vida privada siempre suscitó le dio una muy buena base para vender cualquier cosa que hiciera. En esa lógica de la sobreexplotación, se anuncia ahora la futura edición en dvd de los ensayos que estaba realizando para su próxima gira.

Atracción por el lado oscuro

Sin embargo, lo peculiar del asunto Michael Jackson está en otro lugar, mucho más allá de la utilización comercial. Porque estamos ante un acontecimiento que subraya sin género de dudas cómo los personajes públicos que resultan interesantes para los medios y llamativos para las masas contemporáneas son aquellos que tienen un lado oscuro, aquellos que rompen con las convenciones y las normas.  Y no sólo porque se haya instaurado en los últimos años el culto a esas celebrities estilo Amy Winehouse o Pete Doherty. Fundamentalmente, se trata de que los personajes positivos ya no generan identificaciones. Sólo son cool aquellos que pueden exhibir una vida de ruptura de las normas, una vida donde todos los deseos están permitidos; sólo nos atraen aquellos que pueden tener lo que quieran, se llamen Michael Jackson o Cristiano Ronaldo.

Según María del Carmen Giménez, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Barcelona, si bien Jackson se hizo popular por su trabajo y por la energía que ponía en él, también representó “al hombre que se da a la libertades más insólitas, a ese personaje que nos transmite la idea de que los límites pueden sobrepasarse”.

Jackson era alguien que no aceptaba ser quien era, que no estaba contento consigo mismo y que, en ese proceso de reconstrucción continua al que se sometió, no atendía a las normas establecidas. “Ese deseo de ser blanco siendo negro, de ser niño siendo adulto, ese buscar continuamente convertirse en otro, era también un deseo autodestructivo”. Y en la mezcla de esos elementos (gran notoriedad, fragilidad emocional, búsqueda de sí mismo sin ponerse frenos) encontraríamos el atractivo que Jackson ha generado entre nosotros.

El extraño caso de Cristiano Ronaldo

Porque hablamos de una sociedad  que cada vez busca más figuras de referencia, y que las encuentra en los lugares más dispares. Es cierto que los mecanismos de identificación son propios de toda clase de sociedad, pero lo peculiar de estos tiempos es la baja calidad de los personajes que tomamos como modelo.  Que 80.000 personas llenen un estadio para ver a un futbolista enfundarse una camiseta no es explicable sin que hayamos rebajado la exigencia para que alguien nos parezca admirable. Según Giménez, lo que diferencia nuestra época es que, “en las fantasías de identificación que se proponen, están funcionando instintos muy arcaicos, muy gregarios”. 

O, dicho de otro modo, en un momento donde los discursos sociales invocan a la individualidad, a la autorrealización, a perseguir los propios sueños, y donde hay (en teoría) tantas posibilidades, el resultado final es que tenemos una sociedad cada vez más gregaria, cada vez más cohesionada en torno a los mismos acontecimientos y a las mismas figuras kitsch. Cada vez somos más sociedad de masas, compactados alrededor de espectáculos de dudoso gusto como el funeral de Michael Jackson.

El funeral de Michael Jackson fue, sin duda, un espectáculo magnificado por los medios, que reflejaron hasta la saciedad el fervor de los fans de Jackson para con su ídolo. Quienes allí se congregaron dieron el último adiós a una figura que fue importante para varias generaciones, que representó el sonido de una época y que puso banda sonora  a la vida de millones de personas. Pero también despidieron a alguien sobre quien recayeron acusaciones de pederastia, que se operó mil veces para cambiar su piel y que se había convertido en el personaje friqui por excelencia. O, al menos, esa fue la imagen que tuvimos de Jackson desde finales de los 90 hasta el momento de su muerte, instante en que recuperó el estatus de gran estrella, de luminaria del pop, de artista de genio.