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"Esto es Armenia y punto": ni paz ni guerra en Nagorno Karabaj
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"Esto es Armenia y punto": ni paz ni guerra en Nagorno Karabaj

El Confidencial viaja al centro del conflicto congelado más explosivo del espacio postsoviético. Ambos bandos mantienen conversaciones de paz, pero los enfrentamientos son casi diarios

Foto: Un soldado armenio de Nagorno Karabaj junto a una posición de artillería en Martuni, el 8 de abril de 2016 (Reuters)
Un soldado armenio de Nagorno Karabaj junto a una posición de artillería en Martuni, el 8 de abril de 2016 (Reuters)

En Nagorno Karabaj, las armas parecen necesarias para garantizar hasta la salida del sol. Esta montañosa república no ha sido reconocida oficialmente por ningún país, ni siquiera por Armenia, que subvenciona su lucha para separarse de Azerbaiyán. En Stepanakert, la capital de esta república separatista, la telefonía móvil -siempre traicionera- despierta al recién llegado con un sms que recuerda que la bandera azeri se quitó sin permiso: "Bienvenidos a Azerbaiyán". Entre dientes, el chofer apostilla: “Esto es Armenia, y punto”. Las sinuosas carreteras para acceder al corazón de este territorio son una metáfora de su complicado devenir histórico, encajonado entre naciones rivales y sin salida al mar.

La disputa, que dura décadas, volvió a hacer arder las trincheras el mes pasado. Más de medio centenar de personas murieron. El 5 de abril se anunció el alto el fuego, pero en muchos hogares sigue el miedo a que las paredes vuelvan a temblar a o que alguno de los hombres de la casa no vuelva. Los bandos del conflicto se acusan a diario de violar el alto el fuego.

El lunes tuvo lugar en Viena una reunión entre los presidentes de Armenia y Azerbaiyán, Serzh Sargsián e Ilham Aliyev, la primera desde la última escalada del conflicto en Nagorno Karabaj. Participaron los cancilleres de los países copresidentes del Grupo de Minsk (EEUU, Francia y Rusia). Aunque no hubo avances, todos coincidieron en la necesidad de cumplir la tregua en la zona del conflicto, un enclave de población mayoritariamente armenia que optó por independizarse en 1988 de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. A pesar de ello, Bakú acusó ayer a las tropas armenias de haber violado el alto el fuego, en un incidente en el que habría muerto un soldado azerí

Cientos de ojos vigilan al caer la noche. "Es cuando suelen atacarnos", dice un funcionario karabají

Arayik Harutyunyan tiene 42 años. Accedió al puesto de Primer Ministro con 33 y recibe a la prensa sin corbata en su despacho. En una estantería, a modo de exposición, productos típicos de la tierra. En la mesa, dos teléfonos rojos sin números que marcar: sólo entran llamadas, confirmando o desmintiendo escaramuzas. Cientos de ojos vigilan en todas las direcciones al caer la noche. "Es cuando suelen atacarnos", explica un funcionario al salir de la reunión.

Harutyunyan sabe que los confines de su república han ido demasiado lejos: abarca territorios que no corresponden al Karabaj histórico. Fueron 'conquistados' en los noventa para proteger mejor lo que en su día fue una región de la URSS y mantener un nexo con Armenia. Sellar la paz definitiva implicará ceder, empezando por estos distritos. "estamos dispuestos a negociar y somos conscientes de que significa hacer concesiones", explica a El Confidencial, "pero todo eso lo condicionamos al reconocimiento de la independencia de Karabaj o el derecho del pueblo a la autodeterminación".

Azerbaiyán perdió el control sobre Karabaj tras la escalada de las hostilidades entre 1992 y 1994. En Ereván, la capital de Armenia, creen que Karabaj es parte del país. Pero reconocer su independencia ahora mismo sería arriesgado. Shavarsh Kocharyan, viceministro de Asuntos Exteriores, explica que el principal objetivo de su gobierno es "la seguridad de Karabaj". La independencia de esta república "es una concesión necesaria, pero no es suficiente". Por eso ha naufragado esta semana la iniciativa en el parlamento de Ereván para reconocer a Karabaj como país.

Rompecabezas de alianzas

Los ataques de Azerbaiyán en abril le han permitido recuperar unos cientos de metros. Turquía, eterno aliado de Bakú, es el otro 'enemigo' con el que Armenia comparte una frontera, a día de hoy casi impermeable. "No tenemos apenas relación con Turquía, y por supuesto no podemos ni entrar en Azerbaiyán", repasa un diplomático armenio, "al norte nos llevamos bien con Georgia, pero ellos se llevan mal con nuestros aliados rusos; y al sur tenemos buena relación con Irán, que se lleva mal con el mundo entero". Un rompecabezas de alianzas enredadas entre el pasado de la URSS y las nuevas rivalidades entre Moscú y la OTAN, que tiene con Turquía su punta de lanza en la zona.

Las hostilidades han vuelto en un momento en el que los principales socios de cada país, Ankara y Moscú, están enfrentados. ¿Por eso ha vuelto a estallar el conflicto ahora? Harutyunyan, que antes de ser primer ministro de Karabaj fue empresario y luchó en la guerra de los noventa, se encoge de hombros al hablar de geopolítica: "Se dice que el ataque de los azeríes podría estar relacionado con el escándalo de los papeles de Panamá y el deseo de desviar la atención de la población, y no podemos olvidar tampoco que la guerra permite a Bakú aumentar las partidas militares del presupuesto ahora y en adelante".

A cincuenta kilómetros de distancia, cerca del frente, las urgencias son otras. Sasun Arutunyan es uno de los líderes comarcales que ha visto a sus vecinos huir para ser realojados lejos de las bombas. En la mesa del despacho principal de la prefectura, a modo de pisapapeles, una pistola: "Pertenecía a un soldado azerí, se la quité en la guerra". Han pasado veinte años, y el ardor guerrero no se ha apagado.

"El ejército lo componen los 150.000 habitantes de Nagorno Karabaj y decenas de miles de voluntarios, no es ningún secreto", asegura el Primer Ministro

Algunos civiles, para los que la guerra de entonces no era más que un recuerdo, han vuelto a tener que hacer las maletas por vivir cerca del frente. Se trata principalmente de habitantes de dos pueblos: Talish y Matarish. Unas mil personas siguen desplazadas desde abril, según cálculos gubernamentales.

A los karabajíes les gusta que les pregunten por cuántas personas componen sus tropas. Su Primer Ministro no es una excepción: "El Ejército lo componen las 150.000 personas que viven dentro de sus fronteras y decenas de miles de voluntarios, no es ningún secreto", explica orgulloso.

Cuando se han reavivado los combates se han visto escenas propias del cine bélico: gente procedente de Ereván llegando en sus coches a Karabaj para abandonarlos en la plaza central e ir directamente al frente. "Tenemos voluntarios de hasta 85 años, nadie va obligado, es más: la gente se ofende cuando se les prohíbe combatir y tratan de violar la prohibición", añade Harutyunyan mientras los teléfonos siguen sonando en su despacho: "Por eso Karabaj es invencible".

En Nagorno Karabaj, las armas parecen necesarias para garantizar hasta la salida del sol. Esta montañosa república no ha sido reconocida oficialmente por ningún país, ni siquiera por Armenia, que subvenciona su lucha para separarse de Azerbaiyán. En Stepanakert, la capital de esta república separatista, la telefonía móvil -siempre traicionera- despierta al recién llegado con un sms que recuerda que la bandera azeri se quitó sin permiso: "Bienvenidos a Azerbaiyán". Entre dientes, el chofer apostilla: “Esto es Armenia, y punto”. Las sinuosas carreteras para acceder al corazón de este territorio son una metáfora de su complicado devenir histórico, encajonado entre naciones rivales y sin salida al mar.

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