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Hotel-prisión Hara: viaje a El Dorado de los traficantes de personas
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EL LUGAR QUE ATRAPA A 'REFUGIADOS DE SEGUNDA'

Hotel-prisión Hara: viaje a El Dorado de los traficantes de personas

Lassine lleva meses atrapado en el Hotel Hara, junto al paso de Idomeni. Es un punto de reunión para las mafias, que trafican con los migrantes hasta que les roban y les abandonan. Y vuelta a empezar

Foto: Imagen del Hotel Hara, ubicado en Idomeni, a tres kilómetros de la frontera entre Grecia y Macedonia. (Foto: David González)
Imagen del Hotel Hara, ubicado en Idomeni, a tres kilómetros de la frontera entre Grecia y Macedonia. (Foto: David González)

El rostro de Bilal aparece surcado por la cicatriz de una cuchillada, obsequio del hampa macedonia. Esto, dice su amigo Lassine, les sucede a quienes se ven envueltos en negocios sucios con la mafia. Pero si uno es un migrante marroquí de 17 años que trata de llegar a la Unión Europa a través de Macedonia y no tiene la más mínima esperanza de obtener el estatus de refugiado político, no le quedan demasiadas opciones.

Lassine, de 33 años y originario del Valle de las Rosas, lleva más de dos meses atrapado en el Hotel Hara, a escasos tres kilómetros del paso fronterizo de Idomeni, que conecta Grecia con Macedonia, y que sirve como punto de reunión para estas mafias. Situado en un valle de montañas heladas y bosques grisáceos, este motel de carretera se ha convertido en refugio y a la vez prisión de magrebíes, paquistaníes, somalíes y libios, que no tienen el estatus oficial de refugiado pero que recorren el mismo camino para llegar a Europa central. Al no poder cruzar la frontera como los SIA -sirios, iraquíes y afganos-, estos quedan atrapados en Grecia, a merced de las diferentes redes de traficantes de personas que operan en la zona.

El trayecto acaba siempre igual: los traficantes conducen a los refugiados a pequeños pueblos y allí les roban y abandonan, muchas veces avisando a la policía macedonia para que les devuelva a Grecia, a la casilla de salida. Y vuelta a empezar

Estas son no necesariamente locales: en esta frontera operan grupos de nacionalidad paquistaní y afgana, asentados principalmente en Belgrado y Atenas, que ofrecen a los refugiados pasar por puntos no vigilados por el ejército o la policía para cruzar Macedonia y llegar hasta la capital de Serbia. El precio: unos 1.000 euros. El trayecto, no obstante, acaba siempre de la misma manera: los traficantes conducen a los refugiados a pequeños pueblos una vez pasada la frontera y allí les roban y abandonan a su suerte, muchas veces avisando a la misma policía macedonia para que les intercepte y devuelva a Grecia, a la casilla de salida. Y vuelta a empezar.

Antes de emprender el viaje, Lassine, de 33 años, se ganaba la vida como guía de montaña en la garganta de Todra, en Tineghir. Ahora aplica sus conocimientos de senderista para guiar a sus compañeros marroquíes y argelinos a través de las montañas griegas. Lo ha intentado seis veces y, en la última, la policía macedonia le dio una paliza en los alrededores de la estación de tren de Gevjelija.

'Rangers' húngaros, ejército macedonio, agentes serbios y hasta miembros alemanes de Frontex patrullan cada noche por las montañas para evitar que estos migrantes, considerados de segunda, puedan atravesarla. Una vez detenidos, los infractores son devueltos al campo de refugiados griego de Idomeni, donde escapan antes de subir a los autobuses que la policía les obliga a tomar para regresar a Atenas. Entonces, vuelven de nuevo al Hotel Hara, donde su dueño, Simmos, les permite dormir gratis en la terraza de la cafetería. “Una habitación vale 40 euros por noche dependiendo del grupo, ahora no puedo permitirme pagarla”, dice Lassine.

“Si la policía o el ejército te cogen, a veces te golpean, pero casi siempre es mejor que lo que les pasa a los que hacen tratos con la mafia”, comenta Lassine, resignado. Los mafiosos no piden un pago por adelantado, sino que recomiendan a los refugiados que dejen el dinero con alguien de confianza en Grecia, y una vez en Belgrado, que este pague el servicio. La realidad es que en medio del trayecto macedonio, antes de que se den cuenta, ya tienen una pistola en la cabeza para obligarlos a que se comuniquen avisando de que ya han llegado a la capital serbia.

Muchos de estos estafadores aprovechan que los migrantes descansan y comen en el hotel para abordarles. Estos hampones, algunos de ellos con anillos coronados por un cristal rojo en el anular a modo de distinción, aprovechan que tienen los papeles de asilo político o refugiado para moverse por la frontera a su antojo. “Solo te puedes fiar del 1% de los tratantes que trabajan aquí. Como llega cada día gente nueva, estos traficantes cierran tratos con 60 o 70 personas. Y lo hacen con total impunidad, a nadie le importa, todos se llevan dinero: la policía, el hotel…”, dice Lassine mientras habla por Skype con su móvil con su mujer e hijo, diciéndoles que esta noche va a caminar toda la madrugada por una ruta nueva con ocho compañeros.

El Hara tiene solo nueve habitaciones y durante el día permanece en calma tensa. Es al final de la tarde, al caer el sol, cuando entra en ebullición. Refugiados entrando y saliendo, fumando y hablando en pequeños grupos, con sus gorros, abrigos y guantes en las manos, con el móvil y los auriculares puestos.. conversan, se dan la mano, se despiden... Pasos que vienen y van, mientras una mujer iraní duerme encima de una mesa, un grupo de afganos sigue un partido de fútbol de la liga española y otros tantos compran bolsas de galletas, patatas y otras provisiones para el viaje. Hay como mínimo 50 personas en el comedor del establecimiento, todas esperando su oportunidad para cruzar la frontera.

“Compré un vuelo a Estambul por 500 euros, después un pasaje de autobús a Izmir, cerca de la frontera griega, por 60”, se lamenta Azdin, otro marroquí de 39 años y natural de Casablanca. “Allí, gasté 800 euros para subirme a una lancha zodiak y cruzar siete kilómetros de mar hasta Lesbos. Unos 60 más para llegar a Atenas, y finalmente 30 para llegar aquí, donde ya no puedo avanzar. Ahora hace días que me he quedado sin dinero”. Como Azdin, muchos soportan el frío heleno solo protegidos con tres pantalones en sus piernas y algunas mantas. Las temperaturas descienden hasta los 12 grados bajo cero por la noche. Todas las noches. Dormir arremolinados con un 'chai' caliente cargado de azúcar es la mejor forma de descansar a la intemperie.

"Es más fácil así que por Gibraltar"

Cerca del Hara hay asentamientos temporales en casas abandonadas sin ventanas, donde los refugiados descansan. Allí acuden voluntarios independientes que se acercan a diario para repartir comida caliente, zapatos, ropa y otros enseres de primera necesidad. En las paredes de estos edificios en ruinas, los nombres garabateados de los que han pasado por allí. Tras de sí, dejan las huellas de fogatas y mantas que ya no pueden cargar en su travesía nocturna. Entre la suciedad y la paja que se amontona en el suelo, un mapa impoluto de la guía Michelin cuelga en el interior de una de las barracas, donde centenares de refugiados lo han consultado para guiarse y ver el camino a recorrer.

En este enclave se encuentra Antonio, un voluntario español que, a través de grupos en redes sociales, llegó hasta aquí con la intención de ayudar a estos migrantes. Bolsa en mano recogiendo basura, este joven proporciona ropa y algo de comida caliente. “Ves muchas cosas por la tele y te preguntas qué cojones está pasando. En lugar de poner cosas en Facebook, decidí venir. Hay voluntarios alemanes, portugueses, polacos y suizos… No venimos para estar con grandes ONG”.

Horas después de la partida de Lassine hacia las montañas, un afgano moría asesinado en el hotel por un ajuste de cuentas entre las mafias que se disputan el dinero de los refugiados

Lassine fuma un cigarro tras otro mientras recarga la batería de su móvil en el Hotel Hara, el único lugar de la zona con enchufes y wifi. “Esta noche voy a necesitar el GPS. Tengo controlado el camino. No es difícil. Una vez llegue a la estación de tren de Gevjelija, ya lo tendré hecho y podré cruzar el país sin problemas. Es más fácil así que por el estrecho de Gibraltar, donde hay más policía vigilando la frontera”, dice este bereber que quiere ir a Alicante, donde reside su hermano.

Horas después de la partida de Lassine hacia las montañas, un afgano moría asesinado en el hotel por un ajuste de cuentas entre las mafias que se disputan el territorio y el dinero de los refugiados. Todo ante la pasividad de las autoridades de ambos lados de la frontera y bajo la mirada de un gran cartel que reza “Welcome to Greece”.

Cooperantes y vecinos de las poblaciones cercanas sospechan que esta no es la primera muerte relacionada con el trafico de personas, cuya primera y a veces última parada parece ser el Hotel Hara. Casi como cantaban 'The Eagles' en los últimos versos de su famosa 'Hotel California': “Relájese, dijo el portero, estamos preparados para recibir. Puede hacer el 'check out' en el momento que quiera, pero nunca podrá partir".

El rostro de Bilal aparece surcado por la cicatriz de una cuchillada, obsequio del hampa macedonia. Esto, dice su amigo Lassine, les sucede a quienes se ven envueltos en negocios sucios con la mafia. Pero si uno es un migrante marroquí de 17 años que trata de llegar a la Unión Europa a través de Macedonia y no tiene la más mínima esperanza de obtener el estatus de refugiado político, no le quedan demasiadas opciones.

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